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Una noche de otoño de 1861 un oficial del ejercito federal está montando guardia solo en un claro de un bosque, esperando un posible ataque sorpresa del enemigo que se encuentra por los alrededores. Todo está en silencio y tranquilo, bañado por la luz tenue de la Luna. De pronto le parece ver una sombra extraña y inmóbil delante suyo. Se acerca y descubre sorprendido que se trata de un soldado muerto del ejercito confederal. Indudablemente está muerto. No hay nada que temer. Tiene que seguir montando guardia a pesar de este macabro hallazgo. Pero conforme pasen las horas ya no tendrá tan claro que está realmente muerto...
Me ha gustado bastante, más que por la historia o el desenlace, por la ambientación.
El autor describe muy bien el ambiente solitario, misterioso y tenso de la situación y el personaje. Fácilmente te metes en el cuento. Por eso, aunque la historia es simple y el desenlace previsible y nada original, acabas pasando un buen rato dejandote llevar por la sensaciones y las imagenes que se relatan el este cuento. No se hacen nada pesadas las divagaciones sobre la muerte y los miedos que lo empiezan a atenzar a lo largo del relato, al contrario.
Un buen relato, con una gran ambientación y que consigue transmitir la angustia y el terror del protagonista ante la situación en la que se halla: encontrar un cadáver del que llega a dudar si realmente está muerto o no.