Como hemos alumbrado estos días un par de hilos dedicados a Marivaux, no estará de más abrirle alguno a otro de los grandes del teatro francés del siglo XVIII.Hombre de vida asendereada y de múltiples ocupaciones por razón, sobre todo, de su voluntad de ascender en la escala social, Pierre-Augustin Caron, más conocido como Beaumarchais (1732-1798), dejó, con todo, dos obras dramáticas magistrales: El barbero de Sevilla y Las bodas de Fígaro. Comedia calificada de inmoral y prohibida expresamente por el rey Luis XVI, en Las bodas de Fígaro volvemos a encontrar a los personajes de El barbero de Sevilla, pero inspirados ahora por una visión de la sociedad corrosiva, aunque a la vez divertida y alegre, que aúna «frivolidad y razón». Plagada, en efecto, de burlas e invectivas contra todas las bases en que se sustentaba el Antiguo Régimen, la obra -estrenada tras múltiples peripecias en 1784- conoció un éxito clamoroso que Mozart iba a potenciar componiendo, con libreto de Da Ponte, la genial ópera del mismo título: desde entonces, la obra sigue ocupando un lugar indiscutible en la historia del teatro y de la ópera.
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A Beaumarchais le cupo la buena y la mala suerte de que sus dos mejores obras, "El barbero de Sevilla" y "Las bodas de Fígaro", cayeran en manos de Rossini y Mozart para que estos compusieran un par de óperas de calidad tan impresionante que yo creo que están en la cima del arte humano de todos los tiempos. De esta forma, si hoy alguien busca información sobre este título, "Las bodas de Fígaro", con seguridad le remitirán en primer lugar a la ópera de Mozart pasando por encima de la comedia de Beaumarchais.
Lo cual no deja de ser algo injusto, porque la obra de Beaumarchais, en sí misma, es deliciosa, divertidísima y está llena de interés. Yo tuve oportunidad de verla hace muchísimos años, en un montaje muy bueno de una compañía catalana, con Lluis Homar en el papel de Fígaro, y el recuerdo que tengo es imborrable. Recuerdo, por ejemplo, que al iniciarse la representación todavía había espectadores entrando en la sala y Lluis Homar se interrumpió, se encaró con ellos con cara de mucho cabreo y les soltó:
- A ver si terminamos de acomodarnos todos y podemos continuar.
Que fue en la escena del diálogo inicial entre Fígaro y Susana, en el momento en que Susana le pregunta a Fígaro: "¿Cuándo dejarás de decirme que me quieres de la mañana a la noche?", y Fígaro responde: "Cuando me dejes demostrártelo de la noche a la mañana"
Y qué magnífico estuvo Lluis Homar en el larguísimo y formidable monólogo de Fígaro ya hacia final, sentándose en el proscenio, y dirigiéndose directamente al público.
Sí que fue una gran noche de teatro aquélla
Para quien conozca la ópera, leer la comedia se hace muy complicado - por lo menos a mí me ha pasado- porque el recuerdo de la música se le cruza en todo momento, pero para quien no, siempre que consiga una buena traducción (la que yo tengo es bastante mejorable), se lo pasará bomba. Y representada, esas dos posibles clases de espectadores la disfrutarán por igual. Porque es estupenda, inteligente, está llena de posibilidades, la carga amorosa se disfruta y da qué pensar y la política se percibe sin que pese, y uno pasa dos horas tan ricamente y sale encantado . Teatro del bueno.