El libro sin palabras (relato-reflexión)

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Vientoo
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El libro sin palabras (relato-reflexión)

Mensaje por Vientoo »

El libro sin palabras

“Detrás de la montañas, más allá de las gélidas piedras grises y distantes, no hay ni luz ni día; no hay nada, pues allí jamás el tiempo se quiso, parar…”

Ellos
En aquella pequeña habitación de paredes celestes un reloj, de forma ecuánime marcaba las horas. Sus agujas delgadas y estrechas parecían bailar, mientras el tic tac entonaba una suave melodía.
Unos niños, jugaban…
- Mira, lo ves a lo lejos – le preguntó Currito el niño de rizos rubios a Anita.
- Pues no, no le veo – respondió la niña contrariada, frunciendo con disgusto su nariz y ensortijando sus dedos entre unos bucles dorados.
- Que sí boba, ahí, tras el cristal empañado ¿es que no lo ves! – indicaba el niño con el dedo a lo lejos, más allá de la ventana.
- ¡Jooo! Que no lo veo – replicó la niña ya totalmente indignada. Currito se acercó hasta la ventana, pasó la palma de su mano y limpió el vidrio. Este se presentó totalmente limpio y tras él, apareció aquel paisaje boscoso junto al pequeño parque con estructuras de colores y columpios. Anita contrariada y sintiéndose engañada le reprochó:
- ¡ves como no había nada! –. Currito bajó la cabeza mientras pensaba: “para qué le iba a explicar a ella que él, había imaginado ver el arcoíris”
El libro

La anciana paseó las yemas de sus dedos arrugados por las páginas. Lo hizo tan despacio, que en el silencio de la habitación, casi se podía oír el roce, el rasguño de la piel sobre el papel. Su ceguera era ya, tan acusada que no le dejaba ver las letras ¡Qué vista tan mala tengo! - Se reprochó. Pese a ello, llamó a su nieto para contarle aquella historia.
El niño, al oír la voz de su abuela corrió, subió las escaleras como un rayo. Al llegar a la puerta de la buhardilla se quedó quieto, estático. Siempre que iba a entrar en aquel lugar se detenía absorto y contemplaba el techo de madera pintado de blanco, los mil y un cuadros colgados en las paredes sin un orden apreciable, la pluma sobre el tintero, el viejo reloj gigante que, parecía observar todos y cada uno de sus actos.
Se sentó a la vera de la anciana en un taburete de madera con la base giratoria. Giró esta para que se pusiese más alto y llegar hasta su altura. La anciana al sentirle cerca sonrió mientras le acariciaba el pelo para decirle:
- ¡Eres toda mi alegría! ¿Lo sabías? El niño sonriendo, besó aquel rostro ajado con sus labios despacito, intento con aquellos pequeños brazos abarcar a su abuela. Esta, tras el abrazo le dijo solemnemente:
- Voy a leerte un cuento que... nadie jamás ha oído.
El niño frunció el ceño, dilató pupilas y asintió con la cabeza. En su mirada se dibujó un gesto de intriga. De alguna manera le faltaba el aire en aquella habitación pequeña llena de recuerdos. La anciana, sin más preámbulos, comenzó la lectura:
“Dicen que hace, mucho, mucho tiempo. Pero no mucho por que fuese gran cantidad, ese “mucho” era porque no se sabía… Pero, hace mucho. Alguien quiso meter en una botella el tiempo, apresarlo”. El niño saltó con un comentario de extrañeza:
- ¡Pero… eso es imposible abuela! – exclamó Currito indignado. La mujer sonrió de una forma extraña. No dijo nada, los ojos se le volvieron melancólicos y currito entendió, entendió tanto que para intentar guardar silencio, tragó saliva. En ese instante las cortinas de la habitación se movieron. El niño observó sorprendido y pensó: “la ventana está cerrada, la puerta también ¿Entonces cómo… quién las ha movido…?”

La anciana, sin apercibirse del suceso continuó con la lectura:
Todos pensaban que era un iluso, un loco que… que no podía hacer aquello que pretendía. Por eso en aquella aldea, vivían felices, ufanos y ajenos a las cosas del destino. Ellos cosechaban, seguían con sus tareas diarias, pescaban en el rio…
- Pero abuela ¿para qué quería guardar el tiempo en una botella?
- Porque pensaba que así la alcanzaría… exclamó ella con una voz misteriosa.
- ¿Esperaba a su amada?
- No era suya. Era la mujer de un cazador, una chica rubia de largas trenzas y ojos como el mar.
- ¿Y ella le quería a él?
- Ella. Ella dependía del tiempo, él era su vida, demasiada vida. Se había casado con un hombre anciano para protegerse y proteger a su familia. Era un hombre mayor y… no estaría mucho tiempo con él.
- ¡AAA ¡ – exclamó Currito sorprendió. La anciana le miró risueña y tras rozarle la mejilla le dijo:
- Bueno currito, vete a dormir. Mañana continuaremos con la historia. Ordenó su abuela dejando el libro abierto sobre la mesa. El niño la miró con gesto contrariado, quería saber más de aquella historia ¿Por qué su abuela no continuaba? Miró de reojo aquel libro abierto sobre la mesa. Iba a salir de la habitación cuando se cercioró de un detalle. Algo que le sorprendió e hizo que su boca dibujara una “O” bien grande para pensar:
- ¡El libro no tenía letras! Miró a su abuela. Esta no decía nada, parecía como ausente. Cerró el libro y tras alzarse con parsimonia, lo devolvió al estante sonriéndole suavemente a su nieto.
Currito aquella noche, pensando en aquello no pudo conciliar el sueño…

El sueño

Él siempre la buscaba, como el día busca las gotas de rocío. Aquella mañana salió al patio corriendo para buscar a Anita. Quería hablarle de aquella historia misteriosa que su abuela empezó a contarle...
Cuando por fin descubrió su figura a lo lejos, el tiempo de su corazón se le paró. Ella no estaba sola, se encontraba al fondo del parque con otro niño mayor que ella, más alto y que ostentaba una gran bicicleta roja. Currito los observó juntos, sonrientes- Sintió que sus ilusiones se le arrugaban como si fuesen pasas; que el cielo se le caía por momentos… Tuvo una terrible certidumbre:

A ella le gustaban más, más mayores…
Como algo siniestro, el cuento de su abuela y aquella frase imposible: “meter el tiempo en una botella” ¬ se adueñó de sus pensamientos. Ahora entendía porque había que hacer aquello. Ni siquiera la saludó, se volvió a su casa. Y allí, en la soledad de su habitación tras tomar una pequeña libreta, obsesionado se puso a escribir su propio cuento:
“Más allá de la montaña, aquel niño, buscaría sin descanso un frasco de vidrio. Cuando lo encontrase, necesitaría algo más, un tapón que se aferrase tan fuerte, para que no dejase escapar al…
Currito detuvo su escritura. Fue una para en seco, se había quedado con la punta del lápiz, clavada en el papel: “¿Cómo iba a apresar el tiempo?” Tiró el lápiz contra la pizarra y este se quedó, roto, hecho añicos sobre el suelo.

Dormir, dormir...
La niña se puso su pijama celeste, ató su pelo ondulado con una cinta y se enfundó en la cama. Miró el reloj de su habitación. Era digital, y proyecta sus cifras sobre el techo como si fuesen muescas de colores. Sonrió contemplando los números, le gustaba verlos en la oscuridad de la noche parpadear.
Aún le recordaba: Se había sentado durante un rato en su bicicleta y juntos habían circulado a toda velocidad por el caminito del bosque "¡Marcos parecía tan grande! Además él, ¡Es tan fuerte!" Recordó aquellas manos grandes, que tomaron las suyas; la nube de algodón dulce que compartieron; y como él…él acercaba trocitos hasta sus labios…
Miró por la ventana. El cielo se había puesto serio: unas nubes grises, lo volvieron opaco. Empezó a llover suave primero, luego con cada vez más fuerza. Era una lluvia demasiado densa para aquella estación. Anita, se arropó mucho en la cama, se cubrió con las sábanas, mantas…. Todo le pareció poco. El cuerpo le temblaba, las manos se le encogían, le castañeaban los dientes.
Así estuvo largo rato: con los ojos muy, muy apretados para no ver los truenos, ni las tormentas, ni su miedo. Observó algo que le cortó la respiración:
La cortina de la habitación se movía y… ¡todo estaba cerrado!
Despertó más tarde. Había dormido mucho, demasiado. Por fin Salió de la cama, miró por la ventana. Fuera había un sol radiante y un arco iris precioso, tintaba de colores el horizonte.
- “Eso sí que es un arco iris, no el que inventó el mentiroso de currito” - pensó. Pero lo que descubrió más allá de la ventana, le intrigó: Un chico mayor, rubio y alto saltaba junto, alrededor y a la vera del arco iris. Sus facciones le resultaban extrañamente conocidas “¿Currito?” - se preguntó sorprendida. Era algo que no le cuadraba – “¡Si él siempre había sido pequeño y más bien chaparro!”
Salió al patio y le saludó efusivamente. Al instante él la reconoció y le enseño a saltar por encima del arco iris, cómo correr por debajo, e incluso a dejarse envolver por aquellos colores…Durante un buen rato ambos creyeron tocar el cielo. Envueltos en los colores de algo maravilloso, fueron felices. Hasta que apareció: Llevaba de la mano algo rojo y grande. Anita volvió el rostro, y él sintió que le negaba la mirada, la cara hermosa de la fortuna.
- ¿Te gusta mi moto? – preguntó Marcos. Anita mostró la sorpresa en su rostro. Casi sin despedirse se alejó de Currito, para siempre.
Despertar
Habían pasado muchos, demasiados años desde aquello. Abuela ya se fue al cielo. A veces, sin que nadie lo supiera en sueños, se veían. Ella le volvía a contar sus cuentos, aquellas historias que se le grabaron en la retina como una huella indeleble. Pero de ella, de la que fue su primer amor, no, no había vuelvo a saber, ni a recordar más.
El trabajo en la multinacional como técnico en telecomunicaciones convertía su jornada en una rutina, un ritual en el que cada día, cada tarde o noche observaba unos indicadores de colores en grandes monitores. Al menos, en los ratos de soledad tenía sus cuentos.
Aquel día había en el buzón una extraña carta. La abrió despacio, tan despacio, que ni el mismo se reconoció: “¿Por qué se comportaba así? ¿Tal vez por el remitente de la misiva? No podía pensar que él, no quería imaginar que…” Cuando leyó el texto lanzó la carta por los aires. Esta voló por encima de su cabeza como si fuera una extraña mariposa con alas de papel: Le ofrecían un contrato para publicar sus cuentos.
Desde aquella carta a su estado actual, apenas había pasado un año. En ese breve espacio de tiempo había conseguido recolectar, reeditar y mejorar todos sus cuentos para publicar el primer libro: “el libro sin palabras”.
Pero lo mejor de aquello, o al menos lo más excitante, fue su cuenta twiter donde recibió felicitaciones e incluso correos anónimos haciéndole comentarios sobre su obra.
Hasta el día en que leyó aquel correo:

- “existen de veras los sueños? ¿Por qué se empeñan en engañarnos? ¡Todo es mentira, no se puede coger el arco iris, ni meter el tiempo en una botella para volver atrás!”
Estaba en estado de shock. Normalmente sólo recibía felicitaciones, parabienes, pero ahora… Pasó unos días extraños pensando en aquello. Un impulso desconocido le llevó a decidir aquello: volvería a la extraña buhardilla donde él y su abuela compartían sus cuentos.
La tarde estaba sombría. Un viento gélido y frío azotaba las copas de los árboles. Curro, mientras circulaba a gran velocidad con su moto, podía sentir aquella sensación de soledad envolviéndole todas y cada uno de sus reflexiones. No, no era que estuviese desabrigado, ¡no! Era un sentimiento que se había acusado con la muerte de su abuela. Ahora, mientras vislumbraba en el horizonte la silueta blanca, picuda y solitaria de la que fue su casa, se estremecía de nuevo.
Aparcó la moto. Y miró aquella puerta, cerrada.

La mujer
Se sentó en el banco de aquel parque. Se sentía mal por el correo que le mandó. “¿Por qué aquellos reproches? ¿Es que ahora, después de tantos años, le extrañaba? ¡Eso no era justo, no! “
En frente tenía la silueta de la pequeña que jugaba con un montón de arena. La observó con detenimiento y tristeza, mucha tristeza. Pero era eso, sólo eso lo que albergaba en su corazón. Un corazón, que parecía lacrado, sellado a sangre y fuego para no sentir más que… vacío.
Su hija, desde que aquel día descubrió como él la golpeaba, no había vuelto a ser la misma. ¡Había perdido el habla! “¡Era horrible, horrible!” – se repetía continuamente. Al menos, gracias al programa de protección, se había alejado de él. Aquella envergadura que antaño le producía sensación de seguridad, ahora le causaba pavor, demasiado pavor.
Pero un recuerdo demasiado lejano, siempre venía a despertarla en sueños. Aún veía aquella ventana empañada, tras la que él se empeñaba en que viera mucho más. Se frotó la frente nerviosa, enfadada consigo misma: “Maldita sea ¡cómo extrañaba aquellas bromas!”
Sólo
Sólo el sonido de la madera, al crujir bajo sus pies, el sonido del viento, que golpeaba fuera de la ventana; la voz, aquella voz de ella en sus recuerdos. Cuando tocó los cuadros, el perchero donde ella dejaba su abrigo, la butaca desde la que contemplaba las tardes, aquellas tardes glaucas… El corazón se le encogió. “¡Podía sentir su presencia en cada rincón de la casa!”
Atenazado por demasiados recuerdos, Curro subió por las escaleras sujetándose en la baranda casi suelta. Aquella buhardilla ahora que ya era un hombre, parecía más pequeña…
La sombra.
A veces pensamos que nuestras desgracias no pueden ser mayores. Nos equivocamos. “¿Por qué aquella tarde había vuelto a aquel parque! Era absurdo.” Pero un extraño y desconocido deseo, la había llevado hasta allí.

La mujer observó el aleteo, el recorrido zigzagueante de aquella ¿polilla?… ¿Qué demonios era aquello!– Pensó . Se acercó sin dejar de mirar de reojo a su pequeña al tiempo que le gritaba:
- Paula, no te muevas de ahí ¿vale? – La niña, siguió jugando en la arena, sin inmutarse. Ella se fue caminando despacio, como hipnotizada por aquel insecto. “¡Qué color tan extraño!” – Se preguntó – esta se detuvo sobre un cardo de color violeta. La mujer, se agachó despacio, y la miró con detenimiento.
- ¡ES NEGRA! – gritó asustada. El corazón le latió muy rápido, la respiración se le aceleró. El estómago se le había revuelto. Nerviosa, volvió el rostro hacia el lugar donde había dejado su hija. Le faltaba el aire, ¡Que… quería marcharse de aquel lugar!
- ¡Paula! ¿Paula? ¿PAULAAAAAAA! – gritó - La niña había desaparecido.
La estantería llena de polvo
Los dedos de curro, rozaron despacio por los lomos de los libros. Todos y cada uno de aquellos que su abuela tantas y tantas veces le leyó. Aún podía percibir en ellos, el gesto de ella, la forma de disponerlos, las marcas entre las páginas…
Pero olía a cerrado, extraño. Descubrió allí, aquel… aquel libro que… su visión aún le causaba pavor. Lo tocó despacio. Era el libro que su abuela le había leído tantas veces.
Lo extrajo de la estantería, apartó el polvo, abrió su tapa y…
Dolor
Ana corrió por medio del bosque siguiendo las pisadas, las profundas huellas en el barro. Era él, estaba seguro de que había sido él, él lo había hecho… En aquel siniestro paraje, los árboles parecían querer descender y agarrarla con sus brazos, el viento era un aullido lastimero, su corazón… ¡podía oírlo latir!
A lo lejos descubrió la escena. La niña llorando y él, ¡él! que la arrastraba para meterla en la furgoneta. Ana gritó, como una loca…
- ¡DEJALAAAAA! El hombre al verse descubierto se quedó quieto, estático como una figura de piedra. Ana corrió hacia él. Él se interpuso entre ella y la niña, sus manos eran grandes, fuertes, duras…
Pero Ana tenía la determinación de la desesperación. Se lanzó contra él arañándole la cara, tirándole del pelo, forcejeando. El sólo hizo un gesto, sólo uno fue suficiente. La golpeó de un certero puñetazo y Ana, cayó de espalda.

La ventana.
Abrió aquel libro, el que siempre encontró sin palabras. Lo observó con detenimiento. Para sorprenderse: “¡Hoy si había una frase!”
“mira la ventana”
Curro, como poseído por una fuerza de otro mundo, dejó el libro sobre la mesa y corrió hacia la ventana. El reloj el gran y viejo reloj de pared, parecía acelerar sus latidos al ritmo de su corazón. Miró por aquella ventana que casi siempre estaba empañada y que ahora, extrañamente estaba diáfana.
A lo lejos una furgoneta blanca, una mujer y un hombre que forcejeaban… Una niña que parecía llorar contemplaba la escena. No lo dudó, corrió hacia el lugar.

Duro
Desde su situación tumbada en el suelo, caída, derrotada, sintió la dureza de aquella piedra en la sien. Observó un manto rojo que salía de su pelo. A lo lejos mientras su visión poco a poco se enturbiaba, atisbó la silueta: aquel hombre que se aproximaba a la carrera y que extrañamente, le resultaba familiar. Cerca, la voz rota de su marido.
- ¡lo siento, lo siento!
Ana se esforzó por hablar, sus ojos se cerraban poco a poco, un dolor inmenso le recorría la sien, la herida era demasiado grande. No podía creer que aquel hombre fuese…
El hombre se detuvo, la miró y sus ojos se mostraron sorprendidos
Ella gimió con apenas un hilo de voz: ¡Currito!
- ¿Anita? - interrogó él. Ella asintió con un leve movimiento.

Curro se arrodilló hasta quedar a su altura, demoró sus manos, sus dedos volvieron a acariciar aquel pelo dorado, a enredarse en aquellos bucles ahora colmados de sangre. Él, al verla así sintió que se le partía el alma, que la que era, fue y sería su amor, se la llevaba el tiempo.
Al lado, un gigante derrotado y hundido, lloraba. Una niña, gritaba el nombre de su madre: ¡Ana, Ana…!
DESPUES.
Hay un hombre sentado en una butaca. Junto a él, una niña pequeña con unos bucles dorados y una sonrisa le mira con detenimiento. El, lee, lee con atención, se detiene. Le comenta con lágrimas en los ojos:
“no podemos retener el tiempo en una botella, no hay prisión para él. Pero si sabemos una cosa”
- ¿y qué es esa cosa tío Currito? – pregunta la niña
- Que tenemos que vivir cada segundo de nuestra vida, como si fuera el último…

FIN
Última edición por Vientoo el 26 Mar 2012 19:19, editado 3 veces en total.
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lucia
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Re: El libro sin palabras

Mensaje por lucia »

La historia es preciosa y muy tierna, pero hay momentos en que abusas de las repeticiones.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Vientoo
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Re: El libro sin palabras

Mensaje por Vientoo »

ok, tendré en cuenta lo de las repeteciones para el futuro.
¡me alegro de no haberla mandado a concurso!

Gracias por opinar
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kassiopea
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Re: El libro sin palabras

Mensaje por kassiopea »

Hola, Vientoo :P

La historia es muy bonita, sí, me ha gustado que lo que parecía un cuento para niños (lleno de fantasía y de magia) acaba convirtiéndose en drama... como la vida misma. Es muy entrañable la relación de Currito con su abuela, la complicidad que existe entre ellos y "la magia" que juntos crean... Eso de que aparece una corriente de aire (habiendo la ventana cerrada) ayuda muy mucho a crear esa atmósfera de misterio y de magia tan típica de la infancia... Y Currito tiene mucha imaginación, además :wink: Pero, me he preguntado yo, ¿la abuela nunca terminó de contarle el cuento antes de morir?

A pesar de la dramática realidad, al final se demuestra que sí existe la magia, pues Currito ya siendo adulto ve aparecer una frase en el libro sin palabras (que le indica mirar por la ventana y descubrir a Ana). A pesar de todo, pues, es un final que nos da esperanza. Y sí, todos escribimos nuestro libro sin palabras... cada día de nuestra vida :boese040:

Lo que falta mejorar: demasiados errores de puntuación, redacción y también ortográficos. ¡Incluso a veces escribes el nombre de Currito en minúscula! Otras veces aparecen mayúsculas en mitad de una frase... (Tras escribir, hay que repasar y volver a repasar) :icon_no_tenteras:

Estoy de acuerdo con que sobran repeticiones. Por ejemplo, "Un sueño diferente" es el nombre de un capítulo, y al capítulo siguiente lo titulas "Un dulce sueño"... demasiados "sueños" :mrgreen:

Ser consecuente y creíble dentro de la historia: Que el chico publique sus cuentos y tenga éxito... pues podría ser. Pero "tener un éxito rotundo de público y crítica" :roll: :shock: ¡Eso es muuuuuy difícil! Me parece una exageración. Además, el protagonista comenta que siempre recibe correos felicitándole... ¡Seguro que en la realidad no faltaría quien lo pusiera a parir! :cunao: ¿No crees?

Una aclaración: En el parque aparece un extraño insecto pero no llegas a mencionar qué es... Entiendo que es un símbolo funesto pero me parece que hubiera estado bien que aclararas lo que es, para que el lector "lo vea" en su imaginación.

Conclusión: para mí, lo mejor es la especial relación que existe entre Currito y su abuela, has sabido transmitirla perfectamente, con toda la magia y la emoción (muy emotivo que se reeencuentren en sueños cuando ella ya ha muerto). Además, describes muy bien cómo cambia el punto de vista de Currito con el paso de los años, cómo la buhardilla de su abuela le parece luego menos mágica y más pequeña :402:
También me ha encantado la metáfora de la vida como un libro sin palabras, por supuesto. Es una buena idea, aunque el relato, formalmente, necesitaría alguna corrección.
Mejor que no lo hayas presentado así al concurso :D :D
Aunque el desenlace es triste, consigues que el final sea esperanzador y emocionante. Me ha gustado :hola:


P.D. Si he hecho este pedazo de comentario es porque tú, compañerito querido, siempre me pides que te haga más críticas y menos elogios... Pues ahí va, con cariño y sinceridad :60:
De tus decisiones dependerá tu destino.


Instagram creativo: Los colores de Yolanda
karen mendoza prada
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Re: El libro sin palabras

Mensaje por karen mendoza prada »

:o Es precioso, a pesar que ha sido largo, es una de las cosas más bonitas que te he leído, que yo recuerde :lista: :60:
:D Te mando un abrazo querido, cuidate mucho, bye :60:
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Vientoo
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Re: El libro sin palabras

Mensaje por Vientoo »

Bueno, ántes de empezar gracias. Una persona que dedica su tiempo a escribirte sus comentarios/críticas y demás sobre tu historia, es muy mucho de agradecer.
Sigo en el camino del aprendizaje. Es un camino que siempre se me hace cuesta arriba. Definitivamente deberé hablar con mi neurona y ponerme serio con ella. Sobre todo con lo de la puntuación :oops:
Lo de las repeticiones, ya ha sido un "craso" error. Creo que me emociono demasiado con estas historias y al final...
Como disculpa sólo decir que he visto a Currito, y a su abuela. Me encantó ser testigo de aquellas conversaciones al caer la tarde en una buhardilla misteriosa. La anciana, ya con la vista perdida, no podía ver las letras. Sólo las podía ver desde su memoria.
Lo del "éxito rotundo" es sólo un accesorio más. Mis disculpas por lo poco creíble de esta intrusión. Pero eso era sólo algo accesorio. Para él, lo más importante era escribir, dejar brotar todas aquellas historias que un día su abuela le legó...
¡Ojalá! yo hubiese tenido una abuela así: abnegada y dedicada a contarte sus historias. Supongo que me hubiese pasado horas, recostado en su regazo, viéndo a través de sus ojos. Ni que decir tiene que la mía, la que tuve, fué genial: Con dos piernas cortadas y aún, aún sonreía...
Esta historia iba para el concurso. Definitivamente otra más dura y sórdia le ganó la partida...
Gracias por tus comentarios :hola:
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Vientoo
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Re: El libro sin palabras

Mensaje por Vientoo »

Karen, me alegro de que te gustase. Siento su longitud, estaba adecuado al formato del concurso... :oops:
Un abrazo :hola:
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karen mendoza prada
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Re: El libro sin palabras

Mensaje por karen mendoza prada »

:o ahora que leo el alma de la historia, con tus propias palabras, me gusta más, siempre admiro y me gustan las historias que estan llenas de amor y pureza, sobre todo tratandose de ti :boese040:
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Re: El libro sin palabras (relato-reflexión)

Mensaje por Vientoo »

Gracias por leerlo Karen
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