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Tusquets Editores
Abril 2011
Tiempo de Memoria TM 87
ISBN: 978-84-8383-330-8 304 pág.
19,20 € (IVA no incluido)
Rita Levi-Montalcini ha aspirado siempre a conciliar dos aspiraciones irreconciliables (según el gran poeta Yeats): la perfección en la vida o la perfección en el trabajo. Lo logró optando por cierta imperfección en la vida y en el trabajo. Y al descubrir el placer que le procuraban ambas actividades, descubrió que eso, la imperfección, era lo que más se ajustaba a la naturaleza humana.
Nacida en el seno de una familia judía –no ortodoxa pero sí practicante–, Levi-Montalcini vivió su infancia en Turín, mientras se libraba la primera guerra mundial, y se empeñó en matricularse en medicina en 1930 para doctorarse en neurocirugía. Ayudante del eminente histólogo Guiseppe Levi, montó un laboratorio en su propia casa cuando las leyes raciales de la Italia fascista le impidieron proseguir sus investigaciones. Acabada la segunda guerra mundial, y durante treinta años, investigó en la Universidad de Washington en Saint Louis, y el descubrimiento del factor del crecimiento nervioso (NGF) le valió en 1986 el Premio Nobel de Medicina. En Elogio de la imperfección, la conocida neuróloga hace un apasionado balance de su trayectoria profesional y vital, una odisea que recorre todo un siglo.
Esta buena señora tiene 102 años, seguro que la conocéis.
Sabía que tenía un libro de memorias recientemente publicado, pero no sabía el nombre, y hoy me puse a mirar la lista de las mujeres con Premio Nobel de Medicina, hasta que la encontré. Ahora tengo que encontrar el libro
Por cierto, para haber vivido 102 años -hasta que se publicó el libro- es un poco fino
Este libro lo tengo en la estantería esperando hace siglos, me parece que esta señora a su edad sigue tan lúcida como siempre, así que si os hacéis con él y queréis un miniclub lo podemos organizar pero para un poco más adelante que me voy fuera
Te me has adelatando Sergio, iba a ponerlo yo, se supone que algún día ocurriría aunque siempre uno tiene la esperanza de que personas así puedan sobrevivir para siempre, aunque nos queda su memoria y su obra.
no sé por qué me acordé en estos días de esta autobiografía, pero aprovecho para comentarla. aunque no es el tipo de memorias que me atrae más (me gustan los libros casi confesionales, que revelan cosas íntimas), me gustó mucho.
impresiona el azaroso inicio de su vocación. después de ser testigo de la enfermedad y muerte de una señora que trabaja con su familia, decide estudiar medicina. un profesor le encarga observar en el microscopio tejido nervioso embrionario, y básicamente no hizo otra cosa el resto de su vida. incluso durante la guerra mundial continuó con esos experimentos, montando un laboratorio en un cuarto de la casa. se trataba de una disciplina nueva, algo como el estudio de las sustancias que nutren los nervios.
impresiona mucho esa constancia. los resultados de sus investigaciones apenas circulaban entre un puñado de especialistas. es cierto que al final se volvió célebre, pero para entonces ya era anciana.
no quise casarme ni tener hijos, dice. con una frase despacha ese tema tan envolvente en otras vidas.