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Hace dieciocho años, Billy Peters desapareció, y todos en el pueblo creyeron que fue asesinado por el asesino en serie Arnold Avery, que admitió haber matado a otros seis hijos y enterrarlos en el páramo desolado que rodea la pequeña aldea. Pero la madre de Billy está convencido de que aún está vivo, y sus doce años de edad, su nieto Steven está decidido a curar las heridas que se abren entre su abuela, su madre, su hermano y él mismo. Aunque terminar con el sufrimiento de su familia signifique encontrar personalmente el cadáver de su tío. Así pone en marcha una peligrosa estratagema: Se pone en contacto el hombre con más probabilidades de haber sido el asesino, el preso condenado a cadena perpetua por el asesinato de los otros niños. Steven, que crece ante nuestros ojos empezando a comprender el mundo de los adultos, no sólo se convierte en una víctima potencial, sino también en un agresor determinado, tal vez némesis del propio asesino.
acabado
un libro realmente notable. Tal y como indica la autora, quiere tratar el estado de una familia tras perder a un ser querido debido a un asesinato. Posiblemente esa pretensión se trasluzca en mayor medida en las últimas páginas, pero no por ello el resto del libro desmerece. Antes de llegar a esa esperanza final se describe de un modo real esa tristeza y sentimiento de pérdida que desorienta al conjunto de familiares al completo.
tres estrellitas y media para un libro protagonizado por un niño y un asesino en serie que nos acercan de una manera perturbadora a la realidad del mal que existe en cualquier sitio. Hay libros mejores pero leerlo no es perder el tiempo.