acabado
no es muy prometedor el comienzo, con una protagonista inmersa en el relato a bocajarro, sin añadiduras, sumiendo al lector en un ligero desconcierto al que no presume hallar desenlace. Sin embargo, la novela remonta a un ritmo lento pero seguro, culminado con un clímax final que engrandece el conjunto global y asombra al destinatario de manera irremisible. Hasta ese momento nos hemos encontrado con un conjunto difícil de catalogar y definir. Bien podría ser novela policiaca (muy ligera eso sí), negra (con su correspondiente tratamiento de drogas y ciertos factores sociales), suspense psicológico ( por lo que entraña cada personaje y la relevancia que se le atribuye en todo momento a las ideas y sentimientos que les ocupan) o simple narrativa. Lo cierto es que la investigación policial prácticamente brilla por su ausencia. De hecho, ni tan siquiera es necesaria ya que conocemos la incógnita identidad desde las primeras páginas. Ello nos aboca a depositar toda esperanza en la resolución de la historia. En ese aspecto quizá este libro no posea mayor mérito. Pero es que en sus líneas guarda mucho más. Es un retrato de las rupturas amorosas, la soledad, el amor (fraternal o puro), los remordimientos y ese desencuentro consigo mismo que todas las personas experimentan alguna vez. Ese viaje a ninguna parte que es la vida. Y cómo lo viven unos y otros. Cómo todo depende en último término de la propia personalidad y el modo de ver las cosas, llegando a haber vencedores y derrotados. Porque siempre los hay.
al mismo tiempo se presentan unos personajes complejos, con matices, que se comportan tal y como lo hacen los seres humanos de medio mundo... y del resto también. Debido a ello no conoceremos en este libro a esos personajes llenos de tópicos, de extremismos, que pasan desapercibidos de tan malos o tan buenos. Aquí todos se comportan de un modo real, resultando harto complicado poder defender todas y cada una de sus acciones. Tal y como ocurre en nuestro día a día. Y es que parece que Lewin ha comprendido que ya no existen pedestales. Y a ese realismo, a ese no cerrar los ojos a la evidencia (algo que tanto se destila hoy día) se le debe un respeto.
cuatro estrellitas para una novela para la que existe un adjetivo perfecto: bonita. Lewin ha dotado de alma a su obra e impreso un amor en los personajes que se asemejan a cualquiera de nosotros en cualquier etapa de nuestra vida. No sé si la autora ha logrado todo lo que perseguía mediante su escritura pero el mero hecho de intentarlo con semejante mimo es encomiable. Una novela que acaba ganándote por el corazón.