Job - Joseph Roth

[sergio,]

Editorial: Acantilado
Colección: Narrativa del Acantilado, 110
Traducción: Berta Vias Mahou
ISBN: 978-84-96489-81-3
Encuadernación: Rústica cosida
Formato: 13 x 21 cm
Páginas: 224
Precio: 16.00 €

La extraordinaria maestría de Joseph Roth se manifiesta en esta novela con especial lirismo y vigor. La historia de Mendel Singer, que abandona a un hijo tullido en su aldea natal para partir con el resto de su familia a América, sirve a Roth para retomar con sutileza la historia de Job y sus infortunios, la pérdida de la fe y la experiencia del sufrimiento. El antiguo y familiar libro bíblico adquiere, en esta elaboración contemporánea, nueva e inesperada fuerza. Cuando fue publicado en 1930, representó el primer gran éxito para su autor, consagrándolo como uno de los más grandes escritores de su tiempo.

Artículo en Babelia (El País) del 26/05/07 (PDF).
Reseña en ABC (04/08/07) (PDF).

[Ashling]

Buena pinta la sinopsis. He leído por ahí que era el libro preferido de Marlene Dietrich.

[olamiamol]

Ayer empecé a leerlo, voy por la mitad aproximadamente

y me ha impresionado la paupérrima forma de vida de la familia de Mendel. El pobre niño inválido, epiléptico, que solo sabe decir "mamá" da una pena... El rabino le augura un gran futuro pero con ese presente dudo mucho que se cumpla.

Esta noche lo termino.

[olamiamol]

Pues lo terminé y ni fu ni fa. Los personajes te llegan poco a pesar de las tragedias que narran. El final es bastante previsible e incluso ñoño, no se pero esperaba mucho más de Joseph Roth; espero que sea porque no se trate de una de sus mejores novelas.

[Yppe]

Ahora no sé si ese libro lo he leído o no me pasa un montón con muchos de Roth. Lo buscaré a ver, que suele gustarme todo lo que he leído de él menos 1 o 2

[guille]

Yo creo que no he sentido tanta decepción al leer el final de una novela como en esta ocasión.

Me estaba gustando el relato, su ritmo, su estilo, el retrato de este Mendel Singer. Me convencían los cuadros minimalistas que Roth nos iba mostrando, resaltando ahora una luz, ahora un gesto, ahora un objeto, ahora una emoción, un pensamiento, de ese gastado matrimonio, del sentimiento entre amor, compasión y crueldad por el hijo y hermano tullido, de las distintas aspiraciones y visiones de la vida de los hijos tan alejadas de la de los padres (tremenda la misoginia judía aquí retratada), del golpe cultural a la llegada a EEUU, de la rebelión ante su amado y temido Dios y de su dejarse ir final… no, final no, el final todo lo trastoca, todo lo devalúa, todo lo estropea. Mierda de final.

[jilguero]

Acongojada me tiene la familia de Mendel Singer.
Hay momentos en los que parece que que Roth está dibujando un cuadro con las palabras y acaba uno viendo la escena con tal nitidez que es inevitable no acongojarse ante tanta desgracia.

[Aben Razín]

No recuerdo haberla leído -además, he repasado mis listados de Recuentos durante los últimos años-, pero me parece muy interesante por el autor,

Sigo tus comentarios, jilguero

[jilguero]

No recuerdo haberla leído -además, he repasado mis listados de Recuentos durante los últimos años-, pero me parece muy interesante por el autor,

Sigo tus comentarios, jilguero

Pues me lo recomendó un tal Aben en el hilo de Fuga sin fin

Anoche ya crucé el ecuador. Tiene momentos muy poéticos que dulcifican, al lector, el enfrentarse con la crudeza de la vida del pobre Mendel y familia. Aunque la ambientación sea distinta (más rural en la otra), me estoy acordando de Anse y su familia, de Mientras agonizo de Faulkner. También allí la miseria se los comía y también Faulkner hacía algunas descripciones magnificas.

Ya he visto en el hilo que el final no convence, estoy pues saboreando el camino por si acaso tampoco a mí me gusta la meta .

[Aben Razín]

Pues me lo recomendó un tal Aben en el hilo de Fuga sin fin

Ya he visto en el hilo que el final no convence, estoy pues saboreando el camino por si acaso tampoco a mí me gusta la meta .

Muchas veces, vale más el camino que el final, ¡espero que éste no sea el caso, jilguero!

[jilguero]

Me estaba gustando el relato, su ritmo, su estilo, el retrato de este Mendel Singer. Me convencían los cuadros minimalistas que Roth nos iba mostrando, resaltando ahora una luz, ahora un gesto, ahora un objeto, ahora una emoción, un pensamiento, de ese gastado matrimonio, del sentimiento entre amor, compasión y crueldad por el hijo y hermano tullido, de las distintas aspiraciones y visiones de la vida de los hijos tan alejadas de la de los padres (tremenda la misoginia judía aquí retratada), del golpe cultural a la llegada a EEUU, de la rebelión ante su amado y temido Dios y de su dejarse ir final… no, final no, el final todo lo trastoca, todo lo devalúa, todo lo estropea. Mierda de final.

Aunque no llego a ser tan dura con el final, cito el comentario de Guille porque refleja muy bien mi opinión sobre este libro. Tienes descripciones maravillosas y, sin entrar en pensamientos de mucho calado filosófico (no pegarían en este ambiente), de la mano de Mendel Singer recordamos cómo son los seres humanos, la mezcla de bondad y de mezquindad que somos. El final, sin embargo, creo que no es muy afortunado, pues como colofón a esta historia realista y, pese al exceso de penalidades, creíble, se espera uno un final en que pueda tener cabida la esperanza pero sin pasarse. El final elegido es fantasioso, más propio de un cuento de niños que de una novela para adultos: una historia en la que primero se exagera mucho en un sentido y luego en el otro. Claro que igual es porque soy una mujer incrédula y por eso no creo en los

milagros

Si Roth hubiera sido amigo mío y hubiera tenido la oportunidad de hacerle una sugerencia, pues le habría dicho que mandara a Mendel de regreso a su tierra, a que se reencontrara con

Menuchin, que seguiría siendo un enfermo, y que, al mirar los ojos de sus hijo, descubriera en ellos los ojos de los profetas y recuperara su fe. Hasta ahí vale, pero no más

Como ejemplos de buenas descripciones entresaco algunos momentos que me han conmovido:

Ni un solo rasgo se había alterado en el rostro de Deborah. Con las dos manos se iba arrancando mechones de pelos, con dos manos que parecían dos animalitos pálidos, carnosos y de cinco patas, que se alimentaban de cabellos.
Mendel permaneció de pie, con los brazos cruzados sobre el espaldar del sillón. Deborah empezó a cantar. Cantó con una voz profunda y masculina, como si un cantor invisible hubiera entrado en el cuarto. Aquella voz extraña entonaba una canción antigua hebraica, sin palabras: una elegía para niños difuntos.
[…]
Siete días redondos estuvo sentado Mendel Singer en un taburete, junto al armario, con la mirada fija en la ventana, de la que colgaba un retal de paño blanco en señal de duelo, y junto a la que ardía una de las dos lámparas azules de petróleo día y noche. Transcurrieron siete días redondos como grandes círculos negros, sin principio, ni fin.

Su vieja levita negra tenía un brillo verduzco en los hombros, y la costura de la espalda parecía un dibujo en miniatura de su columna vertebral. Mendel se iba reduciendo más y más, mientras que los faldones de su levita se iban alargando y ya no golpeaban las cañas de sus botas, sino casi, casi los tobillos. La barba que antes sólo le cubría el pecho, llegábale ahora hasta el último botón de la levita. La visera de su gorra, que había sido de reps negro y ahora estaba también verduzca, se había soltado y le cubría prácticamente los ojos. Mendel Singer se guardaba en los bolsillos muchas cosas [...] y como la mayor parte de las cosas iban en su bolsillo derecho, su hombro derecho era el más vencido. Así anda por la calle, inclinado y desvencijado, una ruina humana con las rodillas dobladas y las suelas resbaladizas. Las noticias del mundo, los días laborables y las fiestas pasaban a su lado como carros por delante de una casa vieja y solitaria.

De todas formas, ha sido un grato camino y por ello ahora mismito me pongo con otra de sus novelas .