acabado
ya desde el inicio comienza este relato como una retrospectiva por parte de la agente de mayor rango encargada al caso. De este modo, narra la práctica totalidad de la vida de Ben, el protagonista que sufre una deficiencia mental, y de su familia. El sufrimiento de Trude, tratando de ocultar todos y cada uno de los actos de su hijo; su tristeza, al observar día tras día que Ben no será nunca como el resto de personas; su desesperación, pues no encuentra un momento de asueto en el que ocuparse de sí misma sin tener que prestar toda su atención a su hijo. De la misma manera, Jakob padece lo que supone tener un ser querido con esas características tan especiales y no poder hacer nada por mejorar en algo las cosas. Él representa la impotencia, ejemplificada en los golpes de que surte a Ben a la menor contrariedad. Así, éste, aun en sus vagos límites del raciocinio, relaciona a unos y otros y sus prácticas con la bondad o la maldad, procurando alejarse de los que le infligen daño a la menor oportunidad.
Pero la trama no gira sólo en torno a esta familia (de la que también forman parte tres niñas, aunque de un modo más discreto) sino también al resto del pueblo, en el que la ingente cantidad de personajes y relaciones mutuas hacen cuanto menos complicado identificar a cada cual con certeza durante gran parte de la novela. Estos personajes secundarios (no tanto en algunos casos) viven también a su modo los terribles hechos que suceden en el pueblo y las reacciones de Ben y la propia relación que pueda guardar con dichos actos. Es en este punto donde Hammesfahr muestra la tara mental ( mayor que la del propio Ben) de la que hace gala la mayoría del plantel. Unas personas que, pese a su "normalidad", poseen pocos incentivos psicológicos más que esa persona a la que tanto critican y a la que de todo acusan. Por tanto, la tónica general en el pueblo se reduce a despreciar a Ben, bien sea con hechos más directos o simples miradas llenas de inquina. Como no puede ser de otra manera existen también ciertas excepciones, si bien no todas se deben a un carácter natural o desinteresado, volviendo a mostrar la bajeza del ser humano.
Sin duda, por encima de todo, en este libro se pretende reflejar el martirio (dicho con respeto) que supone para una familia contar con una persona deficiente que, inevitablemente, lastra el ritmo natural de las cosas así como la dificultad de condenar sus actos siendo únicamente meros espectadores. Los prejuicios, las críticas y los desprecios velados o no tan velados también se tratan con ahinco por parte de Hammesfahr, dejando impresa su visión de los mismos con meridiana claridad. Por otra parte, es evidente que la idea que se desprende de cada línea es que hay gran cantidad de personas "normales" con una deficiencia aun mayor que la de los propios deficientes. Sobre los peligros que puede representar Ben no diré nada en aras de no desvelar ningún acontecimiento de la trama, si bien, sea como fuere, la autora pretende dejar claro que ninguna acción por parte de una persona con deficiencia es óbice para que el resto emplee los recursos que crea oportunos y , mucho menos, si son de carácter violento.
tres estrellitas y media para una novela lenta, pero no por ello aburrida (alguien a estas alturas se sorprenderá de estas palabras) que pone de relieve que este tipo de novelas "a fuego lento" puede ser intrigante y poseer cierto dinamismo. Quizás el hecho a muchos parezca obvio. A quien así piense le recomiendo leer más para comprender lo que digo. Una buena premisa, bien tratada, que conforma algo más que una novela negra pero a la que, posiblemente, le falte contundencia. Una vez alcanzado el cénit navega por tierra de nadie y no acaba de plasmar todo lo anteriormente abarcado. Hammesfahr debería haber arriesgado un poco más. No arredrarse frente a la página en blanco también tiene que ser un ejercicio de autor. Es lo que la separa de algo grande.