La ventana de enfrente (relato intimista)

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Topito
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La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Topito »

La ventana de enfrente.

La primera vez que supe de su existencia fue aquella primera semana tan lluviosa de abril, mientras me fumaba el primer cigarro de la mañana.

Me encontraba en el tendedero, con la ventana abierta y embelesado ante aquel interminable diluvio que caía sobre el patio de luces con tal intensidad como, por aquel entonces, los problemas lo hacían sobre mi persona. Recuerdo bien que, cuando miré hacia la ventana de enfrente, distinguí a mi vecino mirando fijamente a través del cristal. Las gotas de agua se deslizaban sobre aquella superficie enturbiando la visión de su figura. Su cabeza se inclinaba levemente hacia un lado, mientras su bigote se agitaba al ritmo que marcaba el movimiento de su hocico. Una de sus patas golpeaba con suavidad el cristal: era obvio que cavilaba la forma de abrir aquella ventana, aunque careciera de dedos y estuviera cerrada. Naturalmente, no tenía ninguna posibilidad de escapar, así que, calada a calada, mi interés por aquel felino se fue desvaneciendo. Al final, una vez consumí el cigarrillo, giré mi cuerpo y entré en la cocina.

No obstante, a la semana siguiente, cuando volví a verle a través de su ventana, renació mi curiosidad por él.

Me encontraba, lógicamente, en el tendero, fumando un cigarro justo antes de empezar a fregar. Era de noche. Las estrellas resplandecían con insultante belleza y la luz de la luna formaba siniestras sombras sobre dos de las cuatro fachadas que encerraban el patio de luces. Las escasas ventanas que permanecían con las persianas subidas proyectaban una tenue luz al exterior. Evidentemente emprendí un recorrido visual por cada una de ellas, deteniéndome sólo cuando detectaba alguno de mis vecinos.

Huelga decir que, mientras uno fuma, no le queda más remedio que convertirse en mirón de los quehaceres ajenos. Además, si el fumador es escritor, se convierte en una necesidad de ámbito creativo, por supuesto.

Mi primera parada fue ante una estudiante nada interesante, puesto que permanecía con la cabeza inclinada sobre el escritorio y a penas se movía. La descarté. Después avisté aquella otra vecina con un mayor grado de interés, o al menos de distracción más curiosa, pues estaba tendiendo un cubrecama idéntico al mío. Me quedé observando por si tendía alguna que otra prenda similar a las mías. No fue así. Dos pisos más arriba, se encontraba otro de mis vecinos mirando a través de la ventana. Aquello sí era interesante, hasta se puede decir que excitante, puesto que, descamisado, exhibía sus marcados abdominales de gimnasio. Naturalmente, entre calada y calada, no le perdí de vista. No obstante, es sabido que, en todas las comunidades de vecinos, existen personas maleducadas, de tal manera que, pasados unos minutos, cerró la ventana y bajo la persiana. Como ven, la mía no es una excepción.

Tras aquel contratiempo, no me quedó más remedio que desistir en mi empeño y distraerme mirando cómo se iba consumiendo el cigarro a cada calada que daba. Cuando se consumió por completo, escuché un sonsonete procedente de la ventana de enfrente: allí se encontraba de nuevo aquel felino golpeando con insistencia el cristal. Su ventana aún permanecía cerrada y, por consiguiente, sin posibilidad de salir al exterior. Intenté llamar su atención elevando la mano y, compulsivamente, agitándola de derecha a izquierda y viceversa. Una y otra vez. Si les soy sincero, no sé las motivaciones que me llevaron a actuar así, pero… sentí una necesidad imperante de que supiera de mi existencia.

Lo cierto es que no tardé mucho en conseguirlo.

Cuando reparó en mí, dejó de golpear, me miró fijamente y entonces se estremeció mi cuerpo. Acto seguido bajó su pata, que había quedado suspendida momentáneamente en el aire, hasta que su cuerpo adoptó una posición similar a la representación egipcia de la diosa Bastet bajo la efigie de un gato doméstico. Tras aquel cristal, su figura se veía majestuosa y elegante. Continué agitando mi mano como un autómata, a pesar de haber captado su atención, como si fuera el mismísimo Vegas Vic, aquel vaquero de doce metros que saludaba a los jugadores del Pioneer Club. Luego, cuando mi mano se entumeció por el esfuerzo, comenzó a oscilar la cabeza como si ésta fuera la imagen de mi mano reflejada en un espejo. Llegué a concebir la posibilidad de que ambos formáramos parte de una óptica geométrica creada sólo para los dos, donde yo era el objeto reflejado y él la imagen que se forma.

El último miércoles de abril, justo después del almuerzo, le vi por tercera vez aquel mes.

Era un día caluroso y la mayoría de las ventanas se hallaban parcialmente abiertas. Los olores de la cercana ribera del Henares, y del aún más cercano parque O´Donnell, penetraban en las estancias de las casas, mezclándose, conformando un perfume único para mi comunidad. Precisamente, una de aquellas ventanas era la de mi vecino, y aunque no se veía movimiento —él no se encontraba allí—, me quedé observando, a la espera, mientras me bebía un café. Cuando degustaba el último sorbo, se coló el rugir de un freno por el patio de luces seguido de una estridente comparsa de cláxones. Un vehículo debía haber frenado mientras circulaba por la Vía Complutense, molestando a los demás conductores. Claro está que todo aquello interrumpió mi apacible vigilancia. Elevé la vista hacia el cielo, como si con aquel gesto pudiera llegar a ver lo ocurrido. Naturalmente sólo pude evidenciar un cielo despejado, de un azul tan pálido que se asemejaba a la piel de un albino, pero nada más. Entonces, cuando bajé la mirada, descubrí a mi vecino que, titubeante, se asomaba al patio de luces, indeciso a posar sus patas sobre el alféizar púrpura de la ventana. Un púrpura, por otro lado, idéntico al de una berenjena. Claramente tenía miedo, sin embargo, tras unos largos e interminables minutos, su gran curiosidad por el exterior ganó aquella batalla. Asomó una de sus patas delanteras. Después la otra. Sé quedó quieto e inspeccionó el exterior. A continuación sacó sus patas traseras, quedando la totalidad de su cuerpo sobre el alféizar. Acto seguido el doblar de las campanas de La Magistral anunció las cinco de la tarde, aunque para mí fue más bien la divulgación a toda mi comunidad de aquella victoria.

Los rayos de sol hacía que resplandeciera su cobrizo pelaje, sintiendo que mi propia piel lo hacía junta a él. Allí se quedó sentado, convertido de nuevo en la diosa Bastet, con sus patas delanteras rígidas, esbeltas y majestuosas, como los pilotes de un templo egipcio. Mientras le observaba, me encendí un cigarro y comencé a fumar. Lo habitual hubiera sido que, una vez lo consumiera, regresara al salón a leer o a escribir, o en su defecto, ocupar mi tiempo en algún que otro quehacer hogareño. Sin embargo, algo en mi interior… una sensación, un pálpito o como quieran llamarlo, me gritaba que debía permanecer en alerta. Así pues, presté atención a cada movimiento de aquel felino, descansando los brazos sobre el alféizar y aguzando la vista.

Por fin, al cabo de unos minutos, mi vecino decidió moverse. Sus patas se deslizaban de un extremo a otro sobre aquella superficie púrpura con la misma precisión que un funámbulo sobre una delgada cuerda. Sus extremidades oscilaban, elegantes, como las caderas de las actrices norteamericanas de los años cuarenta. Un movimiento hipnótico, que atrapaba todos mis sentidos. No sé cómo ocurrió, pero… entablé tal conexión con su mente y con su cuerpo, que captaba sus emociones y percepciones. Su miedo era el mío, un miedo a aquel vació que se extendía más allá de la ventana, del alféizar, de aquel patio de luces. Mis piernas temblaban al tiempo que las suyas, como así lo hacen las ramas de las palmeras en la ribera del Nilo mecidas por el caluroso viento del Sahara. Sin embargo, no tardé en apreciar que la curiosidad mitigaba el miedo, o al menos lo ensombrecía, dejándolo agazapado en la penumbra. Entonces, aquel gato de lomo azafranado y pecho níveo, fisgoneó el alféizar de la ventana contigua, asomando un cuarto de su cuerpo desde una de las esquinas, zarpando el aire con su pata izquierda. El miedo se había esfumado, como si la brisa del Henares lo hubiera arrastrado lejos, muy lejos, cediendo todo su espacio a la curiosidad. Yo también lo percibía, por lo que el deseo de saltar a la otra ventana creció tanto en mi interior como él anhelaba hacerlo. Mis músculos se estiraron quedando tan tensos como las cuerdas de tender que se encontraban sobre mi cabeza, e inmediatamente asomé un cuarto de mi cuerpo por la ventana.

Les puedo asegurar que hubiera saltado, sino llego a oír aquel desgarrador maullido. Miré al frente y comprobé que mi vecino había intentado saltar a la ventana contigua sin conseguirlo. Su cuerpo caía al vacío. En pocos segundos se estrellaría contra el duro pavimento del patio de luces. El miedo volvió a penetrar en mí, provocando que retrocediera mi cuerpo hasta el interior del tendedero. Comprendí al instante que aquel miedo era un acto reflejo de mi vecino, induciéndolo a girar la cola para orientar sus extremidades hacia el duro pavimento para que actuaran como muelles justo en el momento de tocarlo, de tal manera que le permitieran salir ileso de aquella mala decisión. Y así lo hizo. Además, mientras ejecutaba aquella coreografía aérea, su temor se desvaneció por completo, al igual que lo hizo el mío, cautivándome la paz que anhelaba desde hacía tanto tiempo y obteniendo las fuerzas suficientes para enfrentarme a mi destino. Ahora sé a ciencia cierta que él fue mi salvador.

Desde aquel día, cada vez que me asomo a la ventana y me fumo un cigarrillo, anhelo que él continúe allí, frente a mí, transmitiéndome el instinto necesario para caer sobre mis piernas contra el duro pavimento de mis malas decisiones, de tal manera que pueda levantarme sin apenas rasguños, y continuar mi camino hasta que otra pésima decisión provoque de nuevo mi caída al vacío.

***

Aquí tenéis al gato protagonista de mi relato. Y les puedo asegurar que una vez tuvo esa caída, salió ileso. Desde entonces, cada vez que vuelve a asomarse, no intenta salta arl alféizar de enfrente. Sólo nos miramos mientras me fumo el cigarro, me despido con la mano y entro en la cocina. Yo siempre le he llamado "el gato suicida".
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Última edición por Topito el 23 Ene 2016 21:37, editado 5 veces en total.
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kassiopea
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por kassiopea »

¡Encantada de conocerlo, don gato suicida! :hola:

Gracias por adjuntar la foto de tu vecino felino que, realmente, te inspiró. Te contempla desde la ventana de una forma hipnótica, ¿qué estará pensando mientras te observa? Es increíble que de verdad cayera y sobreviviera, pero me alegro un montón. ¡Los gatos son seres fascinantes! :D

Yo cambiaría la construcción de esta frase del inicio:
Me encontraba en el tendedero, con la ventana abierta y embelesado ante aquel interminable diluvio que caía con tal intensidad sobre el patio de luces como por aquel entonces los problemas lo hacían sobre mi persona.
"Me encontraba en el tendedero, con la ventana abierta y embelesado ante aquel interminable diluvio que caía con tal intensidad sobre el patio de luces, de la misma forma que lo hacían los problemas sobre mi persona por aquel entonces".

También he visto algún alféizar sin tilde :mrgreen:

Buen trabajo, Topito. Me ha gustado volver a leer tu historia :60: :60:
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Gisso
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Gisso »

Topito, me gusta la cotidianidad que desprende este relato. Pero sobre todo, la forma melosa que tienes de describir durante la historia. Casi he podido ver el cubrecama de tu vecina y oler el humo de ese cigarro (pero mejor que no, que no soy fumador :cunao: ). Me gusta el último parrafo. Aunque, por poner una pequeña pega, si no hubiera sido tan corto, se me hubiera hecho un poco lento. No está mal, Topito :402:

PD: Una pequeña tontería que he encontrado por ahí:

"Asomó una de sus patas delanteras. Después la otra. Sé quedó quito e inspeccionó el exterior. A continuación sacó sus patas traseras"
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Topito
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Topito »

Gracias por lo de los acentos, Kassio. Mi word no me los marcaba y se me pasó, por lo que veo, tres de ellos.

El otro párrafo que me comentas, he añadido dos comas, y lo he dejado así. Cuando he leído tu sugerencia, lo he revisado, y posiblemente la cuestión al leerlo es añadir la pausa con dos comas. Lo cierto es que esa frase le di bastantes vueltas para escribirla, hasta la que me comentas la tuve por algún tiempo, pero no me llenaba. Gracias de todas formas. :60:

Gisso, tranquilo, sé que las descripciones pueden aburrir. Sé que el relato comienza lento y después avanza más rápido, pero era la intención desde el principio. Situar y después contar. Creo que era importante para que el lector llegue al final sintiendo lo que esperaba con este relato. Son muchas alegorias las que meto, sentimientos y sensaciones del narrador, que ayudan a entender la unión que siente ante ese gato "suicida".

En una capa inferior, el gato es el mismo narrador, que se siente caer en el vacío por los problemas que está pasando, y que no sabe si al final caera sobre sus piernas o quedará para siempre tumbado sobre el duro pavimento. Pero que llega a comprender, que lo importante es levantarse, seguir, apoyarse en los que te rodean (tus piernas) y continuar. Lo malo que los humanos caemos en la misma piedra una y otra vez, como bien digo al final del relato.

El cigarro (a parte que siempre fumo en el tendedero y de vez en cuando acompañado por ese gato) es el consumir lento de la vida. Cada día damos una calada a nuestra vida, y lentamente se consume, hasta que finaliza.

El texto era como máximo tres páginas de word, así que sabía que la buscada lentitud del principio se haría poco tediosa en el momento de llegar al final. El conjunto es lo que llega a importar en el texto, y gente que lo leyó me dijo lo mismo. tedioso al principio, pero con el final, les llegó a gustar: compensé la narración, y debí hacerlo más o menos bien.

pd: se me olvida decir que "Bastet es una diosa de la mitología egipcia, también denominada Bast, cuya misión era proteger el hogar y simboliza la alegría de vivir, pues se considera la deidad de la armonía y la felicidad." Cito la wiki que para estas cosas está muy bien.
Última edición por Topito el 06 Oct 2013 20:26, editado 3 veces en total.
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Gisso
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Gisso »

No Topito, a mí el relato me ha dejado embelesado. Tiene la longitud justa, por eso digo"sí hubiera sido más largo" y me gusta mucho las alegorías que cuentas. Y a mí, el principio no se me ha hecho lento. Saludos :hola:
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kassiopea
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por kassiopea »

Topito escribió: El otro párrafo que me comentas, he añadido dos comas, y lo he dejado así. Cuando he leído tu sugerencia, lo he revisado, y posiblemente la cuestión al leerlo es añadir la pausa con dos comas. Lo cierto es que esa frase le di bastantes vueltas para escribirla, hasta la que me comentas la tuve por algún tiempo, pero no me llenaba. Gracias de todas formas. :60:
Con las dos comas añadidas queda muy bien :402:

No sabía que la diosa Bastet protege el hogar y simboliza la armonía y la alegría de vivir, ¡muy indicado para el relato! Gracias por la explicación, ya he aprendido algo más :P
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lucia
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por lucia »

Para estar revisado, tiene muchos pequeños fallitos.

Y los gatos molan, pero ese te está estudiando a ti, que lo sepas :grinno:
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Tadeus Nim »

Me ha gustado mucho. :60:

Cosillas.



Hipnótico X hipnotizador

Yo quitaría todos las localizaciones localistas. No aportan nada y cualquiera se podría preguntar que hace el Henares, la Via Complutense y O´donell, todo junto. A menos que aclares que no es Madrid y es otra ciudad. Aunque yo veo innecesario esos datos y dejaría la ciudad como cualquiera en la que cualquiera pudiera vivir.

Pequeñas cosillas ya reseñadas.


El final no me termina de llenar a menos que vayas a contar las otras seis leches que se pega el minino por el prota, hasta que se le acaben. Creo que deberías desarrollarlo un poco mas y terminar mas optimista. Mejor que aprender a caer bien, aprender a no saltar. O algo así. EL relato me pide optimismo. Y no se por que.

Con todos mis respetos, Topito, sin querer escribirte el relato. Sugerencias. Sin mas. :wink: :60:

Me ha gustado. Si.
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por lucia »

Está describiendo Alcalá :lengua:
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Tadeus Nim »

Cierto, Alcalá de Henares. Los que vivimos en Madrid ya choca hasta que caes. Los que no, o es irrelevante o se empanarán al no estar claro. Por eso proponía cambiar las referencias por generalismos: Henares X río, por ejemplo.
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Topito »

Este relato estará en un grupo de relatos de alcalá, por eso las referencias.

Yo es que soy de los que piensa que caemos una y otra vez, por eso lo del final. Una debe aprender a caminar hasta que vuelves a caer en lo mismo, pero lo que tienes que aprender es que aunque vuelvas a cometer un mismo error, debes aprender a seguir: el mundo no termina y debes superarlo, aunque seguramente vuelvas a caer. Lo peor que uno puede hacer es no levantarse, simplemente.

Por otro lado, demasiado óptimista lo sé, para lo melancólico que soy escribiendo. Jajaja
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por elultimo »

¿Un gato como protagonista y fuente de inspiración de un relato? :mrgreen: Creo que no tengo más que añadir :D . Me ha gustado mucho, sobretodo lo que desprende al leerlo. ¡Y menos mal que el gato sa salva!
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Shimoda
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Shimoda »

Me ha gustado. Tiene profundidad. Cuántas veces tropezamos con la misma piedra hasta que por fín aprendemos y dejamos atrás ese adoquín en nuestras vidas. Luego vendrá otro y aprenderemos otra lección.
Gracias.
Cariños y :60:
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por Nínive »

A mí lo que más me gusta es el final. :mrgreen: Se acelera el ritmo y deja caer cosas, sutilmente, del protagonista para imaginarte parte de su historia personal en un par de frases.
El principio, para mi gusto, es un poco lento, con frases largas. Pero eso ya es percepción personal. Las alegorías a las que te refieres las he entendido al leer el final, en el que unes todos los hilos.
Un abrazo. :60:
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CeliaFortún
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Re: La ventana de enfrente (relato intimista)

Mensaje por CeliaFortún »

Hola Topito

Me ha gustado mucho. No estoy de acuerdo con eso de quitar las referencias localistas. Yo no conozco Alcalá de Henares y no me estorban los nombres de lugares, creo que contribuye a generar esa atmósfera de personaje perdido en una comunidad de vecinos perdida en una ciudad con mucha gente. Me gusta.

Sobre la lentitud del relato, coincido en que el ritmo se acelera al final. Pero creo que la lentitud anterior es también una forma de expresar la monotonía del ir gastándose la vida a lo tonto como las caladas de un cigarrillo, como tú has explicado, Topito.

La foto del gato es un detallazo. Merece salir del anonimato por inspirarte el relato.

Gracias por dejarnos leer tu escrito

¡Saludos!
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