La felicidad de los pececillos - Simon Leys

En principio incluye biografías, autoayuda, libros de viajes, arte y otros que no sean ensayos o de divulgación.

Moderador: magali

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triste
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La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por triste »

La felicidad de los pececillos
Cartas desde las antípodas


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Título original: Le Bonheur des petits poissons : Lettres des Antipodes. (2008) (*)
Tapa blanda: 144 páginas
Editor: Acantilado (19 de enero de 2011)
Colección: El Acantilado
Idioma: Español
ISBN-10: 8492649887
ISBN-13: 978-8492649884
Traducción: José Ramón Monreal

Simon Leys es una singular voz libre, empeñado en desenmascarar lugares comunes, distorsiones morales y ciegos apriorismos. Autor de una docena de libros, en especial sobre arte y cultura chinas, pero también sobre literatura, el mar y la navegación, escribe regularmente para diversas publicaciones, entre las que destacan La Quinzaine Littéraire y el New York Review of Books. Sus paseos literarios, sus reflexiones sobre el arte y sus crónicas de diversa y variopinta consideración que hoy presentamos en lengua española dan siempre cuenta de una afilada inteligencia y una no menos inextinguible curiosidad en las que, en palabras de J.-F. Revel, «la ciencia y la clarividencia se mezclan maravillosamente con la indignación y la sátira».

Más información y extracto: http://www.acantilado.es/catalogo/la-fe ... ececillos/

(*) Datos añadidos por moderación, julio 2020
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triste
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por triste »

Es genial este libro. Había leído las primeras páginas hace unas semanas y me distraje después con otros libros, pero lo retomé ayer por la noche y me dormí a las 2 a.m. por estar leyendo. Creo que lo termino hoy y comento más.
(Y dejo algunas cosas que subrayé.)
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Ames
Me estoy empezando a viciar
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por Ames »

Me alegra que te esté gustando triste, este verano he releído el libro y me ha vuelto a encantar. Soy muy fan del autor. Hace muy poco han publicado otro libro recopilatorio de algunos de sus artículos y conferencias con el título Ideas ajenas (Ed. Confluencias), y no creo que tarde en hacerme con él.

Un saludo.
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Novel
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por Novel »

Tomo nota :lista:.

Gracias, triste, por abrir ficha al libro y por despertar mi interés.
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triste
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por triste »

Ames escribió:Me alegra que te esté gustando triste, este verano he releído el libro y me ha vuelto a encantar. Soy muy fan del autor. Hace muy poco han publicado otro libro recopilatorio de algunos de sus artículos y conferencias con el título Ideas ajenas (Ed. Confluencias), y no creo que tarde en hacerme con él.

Un saludo.
Gracias por el dato de ese otro libro, Ames. Sin duda lo buscaré porque ya terminé éste y me encantó.
Novel escribió:Tomo nota :lista:.

Gracias, triste, por abrir ficha al libro y por despertar mi interés.
Creo que disfrutarías mucho este libro, Novel. Está lleno de anécdotas y citas de muchos autores (también de pintores, historiadores, filósofos...) sobre temas muy variados.

**

La lectura de este libro fue muy agradable, se sintió como charlar con algún profesor de la universidad que te deja conocerlo un poco más mientras toman un café al hablarte, sin profundizar demasiado, de muchos temas de su interés, sin ser pretencioso, con el único fin de compartir lo que piensa y lo que sabe. Creo que Leys fue un hombre muy inteligente y culto, qué lástima haberlo descubierto después de su muerte, me hubiera gustado leerlo sabiendo que, en alguna parte del mundo, él estaba leyendo, fumando, escribiendo o simplemente viendo el techo acostado en su cama.
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triste
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por triste »

Dejo algunas cosas que subrayé:
Hace algunos años —¿lo recordáis?— el actor inglés Hugh Grant fue detenido por la policía de Los Ángeles cuando estaba dedicándose en un lugar público, en compañía de una buscona nocturna, a una actividad particularmente privada. Para el común de los mortales, semejante desventura sería simplemente incómoda, pero, para un actor tan célebre, habría podido tener consecuencias catastróficas: toda su carrera en Hollywood pareció por un momento a punto de zozobrar. En medio de este marasmo, fue entrevistado por un periodista estadounidense, que le hizo una pregunta... muy estadounidense: «¿Va ahora usted a un psicoterapeuta?». «No —respondió Grant—, en Inglaterra leemos novelas». Medio siglo antes que él, Carl Gustav Jung había formulado en términos más técnicos el exacto corolario de esta misma noción: «Cuando un individuo pierde contacto con el universo mítico, y su vida se ve así reducida al único dominio de los hechos, su salud mental se encuentra en gran peligro». Dicho de otro modo: la gente que no lee novelas ni poemas corre el riesgo de estrellarse contra la muralla de los hechos o de morir reventada bajo el peso de las realidades. Y entonces es preciso llamar con toda urgencia al doctor Jung y a sus colegas para tratar de volver a reunir los pedazos.
¿Tienden los psicoterapeutas a multiplicarse desde que los novelistas y los poetas comienzan a escasear?
El ilustre doctor Farabeuf ya nos había puesto en guardia: «La buena salud es un estado precario que no presagia nada bueno». Pero el problema es más fundamental aún y Unamuno hizo de él un buen diagnóstico: «El hombre, por ser hombre, por tener conciencia, es ya, respecto al burro o al cangrejo, un animal enfermo. La conciencia es una enfermedad».
Un joven periodista que entrevistaba a Martha Graham preguntó a la gran bailarina y coreógrafa sobre el asunto de los plagios artísticos. «Escuche, amigo mío —respondió el viejo monstruo sagrado poniendo su mano artrítica sobre el brazo de su interlocutor—, somos todos unos ladrones. Pero, a fin de cuentas, sólo seremos juzgados por dos cosas: por aquel a quien hemos elegido desvalijar y por lo que hayamos hecho con ello». T. S. Eliot decía, por otra parte, poco más o menos lo mismo: «Los poetas inmaduros imitan; los maduros roban».
Como esas urracas que, si hemos de creer la leyenda popular (acreditada tanto por una ópera de Rossini como por los libros de Tintín), tienen la manía de acumular en su nido toda una serie de baratijas heterogéneas e inútiles, yo tengo la debilidad de recortar a veces de los periódicos noticias breves cuya disparatada estupidez me parece irresistible.
Ningún experto en literatura se asombrará jamás de la distancia que separa a un escritor de sus escritos; por otra parte, no son las hazañas de la vida activa las que producen las grandes obras, sino más bien el fracaso, las penas oscuras, el hastío, la árida insignificancia de los días.
La belleza llama a la catástrofe del mismo modo que los campanarios atraen el rayo. La administración de servicios públicos que hace pasar una autopista por en medio de Stonehenge, o una vía férrea a través de las ruinas de Villers-la-Ville, el monje que prende fuego al Kinkakuji, el municipio que transforma la iglesia abacial de Cluny en una cantera de piedras, el energúmeno que lanza un bote de pintura acrílica al último autorretrato de Rembrandt, o el que ataca con un martillo la madona de Miguel Ángel, obedecen todos ellos, sin saberlo, a una misma pulsión.
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triste
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por triste »

Proust considera que en el proceso creador la inteligencia no desempeña más que un papel secundario. Muchos escritores comparten esta opinión. Colette dijo a Emmanuel Berl: «Es usted demasiado inteligente para ser un buen novelista». Lo cual no quiere decir, evidentemente, que para un artista sea más ventajoso ser un imbécil —Proust mismo tenía una inteligencia formidable—; pero todos esos escritores saben por experiencia que, en la creación literaria, no es su inteligencia lo que se moviliza, sino más bien su sensibilidad y su imaginación. Aragon era más inteligente que Eluard, pero Eluard era mejor poeta. La inteligencia no inhibe ese don poético; el don poético simplemente es de otra naturaleza: puede coexistir con una inteligencia mediocre, incluso con una mente confusa.
...un investigador universitario es un individuo que sabe cada vez más de un asunto siempre menor, de suerte que termina por saber todo de nada.
En un pasaje de su Diario, Alain Bennet describe cómo, durante una visita a Egipto, se encontró atrapado en medio de una legión de turistas que andaba bajo un sol implacable a través de una polvorienta extensión de guijarros; el glorioso lugar que había ido a admirar se parecía tontamente a una cantera abandonada en la que se amontonase una multitud sudorosa. Ante aquel espectáculo, se preguntó si, en el fondo, el turismo no era como la pornografía: la búsqueda desesperada de una sensación perdida.
Muy a menudo los artistas edifican sus creaciones no sobre lo que poseen, sino con aquello de lo que carecen.
Durante su vida, Edmund Wilson y Gore Vidal devoraron bibliotecas enteras. Que tantas lecturas hayan desembocado finalmente en tan poca sabiduría parece llevar a una conclusión: los libros son esencialmente inútiles. (Uno se lo temía ya un poco, y por otra parte, es por eso por lo que se los ama tanto).
Ya Chesterton había confesado su asombro ante semejante actitud: «Hay quienes rezongan cuando ven a alguien que no tiene nada que hacer; hay otros, más incomprensibles aún, que refunfuñan cuando ellos mismos no tienen nada que hacer. Ofrecedles maravillosas horas, maravillosas jornadas completamente vacías, y gemirán ante tanto vacío. Obsequiadles con la soledad —lo que es también un regalo de libertad— y la rechazarán, se apresurarán a anularla con algún espantoso juego de naipes, o dando puntapiés a una pelota... No puedo reprimir un estremecimiento cuando los veo echar a perder sus vacaciones, ganadas con tanto esfuerzo, haciendo algo. Por mi parte, nunca tendré bastante de no hacer nada».
Pierre Reverdy ha observado: «Necesito tanto tiempo para no hacer nada, que no me queda ya para trabajar».
Cuando un libro ha tenido éxito, la idea de que no puede ser bueno es un prejuicio tan estúpido como la convicción de que debe ser bueno. La experiencia lo demuestra constantemente: del triunfo comercial de un libro —o de su completo fracaso— no cabe deducir nada respecto a su valor literario. Hilaire Belloc, en The Crise of the «Nona» (1925), formuló sobre esto una conclusión que merece ser citada por entero: Para quienes se dedican a la literatura como si fuera su oficio (lo que fue mi cruel maleficio desde los veinticinco años), es ciertamente el más duro, el más caprichoso y, efectivamente, el más abominable de todos los oficios, por la simple razón de que no habría tenido que constituir jamás un oficio. Se supone que un hombre no debe vivir de su pluma, como no debe vivir de su conversación, o de la manera en que se viste, se pasea o viaja. No hay ninguna relación entre la función de las letras y su resultado económico. No hay ninguna relación entre la calidad, o la mediocridad, o la importancia de una obra literaria, y las sumas que se pagan por ella. Tal relación no sería natural y de hecho no existe. Cuando la gente dice que la buena literatura no se vende, están orillando la cuestión. A veces la buena literatura se vende bien, y a veces la pésima literatura se vende igual de bien. Ocurre que libros importantes se venden bien, y sucede que libros absurdos, ridículos y falsos se venden también muy bien. Lo cierto es simplemente que las ventas de un libro no tienen nada que ver con la calidad de dicho libro. La relación entre la excelencia o la pertinencia de una obra literaria y el número de sus lectores en un momento dado no es una relación causal: es un capricho imprevisible.
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Novel
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por Novel »

Gracias por pensar en mí como posible lector de esta obra.
Dicho de otro modo: la gente que no lee novelas ni poemas corre el riesgo de estrellarse contra la muralla de los hechos o de morir reventada bajo el peso de las realidades. Y entonces es preciso llamar con toda urgencia al doctor Jung y a sus colegas para tratar de volver a reunir los pedazos.
¡Y gracias por transcribirnos un buen pueñado de citas! Difícil elegir una sola.
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Ames
Me estoy empezando a viciar
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por Ames »

triste escribió:
La belleza llama a la catástrofe del mismo modo que los campanarios atraen el rayo. La administración de servicios públicos que hace pasar una autopista por en medio de Stonehenge, o una vía férrea a través de las ruinas de Villers-la-Ville, el monje que prende fuego al Kinkakuji, el municipio que transforma la iglesia abacial de Cluny en una cantera de piedras, el energúmeno que lanza un bote de pintura acrílica al último autorretrato de Rembrandt, o el que ataca con un martillo la madona de Miguel Ángel, obedecen todos ellos, sin saberlo, a una misma pulsión.
Los textos de Leys son una delicia, pero el artículo al que pertenece esta cita es justo el que más me gustó. Me parece tremendo.

Un saludo triste, y gracias por la recopilación :D .
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Arden
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Re: La felicidad de los pececillos - Simon Leys

Mensaje por Arden »

Me lo han regalado por mi cumpleaños. :D

Como es cortito espero leerlo pronto.
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