izarbe
acabado
Soporífera novela policíaca que cuesta dios ayuda y acabar. Se trata de una obra superficial en exceso dirigida a dos tipos de público determinados:
- los amantes de los códices, los tejemanejes latinescos, hallazgos mitológicos y toda suerte de desvaríos varios que en ningún caso pueden tomarse en serio.
- lectores ocasionales de 1 ó 2 libros al año (3 en bisiesto).
Cualquier otro tipo de lector que cuente con criterio denostará esta novela por múltiples motivos. No entraré a detallar lo que hará cualquier lector con más de 100 libros leídos por año tras haberle hincado el diente a esta novelucha. Las escenas sangrientas que aquí se relatan son pura comedia en comparación.
Y es que todos los ingredientes de este libro conducen indefectiblemente a la ya citada conclusión:
- personajes caricaturizados al extremo, carentes de alma, producidos en masa e insulsos hasta la extenuación.
- diálogos esperpénticos en muchos casos y de escasa credibilidad en el mejor de ellos.
- multitud de asesinatos que, sin embargo, no logran dinamizar una trama del todo increíble por rocambolesca.
- una linealidad tan expresa que la resolución de la incógnita identidad no es sino un mal chiste.
- un error muy concreto en la traducción al euskera que, no obstante, resulta imperdonable por su gravedad. Incluso en el caso de que dicha traducción se emplee en algún ámbito en la vida real, es claro indicador del desconocimiento del idioma por parte del interlocutor. Si quiere aderezarse la historia de una novela con un lenguaje tan peculiar y complicado como es el euskera, debe tenerse un mínimo dominio del mismo en aras de no hacer el ridículo. Del mismo modo, el empleo del idioma que se hace en los diálogos se antoja artificial e inexacto.
Dos estrellitas para el inicio de una trilogía que desgraciadamente triunfará. Cuenta con todos los alicientes para que los irredentos lectores ocasionales acudan poco menos que enfervorecidos a su librería más cercana. Porque tal, cual o Pascual lo ha leído y dice que es una jodida maravilla. Y ojo, que el menda lleva ya dos libros leídos este año. Literato de proa. Aquellos a los que no les guste el fútbol están de enhorabuena. A falta de Eurocopa, Alía ha escrito el opio del pueblo. Luego nos llevamos las manos a la cabeza con la opinión internacional que de nosotros se tiene. Excesivamente magnánima la considero yo. Pero bueno, ¿qué importa? Yo sólo soy Jonathan Stride. "El signo del dragón" es la mediocridad como seña de identidad.