Lo acabo de terminar y me ha dejado un vacío en el estómago, al igual que me ocurrió con Voces de Chernóbil. Es un libro muy duro de principio a fin, sin términos medios. Hay alguna historia que, dentro de lo horrible de la guerra, te cuenta algún hecho puntual que te ayuda con las ganas de llorar, pero es que aun así es desolador. Vuelvo a confesar que en el tramo final que me quedaba (unas cien páginas) se me habrán saltado las lágrimas unas doce o quince veces. Las historias de vida son tremendamente impactantes. La única palabra que me salía al terminar de leer muchas de las historias era "¡Qué hijos de *#$·!".
De todo a lo largo del libro,
se me ha quedado en la cabeza cómo mataban a los niños, por Dios, ¡a los niños! Cómo les disparaban, los ahogaban, los remataban, los tiraban al fuego... es que me parece de una crueldad inhumana. A esto hay que sumar cómo mataban a los bebés primero y luego a sus madres para que murieran con ese dolor. También es impactante todo lo relacionado con el Sitio de Leningrado; terrible, terrible de verdad. Y como esto mil situaciones más |
.
Hay algo sorprendente en los relatos y es la valentía de seguir viviendo a pesar de todas las atrocidades a las que se tuvieron que enfrentar. Pensándolo bien, creo que más que lágrimas de tristeza por lo horrible de las salvajadas que se cometían, son lágrimas de impotencia al saber que algo así pudo ocurrir y tardó tantísimo tiempo en frenarse. De verdad que el ser humano puede llegar a ser abominable, y encima con seres indefensos.
Svetlana Alexievich fue uno de los mejores descubrimientos el año pasado. Si hay algo que se nota en los libros de esta mujer (por ahora solo llevo dos), es que se ve lo cuidadas que están las historias; lo difícil que tuvo haber sido ya no solo escuchar las historias en primera persona, sino luego reconstruirlas en la intimidad, recortar, pegar, volver a escribir... se nota un trabajazo increíble, años y años dedicados a ello. Muy merecido el Premio Nobel de Literatura, especialmente por dar voz a los que se olvidan.
Ya en febrero o marzo me pondré con
La Guerra no Tiene Rostro de Mujer. Seguramente me espere otro momento como ahora, de vacío inevitable. Por cierto, recomiendo espaciar la lectura de Últimos Testigos, y de todos los de ella en general; como dijo alguien en el hilo de Voces de Chernóbil, cada historia hay que leerla con calma, como un tributo a quienes la contaron. Increíble.