ratonB escribió: ↑11 Mar 2022 20:49
Lo sabía
Sí,
@ratonB y tengo que agradecértelo pues fuiste tú quien me aconsejó la novela hace unos meses. Para mí este libro es como un
juguete filosófico.
Bueno, como dije, paso a comentar algunos de los temas de forma más minuciosa. Este primer post, para no hacerlo muy extenso, versa sobre lo desconocido, los límites de nuestro conocimiento.
En (y para) Solaris todos somos forasteros. Kelvin es el protagonista pero bien podrías ser tú o yo, o cualquier otro. La visión antropocéntrica brilla por su homogeneidad y generalidad, todos seríamos iguales. No tenemos otro filtro para conocer, solamente somos humanos, y como decía el sofistas Protágoras: "El hombre es la medida de todas las cosas".
El problema es que no sabemos qué es Solaris. Por un lado es cierta masa pensante y autocreadora, (ver capítulo de su descripción)
algo autosuficiente, que no necesita de nosotros, los soberbios pensantes.
Ya la entrada de Kelvin a Solaris resulta extraña e inquietante (INQUIETANTE sería para mí la palabra que vertebra todo el recorrido de la historia). Nadie le espera en la supuesta estación sino que su bienvenida resulta más que distante: una "ráfaga de maullidos separaban las palabras desvelado su carácter no humano".
“Si vieras a otra persona, ¿entiendes?, a cualquiera que no sea yo ni Sartorius... No hagas nada”. "Has de estar preparado para cualquier eventualidad. Es algo imposible, lo sé", le dice Snaut al que todo el mundo llama Rata.
¿Ante esta situación qué podemos hacer? Pues ya nada, estamos dentro. Solo por este primer capítulo para mí entraría Stanislaw Lem por la puerta grande de los grandes escritores. Nos regala el caos y la incertidumbre y nos abadona. Hala, Lem, ¡muy amable, gracias!
Pero es que hay más, muuuucho más. A partir de aquí empiezan las especulaciones del protagonista para saber qué carajo está sucediendo. Sartorius, otro de los compañeros, se niega a salir de su cabina, y Gibarian…
La noche me observaba, amorfa, gigante, ciega y desprovista de fronteras
Todo empieza a ser extraño, traslúcido, inseguro e inquietante, como decía. Es como si nos apagaran la luz y tuviéramos que tantearnos por el exterior con el resto de sentidos. Vivos pero limitados, vivos pero torpes, vivos pero vacíos, ¿vivos?
Me hubiera gustado haber leído este libro solo por las noches.
Luego hay disquisiciones (no sin cierta ironía) sobre el planeta Solaris por parte de biólogos, astrónomos, matemáticos y físicos que no consiguen acordar cómo llamar a
eso. “¡Como si no tuviéramos ya suficientes términos científicos en las páginas de las obras solaristas!”. Un planeta cubierto casi por completo de océano, con un diámetro un veinte por ciento mayor que el de la Tierra. En pugna por cuál de las teorías es la mejor algunos hipótesis consideraban que el océano no tenía nada que ver con la vida. ¡¡Eso eso, defiendo lo mío porque es mío aunque vaya en contra del sentido común!!
Continuará.