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La obra
Al leer un libro, nos preguntamos si el autor ha elegido algunos de los detalles por una razón concreta o es fruto de la casualidad. En el caso de la fecha en que Marco Malvaldi sitúa esta novela, se trata más bien de lo primero. 1895 es un año en que tiene lugar un cierto número de acontecimientos bastante significativos. El 8 de diciembre, Guglielmo Marconi consigue mandar su primera señal de radio superando una colina, y el disparo de fusil con que su mayordomo anuncia que se ha producido la transmisión será uno de los pocos casos en que un arma de fuego determina el curso de la historia sin matar a nadie. En el mismo año, el 28 de diciembre, los hermanos Lumière organizarán en París la primera demostración pública de una travesura llamada «cinematógrafo», Maria Montessori será la primera mujer en ser admitida en la Sociedad Lancisiana (que reúne a los médicos y profesores de medicina de Roma) y Pellegrino Artusi dará a la imprenta la segunda edición de su La ciencia en la cocina y el arte de comer bien, constituida por ciento nueve recetas que van del krapfen a los macarrones a la napolitana.
En otras palabras, el mundo está cambiando. Se está convirtiendo en un lugar más abierto en el que es posible comunicarse con facilidad y en el que ciertas discriminaciones comienzan a mostrar su insensatez gracias a la inspirada locura de algunos pioneros.
Nos encontramos en el castillo donde reposan el séptimo barón de Roccapendente, sus familiares y sus (habitualmente numerosos) invitados. Normalmente, los señores sólo salen hacia las seis de la tarde, “cuando la tierra se ha cansado de todo el sol”. Esa tarde, a esa hora, el barón y los demás huéspedes del castillo han salido al jardín a aguardar al segundo de los invitados. La llegada es un acontecimiento ya que, después de una jornada apática provocada por el fuerte calor, todos están bastante más aburridos que de costumbre. ¿Será gordo? ¿El traje? ¿Un comerciante con la idea fija en la buena mesa? El narrador, que en lo sucesivo no perderá ocasión de meter su cuchara en la historia, nos advierte de que “estamos a finales de 1800 y las personas famosas son conocidas principalmente por lo que hacen y por lo que dicen, no por su semblante, que, en general, resulta desconocido, o casi. Buenos tiempos.”
Mientras el barón espera con máxima expectación, los otros miembros de la familia mantienen ciertas reservas. “Un libro de cocina. Pobre Italia”. “¿Desde cuándo los hombres se han puesto a cocinar? –exclama la abuela Speranza– Yo no como nada si no lo hace Parisina. ¡Imagínate un hombre!”. “El literato que estaba a punto de aparecer de entre las sombras y de sentarse a la mesa de Roccapendente era alguien que había escrito un libro de cocina. Para darse cabezazos contra la pared”.
El primer día, durante la cena, el anfitrión derrocha un estado de ánimo alegre, optimista, y cuando pasan al salón de fumadores, anima a sus invitados a brindar por la gran victoria en las carreras. Sin embargo, conforme avanza la noche empieza a encontrarse mal y, alegando molestias estomacales, desecha el champagne y bebe su acostumbrado Oporto… Cuando todos los asistentes están acostados, el grito de una de las criadas los despierta sobresaltados: lo que había terminado como una plácida velada entre amigos se convierte en el escenario de un crimen. Teodoro, el mayordomo, ha sido asesinado.
Una muerte sin explicación, asociada a presagios extraños, que Pellegrino Artusi ayudará a resolver con una su perspicacia y buen juicio. El gastrónomo se desenvolverá con arte y tino no sólo en la investigación del asesinato, sino también en las cocinas del castillo con el objetivo de hacerse con la receta de un “pastel especial” que degustó la primera noche en Roccapendere. La presa no será sencilla, Parisina, “la gran cocinera, el orgullo de la casa”, no le pondrá las cosas fáciles… ¿Será capaz de conseguir la receta? ¿Descubrirán al asesino del mayordomo?