Re: El cluedo forero ¡¡Seguimos!!
Publicado: 14 Abr 2012 15:40
Caso: El guiso del Dr. Gissingstone
El Dr. Gissingstone preparó una expedición a un lugar de la selva desconocida hasta ahora, donde se suponía que había una pequeña tribu perdida, los cuales parecían que aun practicaban el canibalismo. Aparte de un grupo de porteadores y otros compañeros, se llevó con él a la brillante Giada para que lo acompañara. Ella se sentía atraída enormemente por su trabajo. El viaje comenzó. Pero en el camino su expedición se encontró con otra, la de su mayor rival: Bronia y no la menos grande Inmax. Se habían puesto de camino al mismo tiempo, al mismo lugar, la batalla por llegar antes comenzó. A partir de de aquí, el papel de Giada en la aventura descendió, tomando todo el control Gissingstone y aumentando su decepción hacia el “jefe”. Aun así, Bronia cogió la delantera, haciéndole peinetas mientras se alejaba.
Pero una gran tormenta trunco sus planes, haciendo que se perdieran Gissingstone y Giada en la selva, sin equipo, solo ellos. El cabreo de él fue en aumento, ¿y quién lo pago? Ejem, ejem... Pero aun fue peor cuando su camino se cruzó con Bronia e Inmax, también perdidas por la tormenta, pero con algo de equipo. Pero el localizador estaba estropeado... Así que el extraño grupo, se tuvo que aguanta y ayudarse, aunque no muy bien, la verdad. Lo exabruptos ganaban por mayoría absoluta ante los adjetivos positivos. Y el numero de peinetas iban en aumento.
Un día, una hermosa “salvaje” se cruzó en su camino y huyó de ellos. Gissingstone la siguió, seguidos por el resto de lo que quedaba de la expedición. Pero ante él aparecieron dos “salvajes” mas portando lanzas y apuntándoles y no con cara de bienvenida... Detrás de ellos se encontraba la chica, al ver a Gissingstone, se sonrojo. Se dejaron cazar por el momento, aunque Gissingstone no fue muy bien tratado por uno de ellos. Llegaron a una pequeña aldea y los llevaron ante el jefe, el gran Sinkimutombo, a su lado estaba la hermosa Persegumbá, su mujer y su suegra Liaparda Gumba. El que le había dado caza y tratado mal era su hijo Titongo Mutombo y la chica, su hija Vevesmengué Motumbo Gumbá. Detrás de ellos estaba Moskinangá, a gran hechicera del lugar.
Hablaron entre ellos largo y tendido, ahí se dio cuenta Gissingstone que conocía un poco su dialecto y comenzó a hablar con ellos ante la incredulidad de las otras tres expedicionarias. Luego su Vesvemengué le dijo algo a su padre al oído, mientras se volvía a sonrojar. Titongo, no quito la vista de encima a las tres expedicionarias. Algo raro se empezaba a cocer. Al final de la conversación, ellas le preguntaron, pero él solo les contestó “creo que me quieren casar, pero nos trataran bien, sobre todo a vosotras...”. Pero Persegumbá le hacía ojitos al hombre blanco (aparte de la hija) y de eso se dio cuenta tanto Sinkimutombo como su suegra. Luego Moskinangá se acerco al jefe y le dijo que la llegada del hombre blanco, no podría traer nada bueno al lugar...
La tres expedicionarias no les hizo gracia lo que dijo, pero por ahora, no tenían escape. Las invitaron a entrar y bañarse en una caseta de barro y paja, esa noche harían una fiesta. Gissingstone paso por la caseta y vio como Titongo las estaba espiando a través de un agujero mientras hacía “ruidos raros”, así que le pegó un empujón y lo apartó de mala manera. Este se encaró, pero hay que reconocer que Gissingstone era también grande (sobre todo su pancholina), así que se fue con el orgullo dañado. Después se puso a espiarlas él. Durante el día, se cruzó varias veces con la joven Vevesmengué, pero él la ignoraba, cosa que no le gusto. Parecía que Gissingstone solo tenía ojitos para Persegumbá, que se cruzaron en varias ocasiones y de esto se dio cuenta la inefable Liaparda.
Llegó al noche, las bebidas y cachimbas de elementos extraños corrieron por doquier, dejando la conciencia en una nube, cambiando su percepción. Todo preparado por Moskinangá, que no le quitaba ojo Gissingstone, no le gustaba nada, había soñadao que traería la maldad y los malos espíritus al poblado, como estaba empezando a ocurrir. Titongo no paraba de acosar a Bronia, Giada e Inmax, cosa que le hacía reír a Gissingstone, seguido de las respectivas miradas asesinas de estas. Al poco se acercó Vevesmengué y se puso a su lado, pero nada, ni caso. Entonces se levantó Persegumbá mientras miraba a Gissingstone y se ausentó. Acto seguido se levantó Gissingstone, dándole un empujón a Vevesmengué y también desapareció, pero seguido de las miradas de Sinkimutombo y Liaparda. Al rato volvió Persegumbá y poco después Gissingstone. No se encontraba bien y dijo que iba a su caseta a dormirla. La noche continuó, hubo mucho movimiento esa noche...
A la mañana siguiente se empezaron a levantar poco a poco, un gran caldero en medio la aldea bullía a leña, se acercó Moskinangá a removerlo y su rostro se convirtió en sorpresa. Los aldeanos y el resto de la expedición se acercaron a ver qué pasaba. Era lo siguiente: un cuerpo flotaba y estaba cociéndose entre numerosas hierbas aromáticas y la verdad, es que no tenía mala pinta. Alguien dijo en ese momento:
- ¡Oh Dios! Es el Dr. Gissingstone... supongo...
¿Qué había pasado? ¿De verdad era un pueblo caníbal? ¿O paso otra cosa? En ese momento llegó el equipo de rescate...
El Dr. Gissingstone preparó una expedición a un lugar de la selva desconocida hasta ahora, donde se suponía que había una pequeña tribu perdida, los cuales parecían que aun practicaban el canibalismo. Aparte de un grupo de porteadores y otros compañeros, se llevó con él a la brillante Giada para que lo acompañara. Ella se sentía atraída enormemente por su trabajo. El viaje comenzó. Pero en el camino su expedición se encontró con otra, la de su mayor rival: Bronia y no la menos grande Inmax. Se habían puesto de camino al mismo tiempo, al mismo lugar, la batalla por llegar antes comenzó. A partir de de aquí, el papel de Giada en la aventura descendió, tomando todo el control Gissingstone y aumentando su decepción hacia el “jefe”. Aun así, Bronia cogió la delantera, haciéndole peinetas mientras se alejaba.
Pero una gran tormenta trunco sus planes, haciendo que se perdieran Gissingstone y Giada en la selva, sin equipo, solo ellos. El cabreo de él fue en aumento, ¿y quién lo pago? Ejem, ejem... Pero aun fue peor cuando su camino se cruzó con Bronia e Inmax, también perdidas por la tormenta, pero con algo de equipo. Pero el localizador estaba estropeado... Así que el extraño grupo, se tuvo que aguanta y ayudarse, aunque no muy bien, la verdad. Lo exabruptos ganaban por mayoría absoluta ante los adjetivos positivos. Y el numero de peinetas iban en aumento.
Un día, una hermosa “salvaje” se cruzó en su camino y huyó de ellos. Gissingstone la siguió, seguidos por el resto de lo que quedaba de la expedición. Pero ante él aparecieron dos “salvajes” mas portando lanzas y apuntándoles y no con cara de bienvenida... Detrás de ellos se encontraba la chica, al ver a Gissingstone, se sonrojo. Se dejaron cazar por el momento, aunque Gissingstone no fue muy bien tratado por uno de ellos. Llegaron a una pequeña aldea y los llevaron ante el jefe, el gran Sinkimutombo, a su lado estaba la hermosa Persegumbá, su mujer y su suegra Liaparda Gumba. El que le había dado caza y tratado mal era su hijo Titongo Mutombo y la chica, su hija Vevesmengué Motumbo Gumbá. Detrás de ellos estaba Moskinangá, a gran hechicera del lugar.
Hablaron entre ellos largo y tendido, ahí se dio cuenta Gissingstone que conocía un poco su dialecto y comenzó a hablar con ellos ante la incredulidad de las otras tres expedicionarias. Luego su Vesvemengué le dijo algo a su padre al oído, mientras se volvía a sonrojar. Titongo, no quito la vista de encima a las tres expedicionarias. Algo raro se empezaba a cocer. Al final de la conversación, ellas le preguntaron, pero él solo les contestó “creo que me quieren casar, pero nos trataran bien, sobre todo a vosotras...”. Pero Persegumbá le hacía ojitos al hombre blanco (aparte de la hija) y de eso se dio cuenta tanto Sinkimutombo como su suegra. Luego Moskinangá se acerco al jefe y le dijo que la llegada del hombre blanco, no podría traer nada bueno al lugar...
La tres expedicionarias no les hizo gracia lo que dijo, pero por ahora, no tenían escape. Las invitaron a entrar y bañarse en una caseta de barro y paja, esa noche harían una fiesta. Gissingstone paso por la caseta y vio como Titongo las estaba espiando a través de un agujero mientras hacía “ruidos raros”, así que le pegó un empujón y lo apartó de mala manera. Este se encaró, pero hay que reconocer que Gissingstone era también grande (sobre todo su pancholina), así que se fue con el orgullo dañado. Después se puso a espiarlas él. Durante el día, se cruzó varias veces con la joven Vevesmengué, pero él la ignoraba, cosa que no le gusto. Parecía que Gissingstone solo tenía ojitos para Persegumbá, que se cruzaron en varias ocasiones y de esto se dio cuenta la inefable Liaparda.
Llegó al noche, las bebidas y cachimbas de elementos extraños corrieron por doquier, dejando la conciencia en una nube, cambiando su percepción. Todo preparado por Moskinangá, que no le quitaba ojo Gissingstone, no le gustaba nada, había soñadao que traería la maldad y los malos espíritus al poblado, como estaba empezando a ocurrir. Titongo no paraba de acosar a Bronia, Giada e Inmax, cosa que le hacía reír a Gissingstone, seguido de las respectivas miradas asesinas de estas. Al poco se acercó Vevesmengué y se puso a su lado, pero nada, ni caso. Entonces se levantó Persegumbá mientras miraba a Gissingstone y se ausentó. Acto seguido se levantó Gissingstone, dándole un empujón a Vevesmengué y también desapareció, pero seguido de las miradas de Sinkimutombo y Liaparda. Al rato volvió Persegumbá y poco después Gissingstone. No se encontraba bien y dijo que iba a su caseta a dormirla. La noche continuó, hubo mucho movimiento esa noche...
A la mañana siguiente se empezaron a levantar poco a poco, un gran caldero en medio la aldea bullía a leña, se acercó Moskinangá a removerlo y su rostro se convirtió en sorpresa. Los aldeanos y el resto de la expedición se acercaron a ver qué pasaba. Era lo siguiente: un cuerpo flotaba y estaba cociéndose entre numerosas hierbas aromáticas y la verdad, es que no tenía mala pinta. Alguien dijo en ese momento:
- ¡Oh Dios! Es el Dr. Gissingstone... supongo...
¿Qué había pasado? ¿De verdad era un pueblo caníbal? ¿O paso otra cosa? En ese momento llegó el equipo de rescate...