Superados algunos baches de los capítulos 4 y 5 (varios párrafos o varias páginas) en las que no sabía qué estaba leyendo, llego al
capítulo 6, el último, faltan unas 50 páginas y vuelvo a conectar con el juego que plantea Woolf, con la carga lírica y con el tono burlón del biógrafo. Y también vuelvo a entender lo que leo, claro
Aquí un poco del tono burlón y luego un poco de carga lírica (relajada). Es curioso y divertido leer a Woolf moviéndose por estos registros ligeros.
Llegó noviembre. Después de noviembre, viene diciembre. Luego enero, febrero, marzo y abril. Después de abril viene mayo. Junio, julio, agosto siguen. A continuación, septiembre. Luego octubre y así, ¡mira!, aquí estamos de vuelta en noviembre, con todo un año cumplido.
Este método de escribir biografías, aunque tiene sus méritos, es un poco árido, quizás, y el lector, si continuamos con él, puede protestar que para recitar el calendario se basta él solo y puede ahorrarse, por tanto, la suma que sea que la Hogarth Press haya encontrado apropiado cobrar por este libro. Pero ¿qué puede hacer el biógrafo cuando su sujeto lo ha puesto en la difícil situación en que nos ha puesto Orlando a nosotros? La vida, todo el mundo cuya opinión merece la pena consultar está de acuerdo, es el único tema adecuado para novelistas o biógrafos; la vida, han decidido las mismas autoridades, no tiene nada que ver con sentarse quietamente en una silla y pensar.
Vamos, pues, a explorar esta mañana estival, en que todos adoran a la abeja y la flor de azahar. Y en murmullo musitado, preguntemos al estornino (entre las aves, más cordial que las alojas) lo que piensa al borde del camino, donde escoge peinaduras del marmitón entre las hojas. ¿Qué es la vida?, preguntamos apoyados en la cancela; ¡Vida, Vida, Vida!, chilla, como si hubiese oído, la avecilla, y conociese con precisión el significado de nuestro molesto hábito fisgón, de preguntar dentro y fuera, y contemplar y cosechar margaritas como, cuando no saben cómo seguir, hacen los prosistas. Vienen entonces aquí, dice el ave, a preguntarme qué es la vida; ¡Vida, Vida, Vida!
Woolf juega con lo de "Vida" para llamar a Vita.
Todo el libro es una
carta de amor de Woolf a Vita.