La hermana - Sándor Márai

[Haidé]

Es que no quiero perder el tiempo. De momento he leído muy poco, está en el hotelillo de montaña, ha presentado a los demás huéspedes y a Z. Parece que la historia va de Z... y si va de mucha enfermedad como que no, no me había dado cuenta de la sinopsis, pero para enfermedades ya está la vida y ahora no quiero meterme en cosas deprimentes.

[Maider]

Eso es verdad, los libros tristes sólo hay que leerlos cuando se está pasando una buena época.
Si acaso, lo dejas para más adelante y ahora te pones con algo distinto.

[jilguero]

Este hombre tiene una prosa magnífica y, en el caso de esta novela, aunque con un argumento como telón de fondo que lo ameniza, me ha parecido un ensayo sobre la relación entre la enfermedad y el deseo de vivir. Me parece un libro recomendable, por supuesto, pero es muy exhaustivo en el análisis de la situación y no se lo recomendaría a los amantes de la acción, sino a los amantes de paladear la buena literatura sin prisas, empapándose de lo que se lee.
La ambientación es estupenda. Jilguero ha tenido la sensación de estar primero en el balneario y luego en el hospital. Y las figuras de las religiosas son sugerentes, con una cierta ambigüedad que les sienta de maravilla.
El último encuentro lo veo con una trama que puede agradar a más gente, pero, salvo en ese detalle, La hermana no desmerece.

[jilguero]

Aunque solo hace tres años que lo leí, la verdad es que ya no me acordaba de casi nada y eso me está permitiendo disfrutarlo como nuevo. He leído mi comentario y mi sensación está volviendo a ser la misma. Buena prosa, una ambientación magnifica y una minuciosidad en la descripción de los pensamientos de los personajes que es para quitarse el sombrero. De momento, la trama me está gustando y me está pareciendo original, dentro de que se trata de una novela de corte convencional.

Ahora estoy en esa etapa en la que el antiguo conocido del pianista, que es la voz narradora, ha recibido

el escrito del artista, que ya ha muerto, y ha empezado a leerlo.

Me gustaría destacar la manera en la que el artista imagina que será su reencuentro con Florencia: ...dejaría que Florencia ejerciera su efecto sobre mí, con un placer inteligente, distinto al del primer encuentro, cuando me lancé sobre su maravilloso cuerpo con el deseo ávido y egoísta de un amante. Volver a ver y poseer algo supone un placer más profundo que descubrirlo y conquistarlo. Ahora Florencia se me entregaría con la impudicia orgullosa y consciente de una amante conocida que se despoja del velo sin temor y sin excusas...

Yo vivo en una ciudad donde me siento muy a gusto. Cuando la dejo por unos días y luego regreso, hay veces en que en el reencuentro tengo un sentimiento de volver a encontrarme con alguien casi humano y siento un gran placer. No sabría cómo expresarlo con palabras. Esta claro que S. Marai sí sabía hacerlo y aquí tenéis la prueba.

Sigo, a ver cómo es esa relación ambigua de las religiosas que me pareció tan adecuada...
¡Bendita falta de memoria que me permite disfrutar dos veces la misma historia casi como nueva!

[jilguero]

Terminada la relectura. La verdad es que mi opinión sigue siendo la misma que en mi primera lectura. Quizás en esta ocasión la etapa de enfrentamiento al dolor me ha resultado un pelín larga, con una descripción demasiado exhaustiva. Creo que si tuviera que ponerle una pega a este autor sería en ese sentido: profundiza mucho, lo cual es bueno, pero a veces no encuentra la medida justa y se vuelve un tanto reiterativo.

Al margen de eso, las figuras de las cuatro monjas me resultan muy sugerentes y me he quedado con ganas de que el paciente hubiese hecho una escala en Pistoia, para haber conocido a la superiora y el ambiente del convento.

Dejo aquí algunas ideas que me han resultado interesantes y que me han hecho reflexionar:

Casi todo lo que conocemos con la fuerza del corazón y luego enunciamos con palabras termina siendo un lugar común.

La sensualidad no es más que una manifestación de Eros. La labor creadora, las artes, la convivencia humana, todo está saturado de Eros... pero no siempre. Y allí donde Eros no se manifiesta, la gente se vuelve sorda e inerte.

Algunos libros, unos discos de Mozart, breves paseos diurnos por las salas de los Uffizi, una conversación con alguna persona estimable: la vida termina siendo así de sencilla. Y así de exigente.

La razón no es nada. La pasión lo es todo. Tal vez sea eso lo que Goethe denominaba Idee, así como Platón y los demás, que sabían que el sentido de la vida es la pasión que reluce tras las formas. La pasión es más que el mero placer. Pero esto no se lo puedo decir a nadie

Era una de esas conversaciones que muy raramente se dan en la vida: más allá de los buenos modales y las convenciones sociales, al borde del abismo.