La mujer de la arena - Kôbô Abe

[jilguero]

Anoche hice un intento de retomarla, justo en una parte en la que él se andaba comiendo el coco con tener una enfermedad venérea imaginaria y la dejé. Creo que esta novela no contiene lo que ahora busco en al literatura que, ente otras cosas, destacaría la sencillez, no más complicaciones de las estrictamente necesarias, que nada tiene que ver con que sean textos simples. Pero veo que hay gente que ele está sacando mucho partido. ¡Enhorabuena!

[Tolomew Dewhust]

Pues leí a Berlín comentando algo sobre esta novela y hoy me ha venido a la cabeza... No la encuentro para el ebook, pero seguiré intentándolo.

[Tolomew Dewhust]

Bueno, pues por aquí me encuentro, por esa parte de la novela en la que el autor tiene a bien explicarme cuánto mide la arena, cuánto pesa la arena, a qué huele la arena, los colores de la arena y sus pocas propiedades, de dónde procede la arena, a dónde se dirige y cuáles son sus oscuros propósitos...

Seguiré informando (si no se me cae una palmera datilera de arena encima).

[Berlín]

Como le decía a ratonB en otro hilo, yo también la leí este verano. Me gustó porque me gustan estas historias opresivas, kafkianas, de escenarios que al protagonista le resultan tan absurdos como a nosotros, pero en su caso son reales e insalvables, lo que, si empatizas con él, te hace sentir un inmenso agobio. Eso sí, no estoy de acuerdo con definir la novela como surrealista. Aquí todo muestra una coherencia y una estructura, dentro de su contexto interno.

Pero tampoco diré que me maravillase. La película, ya que la habéis mencionado, la vi hace unos cuantos años y me gustó mucho más.

Totalmente de acuerdo con eso. A mí me pareció una maravilla, más que el libro, que leí años después y que busqué y busqué por todas partes hasta que lo encontré en... bueno eso ya se lo conté al poeta. Si leéis la novela o la abandonáis, en serio, buscad la peli.

https://www.filmaffinity.com/es/film957823.html

[Tolomew Dewhust]

Leída. Me lo he pasado bastante bien con la historia. Al principio pensé que el tipo se había transformado sin enterarse en un escarabajo del desierto, hubiera estado genial; pero, no, va por otros derroteros.

Como segunda novela nipona leída este año no está malota. Voy a por la tercera.

[Tolomew Dewhust]

Anoche vi la película. Tengo que decir que el final me vuelve loco (el de la novela y el de la peli, que son el mismo); y, esta noche, hablando con mi almohada he recordado el final de un cuento que tiene un giro similar. Trataba sobre un tipo que escarbaba un agujero en el suelo, y bajaba y bajaba sin saber bien si estaba buscando algo que se le había perdido o escapando de la realidad. Al final, cuando cree que no puede continuar bajando porque topa con algo metálico -que parece una nave- piensa que es momento de subir, regresar, poner arriba en orden sus asuntos. Sin embargo, el autor, tan juguetón, da otra vuelta de tuerca y lo hace regresar y seguir cavando, al parecer para desenterrar la nave e ir no sé bien a dónde...

La jornada siguiente emprendió el ascenso. Le pediría perdón, acudiría a terapia, haría cuanto fuese necesario para volver a ser el hombre que antaño fue. O..., sí, podía buscar una escotilla, una puerta. A buen seguro existiría cerca un acceso. ¿Y si en lugar de ascender regresaba a la astronave? Podría liberarla de su vasta prisión de arcilla. Un trabajo de meses, tal vez años removiendo tierra, pero contaba con la ayuda del hombre que un día se dejó fotografiar junto a un acantilado, o aquel otro que gastó doscientos treinta y cinco pares de zapatos caminando por las calles de París. ¿Y si lograba acceder al interior? Alcanzaría el puente de mando para emprender rumbo a lo desconocido, hacia la constelación de Perseo.

La novela es por momentos cansina, con tanta descripción de la arena y de sus propiedades..., de sus intenciones. Pero solo por ese final ya merece la pena el esfuerzo de terminarla. El prota es un canario que pasa la vida soñando con atravesar los cuatro barrotes de aluminio que tiene delante y que le impiden acercarse a aquella maceta y aspirar sus aromas, o beber en aquel otro charquito de agua limpia... Pero, cuando se le abre la puerta..., ay, entonces el canario ya sabe que es un canario detrás de unos barrotes de aluminio y que no desea acercarse a la maceta o al agua del charco, sino seguir soñando con alcanzar tales metas. Muy evocador ese final; me ha encantado, no cabía otro.

[clemar]

Supongo que no tendré más remedio que leerlo...