IrisCornegie escribió:Pues qué decir que no haya dicho ya. Me ha encantado, como no podía ser de otro modo. Los pensamientos que muestra en el libro, esa manera de expresarse... Me fascina. No es una historia agradable, pero así es Mishima. Nunca cuenta nada agradable, pero a mí no me hace falta que lo haga, ya que sólo con su forma de narrar hace que se me quedé grabado.
Totalmente de acuerdo,
Olvidé mencionar algunos temas que también me gustaron mucho, y de los que tomé notas.
A partir del
capítulo III encuentra “el terrible placer de un doble vida”, como diría Dorian Gray (parece ser que Mishima leía a Wilde, entre otros grandes, como Sade, Stevenson, Zweig y Cervantes). Se convierte en una “máquina de fabricar falsedades” llegando a preguntarse si es posible falsear la propia naturaleza. ¿Es posible?, ¿puede uno ser tan buen actor?. Él parece serlo, pues pronto conquista el corazón de Sonoko, y el propósito de conseguir un beso de ella se convierte en una obsesión. Y todo ello a pesar de que el término “mujer” no le produce más impresión sensual que las palabras “lápiz”, “coche” o “escoba”. Se trataría por tanto de simular y parecer una persona absolutamente normal. ¿Es fácil?
Por tanto, con Sonoko descubre un amor hasta ahora desconocido: el “amor platónico”. Antes, y con la experiencia de Omi, su compañero de clase, sólo había reconocido y despertado en él, el amor carnal, y el deseo, no correspondidos por cierto. Por tanto, en principio, no los veo amores contradictorios.
Por otro lado, su timidez, su tendencia a reflexionar en exceso, lo lleva a mantener excelentes soliloquios en el libro, o ideas en torno a lo absurdo y la locura de la guerra:
Contemplada la escena desde lejos, no parecía importar demasiado si el avión derribado era nuestro o enemigo. Así era la guerra (p. 228)
Saludos,