“… Algunos conductores han saltado ya a
la calzada, dispuestos a empujar el automóvil hacia donde no moleste. Golpean impacientemente los cristales cerrados. [En el interior, el hombre] grita algo… Se nota que repite dos palabras… alguien, al fin, logra abrir una puerta.
“Estoy ciego.””
Impactante, ¿verdad? Así arranca “
Ensayo sobre la ceguera”, cuyo tema ya habeis comentado todos.
A mí me llamaron
la atención los cambios continuos de tiempo verbal y de persona. Eso, combinado con
la ausencia de una puntuación ortodoxa (solo puntos y comas, sin guiones…), añade un sobreesfuerzo para saber quién habla y contribuye a
la tensión y a
la desorientación del lector, a todas luces intencionadas.
También es curioso que el narrador sea editorial, que de sus opiniones e incluso información científica o técnica, e incluya refranes. Llega hasta a justificar a veces su elección del vocabulario. Personalmente, como lectora, prefiero tener un rol más activo, pero no soy quién para juzgar a un Premio Nobel.
Me pareció muy interesante el relato de cómo en
la adversidad y el aislamiento se reproducen los mismos comportamientos humanos. El autor nos describe el progresivo embrutecimiento de los internos, cómo
la escasez de alimentos lleva a unos grupos a extorsionar a otros, violando a las mujeres que conviven con ellos,
la degeneración de éstos y sus múltiples atrocidades.
Es una novela que me enganchó, pero el título le hace justícia porque está a medio camino entre
la narrativa y el
ensayo.
Yo no había leído a Saramago y esta obra me echa un poco para atrás, aunque reconozco que habría sido incapaz de abandonarla.
No sé si alguien más coincide conmigo