Encontré dos ediciones de esta novela, una digital que conserva el título original (Pincher Martin) con traducción de una desconocida Carmen Martínez Langlois y que me estaba pareciendo confusa. Algo mejor la edición de la editorial EMESA, Martín el náufrago, traducida y prologada por la reconocida traductora Clara Janés. Pero me ha seguido pareciendo un relato confuso a ratos con expresiones más que raritas. Al principio lo achacaba a las traducciones, pero es más por el estilo tan jodido del autor, quien escribe usando mucho las elipsis y sobreentendidos. Además contribuye a esta maraña que el protagonista mezcla recuerdos pasados con su situación en el islote y sus delirios de naufrago que roza la locura. Dichoso quien pueda leerlo en inglés original porque es una novela que debe ganar muchísimo.
Me ha recordado mucho a El viejo y el mar, de Hemingway, por la sencillez del planteamiento y lo de la lucha en soledad con solo el ingenio como única arma contra todo, y tal y cual.
El final es intrigante, así del tipo Hitchcock.
Cuando en la tormenta es arrastrado fuera del islote hasta la playa, ¿qué querrían decir los dos oficiales con que aun llevaba las botas puestas y murió pronto? Evidentemente no. Creo que querían echar tierra sobre el asunto porque eran conscientes de que había sobrevivido largo tiempo y habría sufrido lo indecible, por esto hablaban de la inconveniencia de los salvavidas en estos casos. |
Pienso seguir leyendo a Golding.