Coincido con Carioca en que la trama principal es la crisis matrimonial de Fiona, y con Larth en la lejanía de los temas que presenta McEwan.
En lo que se refiere al matrimonio de Fiona, la crisis tiene lugar por una propuesta de un marido en fase carpe diem. El caso que en ese momento ocupa a Fiona como jueza es el de un joven de 17 años, testigo de Jehová, que se niega a recibir una transfusión que puede salvar su vida.
La resolución de dicho caso, así como las consecuencias del mismo, dan lugar a la superación de la crisis matrimonial, pero ¿de qué manera?. |
Aquí es donde tengo más dudas. ¿Qué descubre Fiona en el joven? Es su inocencia, sus convicciones, la falta de matices de la adolescencia. Si la resolución del caso se solventa rápidamente, las consecuencias para el enfermo no acaban con su curación, en un proceso de zigzag desde la convicción a la negación y vuelta atrás.
Creo que Fiona se siente débil y vulnerable ante las situaciones que le plantea el joven enfermo, no es capaz de ver el mundo de forma tan cristalina. Su mundo es mucho más complejo, esta rodeado de actividades laborales y eventos sociales que la empujan hacía adelante en un mundo sin convicciones profundas. Para ella el joven parece ser un ancla en un mundo a la deriva. Quizás por eso decide continuar con su marido, porque representa otro apoyo, el más conocido y confortable en el mundo en el que vive. |
La temática, como decía más arriba, me resulta poco cercana, lo que ha llevado a que mi empatía con las situaciones planteadas haya sido muy reducida. A veces me he sentido como si estuviera viendo un tele-film de fin de semana con dilemas morales que llevan a los protagonistas a tomar decisiones dramáticas. Quizás esto es lo peor del libro.
Lo más interesante es el oficio de McEvan, su capacidad de relatar, su prosa precisa y directa, la suavidad del ritmo. No defrauda pero no llega a cotas alcanzadas con El jardín de cemento, por ejemplo. No defrauda pero no enamora.