¡Me subo al carro!
He leído el primer capítulo y parte del segundo. La forma en que está escrito me gusta muchísimo: no he leído
Un árbol crece en Brooklyn (y no me explico cómo, con lo que le gustaba ese libro a mi madre, pero como no lo teníamos en casa pues entre unas cosas y otras no lo leí) así que no puedo comparar, pero la perspectiva de la niña me parece que está muy conseguida, incluso desde el punto de vista físico: vemos lo que ella ve, nos ponemos a su altura, y eso me gusta mucho, porque así nos creemos totalmente la historia y los personajes.
Pegeen
creo que debía tener alguna lesión cerebral que le afectara al equilibrio, porque tanta caída era sospechosa. Claro que en aquellos años, y más aún en aquel ambiente, no se prestaba atención a esas cosas. Y así acabó la pobre muchacha. |
La novia
me tiene muy intrigada... ¿será que el marido salió corriendo tras la noche de bodas?  |
Y la familia protagonista me ha despertado algunas reflexiones sobre lo seguros que se sienten los niños en un entorno así, exigente pero sin fisuras, firme y cálido a la vez. Ay, qué diferentes son las cosas hoy en día

y claro está que hemos avanzado para bien, pero ahora todo es más frágil, más cuestionable... Aquella seguridad estaba muy bien para crecer amparado en ella, la verdad
Ahora bien: el padre
¿es alcohólico, verdad? Porque eso de que le tiemblen las manos si no se bebe su copazo diario... |
"Cualquier situación puede volverse del revés en un minuto. Eso es la vida".
Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan