Es gratificante terminar de leer Siddhartha en un día sin prisas, como este domingo. Me quedo de nuevo sin palabras, y en cambio, hay tanto...La sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un sabio intenta comunicar a otros suena siempre a locura.
El último capítulo recapitula toda la sabiduría del libro. La conversación entre el sufridor Govinda (¡en cuantos momentos me he identificado con él! ), deseoso siempre de entender, y Siddhartha, que alcanza finalmente la máxima de la sabiduría: la aceptación absoluta del mundo, tal cual es, sin oponer ninguna voluntad, e integrando todo el devenir.
Una frase que remarcaría: La sonrisa de la unidad sobre el fluir de las formas.Siddhartha escribió: El amor, Govinda, me parece la cosa más importante que existe. [...] lo único que persigo es poder amar al mundo, no despreciarlo, no odiarlo a él ni odiarme a mí mismo, poder contemplarlo -y con él a mí mismo y a todos los seres- con amor, admiración y respeto.
A modo de conclusión, la novela me sugiere un par de poemas, -muy importantes para mí-; uno del propio Hesse, y otro del sufista Ibn Arabi:
"Así como toda flor se mustia, y toda juventud cede a la edad,
así también florecen sucesivos los peldaños de la vida;
a su tiempo flora toda sabiduría, toda virtud,
mas no le es dado durar eternamente.
Es menester que el corazón, a cada llamamiento,
esté pronto al adiós y a comenzar de nuevo,
esté dispuesto a darse animoso y sin duelos,
a nuevas y distintas ataduras.
En el fondo de cada comienzo hay un hechizo
que nos protege y nos ayuda a vivir.
Debemos ir serenos y alegres por la Tierra, atravesar espacio
tras espacio sin aferrarnos a ninguno, cual si fuera una patria;
el espíritu universal no quiere encadenarnos,
quiere que nos elevemos, que nos ensanchemos
escalón tras escalón. Apenas hemos ganado intimidad,
en una morada, y en un ambiente, ya todo empieza a languidecer:
sólo quien está pronto a partir y peregrinar
podrá eludir la parálisis que causa la costumbre.
Aún la hora de la muerte acaso nos coloque
frente a nuevos espacios que debamos andar:
las llamadas de la vida no acabarán jamás para nosotros...
¡Ea, pues, corazón, arriba! ¡Despídete, estás curado!"
Hesse., El juego de los abalorios.
Capaz de acoger cualquiera
de entre las diversas formas
mi corazón se ha tornado:
Es prado para gacelas
y convento para el monje,
para los ídolos templo,
Kaaba para el peregrino;
es las Tablas de la Tora
y es el libro del Corán.
La religión del amor
sigo adonde se encamine
su caravana, que amor
es mi doctrina y mi fe.
Ibn ‘Arabí., El intérprete de los deseos.