Cuando se lee un libro, sea la edad que sea, causa una impresión (de imprimir, no de impresionar) en el lector que formara parte de su acervo personal. Tanto si gusta más como si gusta menos, incluso si se cree que no se ha aprendido nada, yo opino que sí, que algo quedó tras la lectura.
Por eso, cuando releo un libro encuentro novedades y aprecio aspectos que en aquel otro momento me fueron pasados por alto. Eso es lo que intentaba e intento expresar cuando digo que me habría gustado haberlo leído mucho más joven.
He de decir que me siento incapaz de escribir comentarios en los que manifieste todo lo que una novela, o cualquier otra obra literaria, me produce: necesitaría mucho más espacio y mucho más tiempo del que dispongo a día de hoy para hacerlo en condiciones. Creo que ya lo mencioné con anterioridad.
Por otra parte, en el enlace
http://revistacultural.ecosdeasia.kom/d ... rred-velo/ que dejé en el hilo
viewtopic.php?p=4499813#p4499813 no hablan de un velo, sino de varios. Para mí el velo de Kitty es el más destacable porque ella es incapaz de ver la realidad tal como es.
Con respecto a tu análisis de los personajes,
@clachalote , me ha parecido muy detallado y coincido con bastantes de tus estimaciones, pero sigo pensando que Kitty es el resultado de una educación equivocada (visto desde hoy), lo que unido a su personalidad frívola y superficial le impide ver el abuso de Charlie (no solo en el momento que detallas, sino en toda su relación); y, además, le impide valorar las cosas que sí tiene.
Personalmente me encanta compartir lecturas como esta que dan mucho juego para comentar
@clachalote . Ha sido un placer acompañarte
.
kom=com
PS. Creo que te refieres a estos fragmentos.
Sor Saint Joseph no hablaba ingles, y el francés de Kitty dejaba bastante que desear. Waddington, por el contrario, con un lenguaje desenvuelto, voluble e inexacto, desgranaba comentarios ingeniosos que arrancaban carcajadas a la afable monja. Su risa alegre y natural asombró no poco a Kitty, quien siempre se había imaginado a las religiosas como mujeres circunspectas, y esa alegría tierna y pueril la conmovió.
—Tendrá usted mucho quehacer como para venir mañana, querida. Es más conveniente que nos despidamos esta misma tarde. —Se puso en pie y, con la dignidad natural que ni siquiera su voluminoso hábito conseguía ocultar, se marchó de la sala.
Un instante después entró la hermana Saint Joseph para decirle adiós. Le deseó a Kitty un buen viaje. Seguro que no correría el menor peligro, porque el coronel Yü le pondría una nutrida escolta, y además las hermanas recorrían solas esa ruta constantemente y nunca sufrían el menor contratiempo. ¿Le gustaba el mar? Mon Dieu, cómo se mareó cuando los pilló una tormenta en pleno océano Índico, madame su madre estará contenta de ver a su hija, y Kitty debía cuidarse mucho, porque, después de todo, ahora tenía otra pequeña alma a su cargo, y todas rezarían por ella; también ella rezaría sin cesar por Kitty y por la criatura y por el alma del pobre doctor, tan valiente él. Pese a que la monja se mostraba locuaz, tierna y cariñosa, Kitty sabía bien que para sor Saint Joseph (cuyos ojos estaban puestos en la eternidad) ella no era sino un espectro sin cuerpo ni sustancia. Sintió un impulso furioso de aferrar el corpachón de la simpática monja por los hombros para zarandearla y gritarle: «¿No ve que soy un ser humano, desdichado y solo, y que necesito cariño, comprensión y apoyo? Oh, ¿no puede dejar a Dios de lado por un instante y ofrecerme un poco de compasión, pero no la compasión cristiana que brinda a todo aquel que sufre, sino sencillamente compasión humana?» Al imaginar esta escena afloró una sonrisa a sus labios. ¡Cómo se sorprendería la hermana Saint Joseph! Sin duda quedaría convencida de lo que ahora sólo sospechaba, que todos los ingleses estaban locos.
—Por suerte soy muy buena navegante —afirmó Kitty—. Nunca me he mareado.
La madre superiora regresó con un pulcro paquetito.