Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Grandes clásicos de la literatura mundial.

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Gretogarbo
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Capítulo II. El viaje del primer día, y las aventuras de la primera noche; con sus consecuencias.
—¡Ah!, debería tener perros… estupendos animales… criaturas sagaces… Tuve un perro una vez… un pointer… un instinto sorprendente… un día, de caza… entrábamos en un coto; silbo… el perro, parado… silbo… ¡Ponto…! Nada, no se movía; quieto… le llamo, ¡Ponto, Ponto…! No se movía… el perro, como en éxtasis… mirando una tabla… me fijo: decía: «El guarda tiene orden de tirar sobre los perros que entren en este vedado» … no quería pasar… maravilloso perro… valioso perro… mucho...

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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Capítulo III. Un nuevo conocido. El cuento del cómico de la legua. Una interrupción desagradable, y un encuentro molesto.
Estaba en un viejo jergón, que se recogía durante el día. En torno a la cabecera habían puesto los desgarrados restos de una cortina a cuadros, para defenderle del viento, que, sin embargo, se abría paso al destartalado cuarto a través de las numerosas grietas de la puerta, soplando en ráfagas a cada momento. Había un débil fuego en cenizas, en un fogón oxidado y desvencijado; y ante él estaba puesta una vieja y sucia mesa triangular, con unas botellas de medicinas, un vaso roto y unos cuantos objetos domésticos más. Un niño dormía en una yacija provisional que le habían hecho en el suelo, y a su lado se sentó la mujer en una silla. Había un par de repisas con unos pocos platos, copas y platillos, bajo los cuales colgaban unos zapatos de teatro y unos floretes. Con la excepción de unos montoncitos de trapos y andrajos que habían tirado descuidadamente en los rincones del cuarto, esas eran las únicas cosas de aquella casa.
(...)
En el apogeo de una de esas crisis, después que me costó gran trabajo sujetarle en la cama, se hundió en lo que parecía un sueño. Abrumado por la vigilia y el esfuerzo, yo había cerrado los ojos durante unos minutos, cuando sentí que me agarraba violentamente el hombro. Me desperté enseguida. Se había incorporado, sentándose en la cama: un cambio terrible había tenido lugar en su rostro, pero había vuelto a la conciencia, porque me reconocía, evidentemente. El niño, que llevaba mucho tiempo sobresaltado por aquellos delirios, se levantó de su camita y corrió hacia su padre, gritando de terror; la madre le tomó apresuradamente entre sus brazos, no fuera él a hacerle daño, en la violencia de la locura; pero, aterrado por la alteración de su fisonomía, se quedó transida junto a la cama. Él se agarró convulsivamente a mi hombro y, golpeándose el pecho con la otra mano, hizo un intento desesperado de articular algo. No lo consiguió; extendió el brazo hacia ellos e hizo otro violento esfuerzo. Salió un ruido confuso de su garganta… sus ojos fulguraron… un breve gruñido ahogado… y cayó atrás… ¡muerto!


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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Capítulo IV. Un día de maniobras y de vivac. Otros nuevos amigos. Una invitación al campo.
Snodgrass y Winkle acababan de realizar cada cual una voltereta obligada con notable agilidad, cuando el primer objeto que encontraron las miradas de este último, al sentarse en el suelo a restañar con un pañuelo amarillo de seda el torrente de vida que brotaba de su nariz, fue su venerado jefe, a cierta distancia, persiguiendo su propio sombrero, que se escapaba revoloteando juguetón en lontananza.
(...)
Hacía un hermoso viento sutil, y el sombrero del señor Pickwick rodaba juguetonamente delante de él. El viento soplaba, y el señor Pickwick resoplaba, y el sombrero seguía avanzando y avanzando tan alegre como una marsopa en una corriente fuerte; y podría haber seguido su carrera mucho más allá del alcance del señor Pickwick si su trayecto no hubiera quedado providencialmente detenido, precisamente cuando este caballero estaba a punto de abandonarlo a su destino. El señor Pickwick, como decimos, estaba completamente exhausto, y a punto de renunciar a la persecución, cuando el sombrero fue lanzado por el viento, con cierta violencia, contra la rueda de un coche que estaba alineado, con otra media docena de vehículos, en el lugar adonde se dirigían sus pasos. El señor Pickwick, advirtiendo su ventaja, dio un rápido salto adelante, aseguró su propiedad, se la plantó en la cabeza y se detuvo a tomar aliento. No llevaba medio minuto parado, cuando oyó su propio nombre animadamente pronunciado por una voz que enseguida reconoció como la de Tupman y, al mirar arriba, observó un espectáculo que le llenó de sorpresa y placer.
En una carretela abierta, cuyos caballos habían sido desenganchados para colocarla mejor en aquel sitio tan apretado, había un grueso y anciano caballero con casaca azul y botones brillantes, pantalones de montar de pana y botas altas; dos señoritas con chales y plumas; un joven caballero, evidentemente cortejador de una de las dos señoritas de los chales y plumas; una señora de imprecisa edad, probablemente tía de la susodicha, y Tupman, tan cómodo y despreocupado como si hubiera pertenecido a aquella familia desde los primeros momentos de su infancia. Atado detrás de la carretela había un gran cesto —uno de esos cestos que en una mente contemplativa provoca asociaciones relacionadas con pollos fríos, lenguas fiambres y botellas de vino—, y en el pescante estaba sentado un chico gordinflón y de cara colorada, en estado de somnolencia, al cual ningún observador reflexivo habría considerado un instante sin clasificarle como distribuidor oficial del antes mencionado cesto en cuanto llegara el momento adecuado para su consumo.


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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por lunallena »

Veo que te estás deleitando con la lectura y yo llenándome de impaciencia por empezar.
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

lunallena escribió: 10 Mar 2021 19:17Veo que te estás deleitando con la lectura y yo llenándome de impaciencia por empezar.
Me está resultando muy ameno y divertido, lunallena, y no digo más. Lo que pongo son los párrafos en los que se inspiran las ilustraciones de la edición original.
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Ceinwyn »

Qué bueno ese ejercicio, Greto. Te seguiré para no perdérmelo :60:
Yo también tengo buen recuerdo de esta lectura. Todo lo que puedo recordar yo, que es poco. Pero me acuerdo de soltar carcajadas con el libro.
Silba la calandria y nos sorprende en vela, amuchados, con ganas de seguir.
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Ceinwyn escribió: 10 Mar 2021 21:13... me acuerdo de soltar carcajadas con el libro.
No llego a semejante exceso (creo que sólo Jardiel Poncela me ha hecho reír a carcajadas con un libro), Ceinwyn, pero sí es cierto que se me dibuja una sonrisa en algún momento en cada uno de los capítulos por lo disparatado de algunas escenas.
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Ceinwyn »

Yo soy más facilongui que tú pal reír...
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Ceinwyn escribió: 11 Mar 2021 08:46Yo soy más facilongui que tú pal reír...
En eso sales ganando.

Capítulo VIII. Poderosamente expositivo a favor de la tesis de que el camino del verdadero amor no es tan suave como una vía férrea.
—Señor Tupman —dijo la solterona mirando a otro lado—; apenas puedo pronunciar estas palabras, pero… pero… no me es completamente indiferente.
No bien oyó Tupman esa confesión, cuando pasó a hacer lo que le sugería su emoción entusiástica, y que, por lo que sabemos (aunque no estamos muy versados en tales materias), siempre hacen las personas que se hallan en tales circunstancias. Se puso en pie de un salto y, echando el brazo al cuello de la solterona, imprimió en sus labios numerosos besos que ella, tras fingir debidamente rechazar con lucha, recibió con tal pasividad que no se puede calcular cuántos más habría estampado Tupman si la dama no se hubiera sobresaltado, sin afectación ninguna, exclamando en tono consternado:
—¡Señor Tupman, nos observan! ¡Nos han descubierto!
El señor Tupman volvió los ojos. Allí estaba el gordinflón, perfectamente inmóvil, con sus anchos ojos circulares fijos en el cenador, pero sin la más leve expresión en su cara que un experto fisonomista hubiera podido relacionar con el asombro, la curiosidad o cualquier otra de las pasiones que agitan el pecho de los hombres. Tupman observó al gordinflón, y el gordinflón se le quedó mirando; y cuanto más miraba Tupman el manifiesto vacío del rostro del gordinflón, más se convencía de que o bien no sabía, o bien no comprendía nada de lo que allí estaba sucediendo. Bajo esta impresión, dijo con gran firmeza:
—¿Qué desea usted?
—La cena está servida, señor —fue la pronta respuesta.
—¿Ha llegado usted ahora mismo? —preguntó Tupman, con una mirada penetrante.
—Ahora mismo —respondió el gordinflón

Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens (traducción de José María Valverde; ilustración de Robert Seymour y Phiz)

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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por LizzyDarcy »

Yo iré a la biblioteca mañana (que ya se puede entrar :alegria: :alegria: ) y a ver qué edición tienen, si veo la de gretogarbo y lunallena, la cojo.
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

LizzyDarcy escribió: 11 Mar 2021 09:53Yo iré a la biblioteca mañana (que ya se puede entrar...) y a ver qué edición tienen, si veo la de gretogarbo y lunallena, la cojo.
A mí me parece una magnífica edición, LizzyDarcy.

Capítulo IX. Un descubrimiento y una persecución.
El señor Pickwick acababa de meter la cabeza, y el señor Wardle, agotado de gritar, había hecho lo mismo, cuando una tremenda sacudida les lanzó hacia la delantera del vehículo. Hubo un salto repentino, un ruidoso chasquido; salió una rueda dando vueltas, y la silla de posta se volcó.
Tras unos pocos segundos de desconcierto y confusión, en que no se distinguió más que los saltos de los caballos y la rotura de los cristales, el señor Pickwick se sintió violentamente arrancado de entre las ruinas del coche; y tan pronto como volvió a ponerse de pie y a sacar la cabeza de los faldones del gabán, que estorbaban materialmente la utilidad de sus gafas, se presentó a su vista todo el desastre de su situación.
A su lado estaba el viejo Wardle, sin sombrero y con el traje desgarrado por varios sitios, mientras que los fragmentos del coche yacían dispersos a sus pies. Los mozos, que habían logrado cortar las correas, estaban parados, cubiertos de fango y trastornados con tanta carrera, junto a la cabeza de los caballos. Los postillones del otro coche, con sus rostros agitados por sendas sonrisas, contemplaban a sus adversarios desde sus cabalgaduras, mientras Jingle observaba la catástrofe desde su ventanilla con evidente satisfacción. Empezaba a alborear, y el conjunto de la escena se hacía perfectamente visible a la luz gris de la mañana.


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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Capítulo X. Que aclara todas las dudas (si alguna había) sobre el desinterés del carácter del señor A. Jingle.
Estaba todavía de camino hacia Al Ciervo Blanco, cuando dos caballeros rechonchos y uno delgado entraron en el patio y miraron a su alrededor en busca de alguna persona autorizada a quien pudieran hacer unas pocas preguntas. Casualmente, el señor Samuel Weller estaba en aquel momento ocupado en lustrar unas botas altas, de color, propiedad personal de un agricultor que se reconfortaba con un ligero almuerzo de dos o tres libras de carne fiambre y una o dos jarras de cerveza tras las fatigas del mercado del Borough; hacia él avanzó derecho el caballero delgado.
—Amigo mío —dijo el mencionado caballero.
«Usté es uno de los que quieren consejo gratis —pensó Sam—, o no me demostraría tanto cariño enseguida.»
Pero dijo solamente:
—Usted dirá, señor.
—Amigo mío —dijo el caballero delgado, con un conciliatorio «¡ejem, ejem!» —, ¿tiene usted mucha gente parando aquí? Muy atareado, ¿eh?
Sam lanzó una mirada hacia el preguntón. Era un hombrecito enjuto, con cara oscura y reseca, y ojos negros, pequeños e inquietos, que parpadeaban continuamente a los lados de su naricilla inquisitiva, como si jugaran siempre al escondite en torno a este rasgo fisonómico. Iba vestido todo de negro, con botas tan brillantes como los ojos, un plastrón estrecho, blanco, y una camisa limpia con borde de encaje. Del bolsillo del chaleco le colgaba una cadena de oro de reloj, con unos dijes. Llevaba sus guantes negros en las manos, sin ponérselos, y cuando hablaba retorcía las muñecas bajo las mangas de la casaca, con el aire del hombre que va a comenzar un serio interrogatorio.


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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Capítulo XII. Que descubre una importantísima iniciativa por parte del señor Pickwick, que marca una época tanto en su vida como en esta historia.
—¡Tenga compasión de mí! —dijo el señor Pickwick, luchando con violencia—. Oigo que alguien sube las escaleras. Ea, no, sea buena; vamos, no.
Pero los ruegos y súplicas resultaban igualmente inútiles, pues la señora Bardell se había desmayado en brazos del señor Pickwick, y antes de que este pudiera tener tiempo de depositarla en una butaca, entró el señorito Bardell, conduciendo a Tupman, Winkle y Snodgrass.
El señor Pickwick quedó inmóvil y mudo de golpe. Con su deliciosa carga en los brazos, se detuvo mirando con expresión vacía los rostros de sus amigos, sin el más leve intento de saludarles ni explicarles aquello. Ellos, a su vez, se le quedaron mirando fijamente; y el joven Bardell, a su vez, se quedó mirando a todos.


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(No he encontrado la ilustración original. Ésta es la que más se le parece.)
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Capítulo XIII. Algunas informaciones sobre Eatanswill, sobre la situación de sus partidos, y sobre la elección de un miembro para representar en el PArlamento a este antiguo, leal y patriótico burgo.
Luego el señor Horatio Fizkin, de Fizkin Lodge, junto a Eatanswill, se presentó con el propósito de dirigir la palabra a los electores; y no bien comenzó, la banda contratada por el honorable Samuel Slumkey empezó a tocar con una fuerza al lado de la cual no era nada la energía que había mostrado aquella mañana; en correspondencia a lo cual, la muchedumbre Amarilla empezó a golpear las cabezas y los hombros de la multitud Azul; con lo que la multitud Azul se esforzó por eliminar a sus desagradables vecinos, los de la multitud Amarilla; a lo cual sucedió una escena de lucha, empujones y peleas, a la que no podemos hacer justicia mayor de la que pudo imponer el alcalde, por más que lanzó imperiosas órdenes a los doce ayudantes de alguacil para que detuvieran a los cabecillas, que podrían ascender en número a doscientos cincuenta, más o menos. Ante tales encuentros, el señor Horatio Fizkin, de Fizkin Lodge, pidió permiso para preguntar a su adversario, el honorable Samuel Slumkey, de Slumkey Hall, si esa banda tocaba con su consentimiento; pregunta a la que declinó contestar el honorable Samuel Slumkey, ante lo cual el señor Horatio Fizkin, de Fizkin Lodge, agitó el puño hacia el rostro del honorable Samuel Slumkey, de Slumkey Hall; con lo que el honorable Samuel Slumkey, con la sangre hirviendo, desafió a combate mortal al señor Horatio Fizkin. Ante esta violación de todas las reglas conocidas y todos los precedentes de compostura, el alcalde ordenó que se interpretara otra fantasía para campana, y declaro que haría comparecer ante él tanto al señor Horatio Fizkin, de Fizkin Lodge, como al honorable Samuel Slumkey, de Slumkey Hall, para encomendarles que mantuvieran la paz. Ante este terrorífico anuncio, los auxiliares de ambos candidatos intervinieron, y después que los amigos de cada uno de ellos riñeron por parejas, durante tres cuartos de hora, el señor Horatio Fizkin se llevó la mano al sombrero saludando al honorable Samuel Slumkey ; el honorable Samuel Slumkey se llevó la mano al suyo, correspondiendo al señor Horatio Fizkin; la banda se detuvo; la multitud fue parcialmente acallada; y se permitió que continuara el señor Horatio Fizkin.

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(Como en el mensaje anterior, no he encontrado la ilustración original. Ésta es la que más se le parece.)
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Re: Los papeles póstumos del Club Pickwick - Charles Dickens

Mensaje por Gretogarbo »

Capítulo XV. En que se da un fiel retrato de dos distinguidas personas, y una exacta descripción de un almuerzo público en su casa y finca, el cual almuerzo lleva al reconocimiento de un antiguo conocido, y al comienzo de otro capítulo.
Y por encima de todo, estaba la señora de Leo Hunter, vestida de Minerva, recibiendo a los invitados y rebosando orgullo y satisfacción al pensar que había reunido a personas tan distinguidas.
—El señor Pickwick, señora —dijo un criado cuando este caballero se acercó a la diosa presidencial, llevando el sombrero en la mano y con el bandido y el trovador en cada brazo.
—¡Qué! ¿Dónde? —exclamó la señora de Leo Hunter con un sobresalto, en fingido rapto de sorpresa.
—¡Aquí! —dijo el señor Pickwick.
—¡Es posible que tenga de veras la satisfacción de contemplar al propio señor Pickwick! —exclamó la señora de Leo Hunter.
—El mismo, señora —respondió el señor Pickwick con una profunda reverencia—. Permítame presentar a mis amigos: el señor Tupman, el señor Winkle, el señor Snodgrass… a la autora de « A la Rana Expirante» .


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(Pido disculpas por la mala calidad y el excesivo tamaño de la imagen, pero no he encontrado otra).
Última edición por Gretogarbo el 13 Mar 2021 16:18, editado 1 vez en total.
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