

(dice el cartel que hay al comienzo del caminito que conduce al corazón de este berenjenal)
Hace ya cuatro años y medio, el 14 de agosto de 2016, por razones que no vienen a cuento, abrí este hilo para escribirte una carta abierta. La construí hilvanando sobre la marcha lo que me iba ocurriendo en el día a día, aunque salpimentándolo con lo que me sugería la imaginación. Pero has resultado ser una oyente tan discreta, tan atenta y tan agradecida

Tenemos, además, algunos visitantes que han tenido a bien dejarnos aquí y allá (índice del anterior hilo) instantes de su vida, o bien han compartido con nosotras un rato de charla sentados en las cómodas mecedoras berenjenas que tenemos en este bujío. Término, el de bujío, que, aparte de ser un bello localismo tanto cordobés como gaditano (tierras en las que, de una u otra forma, ambas estamos enraizadas), simboliza a la perfección la sensación que experimento cuando escribo aquí, donde puedo hacerlo con libertad, sin miedo, porque sé que mis palabras van a ser bien acogidas y, sobre todo, bien interpretadas.
Desde entonces, ha llovido mucho y, con ayuda de nuestros visitantes (lo que ellos dejan lo reutiliza el colorín marrullero para tejer pamplinas bordeando la realidad) hemos descubierto que, como reza en el lema de este hilo, el bujío está ubicado en el corazón de un berenjenal del que santa Cata del Guadiana (la santa bujiana por antonomasia), según se recoge en su hagiografía, fue hortelana durante una de sus transmigraciones; hemos tenido tiempo, además, de exponer el cuadro de la santa y de su alter ego cuántico, santa Lilaila de Éfeso, y de asistir a dicha exposición; e incluso algunos hemos posado en el retrato de familia* o reunido las lecturas favoritas de Santa Cata en una ciberteca de uso privado suyo.
Por desgracia, nos ha dado tiempo también a decirle adiós a ese entrañable amigo de los Pitangus, que se fue justo cuando estaba dispuesto a pamplinear en nombre de un antepasado suyo para hacer un intercambio de solsticios entre los dos hemisferios. Pero estoy segura de que, esté dónde esté, Eleanis sabrá encontrarnos de nuevo y, de una u otra manera, seguirá estando entre los bujianos.
De cháchara en cháchara, de pamplina en pamplina (porque este pájaro solo escribe eso: pamplinas


*Retrato de familia ampliado

Barcos de papel navegando por el Sena (Jilguero)

La guardiana del cementerio y su cancerbero (Jilguero)

La insólita veleta del Convento de Santa Lilaila de Babia (Jilguero)

Yo estuve allí (Jilguero)

La puerta está entreabierta (Jilguero)

La Alberca de los Navarro (Jilguero)

La Casilla del Monte (Jilguero)

Continuidad de los caminos (Jilguero)

Madre Teresa (Jilguero)

Fátima, o la fidelidad llevada a su extremo (Jilguero)

El Archipiélago de Jonás (Jilguero)

El hombre que daba de comer arroz a los gorriones (Jilguero)

Tomás el Esquivo (Jilguero)

Rosas en el camposanto (Jilguero)

Desde la escollera (Jilguero)

Un palmo de ladrillos (Jilguero)

Un ángel caído (Jilguero)

La noche que conocí a Vibeke (Jilguero)

La doble sonrisa (Jilguero)

El Ojo Avizor (Jilguero)

El campirano de siempre (Edgardo)

Ña Cándida (Edgardo)

La vida en tu bolsillo (Jilguero)

Un pétalo caído antes de tiempo (Jilguero)

De cuando fui la adarga de padre (Jilguero)

Fin de viaje (Jilguero)

La Euterpe de Rubens (Jilguero)

La sombra del pasado (Jilguero)

Antonia, una mujer buena (Jilguero)

El niño del tirachinas (Jilguero)

Una mala racha (Jilguero)

Nada se acaba, todo fluye... (Jilguero)

¿Por mediación de Santa Lilaia? (Jilguero)

La tentaciones de fray Antonio (Jilguero)

De casa en casa (Jilguero)

Mi vuelta al sol con K. (Jilguero)

La mañana en que pude conocer al hombre descalzo (Caleto)

Die Toteninsel (Jilguero)
