El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

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jilguero
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

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Fin de viaje





Adelfas.jpg


Un nuevo otoño con los árboles de la alameda desnudos y el suelo tapizado de hojas secas. Un nuevo otoño con el viejo limonero de la abuela Leonor cargado de limones y la catalpa de mi madre con sus largas vainas a punto de abrirse y provocar una lluvia de semillas. Y sobre todo, un nuevo otoño con ese exuberante manchón rosa destacando en el ocre otoñal del resto de la vegetación de la orilla del arroyo. ¡Qué bien le ha sentado la libertad a mi aportación a este oasis de la infancia y de la senectud…!

Había sido rebelde desde niña y, sin embargo, cuando llegó la hora de contribuir también yo a crear este jardín, no quise romper con la antigua tradición de las féminas de esta familia. La había seguido mi madre; y antes que ella, mi abuela; y todavía antes, mi bisabuela y mi tatarabuela… Y así sucesivamente, trepando siempre por las ramas maternas de nuestro árbol genealógico, hasta llegar a la antepasada que plantó el primer árbol de esta pequeña foresta: esa longeva casuarina cuyas acículas están siseando ahora mismo esa especie de nana ancestral invitándome al sueño eterno.

Cuando tras la boda me instalé en esta casa, el jardín era ya una suerte de santuario femenino, solaz de niñas y ancianas ―las dos efímeras etapas, de antes y después del matrimonio, en las que las mujeres gozan de libertad―. Como aportación personal, pensé en la adelfa por la sencillez de su porte y por el olor anisado que desprende durante casi todo el año gracias a sus flores. No seguí la costumbre de sembrar el nuevo plantón directamente en tierra, sino que lo sembré en un viejo dornajo de madera. Tomé esa decisión de forma azarosa, pero el paso del tiempo revelaría que fue providencial.

Me gusta mucho leer y, de recién casada, le cogí gusto a retirarme después de almuerzo a este rincón en compañía de un libro. Hubiera deseado disfrutar a solas de ese rato de lectura, pero a Jacinto le dio por dormir la siesta en una hamaca que colocaba justo a mi lado. Hasta entonces ningún varón había osado profanar este jardín con su presencia. Era un pacto no escrito entre los hombres y las mujeres de esta familia. Me irritaba que no se diera cuenta de que estaba de más, aunque no tanto como a mis antepasadas, quienes se apresuraban a aguarle el descanso en cuanto soplaba la más mínima brisa. Y es que el follaje de sus árboles lanzaban, entonces, un furibundo murmullo que iba in crescendo hasta lograr infiltrase en sus sueños y causarle pesadillas.

Hubo ocasiones en las que me habría unido con gusto a esa protesta, pero mi contribución a este jardín no quiso nunca secundarla. Ni siquiera en la que debería de haber sido la última siesta de Jacinto. Y fue precisamente el mutismo de la adelfa, su falta de anuencia, lo que me hizo dudar si debía seguir o no adelante con el plan. Vacilación que evitó, a su vez, que yo cometiese un error irreparable; porque, mientras dudaba, experimenté un fogonazo esclarecedor que me permitió ver la situación con claridad: ellas, las que en vida no se habían atrevido a rebelarse contra la tiranía de sus esposos, eran las que desde sus tumbas pretendían ahora vengarse. Una especie de aquelarre post mortem en el que, por el simple hecho haber nacido varón, a Jacinto le tocaba desempeñar el papel de chivo expiatorio y a mí, como mujer, el de verdugo.

En cuanto comprendí que no era mi voluntad, sino la de ellas ―las antaño tiranizadas eran ahora las tiranas―, la que guiaba mis actos me rebelé retirando el vaso justo a tiempo de evitar que mi marido, todavía adormilado, ingiriera su contenido de un solo trago. Esa era su costumbre y contaba con ella para que el intenso olor a almendras amargas lo percibiera cuando ya fuese demasiado tarde. Lo había planeado todo con sumo sigilo, sin despertar en Jacinto la más mínima sospecha. De ahí que, al observar el brusco e inopinado movimiento de mi brazo, me mirase con tal candidez que no pude menos que sentirme culpable.

Había estado a punto de cometer una injusticia y, como desagravio, obvié el tedio que me inspiraba su mediocre mansedumbre y lo besé en la frente. Lo hice con dulzura, demorándome ―como nunca antes lo había hecho― en el contacto. No fue, pues, un beso marital, sino el que una madre le habría dado a su hijo pequeño. En cierto modo, Jacinto seguía siendo un niño y no me resultó difícil adoptar esa actitud maternal. Por su parte, recibió el beso con una mezcla de incredulidad y gratitud, porque dudaba cómo debía interpretar ese gesto exculpatorio que a mí tanto alivio me produjo.

Influido tal vez por mi repentino acercamiento, Jacinto se sintió proclive a hacerme confidencias. Me habló de unas mujeres que, vestidas de negro y con el rostro oculto bajo un velo, lo habían perseguido en sueños con una intención funesta. Lo tranquilicé, como lo habría hecho una madre, diciéndole que solo había sido una pesadilla y desviando, enseguida, la conversación hacia un tema menos siniestro. Le hablé, entonces, de mi nuevo ―acababa de gestarlo― proyecto de que no hubiese más árboles encerrados en este jardín. Deseaba tirar la tapia del fondo para que esta pequeña arboleda pudiera ser un todo con el prado y el arroyo.

Por primera vez estaba tomando decisiones por mí misma y, al ser consciente de ello, me sentí eufórica. Y en un inesperado arrebato de camaradería, le propuse a Jacinto que me ayudara a trasplantar la adelfa del dornajo a la tierra guijarrosa de la ribera del riachuelo. Nunca antes le había propuesto que hiciéramos algo en comandita y, con un gesto igualmente arrebatado, mi marido, siempre tan manso, siempre tan comedido, se puso en pie y me devolvió el beso. En los labios, con ternura, demorándose en el contacto…

¡Pobre Jacinto, con qué poco se conformaba! Aquello fue el comienzo de una nueva etapa de nuestra vida en común. No conseguimos jamás ser buenos amantes, pero sí al menos unos compañeros leales. Y como si fuera una jugarreta del destino, Jacinto acabó muriendo tal como yo había planeado ―mientras dormía plácidamente la siesta en su hamaca―, solo que lo hizo unos años después y de muerte natural. Ocurrió, pues, sin mi intervención y quizás por ese motivo, cuando en aquella sobremesa la brisa agitó las hojas de los árboles, esa vez sí, desde la orilla del arroyo, las adelfas ―el pie primigenio se había convertido ya en un pequeño adelfar― se sumaron al alborozo del resto de los árboles.

Pero de eso hace ya mucho tiempo y Jacinto lleva más de dos lustros criando malvas… A ese primer trabajo de jardinería realizado a cuatro manos, le siguieron otros muchos; y lo que empezó siendo un acto de desagravio de mi parte se convirtió en una saludable complicidad compartida. Su muerte me apenó, pues, mucho; aunque mentiría si dijera que la viudedad ha sido para mí una etapa triste. Por primera vez en la vida, he gozado de una independencia económica que me ha hecho dueña y señora de todos mis actos. De pequeña disfruté mucho en este jardín; pero siempre lo hice en presencia de la abuela Leonor, a la sazón ya vieja e impedida y, justo por ese motivo, obligada a valerse de mí y de mis piernas para hacer todo lo que ya no podía hacer por sí misma. De viuda, en cambio, he podido disfrutar al fin de esta suerte de edén sin estar sometida a la voluntad o los deseos de los demás.

Los años han pasado y, ahora, la anciana soy yo y estoy sola. Me negué a ser madre porque quería poner fin a la estirpe de matriarcas sometidas que me habían precedido. No me pesa mi decisión, ni siquiera en esta hora final en las que he de asumir las consecuencias en solitario. En realidad, no estoy del todo sola porque ellas nunca me han abandonado. A la muerte de Jacinto, rompí con la tradición y no me vestí de negro; ni tampoco me cubrí la cabeza con un velo. Supuse que eso pondría en mi contra a todas mis antecesoras y, sin embargo, no ha sido así. De hecho, cada vez que la brisa sopla y agita el follaje de sus árboles, sé que desde sus tumbas se están comunicando conmigo. Y desde que las adelfas de flores rosas rompieron su mutismo el día que murió Jacinto, yo no he dejado de contestarles mediante el susurro aflautado de sus hojas.

Soy la última del clan y mi fin de viaje será el definitivo para todas. Ya no necesitamos de las palabras para comunicamos, porque lo que nos queda por decirnos es demasiado arcano y elemental: de esa época, anterior al nacimiento del verbo, en la que los hombres vivían en concordia con el resto de los seres vivos y tenían un lenguaje común. Curiosamente, cuanto más se aproxima este fin de viaje comunitario, más añoran ellas su anterior vida terrenal; y en cuanto me descuido, se adueñan de mi quebrantada carcasa. Porque, cuando ahora me pongo en pie y necesito colocarme las manos sobre los riñones, ya no soy yo, sino mi madre, quien se las coloca; o cuando me lagrimean los ojos y me los seco presionando la piel de los párpados con cuidado, es la abuela Leonor quien sostiene el pañuelo. Y detrás del resto de mis gestos cotidianos, intuyo los de esas otras antepasadas a las que ni siquiera he conocido.

En este proceso ―tan natural como abrumador― de envejecimiento, solo hay una aspiración mía que me tiene desconcertada. He sido siempre enemiga de someterme al varón y lamentaría mucho flaquear a última hora. Pero, cada vez que pienso en ese fin de viaje ya tan próximo, no puedo evitar decirme que no quiero que se asemeje al de ninguna de las féminas que me precedieron. Mi deseo inconfesable es que sea él, Jacinto, quien me preste su último gesto para que la muerte me sorprenda mientras dormito plácidamente en esta suerte de edén, hasta ahora solaz de niñas y ancianas y, a partir de ese instante, también estación de llegada...






La última siesta de Jacinto.jpeg


*****



https://www.youtube.com/watch?v=CydoHnlWpEI
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Última edición por jilguero el 09 Feb 2022 21:33, editado 1 vez en total.


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

Bravo jilguero me ha gustado mucho.
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 09 Feb 2022 10:46He estado leyendo, Cata, una novelas de Alejandro Palomas: el escritor que anda últimamente en los telediarios porque ha denunciado que sufrió abusos sexuales en el colegio.
No he leído nada de este buen señor, jilguero. Lo he escuchado más de una vez en la radio y se me hace cursi en exceso y eso me ha echado para atrás. Es algo absurdo porque a alguien más cursi que Antonio Gala no lo he conocido y sin embargo sí he leído a Gala. Supongo que el absurdo soy yo.

Por cierto, me ha llamado la atención que después de esas denuncias a los abusos sufridos, fue recibido, si no recuerdo mal, por Pedro Sánchez. ¿No ha habido mucha más gente que ha denunciado abusos? Sí. ¿Fueron recibidos por el presidente? Creo que no. Me repatean estas cosas.
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

hexagono69 escribió: 09 Feb 2022 10:58 Bravo jilguero me ha gustado mucho.
Me alegro, no de que te haya gustado, que también, sino de que hayas tenido ganas de leerlo. Señal de que andas de buen ánimo. :wink:
Gretogarbo escribió: 09 Feb 2022 11:02 No he leído nada de este buen señor, jilguero. Lo he escuchado más de una vez en la radio y se me hace cursi en exceso y eso me ha echado para atrás.
Usa muchas metáforas para expresar los sentimientos y explota el conmover. Si te metes en la historia, te conmueves y, si no lo haces, te puede resultar cursi.
Gretogarbo escribió: 09 Feb 2022 11:02 Por cierto, me ha llamado la atención que después de esas denuncias a los abusos sufridos, fue recibido, si no recuerdo mal, por Pedro Sánchez. ¿No ha habido mucha más gente que ha denunciado abusos? Sí. ¿Fueron recibidos por el presidente? Creo que no. Me repatean estas cosas.
A mí también me repatean. Pero no te olvides de que en este país estamos ya en continua campaña. Aparte de eso, la mayoría de la gente funciona así y eso se usa para guiar al rebaño. Es decir, al igual que para proteger un ecosistema se usan las especies paragua (la gente responde mejor si se trata de conservar al lince, por ejemplo, que a otras especies menos emblemáticas), no es raro que se use a la gente famosa para hacer más visibles ciertos problemas.
luchana escribió: 08 Feb 2022 14:30 Jilguero, he buscado y leído la historia de tu azul y me ha emocionado.
Lo comento mejor aquí para no molestar a nadie. :wink:

Esa última etapa de Antonio Machado fue atroz. Con su madre moribunda (murió tres días después de él) preguntando "¿Antoñito, falta mucho para llegar a Sevilla?", sin saber que estaban en Francia. O teniendo que bajar a cenar por turnos, los dos hermanos, porque solo les quedaba una camisa decente... Una época negra de España que ojalá nunca se vuelva a repetir.


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

Hola Bujianos dejo este articulo de prensa por si a alguien pueda interesar.

https://elpais.comm/ideas/2022-02-08/la ... ormigas.ht

He escrito Historias del mundo de las hormigas después de toda una vida (unas ocho décadas) estudiando a estos fabulosos insectos. Empecé en los institutos a los que acudí, en Washington DC y Alabama, y continué, con la misma pasión, hasta llegar a ser profesor universitario y conservador de entomología en la Universidad de Harvard. En estas Historias, intento reflejar la importancia de todo lo que he aprendido gracias a mis estudios y a los de otras personas. Dicho sea de paso, en el ámbito científico, a mis colegas y a mí nos llaman mirmecólogos. Y, aunque llevo escritos más de treinta libros, la mayoría de ellos técnicos, hasta ahora no había relatado las increíbles historias de la mirmecología como una aventura física e intelectual o, si lo prefiere, una historia de aventuras. (…)

Empezaré este tour mirmecológico con una advertencia. No hay nada que puedas imaginar del mundo de las hormigas que podamos o debamos emular para ser mejores personas. Primero, y lo más importante, todas las hormigas que participan en la vida social de las colonias son hembras. Soy un ferviente feminista en todos los aspectos que tienen que ver con los humanos, pero, en el caso de las hormigas, hay que tener en cuenta que durante los 150 millones de años de su existencia, el protagonismo de las hembras se ha desbocado. Las hembras asumen todo el control. Todas las hormigas que puedes ver que están trabajando, todas las que exploran el entorno y todas las que van a la guerra (que es total y letal) son hembras. En comparación, las hormigas macho adultas son criaturas bastante patéticas. Tienen alas y pueden volar, ojos y genitales grandes, y cerebros pequeños. No realizan ningún trabajo para su madre ni sus hermanas, y solo tienen una función en la vida: inseminar a las reinas vírgenes de otras colonias durante los vuelos nupciales. Para expresarlo de la forma más sencilla posible, los machos son poco más que misiles de esperma voladores. Una vez que han partido, no se les permite regresar a su hormiguero, aunque, si tienen éxito, se pueden convertir en padres de nuevas colonias, compuestas, en algunas especies, por muchos millones de hijas e hijos. Tengan o no éxito reproductivo, están destinados a morir en cuestión de horas o, como máximo, en un par de días por culpa de la lluvia, el calor o entre las mandíbulas de un depredador. Simplemente, no pueden quedarse en casa. Allí no realizan ninguna labor y, por lo demás, son una carga para la colonia. Si se quedan tras los vuelos nupciales, son expulsados por sus hermanas

Después de la dominancia absoluta de las hembras, el segundo aspecto de la vida de las hormigas que choca con nuestra moralidad es horrible: muchas clases de hormigas se comen a sus muertos… y a sus heridos. Si eres una obrera anciana o incapacitada, estás programada para abandonar el hormiguero y dejar de ser una carga para la sociedad. Si mueres mientras estás en el nido, te dejarán donde caigas, incluso de espaldas con las seis patas al aire, hasta que tu cuerpo emita los olores característicos de la descomposición, es decir, ácido oleico y sus oleatos. Cuando huelas a muerto, transportarán tu cuerpo hasta la pila de basura y allí será abandonado. O, si solo estás destrozada y muriéndote, serás comida por tus hermanas.


Hay una tercera característica moralmente dudosa. Las hormigas son los animales más belicosos. Sus colonias se enfrentan a otras de la misma especie de manera muy violenta. El principal objetivo de todas ellas es la exterminación, y, por regla general, las grandes colonias derrotan a las más pequeñas. Sus enfrentamientos empequeñecen Waterloo y Gettysburg. He visto campos de batalla llenos de guerreras muertas, un gran porcentaje de las cuales son hembras de edad avanzada. Cuando las obreras adultas envejecen, pasan a realizar actividades cada vez más peligrosas por el bien de la colonia. Al principio, la mayoría sirven como asistentes de la reina madre y su progenie, desde los huevos a las larvas y desde las pupas a los nuevos adultos emergentes. Luego se encargan de la reparación del hormiguero y de otras tareas internas. Finalmente, pasan a servir fuera del nido, siendo desde centinelas a recolectoras, guardas y guerreras. En pocas palabras, y dicho más claramente, mientras que los humanos envían a sus adultos jóvenes a la batalla, las hormigas envían a sus señoras mayores.

Para las hormigas, el servicio a la colonia lo es todo. Cuando las obreras individuales se acercan a su muerte natural, benefician más a la colonia si pasan sus últimos días en ocupaciones peligrosas. La lógica darwiniana está clara: para la colonia, los individuos de más edad tienen poco que ofrecer y son prescindibles.

La evolución en el ámbito de grupos organizados ha dado muy buenos resultados para las más de quince mil especies de hormigas que habitan en el mundo. Las hormigas son los carnívoros terrestres dominantes en el rango de peso de uno a cien miligramos. Las termitas, en ocasiones llamadas erróneamente “hormigas blancas”, son los consumidores dominantes de madera muerta. Juntas, hormigas y termitas, son “esas cositas que gobiernan el mundo”, al menos entre los animales del mundo terrestre. Por ejemplo, en las pluviselvas brasileñas, suponen unas increíbles tres cuartas partes de la biomasa de insectos y más de una cuarta parte de toda la masa animal.

Las hormigas llevan aquí unas cien veces más tiempo que los humanos. Se ha calculado (mediante métodos moleculares) que se originaron hará unos 150 millones de años. Luego se diversificaron produciendo una miríada de formas anatómicas hace unos cien millones de años, al final de la era de los reptiles. Se produjo una segunda radiación durante la primera etapa de la Edad de los Mamíferos. La especie moderna de Homo sapiens, en cambio, apareció en África hace solo un millón de años, muy poco tiempo en comparación con las hormigas.

Si en cualquier momento de los últimos cien millones de años los extraterrestres hubieran visitado la Tierra, se habrían encontrado una inmensa cantidad de vida en la superficie. Se habrían encontrado con una fauna y una flora dominadas por las hormigas y, por lo tanto, en gran parte, sana e intacta. Los extraterrestres se habrían convertido en mirmecólogos. Habrían descubierto que las hormigas, además de las termitas y otras criaturas altamente sociales, eran algo extrañas, pero, por esa razón, una pieza fundamental en el mantenimiento de la estabilidad de casi todos los ecosistemas terrestres del planeta.

Seguramente, los extraterrestres podrían haber transmitido un mensaje a su planeta diciendo que, en la Tierra, “todo está en orden. De momento”.

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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Gracias, Hexa. El mundo de las hormigas, como el del resto de los insectos sociales, es fascinante. :D
hexagono69 escribió: 10 Feb 2022 07:52 Para las hormigas, el servicio a la colonia lo es todo. Cuando las obreras individuales se acercan a su muerte natural, benefician más a la colonia si pasan sus últimos días en ocupaciones peligrosas. La lógica darwiniana está clara: para la colonia, los individuos de más edad tienen poco que ofrecer y son prescindibles.
Esto me ha recordado a los jubilados que se ofrecieron voluntarios en el accidente de la central nuclear de Fukushima.


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por luchana »

"Lo comento mejor aquí para no molestar a nadie"
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

luchana escribió: 11 Feb 2022 23:15 "Lo comento mejor aquí para no molestar a nadie"
¿Pero quien se podría molestar?
Compruebo, Luchana, que no solo has conservado la sonrisa, sino también cierto candor. :D

Aquí, entre Cata, tú y yo, te diré que el color con el que escribo es molesto para la vista de algunos foreros; aparte de eso, hay quien mantiene que lo uso por una cuestión de ego, de diferenciarme del resto. Como comprenderás, no me molesta que cada cual crea lo que considere oportuno, pero me resulta cansino escucharlo. Amén de que, cuando sale a la palestra el tema del color y Machado, me da la impresión que hay quien se molesta aún más, como si creyese que lo digo con regodeo. Pero en el bujío, donde hay tanto azul machadiano, y tantos recuerdos de la infancia en Andalucía, doy por hecho que no entraran aquellos a los que le molesta este azul :wink:.


A todo esto, Cata, hoy ha habido más suerte. Porque, si bien ha sido más bien un visto y no visto, en el paseo de esta mañana se ha cruzado en mi camino un colirrojo tizón, ha hecho su paseíllo una tifa y ha levantado el vuelo una torcaz. Eso sí, para no variar, de Tomás ni rastro. Cierto es que, cuando he pasado por delante de su madriguera, había precisamente un perro marcando como territorio suyo la arena que el extrae el Esquivo; con lo cual no era momento oportuno para que el pobre asomara sus largas orejas.

Y no me preguntes por qué, pero llevo unos días (a pesar de que tengo una rodilla escacharrada) inmersa en una placentera burbuja, que flota justo sobre esa intangible zona donde la realidad y la ficción se confunden. Para colmo, he estado leyendo historias de abades e islas que han hecho aún más plácida mi estancia en la burbuja de marras. :party:


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por luchana »

jilguero escribió: 09 Feb 2022 10:46

Fin de viaje





Creía que era autobiográfica... pero me he dado cuenta que aquí se bordea la realidad.
Gracias por la pamplina. Me ha gustado mucho.

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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

luchana escribió: 14 Feb 2022 18:18
jilguero escribió: 09 Feb 2022 10:46

Fin de viaje



Creía que era autobiográfica... pero me he dado cuenta que aquí se bordea la realidad.
Gracias por la pamplina. Me ha gustado mucho.

Gracias a ti por leerla. Y sí, se bordea la realidad, una veces más y otras menos. En este caso, a Aurora (no se da el nombre, pero es ya una vieja conocida de otra pamplina) solo le he prestado la rebeldía, el gusto por el murmullo vegetal y, sobre todo, esa experiencia (observada/no vivida, en mi caso) de que las tradicionalmente tiranizadas son a veces también tiranas :wink:.


Por cierto, Cata, he asistido al desahucio de los sintecho, aunque no por mucho tiempo: ya te lo contaré con calma. Y Tomás sigue sacando arena... ¡la madriguera debe ser ya larguísima!


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »


Hoy, Cata, ha sido una amanecida más entretenida: una tifa juguetona que ha hecho varios paseíllos por delante de mis narices y una de las palomas torcaces que estaba posada en un cinamomo algo menos vetusto, pero estaba.

Paloma torcaz.jpg


Y luego, de repente, he escuchado un canto del carbonero y he logrado localizarlo. En la foto apenas se ve como una mancha, pero en directo he podido ver muy bien los colorines de su plumaje.


Carbonerito.jpg
carbonero.jpg


Me encanta, Cata, el carbonero (Parus major): es un pájaro muy cantarín y vivaracho; y de bello plumaje como puedes apreciar en esta otra foto. Es, además, un todoterreno porque lo mismo está en el campo que en los parques de las ciudades. Aquí, no sé si por estar rodeada Gades de mar o porque no hay grandes parques, no es habitual escucharlo, de ahí mi alegría de esta mañana. En Benaocaz, en cambio, desde casa o escucha cantar de forma cotidiana. Es uno de los pájaros de canto inconfundible (al menos uno de sus canto más comunes).

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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 15 Feb 2022 16:53... he escuchado un canto del carbonero y he logrado localizarlo.
Es uno de los pájaros de canto inconfundible (al menos uno de sus canto más comunes).
La semana pasada le comentaba yo a una amiga, apasionada también de la naturaleza, que llevo unos días escuchando a un pajarillo camino de la parada del autobús, jilguero. Aunque a las seis y media es noche cerrada, no sólo lo escucho sino que también puedo verlo, aunque con poca nitidez, porque lo hace siempre desde una rama desnuda de un roble americano semialumbrado por una de las farolas que también dan luz a mi paseo. Pero soy muy negado para identificar las aves por su canto así que por ahora desconozco su identidad.
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió: 15 Feb 2022 18:53
jilguero escribió: 15 Feb 2022 16:53... he escuchado un canto del carbonero y he logrado localizarlo.
Es uno de los pájaros de canto inconfundible (al menos uno de sus canto más comunes).
La semana pasada le comentaba yo a una amiga, apasionada también de la naturaleza, que llevo unos días escuchando a un pajarillo camino de la parada del autobús, jilguero. Aunque a las seis y media es noche cerrada, no sólo lo escucho sino que también puedo verlo, aunque con poca nitidez, porque lo hace siempre desde una rama desnuda de un roble americano semialumbrado por una de las farolas que también dan luz a mi paseo. Pero soy muy negado para identificar las aves por su canto así que por ahora desconozco su identidad.
Pues si te enteras de qué especie es ya nos cuentas, que ya sabes que aquí también hay apasionados por la Naturaleza.

Por cierto, Greto, ¿en este caso crees que "naturaleza" es con minúscula? Yo la suelo escribir con mayúscula, pero tu minúscula me hace dudar (mi ortografía es regularcila).


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 15 Feb 2022 22:04... ¿en este caso crees que "naturaleza" es con minúscula? Yo la suelo escribir con mayúscula, pero tu minúscula me hace dudar (mi ortografía es regularcila).
Yo lo escribo en minúscula porque no es una disciplina, pero no me choca que algunas personas le deis una categoría superior y lo hagáis con mayúscula inicial, Jilguero (también debería escribirse con mayúscula).
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jilguero
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió: 16 Feb 2022 09:36
jilguero escribió: 15 Feb 2022 22:04... ¿en este caso crees que "naturaleza" es con minúscula? Yo la suelo escribir con mayúscula, pero tu minúscula me hace dudar (mi ortografía es regularcila).
Yo lo escribo en minúscula porque no es una disciplina, pero no me choca que algunas personas le deis una categoría superior y lo hagáis con mayúscula inicial, Jilguero (también debería escribirse con mayúscula).
Para salir de dudas he hecho la consulta a los de la RAE a ver qué me contestan. Uso mucho la Naturaleza/naturaleza en las pamplinas; de hecho, ahora pretendo escribir una sobre la campiña de Cole, que nos trajo Usía, y la usaré. Mejor, pues, salir de dudas preguntando a quienes se supone más saben de esto.



Por cierto, Cata, creo que los de HA! se han debido enterar de mi incompatibilidad con el girasol, porque mira el cuadro que me propusieron ayer. :D

Imagen


Es el Autorretrato con girasol del pintor flamenco Anton Van Dick, que debió de ser una especie de fotógrafo de la época. que, a falta de máquinas de fotos, usaba los pinceles.

Y hablando de fotos, mira que ocaso de luna más chulo había hoy.

Ocaso.jpg
Puesta de luna.jpg
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