El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

[jilguero]

Madre Teresa

Madre Teresa.jpg

Hoy, Cata, voy hablarte de esa tía abuela monja cuyo recuerdo recuperé inopinadamente la otro tarde. Para ponerte en contexto te diré que, tres veces al año, tocaba quitarse los monos y los zapatones campestres para ir al pueblo a pasar allí unos días con los primos, los abuelos y la tía Pepa (la del olor a alhucema).

Dentro de nuestras posibilidades, en esas estancias pueblerinas, nos entreteníamos como mejor podíamos yendo de una casa a otra (la casa de los abuelos y la de la tía Pepa estaban en la misma calle, una enfrente de la otra), correteando por los patios, sobre todo en casa de la tía Pepa, que tenía dos patios traseros, con una cuadra, un pajar, una conejera y un gallinero.

Pero, aparte del juego, en esos días había una serie de obligaciones o de actividades oficiales, ya fuesen de ir a la iglesia, si era Navidad o Semana Santa; de comer en familia, cuando era el santo del abuelo, de la abuela o de mi santacatalina; o de ir a visitar a familiares que no formaban parte del núcleo habitual.

Entre este último grupo de actividades, las visitas, llegaba un día en el que, durante el desayuno, nuestra santacatalina nos anunciaba que esa mañana visitaríamos a tía Elena. Tocaba, pues, ponerse uno del par de vestidos en condiciones, que cada uno de nosotros tenía, para acudir a un convento que era además un colegio de niñas; niñas a las que nunca veíamos porque la visita siempre tenía lugar en verano y estaban de vacaciones.

Aquel edificio era una casa palaciega preciosa. El zaguán, con sus coloreados azulejos y la inmensa puerta de madera tachonada de adornos dorados, invitaba a comportarse de forma modosa, pues ponía en evidencia de que no ibas a entrar en un recinto cualquiera. Con todo, el respeto que nos inspiraba aquella entrada no era óbice para que hubiera cierta disputa entre los asilvestrados por tirar del cordel que haría sonar una campanita avisando de nuestra presencia.

A continuación, nada más abrirse la puerta, ocurría algo que de muy pequeña no entendía –lo entendería años más tarde-. Me refiero, Cata, a que nuestra santacatalina siempre nos anunciaba que íbamos a visitar a tía Elena, la hermana monja de mi abuela. Luego, sin embargo, a la hermana portera le decía que íbamos a ver a la madre Teresa y, finalmente, la que aparecía era la tía Elena.

Pero siguiendo con la visita, te diré que se entraba por una puerta pequeña, que se habría en la grande: un signo más de que no entrábamos en un lugar cualquiera. A través de ella, accedíamos a la zona porticada de un amplio patio, que tenía un pozo con brocal en el centro y multitud de macetas alrededor de este. Era verano y el sol daba tan de pleno que, pese a tener el toldo corrido, seguía siendo muy luminoso.

Patio del convento.jpg

La hermana portera nos invitaba a entrar en una sala de visita que solía estar en penumbra y en la que, por contraste con el patio, al principio no se veía nada. De los muebles de aquella estancia apenas guardo recuerdo, con la única excepción de una cómoda de madera oscura sobre la que se encontraba Marcela: una muñeca de gran tamaño vestida con el uniforme que, según mi santacatalina, llevaban las niñas de aquel colegio.

Aunque no era muy amante de las muñecas, aquella tan bien vestida y con el privilegio de vivir en un convento me encantaba y, durante unos años, en la carta de los Reyes Magos, incluí a la deseada Marcela. Pero, al igual que siempre hacían con la bicicleta, sus Majestades de Oriente sustituían a Marcela por algún otro juguete.

De tía Elena, en aquel lugar madre Teresa, recuerdo la sonrisa de alegría con la que siempre entraba en la sala y la blandura de su rosado rostro cuando la besaba; recuerdo que me colocaba la mano debajo de la barbilla, me hacía levantar la cara hacia ella y, mientras me miraba, siempre afirmaba que me parecía a mi abuela paterna; y recuerdo también el tono de voz tan bajo con el que hablaba con mi santacatalina.

Mientras ellas conversaban, mi tía nos animaba a que nos diéramos una vuelta por el patio. Pero el convento solía estar tan silencioso que incluso nosotros, de natural retozones, procurábamos entretenernos de forma sigilosa, hasta que llegaba la hora de despedirnos de tía Elena con un nuevo beso en la rosada mejilla orlada de blanco.

Durante la visita, Cata, experimentaba el mismo placer que se suele experimentar cuando se entra en un lugar prohibido. Y por eso, cuando el otro día recuperé el recuerdo de esta tía abuela monja y de mis tempranas visitas a su convento, me pregunté si la madre Teresa no será la causa de ese deseo, en cierto modo inexplicable, de vivir una segunda o tercera vida en un convento de clausura.

Enlace

[Gretogarbo]

Madre Teresa

Me ha hecho gracia ese galimatías de ir a visitar a la tía Elena, pedir que avisasen a la madre Teresa y que apareciese la tía Elena. Bonitos recuerdos, jilguero. Por cierto, ¿a qué orden pertenecía tu tía abuela?

[jilguero]

Madre Teresa

Me ha hecho gracia ese galimatías de ir a visitar a la tía Elena, pedir que avisasen a la madre Teresa y que apareciese la tía Elena. Bonitos recuerdos, jilguero. Por cierto, ¿a qué orden pertenecía tu tía abuela?

Ten en cuenta que mi santactalina nos llevaba a esas visitas casi desde que aprendíamos a andar. Y en mis primeros recuerdos, había algo en aquellos nombres distintos que me desconcertaba pero lo asociaba a que ers algo que ocurría por estar en un convento. A partir de cierta edad comprendí que aquella mujer tenía dos nombres, pregunté a los mayores y ya me explicaron que uno era su nombre de seglar y el otro de religiosa.

Las monjas de su orden tienen un nombre que me gusta, posiblemente porque supone un tremendo contraste con lo que yo soy (o al menos he aspirado a ser) en esta vida: Esclavas del Divino Corazón. De hecho, mi abuela materna, nos contaba con orgullo que su hermana había sido se las cofundadoras del convento de mi pueblo. Si picas en el enlace, verás que mencionan que mandaron monjas para Puente Genil, pueblo del que eran mis abuelos maternos y, por tanto, también la tía Elena. De hecho, ese pueblo aparece en algunas pamplinas mías por ser historias relacionadas con algunos parientes, como La despedida, donde aparece una Elena que creo que era la causante de que la madre Teresa se llamara Elena (igual era su abuela); Por un par de pecanas y En la anochecida donde aparecen hermanas de mi abuelo materno, si bien es esa última pamplina puse Miragenil, no sé muy bien por qué. Y de esa familia de Puentegenil, un núcleo no despreciable acabó migrando a mi pueblo, que suelo llamar Munda (no es ese su nombre verdadero) y, gracias a ello, nacimos nosotros puesto que mi madre, oriunda ya de allí, conoció a mi padre, que era madrileño, porque iba a mi pueblo a pasar los veranos con sus abuelos y primos.

[Gretogarbo]

Las monjas de su orden...

Conformado, jilguero. Gracias.

[jilguero]

Las monjas de su orden...

Conformado, jilguero. Gracias.

La verborrea de Jilguero es de nota:; lo que Greto quería saber se podía decir con cuatro palabras: Esclavas del Divino Corazón.

No sé, Cata, si alguna vez lograré meterlo por vereda . Desde luego, para la vida conventual habré de amoldazarlo.

Y hoy, día primaveral en toda regla. Me ha llamado la atención que, en los bares del paseo, las mesas del exterior estaban todas con letrero de "reservada". Imagino que serán los locales deseosos de celebrar San José, porque teóricamente la comunidad y las provincia siguen cerradas hasta el 9 de abril.

Cata, ¡qué pandemia tan larga...!

[Gretogarbo]

La verborrea de Jilguero es de nota:; lo que Greto quería saber se podía decir con cuatro palabras: Esclavas del Divino Corazón.

Poder se podía, no te lo niego, pero me ha gustado lo que has explicado.

Me ha llamado la atención que, en los bares del paseo, las mesas del exterior estaban todas con letrero de "reservada". Imagino que serán los locales deseosos de celebrar San José, porque teóricamente la comunidad y las provincia siguen cerradas hasta el 9 de abril.

Claro. Aquí ocurre lo mismo así que salen dos rayos de sol. Los plebeyos tenemos una avidez por el terraceo que jamás he comprendido.

[luchana]

Yo llego pensar si no será que cuando dices:
"me pregunté si la madre Teresa no será la causa de ese deseo, en cierto modo inexplicable, de vivir una segunda o tercera vida en un convento de clausura"
realmente estas en un convento trapense de esos de voto de silencio y que lo compensas hablando a través del teclado, ya que de esa forma no rompes el voto de silencio.
Da gusto leerte, jilguero.

[jilguero]

Yo llego pensar si no será que cuando dices:
"me pregunté si la madre Teresa no será la causa de ese deseo, en cierto modo inexplicable, de vivir una segunda o tercera vida en un convento de clausura"
realmente estas en un convento trapense de esos de voto de silencio y que lo compensas hablando a través del teclado, ya que de esa forma no rompes el voto de silencio.

Jajaja, muy bueno Luchana. Pudiera ser que, en realidad, yo sea una sor María de estos tiempos, que se vale del ordenador del convento, cuya función es la venta on line de los dulces conventuales, para entrar en este foro literario y dar rienda suelta a su verbo contenido por el voto de silencio.

[jilguero]

Ya estamos, Cata, oficialmente en primavera. Una primavera que, en tiempo de pandemia, a los que estamos en la ciudad, nos toca buscarla más que nunca por todos los rincones. En los taludes, en los escalones, en los descampados, en las escombreras..., donde crecen esas plantas dispuestas a sacarle partido a cualquier cosa. Pero también en el mar y en el cielo, donde conforme el sol va cogiendo más altura, cambian las tonalidades, los glaucos van dando paso a los azules.

Ayer presencié esta escena edificante. Digo edificante porque aquí era impensable hace unos años. Como puedes ver, en la playa,a esas horas de la mañana solitaria, había un perro y su dueña. Aunque quizás no alcances a ver ese detalle, ella estaba recogiendo algo de la arena, que como ya te estarás imaginado es un regalito que acaba de dejarle el perro.

Nos vamos civilizando.jpg

Y te digo impensable, porque en esta ciudad marinera, años atrás, era frecuente encontrarse cacas de perro por todos lados (aunque todavía se siguen viendo más de las deseables, que serían ninguna, la situación ha mejorado). Y en la playa, fuera de temporada y encima estando a solas, era imposible ver una escena como esta. Afortunadamente, en este aspecto, vamos mejorando y cada vez son más los paseadores de perros civilizados.

[jilguero]

Como recordarás, Cata, ya os hablé de esa especie de jardín colgante que se monta en el talud de la playa. Un año más están rebrotando en los desagüaderos diversas plantas, como la Lobularia maritima, de la que ya hemos hablado antes.

Lobularia maritima.jpg

O del pepinillo del diablo (Ecballium elaterium),

Pepinillo del diablo.jpg

del que también hemos hablado ya, y Greto nos trajo un video donde se veía a la velocidad con las que salen disparadas semillas.





O de la malva común (Malva sylvestris)

Malva.jpg

planta que crece por todas partes (cunetas, solares, taludes, etc.); todavía no está en flor, pero sus flores son discretas de tamaño, como tantas otras malas hierbas, pero muy bonitas.

De la malva tengo buenos recuerdos de la infancia, porque nos comíamos sus frutos cuando no estaban aún maduros. Le llamábamos panecillos, supongo que porque su forma nos recordaba al pan de unos bocadillos que nuestros padres nos traían cuando iban a Córdoba.

[jilguero]

Un día, Cata, sin pena ni gloria, en lo personal, pero muy hermoso meteorológicamente hablando.

Cierto es que las galerías parecen ser profundas (a ver si un día bajo con linterna y veo algo más) y podría ser que tenga cagadas dentro. No recuerdo que los conejos sean demasiado cuidadosos con ese tema.

Además, recuerda que los conejos, muy listos aunque un poco cochinos, son coprófagos.

Ya nos informarás, jilguero.

Aunque no hay grandes novedades, hoy diría que en las bocas de las galerías había unas huellas que no vi en días anteriores. Pero son difusas, debido a que es arena y, dado que el conejo (si es que es un conejo), habrá de caminar más bien agachado las desdibuja. Pero lo que sí parece claro es que alguien se mueve dentro de ambos desaguaderos, por lo que me pregunto si no estarán unidas.

Entrada 1.jpg

Entrada 2.jpg

[luchana]

Me ha recordado a oír la música que has puesto de Philip Glass a la pelicula Koyaanisqatsi, toda ella con musica de Philip Glass , que me gusto mucho, la grabé cuando la echaron y todavía la tengo,

https://es.wikipedia.org/wiki/Koyaanisqatsi



Enlace

[Gretogarbo]

Aunque no hay grandes novedades, hoy diría que en las bocas de las galerías había unas huellas que no vi en días anteriores.

Anda que como te aparezca...

[jilguero]

Me ha recordado a oír la música que has puesto de Philip Glass a la pelicula Koyaanisqatsi, toda ella con musica de Philip Glass , que me gusto mucho, la grabé cuando la echaron y todavía la tengo.

No la he visto. Gracias por el enlace, a ver si doy con el momento oportuno para catarla .

Pero hoy traía yo una propuesta musical totalmente distinta. Han hablado de ella en el programa de Radio Clásica que no te gusta porque no solo ponen música, sino que comentan.

Enlace

Anda que como te aparezca...

¿Te quieres creer que esa es una asignatura pendiente? Su autor, Lewis Carroll, siempre ha despertado mi curiosidad, pero las historias de Alicia no me han logrado enganchar. Pero, si veo ese conejito en la puerta de la madriguera, prometo intentarlo de nuevo.

*****

Mira, Cata, qué cielo tan azul y que nubes tan bonitas hay hoy. Te reconozco que me han eclipsado un poco el mar. Por cierto, las gaviotas andan revueltas (las estoy escuchando cantar), si bien no sé la razón.

Mar y nubes.jpg

[jilguero]

¡Cómo me gustaría, Cata, que estuvieras hoy aquí para que terminaras el día mirando esta maravilla!

La playa casi vacía, la mar serena, el cielo plácido, el sol a punto de sumergirse en el horizonte...

Se respira serenidad y paz, mucha paz.

Atardeciendo.jpg

La misma serenidad y paz que me produce escuchar esta melodía que, como ya te he dicho, a veces tocaba el pescador con el acordeón sentado en los escalones de la entrada del recuncho de los asilvestrados. Esos escalones que todavía recuerdan el calor y el peso de nuestros cuerpos de entonces, y esos escalones de los que te dije un día que, de los atardeceres vividos en ellos, "los mejores fueron, sin duda, aquellos en los que el pescador sacaba el acordeón y convertía la llegada de la noche en una fiesta improvisada.".

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