El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

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jilguero
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La Casilla del Monte



Casa asilvestrados.jpg

Ayer, Cata, se me ocurrió darme una vuelta por el que fue el recuncho de mi infancia con ayuda de Google Earth; y cuando vi a vista de pájaro las ruinas de la casa, esta vez no se me escapó ninguna lágrima furtiva. He aceptado ya —¡qué remedio!— que ahora ese lugar solo existe en la memoria de quienes vivimos allí antaño y aún seguimos vivos; y que desaparecerá para siempre el día en que muera el último de los seis asilvestrados. Y con su muerte —espero que no me toque a mi semejante responsabilidad—, morirán también la voz del niño y los ladridos del perro de la Casilla del Monte.

Ese era el nombre que dábamos entre nosotros a una pequeña casa blanca que había arriba de una empinada ladera de olivos, sita no muy lejos de nuestro recuncho. Un monte y una casa que cotidianamente veíamos como parte de nuestro horizonte, pero a los que no prestábamos mucha atención; salvo los días en los que el viento soplaba de ese lado y se escuchaba la voz gritona de un niño y los ladridos insistentes de un perro: debía ser hijo único y el chucho su asiduo compañero de juego. Y en esos días ventosos, también oímos el chucuchú y el silbato de un tren que, si bien nunca se dejaba ver —pasaba justo por detrás de la Casilla del Monte—, siempre se hacía escuchar en el paso a nivel que había en la carretera de Montemayor.

Montemayor, Montilla, Montalbán, Monturque, Montulia…, nombres de municipios de la alomada campiña cordobesa en la que nací y pasé la infancia. Pueblos de los que, en algunos casos, los asilvestrados solo conocíamos el sonido de sus nombres; al igual que de ese niño, de ese perro o de ese tren solo conocíamos cómo sonaba su voz, su ladrido o su silbato. Y es que entre el monte (en realidad, era un cerro) donde estaba su casa y la loma en la que estaba la nuestra, había una suerte de valle por el que corría el arroyo de la Carchena: un arroyo de caudal muy variable, que lo mismo inundaba las tierras de cultivo aledañas a su cauce en invierno, que se quedaba seco en verano y solo conservaba unos cuantos buches de agua en los chilancos.

Un lugar para nosotros paradisíaco, la Carchena, a cuyo exiguo bosque de ribera acudíamos en comandita a pescar ranas, a recoger espárragos, a bañarnos en las aguas estancadas de sus pozas o a escuchar el perfumado rumor de los eucaliptos que orillaban su cauce. Eran ejemplares de gran porte y bella corteza —a los eucaliptos me refiero— y, cuando el viento arreciaba, me gustaba detenerme y mirar hacia arriba mientras escuchaba el susurro en cascada de sus hojas o los quejidos secos de sus troncos; aunque tenían el inconveniente de que a su sombra apenas medraban las malas hierbas entre la que tanto nos gustaba retozar.

El cauce de ese arroyo marcaba, por otro lado, el límite del territorio hasta donde se nos permitía avanzar en solitario. No sé si lo que nos cohibía a la hora de traspasar esa frontera era la gran confianza que, en forma de libertad de movimiento, depositaban en nosotros nuestros padres, o si bien lo era el miedo a lo desconocido; pero lo cierto es que nunca fuimos más allá de la orilla opuesta de la Carchena y, por ende, nunca conocimos al niño de la Casilla del Monte ni tampoco a su perro.

Casilla del Monte Carchena Recuncho.jpg

Pasaron los años y, cuando tuvimos que abandonar el recuncho de la infancia, solo nos pudimos llevar con nosotros una buena caterva de recuerdos que nos hablaban de un paraíso perdido. Quizás por eso, unos cuantos lustros después, siendo ya adultos, sentimos la necesidad de volver. Si nos movía el deseo de hacer un vano intento de dar macha atrás en el tiempo, o si bien era puro masoquismo —ganas de hacer aún mayor nuestra saudade—, no lo sé. Pero el caso es que aquella mañana de agosto fuimos caminando desde el pueblo hasta nuestro antiguo mundo.

Dio la casualidad de que lo hicimos por una ruta que pasaba justo por el bajo de la ladera, antaño siempre oculta, del cerro de la Casilla del Monte. Al pasar por ese punto del camino, me acordé de los gritos del niño y de los ladridos del perro, y pensé que estaría bien visitar, aunque fuera tan a destiempo, aquel lugar que siempre había formado parte del horizonte inalcanzable de nuestra infancia. Les propuse, pues, a mis acompañantes de camino que, en vez de seguir por la vereda, atrocháramos cerro arriba a fin de pasar por la antigua construcción.

A mala hora, Cata, se me ocurrió hacer esa propuesta, y a mala hora los demás la aceptaron. Y digo a mala hora porque hubiera sido infinitamente mejor conservar solo aquel vago recuerdo de la voz del niño y del vivaz ladrido de su perro, que tener ahora un recuerdo superpuesto de lo que vi aquel día... Era verano, hacía mucho calor y, aunque la tierra estaba reseca y desprovista de vegetación, el cerro seguía estando surcado por una multitud de hileras de olivos. Sabíamos que la casa estaba ya deshabitada y en ruina, pero eso no fue óbice para que avanzáramos ladera arriba con ilusión.

Cuando llegamos al llanete que había en lo más alto del cerro, comprobamos que de la casa no quedaba ni un solo muro en pie, si bien en el suelo se podía aún distinguir con claridad lo que había sido su antigua planta. Allí no había mucho más que ver y, tras recorrer el llanete un par de veces, nos dispusimos a continuar nuestro camino. Con todo, antes de comenzar la bajada, me detuve un momento para contemplar en el horizonte nuestra casa tal como ellos, el niño y el perro, debieron contemplarla en otros tiempos.

Casilla del Monte.jpg

Y fue justo después, al mirar de nuevo hacía el suelo para iniciar el descenso, cuando tuve la mala suerte de ver delante mía una vieja grada —pura herrumbre ya— que de inmediato puso en ebullición mi memoria. Recordé imágenes del pasado en las que, en medio de una inmensa polvareda, una grada idéntica a aquella recorría la tierra calma allanando el terreno antes de la siembra del cereal o peinaba el olivar desmoronando los terrones antes de la nueva cosecha de aceitunas.

No sé si fue la curiosidad, o bien el deseo de prolongar un poco más mi visita a la Casilla del Monte, lo que me llevó a caminar alrededor de aquel viejo apero de labranza, pero la cuestión es que lo hice y, al hacerlo, vi lo que preferiría no haber visto nunca. Atado a uno de los hierros de la grada, había un trozo de cuerda y, cuando seguí esta con la vista, descubrí que en el otro extremo había una lazada justo a nivel del cuello del esqueleto completo de un perro.

Habían pasados demasiados años para que pudiera ser el mismo y, sin embargo, no pude evitar que en mi cabeza la imagen de esos huesos quedara asociada para siempre a los ladridos de antaño. Una escena tétrica, brutal, que me encogió el corazón. Porque, si bien nunca es justo que la gente se deshaga de un perro cuando ya no lo necesita, que lo haga además de esa manera, obligándolo a morir de hambre y sed en soledad, tiene un plus de sadismo que me resulta repulsivo.

Momentos antes, mientras miraba en el horizonte el que había sido nuestro recuncho —la casa todavía estaba en pie—, me había dicho que, una vez conocida su perspectiva, nada me impedía escribir la historia del niño y del perro de la Casilla del Monte; una historia en la que quizás ese hijo único nos mirara jugar en comandita con envidia. Pero ni la he escrito aún ni creo que la escriba nunca, porque me da miedo que el recuerdo del esqueleto de ese perro, atado por un cordel a la vieja grada, me obligue a meterme en la piel de quien cometió semejante salvajada.


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por luchana »

Tessia escribió: 19 Abr 2021 08:35 ¡Buenos días!

Como sé que os gusta la naturaleza tanto como a mi, aquí os dejo la cámara de emisión en directo de Territorio Lince. Por si os interesa ojear un poco...
Esta es la web https://www.territoriolince.xx/
xx=es

"
¿Qué animales podrás ver? lince ibérico, lirón careto, jabalíes, ciervos, ratones de campo, garduña, gineta, tejón y meloncillo, respecto a las aves hay mochuelos, lechuzas, búhos, herrerillos, abejarucos, abubillas, águila calzada, gavilán, picos picapinos, jilgueros, perdices, alcaudones, autillos y águila culebrera, entre otras."
Yo ese enlace lo veo como video. Y este en directo, con sonido. Fijaros en la hora y la fecha

Enlace
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por luchana »

Historia tierna, pero con final triste, mas que triste tétrico. Lo he buscado y lo he encontrado en google, el arroyo, las casas, el tren, los olivos al tresbolillo... Si impresiona verlos desde abajo todo el horizonte rodeado de olivos, también impresiona verlos desde el cielo, dibujando esos mosaicos...
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por Tessia »

luchana escribió: 19 Abr 2021 19:40 Yo ese enlace lo veo como video. Y este en directo, con sonido. Fijaros en la hora y la fecha

Enlace
Gracias, luchana. Por lo visto copié mal el enlace. :)
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

luchana escribió: 19 Abr 2021 22:52 Historia tierna, pero con final triste, mas que triste tétrico. Lo he buscado y lo he encontrado en google, el arroyo, las casas, el tren, los olivos al tresbolillo... Si impresiona verlos desde abajo todo el horizonte rodeado de olivos, también impresiona verlos desde el cielo, dibujando esos mosaicos...
En esta historia la realidad ha sido bordeada en tanto en cuanto mi memoria lo haya hecho. Ese fue el paraíso de mi infancia lleno de olivos, vid (delante de casa ahora hay olivos y una balsa enorme de alpechín, pero entonces había viña y yo tuve la suerte de asistir a todo el proceso de plantación, desde el cavado de los hoyos, la llegada de los sarmientos que fueron mantenidos bajo tierra hasta que llegó el momento del injerto; una preciosidad, por cierto, ver cómo los injertaban en las cepas) y tierra calma para la siembra de cereales (trigo, cebada, maíz) y leguminosas (garbanzos, habas y alfalfa). Y las imágenes de Google reflejan la crudeza del verano (en esa época, solo a la sombra de los eucaliptos de la Carchena encontrabas cierto frescor), pero el resto de las estaciones, en cuanto llovía, todo reverdecía y el aspecto general mejoraba. En cualquier caso, era el paisaje que conocía, era feliz allí y, por ende, me parecía un lugar maravilloso para vivir.

La Casilla del Monte existió, como existió también la voz de ese niño que nunca conocí, los ladridos del perro y el sonido del tren en su tramo entre Montilla y Córdoba. De adultos hicimos varias marchas hasta la casa, pero en la ocasión a la que me refiero fue la primera vez en que hicimos ese recorrido pasando justo por la espalda (la cara oculta) del cerro donde estaba la Casilla del Monte. Y para mí fue brutal cuando de todos los recuerdos de vida que yo tenía (el niño y el perro) la única muestra con la que me encontré fue con el esqueleto de ese perro que habían dejado atado a una grada herrumbrosa. Tremendo. De pequeña ya vi algún perro ahorcado, pero pro aquel entonces solía ser porque el perro se creía que estaba enfermo de rabia. Pero dejar un perro solo y atado, en aquel cerro a pleno sol, es de una incomprensible crueldad.

Por cierto, Luchana, ya comenté, cuando no andabas aún por el bujío, que hay quienes defienden que justo en el llano que había delante de la que fue mi casa, en el centro del triángulo formado por Montemayor, Montilla y Espejo, tuvo lugar la famosa batalla de Munda.


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »


Limpiando el polvo en casa he visto este cacahuete pétreo y me he dicho: ¡Vamos a enseñárselo a Cata! :D

cacahuete pétreo.jpg

La verdad es que no estoy segura de su origen, pero tiene pinta de ser un fragmento de coral fosilizado o bien un trozo de algún coral actual cuyos pólipos tengan esqueleto pétreo. Lo digo porque en cada una de esas cavidades se ven las laminitas típicas de los coralitos.

Sea un fragmento de alguna especie viva o fósil, lo que parece evidente es que está muy erosionado, posiblemente por el vaivén las olas. Lo recogí en la playa hace muchos años. Lo más parecido que he encontrado en la red es este otro que tendría mucha más densidad de pólipos.

Coral fósil.jpg


Porque cuando están vivos, la pinta de estas especies coloniales, constituidas por la unión de muchos pólipos, es tal que así (estos son los pólipos que son primos de las anémonas):

Imagen


En cualquier caso, sea lo que sea, me gusta y por eso lo conservo :wink:.
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 20 Abr 2021 18:52Limpiando el polvo en casa he visto este cacahuete pétreo... tiene pinta de ser un fragmento de coral fosilizado o bien un trozo de algún coral actual cuyos pólipos tengan esqueleto pétreo.
En cualquier caso, sea lo que sea, me gusta y por eso lo conservo...
Es que es muy chulo, jilguero. Sí se ve perfectamente la estructura de los pólipos en las cavidades.
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió: 21 Abr 2021 08:58 Es que es muy chulo, jilguero. Sí se ve perfectamente la estructura de los pólipos en las cavidades.
Eso pensé cuando lo vi y me agaché a recogerlo. Tiene, además, un tacto muy agradable.

Comparte repisa con piedras varias, muchas de las cuales ya no recuerdo su origen (confíe demasiado de mi memoria). Pero de las que sí recuerdo, tengo algunas de una playa escocesa (en Stoneheaven) donde había un tremendo griterío de aves marinas, una muy chula de una bahía de Terranova (regalo, no he estado de ahí ni creo que nunca vaya) recogida un día gélido y una lasca del inacabado obelisco de Hatshepsut (esta nunca olvidaré su origen, o eso creo) que recogí en un día tremendamente caluroso.

A veces me imagino un cataclismo, en el que todas las piedras y fósiles de casa queden sepultados juntos, componiendo un incongruente yacimiento arqueológico.


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 21 Abr 2021 18:34A veces me imagino un cataclismo, en el que todas las piedras y fósiles de casa queden sepultados juntos, componiendo un incongruente yacimiento arqueológico.
Y el Arsuaga de turno, rompiéndose la cabeza. A saber si en Atapuerca no hubo un jilguero neandertal coleccionista de huesos.
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió: 21 Abr 2021 19:04 Y el Arsuaga de turno, rompiéndose la cabeza.
Seguro que se lo pasaría bomba, yo lo haría, poniendo en pie el rompecabezas.
*****


Hoy, Cata, ha habido una momentánea vuelta atrás en el tiempo. Me gustan los contrastes y, después, de días casi veraniegos, hoy ha llovido y ver este cielo encapotado ha sido un placer.

Nubarrones.jpg


Y aunque ya te la haya mostrado con anterioridad, no me he podido resistir a hacerle una foto a lo que queda (han quitado la planta principal y ahora solo queda esta ramificación de la pared) de la Cymbalaria muralis de la escalera de la playa. La flor que está más arriba muestra todavía una gota de la reciente lluvia. ¿No me digas que no es una preciosidad? :D

Cymbalaria.jpg


Con lilas llenas de agua,
le golpeé las espaldas.
Y toda su carne blanca
Se enjoyó de gotas claras.

(Juan Ramón Jiménez).
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »


Hace un rato, Cata, que estoy pensando en ti, y en mi santacatalina, y en todas las mujeres que habéis dedicado vuestra vida a ser la piedra angular de vuestras familias. Pensando en lo mucho que os debemos, en las infancias tan felices que hemos tenido gracias a vosotras.

¿A qué viene esto, ahora?, te estarás preguntando. Pues viene a que cabo de terminar de leer una novela que tiene un título muy bonito, Vinieron como golondrinas, tomado de estos versos del Yeats:

Cual golondrinas llegaron y se fueron
y sólo un poderoso carácter femenino
podía proteger el primer vuelo de una golondrina;
y la media docena que allí estaban formándose,
que parecían girar al mismo viento,
hallaron certidumbre en el aire soñado...

Sin esa generosidad vuestra, sin esa entrega para protegernos durante nuestro primer vuelo, no habríamos tenido la infancia que hemos tenido, ni podríamos ser ahora tal como somos, y quizás no amaríamos tampoco tanto la vida...

Y aunque te iba a hablar hoy del pie de liebre (Plantago lagopus), mejor lo dejamos para mañana.


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Mensaje por jilguero »


Día nublado y gris, pero cálido: ni chicha ni limoná.

Procedo, pues, Cata, a presentar una planta muy común y que seguro habrás visto más de una vez en tu vida. Aquí está presente, aunque no es abundante, en la zona de vegetación que hay por donde anda la madriguera de Tomás el Esquivo, el cual sigue haciendo honor a su sobrenombre.

Como ya te adelanté ayer, se trata del pie de liebre o llantén menor**, Plantago lagopus. Nombre que, en el caso de Plantago, es de origen latino y significa "parecido a la planta del pie", ya que procede de Planta (=planta del pie)+ ago (=parecido), en alusión a la forma de sus hojas (con mucha imaginación, desde luego). En el caso de, lagopus, es de origen griego y significa "pie de liebre", ya que viene de lagos (=liebre) y pous (=pie).

Imagen


Es, Cata, de nuevo, una especie todo terreno, nada exigente, capaz de crecer en baldíos, cunetas, taludes, etc., de ahí que crezca en ese talud de bajada a la playa. Tiene un rosetón de hojas en la base y luego un escapo floral terminado con una inflorescencia con flores muy pequeñas de las que sobresalen los estambres mucho.

Imagen


Antaño había quien picaba sus hojas más tiernas y se las comía como ensalada. Pero también se ha usado con fines medicinales, como diurético, antiinflamatorio o bien para cortar las diarreas.

** Hay también quien le llama "rabo de liebre", con el que le veo similitud; o "rabo de judío", de cuya similitud no puedo dar fe :cunao:.


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Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 24 Abr 2021 18:14... se trata del pie de liebre o llantén menor**, Plantago lagopus.
Una más de las plantas no deseadas que crecen en mi césped y que me dedico, a ratos, a eliminar de raíz. Lo que no sabía era que sus hojas tiernas pudiesen echarse a las ensaladas. Tampoco que los rabos judíos tuviesen ese aspecto.
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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

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Gretogarbo escribió: 25 Abr 2021 08:26
jilguero escribió: 24 Abr 2021 18:14... se trata del pie de liebre o llantén menor**, Plantago lagopus.
Una más de las plantas no deseadas que crecen en mi césped y que me dedico, a ratos, a eliminar de raíz. Lo que no sabía era que sus hojas tiernas pudiesen echarse a las ensaladas. Tampoco que los rabos judíos tuviesen ese aspecto.
Ya ves: mi primavera pandémica se compone sobre todo de lo que tú desechas, como dicen en cierto modo estos versos de Calderón:
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.


En cuanto a lo de los rabos judíos, te diría que los nombres populares no suelen estar puestos a voleo, si bien para los parecidos es necesario tirar un poco de la imaginación. En este caso, dándole vueltas ayer (no es que el tema me quitara el sueño, pero ya sabes que me gusta buscar la explicación de las cosas), me pregunté si no estará relacionado con que la costumbre de la circuncisión en los judíos, porque sus rabos circuncidados tengan un mayor parecido con las inflorescencias de esta especie. Ya sabes que eso de ver falos por todos lados está muy extendido en una parte nada desdeñable de la población humana.

Edito: creía que a voleo venía de bolear pero parece que no corrijo, pues.
Última edición por jilguero el 25 Abr 2021 10:14, editado 1 vez en total.


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Re: El bujío de Santa Catalina 2 (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 25 Abr 2021 09:59... me pregunté si no estará relacionado con que la costumbre de la circuncisión en los judíos, porque sus rabos circuncidados tengan un mayor parecido con las inflorescencias de esta especie.
Pues ahora que lo dices...
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