Soda y pizza (Microrrelato)
Publicado: 20 Feb 2021 01:53
—Pásame la sal Dandy.
Daniel sabe que las pizza tienen exceso de sal pero a él le gustan más gustosas. Le da apuro que sus dos amigos le vean en ese acto casi pecaminoso de echar sal a una porción de pizza, y procura hacerlo casi a escondidas.
—Mira Dandy.
Daniel quiere desviar la atención de su pecadillo, y a la vez argumentar a su compañero el Dandy, respecto a su opinión de por qué la gente no considera un trabajo jugar a las cartas.
—Hasta el día de hoy querido amigo, el juego en general es considerado un pecado capital, y el trabajo sea cual sea una virtud. El día que alguien te desee que tengas buen trabajo cuando vas a jugar con tus amigos, le habrán salido pelos a las ranas.
Todos rieron la gracia cuidando de no expurrear la comida fuera de la boca. No es una novedad ver al grupo de tres disfrutando de pizza y conversación ya sea vana o interesante. Eso sí, nada de alcohol. Ninguno de ellos tiene la costumbre de beber con la comida nada que no sea una soda o agua. El Dandy se siente aludido. Es verdad que en algunas ocasiones puso ese dilema en el candelero de sus conversaciones, pero nunca con el ánimo de que fuera tomado en serio. Dandy es reservado y algo tímido, pero también tiene sus momentos y casi siempre humorísticos. Se siente feliz si sus salidas, muchas veces pueriles, son recibidas con risotadas. El tercero de ellos apodado el Niño, quiere que ese asunto tenga una respuesta seria y argumentada. Es de las pocas veces que comiendo opina algo sin reírse. Sus aportaciones son siempre para incitar a los compañeros a la carcajada fácil y contagiosa.
—Yo creo —Argumenta el Niño— que tendríamos que votar con nuestra opinión. ¿Quién está de acuerdo en que estamos trabajando, y quién en que estamos cometiendo un pecado capital?
Esta vez el Niño les ha pillado por sorpresa. Todos pensaban que iba en serio. De nuevo risotadas de tal magnitud que los vecinos comensales dirigieron sus miradas a su mesa.
—Pues yo voto a favor del pecado capital.
Afirma el Dandy a viva voz, despues de dar un trago de soda y con el vaso aún en alto. De nuevo otra marea de miradas de los comensales vecinos. Esta vez no hubo risas sino cabezas gachas intentando esconderse del entorno.
-Bueno, yo creo que nosotros trabajamos sea cual sea la opinión de la gente.
Esta fue la última frase de Daniel respecto al tema. Ahora, lo único que preocupa al grupito de amigos, es que las bandejas de pizza y los vasos de soda quedaron vacíos y llaman al camarero para reponer.
Daniel sabe que las pizza tienen exceso de sal pero a él le gustan más gustosas. Le da apuro que sus dos amigos le vean en ese acto casi pecaminoso de echar sal a una porción de pizza, y procura hacerlo casi a escondidas.
—Mira Dandy.
Daniel quiere desviar la atención de su pecadillo, y a la vez argumentar a su compañero el Dandy, respecto a su opinión de por qué la gente no considera un trabajo jugar a las cartas.
—Hasta el día de hoy querido amigo, el juego en general es considerado un pecado capital, y el trabajo sea cual sea una virtud. El día que alguien te desee que tengas buen trabajo cuando vas a jugar con tus amigos, le habrán salido pelos a las ranas.
Todos rieron la gracia cuidando de no expurrear la comida fuera de la boca. No es una novedad ver al grupo de tres disfrutando de pizza y conversación ya sea vana o interesante. Eso sí, nada de alcohol. Ninguno de ellos tiene la costumbre de beber con la comida nada que no sea una soda o agua. El Dandy se siente aludido. Es verdad que en algunas ocasiones puso ese dilema en el candelero de sus conversaciones, pero nunca con el ánimo de que fuera tomado en serio. Dandy es reservado y algo tímido, pero también tiene sus momentos y casi siempre humorísticos. Se siente feliz si sus salidas, muchas veces pueriles, son recibidas con risotadas. El tercero de ellos apodado el Niño, quiere que ese asunto tenga una respuesta seria y argumentada. Es de las pocas veces que comiendo opina algo sin reírse. Sus aportaciones son siempre para incitar a los compañeros a la carcajada fácil y contagiosa.
—Yo creo —Argumenta el Niño— que tendríamos que votar con nuestra opinión. ¿Quién está de acuerdo en que estamos trabajando, y quién en que estamos cometiendo un pecado capital?
Esta vez el Niño les ha pillado por sorpresa. Todos pensaban que iba en serio. De nuevo risotadas de tal magnitud que los vecinos comensales dirigieron sus miradas a su mesa.
—Pues yo voto a favor del pecado capital.
Afirma el Dandy a viva voz, despues de dar un trago de soda y con el vaso aún en alto. De nuevo otra marea de miradas de los comensales vecinos. Esta vez no hubo risas sino cabezas gachas intentando esconderse del entorno.
-Bueno, yo creo que nosotros trabajamos sea cual sea la opinión de la gente.
Esta fue la última frase de Daniel respecto al tema. Ahora, lo único que preocupa al grupito de amigos, es que las bandejas de pizza y los vasos de soda quedaron vacíos y llaman al camarero para reponer.