Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
- Mister_Sogad
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Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
Demonio, lo que se dice demonio, no sabe si lo es. Es decir, ni tiene cuernos --ni señora que me los ponga, llegado el caso--, ni rabo --del que sale del final de la espalda--, ni es rojo --ni alzo el puño al cielo, pero no se refiere a eso--. Prefiere el frío al calor aunque, si se le antojan una fabada, un buen cocido o un potente marmitako le sale la lengua viperina si se los toma tan siquiera templados. Calza un cuarenta y uno, así que nada de pezuñas ni piel de borrego --aunque practico a menudo eso de hacer lo que hace la mayoría, por no destacar--.
Pero sí que lleva al demonio dentro. --Bueno, vale, UN demonio, no EL demonio, que tampoco me creo tan importante--.
EL CÓMO Y EL CUÁNDO
Decía su abuela que era un demonio de chiquillo, que no paraba un momento y que cosa que veía cosa que rompía. --No tengo idea de si hay demonios nerviosos y torpes, pero el que yo tengo es bastante tranquilo; sin embargo, tal vez mi abuela podía ver el futuro--. El caso es que, de tanto decírselo el crío acabó creyéndoselo y empezó a tomarle el gusto a hacer cosas malas. --Así que, la señora madre de mi madre llevaba más razón que una San... bueno, que llevaba razón--.
A los catorce comenzó a interesarse por los temas oscuros, el más allá, las leyendas negras, las crucecitas invertidas, las estrellitas --de las del cielo no, ojo--, y se tropezó con un club muy apañado de gente con sus mismos gustos o malos gustos, que les molaba ir de negro, hacerse los malotes y se sabían al dedillo todos aquellos jueguecitos para invocar al diablo. Hechizos, sortilegios, pociones, libros negros, grabaciones de soniditos sin sentido, e incontables tableros llenos de letras y números poblaron su adolescencia.
En una de aquellas llamadas al más allá se le metío algo. Y no era lo que le solía decir su padre sobre que le había dado un aire que lo había dejado tonto, ni tenía pájaros en la cabeza. --No, no, se me había metido un señor dentro, un señor demonio, con su barba de chivo, sus cuernos y demás parafernalia--.
Lo notó enseguida. Comenzó a tener ideas y deseos que no eran suyos, y mucho menos de un muchacho de quince años, --ni del pavo aquél que no hacía más que mentar mi madre. ¿Qué diantres tenía que ver un pollo feo con mi situación?--.
Nadie le creyó, porque el demonio se le agarraba a la lengua y le hacía parecer tonto cuando trataba de explicarlo. Incluso los del club lo miraban muchas veces con suspicacia, --¡Justo ellos! Seguro que era por envidia--.
DON SEGIS
Su nombre es Segismundo, cosa de sus padres que querían honrara a cierto pariente que llevaba muerto un par de generaciones. A él no le había gustado nunca, así que cuando alguien tuvo la feliz idea de llamarlo Segis a modo de diminutivo, --seguro que por ahorrarse letras--, se lo quedó encantado. Claro, luego acabadas la pubertad y la adolescencia y atravesadas las puertas de la mayoría de edad se dio cuenta que no quedaba muy serio aquello, --mi demonio también estaba de acuerdo en eso--. Así que intentó cambiar el diminutivo a otro con más presencia, apostando por lo que quedaba de su nombre: Mundo. --Sí, parecía más digno, más importante; Mundo, Don Mundo, Señor Mundo, ¡Mister Mundo!--.
Pero aquello no cuajó, por lo que fuera ninguno de sus conocidos, --ni los desconocidos--, dejaron de llamarlo Segis. Si bien sí que logró añadirle el don, el señor e, incluso, el míster. --¿Me molestó? Sí, pero tampoco fue para que se acabara el mundo... bueno, en este caso sí--.
Continuará... --quizá.
Pero sí que lleva al demonio dentro. --Bueno, vale, UN demonio, no EL demonio, que tampoco me creo tan importante--.
EL CÓMO Y EL CUÁNDO
Decía su abuela que era un demonio de chiquillo, que no paraba un momento y que cosa que veía cosa que rompía. --No tengo idea de si hay demonios nerviosos y torpes, pero el que yo tengo es bastante tranquilo; sin embargo, tal vez mi abuela podía ver el futuro--. El caso es que, de tanto decírselo el crío acabó creyéndoselo y empezó a tomarle el gusto a hacer cosas malas. --Así que, la señora madre de mi madre llevaba más razón que una San... bueno, que llevaba razón--.
A los catorce comenzó a interesarse por los temas oscuros, el más allá, las leyendas negras, las crucecitas invertidas, las estrellitas --de las del cielo no, ojo--, y se tropezó con un club muy apañado de gente con sus mismos gustos o malos gustos, que les molaba ir de negro, hacerse los malotes y se sabían al dedillo todos aquellos jueguecitos para invocar al diablo. Hechizos, sortilegios, pociones, libros negros, grabaciones de soniditos sin sentido, e incontables tableros llenos de letras y números poblaron su adolescencia.
En una de aquellas llamadas al más allá se le metío algo. Y no era lo que le solía decir su padre sobre que le había dado un aire que lo había dejado tonto, ni tenía pájaros en la cabeza. --No, no, se me había metido un señor dentro, un señor demonio, con su barba de chivo, sus cuernos y demás parafernalia--.
Lo notó enseguida. Comenzó a tener ideas y deseos que no eran suyos, y mucho menos de un muchacho de quince años, --ni del pavo aquél que no hacía más que mentar mi madre. ¿Qué diantres tenía que ver un pollo feo con mi situación?--.
Nadie le creyó, porque el demonio se le agarraba a la lengua y le hacía parecer tonto cuando trataba de explicarlo. Incluso los del club lo miraban muchas veces con suspicacia, --¡Justo ellos! Seguro que era por envidia--.
DON SEGIS
Su nombre es Segismundo, cosa de sus padres que querían honrara a cierto pariente que llevaba muerto un par de generaciones. A él no le había gustado nunca, así que cuando alguien tuvo la feliz idea de llamarlo Segis a modo de diminutivo, --seguro que por ahorrarse letras--, se lo quedó encantado. Claro, luego acabadas la pubertad y la adolescencia y atravesadas las puertas de la mayoría de edad se dio cuenta que no quedaba muy serio aquello, --mi demonio también estaba de acuerdo en eso--. Así que intentó cambiar el diminutivo a otro con más presencia, apostando por lo que quedaba de su nombre: Mundo. --Sí, parecía más digno, más importante; Mundo, Don Mundo, Señor Mundo, ¡Mister Mundo!--.
Pero aquello no cuajó, por lo que fuera ninguno de sus conocidos, --ni los desconocidos--, dejaron de llamarlo Segis. Si bien sí que logró añadirle el don, el señor e, incluso, el míster. --¿Me molestó? Sí, pero tampoco fue para que se acabara el mundo... bueno, en este caso sí--.
Continuará... --quizá.
Última edición por Mister_Sogad el 13 Jun 2021 08:15, editado 1 vez en total.
Re: Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
Planto bandera
--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
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Re: Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
Me quedo para el próximo tramo aquí sentado
Soñar... ¡Donosa locura!
Blanca de los Ríos Nostench.
Erase una persona tan despistada que se quedó una semana en su casa encerrada pues sus llaves no encontraba.
Blanca de los Ríos Nostench.
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Re: Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
Parece cargado de humor
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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- Mister_Sogad
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Re: Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
EL CONTINENTE
Don Segis mide alrededor de un metro y sesenta centímetros --perdona, uno sesenta y tres, que cada centímetro cuenta, mira cómo a más de uno se le crispan los nervios por un centímetro arriba o abajo. Pues yo igual, ¡no me quites mis tres centímetros!--. Una estatura que nunca le ha supuesto problema, pues a lo que no podía alcanzar de una forma lo podía hacer de otra. --Soy un Napoleón moderno, bueno sin el caracolito--.
No es que tenga una labia especial o una inteligencia fuera de lo común... --¡Eh! ¡Eh! Ojito con eso, que tampoco soy ningún papanatas. A ver, sí que más de una vez he escuchado expresiones como “cabeza de serrín, atontado, memo,..." y miradas de las de poner expresión como de estar mirando a un perro abandonado, pero eso son solo envidias. Simplemente me gusta abstraerme, mirar al infinito, si eso sucede en medio de una conversación ¿yo qué culpa tengo?--.
Pero sí que cae bien a la gente. No es su simpatía o su don de gentes, es más bien su carisma, su humor irónico, su manera de ver la vida. --Una vida que hay que vivirla porque toca, que incluso la mierda más maloliente tiene su aquél, que se lo digan a las moscas, o a los periodistas, que para el caso...--.
A parte de su estatura destacan: su nariz, grande y similar a la de un boxeador --aunque no me han dado una buena hostia en la vida, ni de adolescente que bien me las merecía. Eso sí, hablamos de golpes físicos de los otros me han aporreado pero a base de bien--. Y otra cosa que destaca son sus ojos, pequeños pero saltones --juro que ninguno se me ha salido nunca de las cuencas, aunque he visto cada cosa que.... El resto de su anatomía es de tipo normal, orejas --dos--, boca y cabeza ni grande ni pequeñas. Tiene barriguita, pero sin exagerar --no tengo problema de talla al buscar pantalones, al menos de cintura, ejem--.
Por lo demás le gusta llevar el pelo muy corto, peinado con raya a la izquierda, dejarse un bigote ancho que termina casi en la comisura de los labios --me da más presencia, creo yo--, y viste normalmente de manera formal. --Donde se ponga un buen traje, con su camisa, su corbata y un bonito sombrero a juego que se quite lo demás--.
Camina muy rígido, normalmente rápido pero dando pasos cortos --las zancadas largas son para los despreocupados, yo prefiero ir con cuidado, así las mierdas del camino las esquivo sin problemas, a las de dos patas es más complicado--.
Don Segis mide alrededor de un metro y sesenta centímetros --perdona, uno sesenta y tres, que cada centímetro cuenta, mira cómo a más de uno se le crispan los nervios por un centímetro arriba o abajo. Pues yo igual, ¡no me quites mis tres centímetros!--. Una estatura que nunca le ha supuesto problema, pues a lo que no podía alcanzar de una forma lo podía hacer de otra. --Soy un Napoleón moderno, bueno sin el caracolito--.
No es que tenga una labia especial o una inteligencia fuera de lo común... --¡Eh! ¡Eh! Ojito con eso, que tampoco soy ningún papanatas. A ver, sí que más de una vez he escuchado expresiones como “cabeza de serrín, atontado, memo,..." y miradas de las de poner expresión como de estar mirando a un perro abandonado, pero eso son solo envidias. Simplemente me gusta abstraerme, mirar al infinito, si eso sucede en medio de una conversación ¿yo qué culpa tengo?--.
Pero sí que cae bien a la gente. No es su simpatía o su don de gentes, es más bien su carisma, su humor irónico, su manera de ver la vida. --Una vida que hay que vivirla porque toca, que incluso la mierda más maloliente tiene su aquél, que se lo digan a las moscas, o a los periodistas, que para el caso...--.
A parte de su estatura destacan: su nariz, grande y similar a la de un boxeador --aunque no me han dado una buena hostia en la vida, ni de adolescente que bien me las merecía. Eso sí, hablamos de golpes físicos de los otros me han aporreado pero a base de bien--. Y otra cosa que destaca son sus ojos, pequeños pero saltones --juro que ninguno se me ha salido nunca de las cuencas, aunque he visto cada cosa que.... El resto de su anatomía es de tipo normal, orejas --dos--, boca y cabeza ni grande ni pequeñas. Tiene barriguita, pero sin exagerar --no tengo problema de talla al buscar pantalones, al menos de cintura, ejem--.
Por lo demás le gusta llevar el pelo muy corto, peinado con raya a la izquierda, dejarse un bigote ancho que termina casi en la comisura de los labios --me da más presencia, creo yo--, y viste normalmente de manera formal. --Donde se ponga un buen traje, con su camisa, su corbata y un bonito sombrero a juego que se quite lo demás--.
Camina muy rígido, normalmente rápido pero dando pasos cortos --las zancadas largas son para los despreocupados, yo prefiero ir con cuidado, así las mierdas del camino las esquivo sin problemas, a las de dos patas es más complicado--.
- Mister_Sogad
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Re: Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
A ver si logro que la idea cuaje y crezca.
Gracias por la atención Gava, jose2v y Lucía .
P. D: he cambiado el color del texto, a ver si este me gusta más.
Gracias por la atención Gava, jose2v y Lucía .
P. D: he cambiado el color del texto, a ver si este me gusta más.
Re: Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
A los daltónicos no les molestará.Mister_Sogad escribió: ↑13 Jun 2021 08:32 A ver si logro que la idea cuaje y crezca.
Gracias por la atención Gava, jose2v y Lucía .
P. D: he cambiado el color del texto, a ver si este me gusta más.
Soñar... ¡Donosa locura!
Blanca de los Ríos Nostench.
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Erase una persona tan despistada que se quedó una semana en su casa encerrada pues sus llaves no encontraba.
Re: Las desventuras de un endemoniado (Relato encadenado)
Este es más neutro.
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