El Guerrero de Gata (Fantasía Magia y Espada)

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Artifacs
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El Guerrero de Gata (Fantasía Magia y Espada)

Mensaje por Artifacs »

Fantasía de Magia y Espada estilo "vintage" hispánico.

Capítulo 1 - El Guerrero de Gata

Ni a seis leguas de los traicioneros escarpes que forman el infame Monte Acuña, reposaba en una hondonada el bosque que venía a caer en los dominios del un tal Don Flipus, uno de los ricos maeses de la Alta Aragonia. Era este un joven enjuto y delicado, más inclinado al estudio de los arcanos y al polvo de los pergaminos que al ejercicio de la caza. Era por tal temperamento y constitución que flaco caso hacía Don Flipus a lo que acontecía en aquella floresta.

Pero toda alma audaz que invirtiera dos días de viaje a ligero corcel desde el corazón del bosque encontraba hacia el norte una hacienda cuidada por la alegre familia de la Riva. Daba esta hacienda descanso a todo aquel que tuviera algunas piezas de plata en la bolsa. Ya fuese peregrino, hechicero, monje, guerrero, juglar, gente menuda o el mismísimo rey de las tres Valencias, bien asegurado se le tenía a la mesa un buen guiso, un alegre vino y un lecho de plumas como las de los mismos ángeles. Y por tal fama se allegaban a la Fonda de la Riva toda suerte de extraños personajes con aun más extrañas noticias, historias y encomiendas que a pocos oídos les eran baladíes.

Y con tal conocimiento había partido Lope hacia la Fonda de la Riva desde hacía unos días.

Rompía la mañana estival con el canto del gallo en las corralas de la posada cuando Lope salió a paso tranquilo por una trocha nacida del bosque hacia la fonda. Vestía el guerrero un jubón que dejaba los brazos al aire en toda su longitud, taparrabos de cordobán y ajadas botas hasta las rodillas. Su única impedimenta era un diminuto zurrón de piel de gineta colgado al lado izquierdo y una vaina de espada amarrada con correa al bies ante el pecho. Sobresalía por el hombro derecho la enorme empuñadura con guardia en cruceta del mandoble. El rostro de Lope era de quijada cuadrada, pómulos como dos colinas bajo pequeños ojillos verdes. La frente era recta y alta como la fachada de un acantilado, coronada por una banda de cuero que separaba a ambos lados dos melenas rubias desbordadas hasta los hombros.

Y viendo Marta desde la corrala la alta y robusta figura que llegaba por el camino, no acertaba a dar grano a las gallinas, pensando: «¿Quién es este que asoma, que no han visto mis ojos zagal más lozano en mis treinta veranos?»

"Salve y buenos días," dijo Lope parado a poca distancia de la cerca del gallinero.

Y no sabiendo qué entender de su desentender, a Marta se le cayó la cesta al suelo, esparciendo todo el grano, y no pudo importarle menos, y se acercó a él como por hechizo, apoyando las manos en la cerca.

Lope señaló con un brazo al edificio de dos alturas que era la taberna junto al camino y dijo: "¿Puede un extremeño entrar y cebarse en la fonda? Tengo diez maravedíes."

"Puede," susurró Marta sin poder dar sensata comanda a sus ojos, posados en el cuerpo del rapaz ora aquí, ora allá, como quien admira las columnas de un templo a los héroes.

"Por la sombra pues," saludó Lope inclinando la cabeza en torpe reverencia, antes de hacer camino hacia la entrada de la taberna.

Al desaparecer el extranjero dentro del edificio, Marta se arremangó los faldones del vestido y corrió hacia la puerta lateral de la taberna, hacia las cocinas, pensando: «Beberá y comerá este rapaz de mi bandeja o no verá vianda ninguna como me llamo Marta de la Riva.»

Como era costumbre en aquellas viñas, Lope fue atendido en la entrada de la fonda por el mozo mesero, cuya labor es sabida por tomar recaudo de los pertrechos de los viajeros para mayor comodidad de estos durante la estadía.

"¿El acero y la capa, maese?" habló el muchacho sin mirar, echando ya mano hacia Lope, pero al girar la cara hacia este y viendo que no alcanzaba a ver ni el cuello del viajero a menos que alzara la vista hacia el techo o se alejara seis pasos, juzgó el muchacho hacer mejor esto último y dar al guerrero por bien servido, no fuese que le cayese por error una amistosa mano en el hombro y le quebrase el espinazo.

Miró Lope el gran salón del comedor, no con poca admiración, pues este bien podía dar cobijo a un regimiento de largo a alto, aunque las pocas personas que allí se hallaban eran un puñado de mozos y mozas ocupados en preparar mesas de varios tamaños para el desayuno.

El guerrero tomó asiento en el banco de una mesa cercana y una mozuela morena y delgada; parecida a la que Lope había visto fuera, pero más joven y no más alta que su rodilla; se allegó trinando con voz de pajarillo: "¿Qué va a ser para el gigante?", y ocultó la risita mirando atrás, hacia los otros meseros que fingían estar ocupados, pero que también reían.

Lope miró a su alrededor antes de hablar: "Mocita, el gigante del que hablas no ha venido conmigo, y no sé lo que come."

La moza rió a gusto, dando un pisotón en el suelo y, con la oportunidad de crecerse ante sus parientes, continuó con la guasa: "¿Y qué come maese de segundo, cuando haya dado cuenta de los cinco bueyes que tenemos?"

Una jarana de risas surgió al fondo y la gavilla de pillos huyó en desbandada cuando Marta salió de las cocinas amenazando con la mano: "¡Dejaos de chanzas! ¡Rosaura, no molestes al hombre! ¡Cuida de los pollos!"

La alegría de Rosaura se apagó como la de reo condenado a galeras y la moza se alejó de la mesa de Lope con la cabeza gacha y manos juntas delante, tan taciturna que era el retrato del pintor de Pena en la Santa Campaña.

Pero Marta, primógenita y pionera de todas las tretas de los de la Riva, no se amilanó por el sombrío ánimo fingido de la moza y, al pasar junto a ella hacia Lope, le dijo: "Y no vuelvas al comedor hasta que yo te llame."

"Lo que mande la madre superiora," replicó Rosaura desapareciendo hacia las cocinas.

"¿Eres sacerdotisa?" Preguntó Lope a Marta a cuenta del comentario de la mocita.

"¿Qué?" Marta miró a los ojos de Lope, quien sentado a la mesa igualaba la altura de ella de pie. "No," rió avergonzada, "No preste oídos a mi hermana." Se recompuso entonces para servir al guerrero, "Bueno, tiene que probar el guiso de carne y ave que hace mi abuela y también el vino, del que dicen que no tiene par desde aquí hasta el final del Duero."

"Dos días sin comer caza llevo," dijo Lope llevándose una mano al estómago. "¿Servirán diez maravedíes? Es todo lo que tengo."

Marta, admirada por la constitución del joven guerrero y siendo de espíritu bondadoso, sintió una punzada de compasión como nunca había sentido, pensando: «O este hombre me tienta como quien tienta al Santo o no sabe en qué lares se halla. ¿Será acaso un loco?»

Se sentó ella deprisa en el banco junto a Lope, se inclinó hacia él y le dijo con voz queda y confiada: "Por San Tiago, no ande hablando a nadie aquí de lo tiene o deja de tener. Con un maravedí puede quedarse en esta casa durante un mes, comido y servido como un rey. ¿De qué árbol se ha caído?"

"No he venido caído de árbol," dijo Lope confundido, y señalando la entrada: "He venido por la puerta." Y tras una pausa, "¿Durante un mes dices?"

Marta entornó los ojos, sospechando que su vista la engañaba: "¿Cuántos años tienes, zagal?"

"Hice veinte no ha poco, al acabar las nieves," dijo el guerrero. "Me llamo Lope."

"¿Lope, Lope de qué?"

"No lo sé. De la Sierra de Gata será."

Marta estaba fascinada por las circunstancias de este guerrero ignorante. "Bueno, Lope de Gata," dijo, "Yo soy Marta de la Riva. Dime una cosa, ¿conoces a alguien por estas viñas?"

"Poco conozco que no olvide."

"¿Qué oficio te trae a la Alta Aragonia?"

"Busco oficio de guerrero."

"De eso aquí no falta, y pareces bien dotado para el puesto, pero ¿has tratado antes con el gremio?"

"No he tratado nunca con ese señor."

"¿Qué señor ni qué ocho cuartos? Me refiero al gremio de guerreros," Marta entendió entonces que el zagal era un mochuelo sin olivo y con urgente necesidad de guía. "¿Dónde llevas el dinero, puedo verlo?"

Lope se descolgó del hombro el zurrón de gineta y lo dejó sobre la mesa. Marta estiró un brazo y abrió discretamente la bolsa sin moverla. Usando dos dedos, echó un rápido vistazo a su contenido y retiró la mano. Dentro había varias buenas perras gordas y algunos frasquitos.

Lope le dijo: "¿Puedes ayudarme, Marta de la Riva?"

Marta miró al techo mientras pensaba en cómo introducir a Lope en las costumbres del reino de Aragonia. El plan se formó rápido en su mente. Lo miró a los ojos y dijo: "Está bien. Hablaré con alguien, pero tendrás que comprar ropas dignas antes de que te reciba el comendador. Puedes quedarte aquí en una habitación. Hablaré contigo esta tarde, pero primero voy a darte de comer como no has comido en tu vida."

Así sirvió Marta al rapaz como si fuese su ahijado en las fiestas del patrón: con guiso de cordero y de ave, pan de centeno y frutas frescas, con vino del barril grande de roble, no del aguado que servía su padre a los ebrios por la noche. Y no habiendo terminado Lope un cuenco de guiso ya la moza le traía otro aún de mejor sustancia que el anterior.

Y estando en esto, su madre en la cocina la inquiría: "¿Dónde vas, alma de cántaro, con tanta comida? Que vas a matar al rufián."

Y Marta se reía con la bandeja llena en las manos: "Si es rufián o gentil, aún habrá que saberse, pero por San Lucio que a este guerrero habrá que contarlo por cuatro."

Y ya con el sol bien alto y habiendo dado reposo al hambre del zagal, Marta quiso dar reposo también a su formidable cuerpo, y mandó llamar a Rosaura: "Que Guzmán lleve a Don Lope a la alcoba grande y le suba agua para el baño o lo que sea menester. Y que nadie lo moleste."

"Sí, su Altísima," se burló Rosaura, "¿Quiere también que avise al rey de Castilla para que envíe a los soldados, o vamos a tener que robar cien merinas cada mañana para el desayuno del Dragón hasta que se vaya volando?"

Marta rió el ingenio de su hermana y le dio un beso en la frente: "Y luego puedes venir conmigo al pueblo."
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lucia
Cruela de vil
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Registrado: 26 Dic 2003 18:50

Re: El Guerrero de Gata (Fantasía Magia y Espada)

Mensaje por lucia »

Formalmente deja que desear. ¿El bosque reposaba porque era invierno? Dos tales en dos frases cortas seguidas. Y hay más.

En cuanto al tema, se ve bien, con el aliciente de estar ubicada en una España medieval fantástica y con sentido del humor. Con el gigantón desmemoriado Lope y una Marta que no sabemos si quiere quedarse con Lope, los diez maravedíes “legalmente” o desplumarle :cunao:

Creo que a @Sinkim también puede gustarle.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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