Neon Genesis Evangelion: Anti-Omnia (capítulos 1 y 1.1)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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XxXhelazz
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Neon Genesis Evangelion: Anti-Omnia (capítulos 1 y 1.1)

Mensaje por XxXhelazz »

Puer ab Inferno

Llueve por Tokio:
la luz de los semáforos
brillando, verde.

Desde las ventanillas,
gritos de rabia,
y en el paso de cebra,
un niño, inmóvil.
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—¡¿Te quieres quitar de en medio, imbécil—?!
—¡Hostia! ¡Quítate! ¡Me cago en la puta—!
El joven, que se encontraba parado en el paso de peatones, tuvo que apartarse hasta la acera, donde se sentó con los pies apoyados en la calle. Viendo cómo emergían cortes de manga y aspavientos amenazantes desde las ventanillas de los coches, decidió bajarse los pantalones y despedir con su trasero a los vehículos que se alejaban.
—¡Toma calvo, hijoputa—!
Tras un tiempo, Shinji Ikari prendió un Lucky Strike con dificultad y comenzó a fumarlo compulsivamente: había sido llamado por su padre. Su padre, aquella persona que le abandonó cuando tenía cuatro años. «¿Qué querrá de mí?», pensó mientras daba una calada al cigarrillo. En la ciudad donde se encontraba, Tokio-3, llovía a cántaros; esto provocó que su pitillo se acabara apagando, por más que tratara de protegerlo de la lluvia con las manos.
Shinji, viendo que fumar era tarea imposible, buscó un bazar chino entre las calles de la localidad.

Encontró uno y, con parte del dinero que su tutor le había entregado para cubrir gastos personales, trató de comprar una botella de ginebra.
—¿A cuánto sale la botella—?
—A 2.000 yenes—.
—Hostia. Qué cara, ¿no—?
—Bueno, no todo el alcohol cuesta lo mismo. Esta es que es de las buenas. Pero… ¿no eres tú muy joven para beber—?
—Tengo dieciocho. Te saco el carnet de identidad, si quieres—.
—Bueno, venga. Sácalo—.
Shinji rebuscó en su cartera y encontró su carnet de identidad. Acto seguido, se lo mostró al dependiente de la tienda.
—Toma—.
El dependiente, nada más ver el objeto sobre la mesa, frunció el ceño y miró fijamente al chico.
—¿Te crees que he nacido ayer? ¡Hostia, si es que ni siquiera te pareces al tío de la foto! Si por lo menos tuvierais el mismo color de ojos, ¡pero es que ni eso—!
—Bueno, la gente cambia—.
¡¿Qué dices de cambiar?! ¡¿Qué tonterías me estás diciendo?! Anda, tira. Trata de engañar a otros, porque a mí no me la cuelas—.
Viendo que Shinji estaba a punto de irse, el dependiente apoyó su codo en el mostrador y acercó su cara a la del chico. En voz baja, le dijo—No te preocupes, que esto es una cosa que hago cuando tengo más de un cliente en la tienda y un niño me pide alcohol. —Discretamente, el empleado señaló a un hombre que estaba ojeando algunas cervezas. —Es que si me pillan vendiendo alcohol a un menor me la lían. Me pueden multar y cerrar el negocio, y no tengo ganas de que pase eso—.
Shinji habiendo comprendido sus palabras, volvió a meter la botella en la estantería y salió del establecimiento. Afuera, esperó frente a la entrada mientras observaba los coches que recorrían la calle. Transcurrieron varios minutos hasta que la puerta del chino se abrió, y una voz ronca se dirigió hacia él.
—Disculpa, ¿te puedes mover—?
El hombre, que sostenía un paquete de doce cervezas bajo la axila y el brazo, parecía tener prisa. Shinji se apartó para darle paso y entró de nuevo en el bazar. Sin pensárselo dos veces, el chico fue a por la botella de ginebra.
—¿Te la vas a llevar al final—?
—Hombre, no. He esperado fuera diez minutos porque me gusta la lluvia y pasar frío. No te jode…—.
—Oye, que solo era una pregunta de cortesía. No hay por qué ponerse así. Hay que ver lo maleducados que sois los jóvenes de ahora—.
Shinji encogió los hombros con desinterés y puso el dinero sobre la mesa. El dependiente lo contó con detenimiento y, cuando confirmó que la cantidad era la correcta, se despidió del chico.
—Hasta luego. Que tengas un buen día. Eh… por cierto, si te pregunta la policía algo, no digas que compraste alcohol aquí. De hecho… Espera un momento—El empleado sacó una tarjeta de visita de su bolsillo y se la mostró a Shinji—Mira, ¿ves esto? Si te preguntan que dónde compraste la botella, diles que la pillaste de aquí—el dependiente puso énfasis a sus palabras señalando con el dedo el nombre que se leía en la tarjeta de visita: «Bazar Himoto».
Shinji se rio, metió la botella en su mochila y se despidió del trabajador.

Nada más salir de la tienda, Shinji buscó una foto que se encontraba en su cartera y la miró con atención. La foto mostraba a una mujer joven de pelo negro, vestida con una camiseta de tirantes amarilla y unos pantalones vaqueros, cortos, con los bajos doblados. Estaba en cuadrupedia, lo que hacía que su escote se marcara más de lo normal. En la misma cara de la foto había un mensaje escrito con rotulador negro: «Para Shinji de Misato: te estaré esperando en la Plaza de las Canteras sobre las 15:00, así que espérame allí, ¿vale?». Una línea apuntaba a sus pechos. Por encima de ella, se leía: «¡Mira esto!». Shinji volvió a guardar la foto. «Cuanto más la miro, menos lo entiendo. ¿La tía esta de qué va? ¿Qué es, pedófila o qué?», pensó mientras metía la imagen en su cartera. Con la hora de recogida en mente, el chico miró el tiempo en su reloj: las 14:00.
Como Shinji no conocía bien la urbe, decidió marchar inmediatamente a la Plaza de las Canteras. Caminó un rato por la calle larga, hasta que se encontró con un hombre anciano sentado en un banco, a quien le preguntó por la dirección de ese lugar.
—Oye, viejo, ¿sabes por dónde está la Plaza de las Canteras—?
Molesto por su descortesía, el señor lanzó a Shinji una mirada inquisitiva, analizándolo de arriba abajo. Tras sopesar por unos segundos si debía de responderle o no, miró al suelo mientras movía la cabeza de un lado para otro.
—Hay que ver la poca vergüenza de hablarle a un anciano de esa manera… Mira,—el viejo alzó la mirada hasta coincidir con la del joven—está girando la siguiente calle a la derecha, todo recto—. Para dejar más claras sus indicaciones, las acompañó de gestos con las manos. Una vez que hubo terminado de explicarse, el anciano miró para otro lado.
—Adiós—, respondió Shinji.
El niño marchó calle abajo, y cuando este se había alejado lo suficiente, el viejo farfulló—Ni gracias ni nada… ¿Esta es la juventud de hoy en día? —.

Tras caminar durante cinco minutos siguiendo las indicaciones de aquel señor, Shinji llegó a la Plaza de las Canteras. El sitio era muy espacioso. En dos filas, situados de tres en tres, había seis hexágonos de piedra con una farola en lo alto de cada uno, que iluminaban toda la zona por la noche. Las entradas de la plaza eran dos: una, que conectaba con una calle que daba al paseo marítimo, y otra que conectaba con la calle larga. Los pisos, que delimitaban los bordes de la plaza, eran de tres plantas, y sus entradas, decoradas con arcos de corte arábigo, le daban al sitio un ambiente exótico. En algunas fachadas los bajos no constituían viviendas, sino que eran bares de distinta índole, cuyas entradas, al igual que las de los pisos, tenían forma de arco. Había una taberna, un pub irlandés, un bar de sushi y una hamburguesería. La plaza, por la lluvia, estaba poco concurrida. Las únicas personas que había estaban en los bares, comiendo y guareciéndose del tiempo. Shinji ya había comido, así que entró en la taberna y pidió un vaso de agua. Se lo bebió y salió con él a la calle. Allí lo rellenó rápidamente con alcohol y volvió a entrar en la tasca. El camarero, al notar que el joven, al que vio beberse el agua, volvía a tenerla en su vaso, creyó que estaba perdiendo el juicio. «Pero, ¿qué coño?».
—Oye, chaval. Te serví un vaso de agua antes, ¿verdad—?
—Sí. ¿Pasa algo—?
—Nada, nada. Que pensé que te lo habías bebido, o yo qué sé. Pero, vamos, que serán imaginaciones mías…—.
Shinji se dio cuenta de que, si hacía lo mismo otra vez, acabarían echándolo del bar, así que optó por volver a salir y beber la ginebra en las afueras del establecimiento, lo más rápido que podía. —¡A palo seco, como un hombre! —, se decía a sí mismo. Un vaso, dos vasos, tres vasos… Shinji, al cuarto, empezó a notar calor en sus orejas, torpeza motora y dificultad a la hora de pensar. Estaba más borracho que una cuba, y esto le encantaba. Empezó a correr de forma ridícula por la plaza, gritando la letra de una canción de The Exploited. —Sex and violence! Sex and violence! Sex and violence! Sex-and-violence!—.
Mientras cantaba, apareció una mujer desde una de las entradas de la plaza, que se quedó mirándolo fijamente. Misato, estupefacta ante el espectáculo, revisó la fotografía que Gendo le había entregado, incrédula. No cabía duda: ese era el chico al que tenía que recoger. «¿Qué cojones está haciendo?». Misato alzó el brazo y movió la mano para saludar a Shinji desde donde se encontraba. —¡Eh, Shinji! ¡Eh, Shinji—!
El adolescente, al escuchar que le nombraban, dejó de cantar y correr. Miró por todos lados hasta que vio a Misato, y fue hasta ella.
—¡Homdbre! ¿c-ocóm ehstamos —?
—¡Muy bien, Shinji! ¿Estás listo para venir conmigo? Tu padre te está esperando—.
— B-bueno, sli hay qune ir se mva, upero ulqe muchsa ganaos no hasy. ya me entiendesh. ¡Hip—!
—No te entiendo, ¿podrías repetirlo, por favor? («¡joder! ¡Está cieguísimo!»).
—Q-que mi qpadre ehs un iécbimlw. Me hafíba dejadso tiradso y ahora, dfiez años desdpéus me llama pajra kyo qué sé. jpues kmucha gracima hno me aceh—.
—Ya, bueno… No te preocupes, que donde trabajamos tu padre y yo te tratarán muy bien. («No me he enterado de nada…»)—.
—B- ubenoh, peus me aelgro. ¡Hip—!

Misato llevó a Shinji hasta su coche, aparcado en una calle cercana a la plaza. Era un Renault Alpine A310 de color azul.
—A que está chulo, ¿eh? Lo compré hace poco—.
—S- sí. Esntá brien—.
Ambos se montaron en el vehículo e iniciaron el trayecto hasta el lugar donde se encontraba Gendo Ikari, el padre de Shinji. Misato, mientras salía de la ciudad, no le dirigió una sola palabra al joven. Estaba concentrada en buscar la salida y temía de equivocarse. Ya, a las afueras, por la autopista, comenzó a hacerle preguntas sin mucha importancia, para mostrar algo de interés por él.
—Bueno, ¿y qué te gusta hacer? ¿Sabes? En tus ratos libres—.
—M-me gusta fabvricar explosivos, gastar brromas, beeber, fumar, ¿sabesw? Lo normal ezn la gente pde mi edad —.
—Ah, qué bien. («¿Normal, dice? ¿Cómo cojones se ha criado este chaval?»). Bueno, ¿te gusta el cine—?
—C- claro ¿A quiné no? ¡Hip—!
—¿Qué pelis te gustan—?
— Las que ve la gentee pde mi edad: las be Rocco Siffrhedi, Ogrish, Ron Jeremfy, Jenkna Jamefosn, Rotten.... ¡Cikne del buone, vamojs —!
—Vaya, no conozco a esos actores que nombras… («¿Cine porno y películas snuff? ¡Pero si es solo un crío!»)—.
—Claro. No lo conocesv. Claro. Y-yo ssoy eal emperador de jabpón, cno te jode… —.
Misato miró a Shinji con cara de asco, y siguió conduciendo, ya sin hablar con el chico. «Y pensar que este es el hijo de Gendo… ¿Qué educación habrá recibido?». De la autopista pasaron a un túnel que los llevó a un ascensor para coches. El ascensor descendió lentamente por varios minutos, hasta que salió al exterior.
Desde el asiento del copiloto, Shinji vio el paisaje que se extendía ante él: varios bosques de coníferas que conformaban gran parte de la superficie, un monte pequeño donde se erguían varios refugios antinucleares, un lago artificial en uno de los extremos, con un barco patrullándolo. En el centro del panorama, como si se tratara de una estructura religiosa, una pirámide azul conectada a una pirámide invertida, cuyo interior estaba bajo tierra. Y cerca de las dos pirámides, una torre gris, que se alzaba con varios edificios dispersos a su alrededor. Algo que sorprendió al joven fueron todas las vías de tren que recorrían los bosques y el lago. Entonces, cuando miró por la luna en lugar de por la ventanilla del copiloto, cayó en la cuenta de que no estaba en un ascensor, sino en una especie de montacargas subido a un raíl, suspendido en el aire.
—¡Un Geo-Frqont! ¡Esetá guapísimo —!
—Ya ves. Aquí es donde están los cuarteles de NERV. Donde trabajamos tu padre y yo. Este lugar, Shinji, es la clave para reconstruir nuestro mundo. Una fortaleza para toda la humanidad—.

El montacargas descendió por el raíl hasta introducirse en una base subterránea. Misato, mirando el mapa de las instalaciones, trató de conducir al joven hasta su padre, pero, tras una hora de buscar incesantemente el camino correcto, desistió. Entonces, llamó a una compañera de trabajo, para que viniera a recogerlos.
—Ritsuko… Esto… Me he perdido—.
—¿Otra vez? Voy a buscarle. ¿Dónde está—?
—En una cinta transportadora donde pone «piso 20»—.
—Entiendo. Voy a buscarle. Hasta luego—.
Los dos esperaron frente a un ascensor hasta que se escuchó un timbre y se abrió la puerta. De ella emergió una chica rubia ataviada con una bata de laboratorio y un traje de baño azul. Al verla, Misato se puso nerviosa, poniendo los brazos en la espalda. —Hola. ¿Cómo estás, Ritsuko—? La científica dio dos pasos al frente, posicionándose muy cerca de Misato, por lo que esta se movió para atrás, intimidada. —¿Por qué desperdicia mi tiempo, capitana—?, le preguntó a Misato. —¿No sabe que nos falta tiempo y fuerza laboral—? Misato se alzó hacia adelante, pidiendo disculpas con la mano. —¡Perdón—! La mujer rubia suspiró. Luego, miró a Shinji. —Y dígame, este es el chico, ¿no—? Shinji apuntó a su mismo pecho con el pulgar—¡S-sí, yco qosy mel chico—!, exclamó, sonriendo. —Es un placer—. El joven, en lugar de responder agradeciendo a Ritsuko, dirigió su mirada hacia otro, encogiéndose de hombros. —Pues valwe. ¡Hip—! Las dos mujeres se miraron, horrorizadas ante la mala educación del niño. Misato se acercó a Ritsuko y le susurró al oído—¡Es insoportable—!
Tras pasar por varias puertas de apertura automática, por cintas mecánicas situadas a gran altura, y montar en ascensores de alta velocidad, el grupo llegó a una plataforma con barandillas de acero. Era un elevador que conectaba con el lugar que Misato y Shinji estuvieron buscando desde que llegaron. Nada más montarse en él, Shinji se agarró a la barandilla con las dos manos, y se arrodilló. —Nao ome ecsenuntro muy bin…—. Misato y Ritsuko le ignoraron, porque ni entendieron lo que estaba diciendo ni les interesaba lo más mínimo que vomitara.
—Bah. Este se va a poner a potar. Seguro—., dijo Misato.
La científica lanzó una mirada de desprecio al chico. —Como vomite en mi ropa…—.
Misato se rio por unos segundos, mirando a las paredes de la instalación. Cuando dejó de hacerlo, volvió a dirigir la vista a su compañera. —Por cierto, Ritsuko. ¿Cómo va la Unidad 01—?
—Ahora está en modo de refrigeración—.
El semblante de Misato adoptó un gesto serio. —¿De verdad funciona? Antes no servía, ¿verdad—?
Ritsuko sonrió levemente, metiendo las manos en los bolsillos de la bata. —La probabilidad de activación es del 0.00000001 por ciento—.
—Entonces, ¿no funciona—?
Ritsuko no respondió a la pregunta de Misato. La capitana, contestándose a sí misma en tono desenfadado, dijo—Bueno, da igual. Ya es demasiado tarde para decir: «Lo siento, pero no funciona»—.

Cuando el elevador llegó a su destino, tembló ligeramente. Lo suficiente para que Shinji vomitara todo lo que había bebido ese día. —¡Qué asco—!, exclamaron las mujeres al unísono. Esperaron un poco para que el chico se pusiera de pie. Cuando lo hizo, estaba tambaleándose, así que lo arrastraron de los brazos a la siguiente sala. El lugar era largo, pero angosto. Transmitía una sensación claustrofóbica, sobre todo porque estaba cubierto de agua en su totalidad, a excepción de la entrada y la salida. Aparcada, cerca de la puerta por donde entró el grupo, había una lancha neumática Zodiac Mark I de color negro. Todos se metieron en ella: Ritsuko, al volante. Shinji, junto a Misato, en los asientos traseros. Misato tiró de la cuerda sujeta al motor Honda, arrancando el vehículo. Shinji, durante el trayecto, se fijó en las paredes de color verde oscuro que se erguían a su alrededor. Tenían ese aire de seriedad, típico de las instalaciones militares. También observó los focos que iluminaban el agua: estaban colocados en el fondo, medio hundidos; proyectaban la luz desde dentro hacia afuera, dotando al agua de un tono pálido, casi onírico. En cuestión de minutos, la lancha llegó al otro extremo: un muro con líneas negras y amarillas marcando una puerta abierta. Ritsuko aparcó cerca de una escalera que conducía a dicha entrada. Todos bajaron de la lancha, subieron la escalera, y entraron en la sala.

Nada más llegar, la puerta se cerró automáticamente, dejando todo el sitio a oscuras. —¡No veo nxdaa—!, gritó Shinji, agitando los brazos. De repente, todas las luces se encendieron a la vez. —¡Aaah—! El chico, cayó al suelo, asustado. No podía dar crédito a lo que se encontraba frente a él: sobre el agua, la cabeza de un robot gigante. La forma de esta era triangular, abombada; se dividía en dos partes: la primera, de color morado, comenzaba en la coronilla y terminaba debajo de la nariz. La segunda, de azul claro, comprendía desde la boca hasta la barbilla. En realidad, la primera, más que una cara, era un casco que cubría a la segunda. Dos cuencas negras, hundidas, con un rombo amarillo en cada una, eran sus ojos. Su boca, una fisura zigzagueante que recorría toda la maxila del robot, recordaba a la de un depredador mostrando sus colmillos. Donde tendría que estar el puente de la nariz, había una placa de metal fina, que se alzaba sobre el rostro como un cuerno. La mandíbula y el mentón, más delgado que el resto de la cabeza, terminaba en punta, asemejando el conjunto a la máscara funeraria de un faraón egipcio. Pero, aun así, el mecha no poseía el aire religioso que las caracterizaba, pues era, evidentemente, una máquina de guerra. —¡Ess un robot—!, chilló el niño. Ritsuko le miró, y, con entonación monótona, le explicó qué era exactamente. —Es la máquina de combate más mortífera que existe: la forma de vida sintética, llamada Evangelion. Es la Unidad 01—. Tras una breve pausa, añadió—Es la última esperanza de la humanidad—. Shinji, atónito, no sabía qué decir. Solo fue capaz de formular una pregunta, que parecía más bien un pensamiento en voz alta. —¿Mi padre consrtruyó esto —? Inmediatamente, desde una pequeña cristalera que se encontraba en lo alto de la sala, Gendo respondió. —Así es. Cuánto tiempo sin verte—. Shinji apartó su mirada a un lado, sin decir nada. Gendo sonrió ligeramente. —Activad el Evangelion—.

Misato, al escuchar la orden de Gendo, se sobresaltó. —¡Eso es imposible—! Ritsuko miró fijamente a Misato. —Es la única opción que tenemos—. La joven cayó en la cuenta de que ni siquiera sabía por qué se iba a activar la Unidad 01. —De todas formas… ¿Para qué quieren activar el Evangelion? Si ni siquiera hay una amenaza, ni nada por el estilo…—. Gendo hizo una mueca que evocaba una sonrisa. —Eso cree usted, capitán. Pero mi intuición me dice que el Dr. Lambert va a atacar Tokyo-3 con uno de sus robots. Ahora, por la noche—. Misato se rio por lo bajo. —Su intuición, dice… Sí… ¿Está hablando de esa misma intuición que le llevó a lanzar una bomba nuclear en España porque creía que iba a invadir toda Europa—? Misato apuntó a Gendo con el dedo, acusándolo. —Su intuición, comandante, no tiene nada de validez en situaciones como esta—. El padre de Shinji se encogió de hombros, con una sonrisa sardónica. —Eso son cosas del pasado. Estoy completamente seguro de lo que ordeno, capitana Katsuragi—. Gendo se ajustó las gafas con los dedos. —Además, activar el Eva no dañará a nadie—. Misato suspiró, cansada. Rápidamente su rostro cambió del agotamiento al estupor. —Pero… Un momento… ¡Si ni siquiera tenemos piloto! ¡Rei no puede pilotar! ¿Lo recuerda—? Ritsuko dirigió su mirada a Shinji. —Acaba de llegar uno—. Misato, preocupada, se fijó en Shinji—Lo dices de broma, ¿verdad…—? Ritsuko dio un paso hacia el chico. —Shinji Ikari, tú vas a ser el piloto—. Shinji se cruzó de brazos. —¡No—!, respondió tajantemente mientras miraba al suelo. Misato, apoyando la decisión del joven, alzó la voz, estresada. —¡Rei estuvo practicando durante siete meses para sincronizarse con la Unidad 00! ¡Es imposible que él lo haga—! La científica seguía manteniendo su aparente estoicismo. —Solo tiene que sentarse en la cabina. No le exigiremos más que eso… Y, además, piénselo: si Gendo se ha equivocado en su predicción, no tendrá ni que luchar—. Confiando en la falibilidad de las palabras de Gendo, Misato se tranquilizó un poco. —Ya... Tiene razón…—.

Shinji, que no había dejado de mirar al suelo, alzó su cabeza hasta que su mirada coincidió con la de su padre. —¿Por qué coño me ghas llamado? ¿M-me pides qfue mwe monte en ese bicho y que haga…? Eh... ¡No me acuewdro! Pero segour que no era nada bueno. ¡Hip—! Gendo se quitó las gafas y se las colgó del suéter. —En efecto. Quiero que te montes en el Evangelion—. Shinji, juzgándole con el dedo índice, le gritó—¿¡Por hqué has tenidho q-que buscarme ahora—?! Su padre sonrió ligeramente. —Porque ahora me puedes ser útil—. El rostro del joven mostraba indignación. —¡Pues no me quiero monytar! ¡No puedo lpotiar esta mierda—! La sonrisa de Gendo mutó en un gesto de frustración. —Si vas a pilotar, hazlo ya. No me hagas perder el tiempo—. Shinji dejó escapar una risita. —¿Ckómo se pdiedn las cosas —? Gendo exhaló, hastiado. —Manda cojones…—, murmuró el comandante con resignación. —Por favor, Shinji. ¿Podrías pilotar el Eva—? El niño sonrió abiertamente. —¡No! ¡Que bte den por hculo, imbéfcil —! El rostro de Gendo enrojeció de rabia. —¡Me cago en la hostia! ¡Puto niño—! Gendo miró a un grupo de pantallas. —¡Fuyutsuki—! Uno de los monitores se encendió, mostrando a un hombre de mediana edad con el pelo canoso.
—¿Señor—?
—Despierta a Rei—.
—¿Podemos usarla—?
—Bueno, aún no ha muerto—.
—A la orden, señor—. El monitor se apagó. Desde otra pantalla, apareció una chica joven, de pelo azul, corto.
—Rei—.
—¿Sí—?
—El Tercer Niño no sirve. Vas a tener que volver a pilotar tú—.
—Sí—.

Ritsuko dio órdenes a los técnicos para que reconfiguraran la Unidad 01 para Rei. Rápidamente, una voz desde un megáfono confirmó que las reconfiguraciones habían comenzado. Shinji, mientras tanto, sacó la botella de ginebra y el paquete de cigarrillos de su mochila y trató de beber y fumar un poco, pero Misato le quitó ambas cosas de las manos. —¿Estás tonto? Si te pusiste a vomitar antes… Además, ¡¿qué coño hace un niño bebiendo y fumando?! Lo siento, pero quedan confiscados—. Mientras la mujer fue a guardar el alcohol y el tabaco, Shinji la contempló con cara de pocos amigos. —Amargada…—.
El sonido de una puerta automática abriéndose irrumpió en la sala. De ella, llegaron tres sanitarias empujando un gotero y una camilla con una chica tumbada en ella. La niña, de pelo azul, peinado al estilo shaggy pageboy, estaba llena de vendas por todo el cuerpo: en la cara, donde estas cubrían su frente; en el hombro derecho, tapando parte de él, y en el brazo izquierdo, ocultándolo en su totalidad. También tenía vendas por todo el tronco y por las piernas, pero no eran visibles debido al traje que llevaba. Su ojo izquierdo, además, estaba protegido por un parche de algodón. Pese al dolor que sentía, su rostro permanecía imperturbable. Las enfermeras ayudaron a Rei a sentarse, con dificultad. Mientras lo hacían, Shinji las observó con atención. «Puro teatro», pensó. Misato le confrontó con un gesto de desaprobación.
—¿No te da vergüenza—?
—A vrer. Si ya hay otra qjue puede pilotarlo, y qdue sabe hagerlco memjor oque yo, pues que lho haga ella, ¿no —?
—¡¿Pero es que no ves que está malherida—?!
—¿De verdad jte estáds creyendo easte teatro? qesa niña no tiene nada. M-mucha veenda veo yo—. Acto seguido, Shinji se acercó a Rei. Cuando llegó a su lado, la agarró por los hombros y comenzó a zarandearla de un lado para otro. —¡Qué exagerada, poer favor! ¡que estlo no ecs nada! ¡te tomays xun ibuuprofeno y liusta, a seguir para adelante—! Misato se quedó paralizada, en shock. «Pero, ¡¿qué?!». Cuando procesó lo que estaba pasando, fue corriendo inmediatamente para detener a Shinji.
Ya era demasiado tarde. En uno de esos zarandeos, la goma, conectada a la vena de Rei, salió disparada, y un chorro de sangre comenzó a brotar del vaso, manchándolo todo a su alrededor. Todo el personal de NERV gritó a la vez y entró en pánico. Shinji también se asustó y, como reacción involuntaria, se cayó al suelo, empujando la camilla al frente con fuerza. Esta, junto con Rei, fue a parar al agua, hundiéndose de forma dramática. —¡AAAAAAAH—!, gritó Misato mientras se llevaba las manos a la frente. Sin pensárselo dos veces, saltó al agua para salvar a la chica. En menos de un minuto, la cabeza de Rei asomó por el bordillo. Misato, desde dentro, empujó el cuerpo de la niña con todas sus fuerzas para colocarlo en la superficie. Cuando lo logró, salió y aupó a la chica en su hombro.
La capitana alzándose victoriosa, salvando a la damisela en apuros. Una escena digna de una película de Hollywood. Lo no-tan-heroico fue cuando, al dar el cuarto paso, Misato pisó un charco de sangre y resbaló para atrás, estampando la cabeza de la niña en el suelo.

Los gritos del personal de NERV, que habían, más o menos, cesado, volvieron a adueñarse del ambiente. Misato, palideciendo, comenzó a girar, muy lentamente, sobre sí misma. «Por favor, que esto sea un sueño». A medida que giraba, las extremidades inertes y el charco de sangre, se hacían más y más visibles. Fue cuando notó el olor, intenso, del líquido rojo, que chilló desesperadamente.
—¡AAAAAAAH—! Misato se despertó, sobresaltada. Se sentó con las rodillas arqueadas y las abrazó con sus extremidades. Mantuvo esa postura hasta que comenzó a respirar con normalidad. «Así que todo fue un sueño. Menos mal». No se había dado cuenta, pero un trabajador de NERV se había quedado mirándola desde el umbral de la puerta. En cuanto se percató de su presencia, le saludó.
—Hola—.
—¿Se encuentra ya mejor—?
—¿Eh—?
—¿No se acuerda? Bueno, no importa. Seré breve: Rei Ayanami sigue con vida—. Misato, al oír las palabras del hombre se alegró sobremanera.
—¿De verdad? ¡Qué bien; me alegro mucho! …Pero, entonces, eso quiere decir… que lo que pasó ayer, pasó en realidad…—.
—Sí, pero no se preocupe. No es por su culpa. A quien debemos culpar es al niño ese de Gendo—. Tras una corta pausa, añadió—¿Por qué lo quiere como piloto—?
—No lo sé, honestamente. Yo tampoco lo entiendo—.
—Usted no pudo verlo, pero al final la prueba de activación de la Unidad 01 se llevó a cabo, y fue un desastre.
—¿Sí? Perdone que le interrumpa, pero, ¿al final hubo una batalla o algo—?
—Qué va. Gendo se equivocó completamente. Como era de esperar…
—La verdad—.
—Bueno, lo que le estaba diciendo: el niño tenía un área designada para practicar, ¿sabe? Bueno, pues para hacer la gracia, ¡se fue corriendo a la carretera y empezó a pisotear coches—!
—¿Qué me dice—?
—Sí, sí. Al niño este, como no se le ponga freno, va a acabar llevándonos a la ruina… Se lo digo yo—. Misato sonrió, poniendo sus manos en sus rodillas. —Bueno, dejo de molestarle ya. Venga, hasta luego—.
—Adiós—.
Misato estuvo tumbada por un buen rato, hasta que un pensamiento turbó su mente: «¡¿Qué cojones?! Si Shinji pudo correr con el Evangelion y aplastar coches por su propia voluntad… Eso… ¡Eso significa que su porcentaje de sincronización era del cien por ciento!».

Cuando Misato llegó a los cuarteles generales de NERV, un compañero, Makoto Hyuga, le informó de que Gendo la había llamado media hora atrás. Le agradeció por haberle avisado y se encaminó al despacho del comandante Ikari. Cuando llegó, tomó asiento en la silla que estaba preparada para ella.
—Buenos días, capitana Katsuragi—.
—Buenos días—.
—Supongo que le habrán informado ya, pero la prueba de ayer fue desastrosa—.
—Sí, lo sé…—. Misato miró al suelo, pensativa. «¿Se lo pregunto…? Venga, no voy a perder nada por intentarlo». —Comandante, ¿por qué le ha pedido a su hijo que venga aquí—?
Gendo hizo un gesto con la mano, mostrando buen humor. —Siempre tan directa, capitana. Me gusta. Bueno, pues… No se lo puedo decir: es confidencial—.
—Siempre con secretismos—., dijo Misato, volteando los ojos.
—Aunque me alegra que me pregunte por él, porque, precisamente, iba a hablarle de Shinji—.
—¿Eh—?, preguntó Misato, extrañada.
—Mire, seré franco: no quiero que Shinji se quede aquí, en las instalaciones de NERV. Me da miedo que viva con tanta gente. Ya me entiende…—.
—S-sí. Le entiendo—. «¿Está dejando caer que yo me convierta en su canguro? Joder, ¿por qué yo?».
—Y me he enterado de que usted tiene experiencia cuidando niños—.
Misato suspiró, comprendiendo por dónde estaba yendo la conversación. —Bueno, lo que es experiencia… Alguna vez he cuidado a algún sobrino, pero poco más—.
—¿Qué le parecería cuidar de mi hijo—?
—Si le soy sincera, me hace la misma gracia que un ataque del Dr. Lambert, o todavía menos—. Al decir esto, a Misato se le escapó la risa floja.
—La entiendo. No crea que me enfada lo que dice. Yo en su lugar estaría igual. Mi hijo es una de las personas más insoportables que he conocido en toda mi vida. ¿Por qué cree que lo abandoné—? Ambas personas soltaron una carcajada. —De todas formas, considérelo. Le podría hasta subir el sueldo—.
—Pero es que yo no soy una educadora. No sería capaz de enseñarle a portarse como es debido—.
—¿Oh? ¿Es eso lo que le inquieta? ¿Su educación? No se preocupe. Le he buscado un profesor que le dará clases particulares de «Ciudadanía en tiempos de guerra y paz»—.
—Bueno, me lo pensaré…—.
Gendo apoyó el codo en la mesa. En su rostro se dibujó una sonrisa astuta. —Da igual: sé que va a decir que no por mucho que le suba el sueldo, ahora que lo pienso. Así que seré un poco más cruel: si no acepta mi petición, la despediré—.
Misato se levantó, alterada, golpeando sus muslos con ambas manos—¡Jo! ¡Eso no vale—!
Gendo mantuvo su sonrisa. —Entonces, ¿acepta el trato—?
La joven suspiró, derrotada. —Sí…—.

Misato, se montó en el coche junto a Shinji. —Compañeros de piso, ¿eh? ¡Esto hay que celebrarlo—! El niño estaba muy animado y sonriente, preparado para instalarse en su nueva vivienda. No se podía decir lo mismo de su guardiana, quien mantenía una expresión de desdén constante. En el camino a casa, pararon en un supermercado, donde compraron comida y bebida para la fiesta. —Esto, esto y esto—. Shinji metió tres paquetes grandes de patatas fritas en el carrito. —Esto…—. Misato le quitó la botella de Jack Daniels de la mano. —No. Eso, no; mejor, coge esto.—. En la botella, decorada con un payaso sujetando varios globos, se leía: «Champín». Shinji escupió en el suelo, despreciando la selección de la mujer. —Joder, macho. Sólo porque eres tía, ¿eh?, Que si no ya te habría cascado—. Misato se quedó callada, ignorando la falta de respeto del chico. «Y, encima, que le intento ayudar...». Shinji siguió escogiendo productos hasta que llenó el carrito hasta arriba. Ya, en la caja, Misato comenzó a arrepentirse de haber entrado en el AEON mall. —Oye, Shinji, ¿de verdad crees que te vas a comer todo lo que has cogido—? Shinji se encogió de hombros, desinteresado. —No, pero como no pago yo…—. La mujer trató de ocultar su instinto homicida bajo una falsa sonrisa. —Anda, qué gracioso—. A regañadientes, pagó toda la comida y la bebida. Mientras iba metiéndolo todo en bolsas, sintió que el Tercer Niño estaba dominándola. ¿Tendría que haber retirado parte de los productos del carrito cuándo él se rio de ella? Pensó que sí, pero ya era demasiado tarde como para ponerse a hacer eso.

Misato aparcó el coche en los aparcamientos de su bloque. Antes de llegar a la puerta de su apartamento, Shinji revisó las entradas de los demás pisos.
—Oye, Misato—.
—Dime—.
—¿Sabes dónde está el camello del barrio? Como no me dejas ni beber ni fumar he pensado en…—.
—Pero, ¡¿qué dices?!¿¡Te crees que voy a dejar que te drogues—?!
—¿Eres una de esas tías amargadas, antidrogas—?
—Para nada, chaval. Yo en la facultad me fumaba mis canutos con mis coleg… ¡¿Por qué coño te estoy contando esto—?!
—¿Y qué tiene de malo que yo fume—?
—¡Que se supone que los niños no deberían de hacerlo! Paso de seguir hablando de esto, en serio. Es de sentido común—. Misato abrió la puerta del apartamento, dándole un tirón. Ambos entraron.

La mesa, en el salón, estaba repleta de aperitivos y platos precocinados. Misato, una vez que lo hubo dejado todo listo, sacó una lata de cerveza de la nevera. De un gran sorbo, se bebió la mitad. —¡Esto es vida—!, dijo casi gritando. Shinji, bebiendo zumo de naranja, con resignación, recordó los acontecimientos de la noche anterior. —Joder, Misato. Ayer me impresionaste—. Shinji apoyó el codo en la mesa, y puso su puño sobre su mejilla. Mirando al techo, con una sonrisa en los labios, dijo—¡Ha sido la primera vez que he visto un homicidio en directo—! Shinji bajó su mirada a la cara de la joven, y apoyó el otro brazo en la mesa—En vídeo no es lo mismo, ¿sabes—? Misato, claramente incómoda, miró para otro lado. —Eh… Shinji, preferiría no hablar de eso. No tengo ganas de recordarlo—. El chico, perplejo, preguntó—¿Por qué? ¡Si estuvo guapísimo! Además, me enteré hoy de que sigue con vida… Lo que hace que no sea un homicidio, pero bueno, algo es algo—. La mujer, enfadada, golpeó la mesa con ambas manos, haciendo que los cuencos tambalearan —¡Cállate ya, hostia! Te he dicho que no quiero hablar de eso. Respétame, por lo menos—. Shinji se echó atrás. —Vale, vale. Me callo, me callo. Tampoco hay que ponerse así…—. Misato frunció el ceño y agitó su cabeza para indicar fastidio. Se levantó, y fue a por el mando de la televisión. —Voy a poner la tele un rato, ¿vale—?
—Vale—, respondió el chico.
Estaban emitiendo el telediario. —El pasado sábado, siete de febrero, un robot gigante irrumpió en la autopista T-30, pisando a los coches que circulaban—. A Shinji se le iluminó el semblante. —¡Ese soy yo—!, exclamó señalando al televisor. —El conductor del mecha está siendo perseguido por las autoridades japonesas—. Un plano a una niña, llorando. —En mi coche iban mi papá y mi mamá… ¡Buaaa! ¡Buaaa—! El Tercer Niño rio a mandíbula batiente. —¡Hostia! Qué bueno—. Misato cambió de canal.
—¡Eh! ¡Lo estaba viendo—!
—Me da igual. No aguanto tus comentarios, fuera de lugar. ¿Es que no tienes empatía o qué? ¿Te haría gracia verte en el lugar de esa niña que ha perdido a sus padres—?
—Supongo que no, pero como no soy la niña, no lo sé—.
Misato se levantó, y señaló a Shinji con el dedo. —¡Eres un monstruo—!
—Puede ser, pero yo, por lo menos, no me dedico a juzgar a los demás—.
—Mira, déjalo. Contigo no se puede hablar—. Misato volvió a encender la televisión.
Shinji se puso de pie y se dispuso a ir a su cuarto. —Bueno, yo ya he terminado—.
—Oye, ¿no me vas a ayudar a limpiar, por lo menos—?
—No. Eso es cosa de tías—. Shinji, diciendo estas sabias palabras, se despidió de Misato hasta la mañana siguiente.
«Joder. Lo tiene todo: mala educación, nula empatía, machismo, sadismo, alcoholismo, drogadicción… ¿Cómo cojones me las voy a arreglar para vivir con un bicho como este?».
La mujer se fijó en la mesa: estaba llena de basura. En lugar de limpiarla en el momento, se dijo a sí misma—Mejor mañana, que ahora estoy cansada—.

Puer-Tertius
1. EXT. PANORÁMICA DE TOKIO-3. DÍA
Diferentes tipos de planos de rascacielos, calles ajetreadas, tiendas, etc.
VOZ EN OFF
En una sociedad donde los poderosos
oprimen a los débiles
Vídeos de manifestantes siendo golpeados, de mano de obra trabajando, explotada
VOZ EN OFF
Donde el culto al dinero
ha producido injusticia
y miseria
Vídeos de personas viviendo de manera indigna entremezclados con otros de magnates en fiestas privadas, yates, etc.
VOZ EN OFF
En un mundo así, ¿existe acaso el bien?
Corte directo

2. EXT. AZOTEA DEL BLOQUE DE MISATO. DÍA
Shinji, vestido de superhéroe, haciendo la pose de la victoria y tapando el Sol con la mano
VOZ EN OFF
¡Desde Japón…,
Planos detalle del traje de Shinji
VOZ EN OFF
…Listo para acabar con las
desigualdades que nos atosigan…,
Plano general del barrio de Misato con Shinji en la azotea
VOZ EN OFF
…Llega Third-Child!
En el mismo plano, el nombre «Third-Child» en el centro, en letra grande, apareciendo lentamente
Fundido en negro
3. EXT. UNA CALLE CON SOLO UN ESPACIO LIBRE PARA APARCAR. DÍA
Un hombre busca aparcamiento. Aparca y comienza a sollozar
HOMBRE
¿Por qué? ¿Por qué me tiene que pasar
esto? He quedado con mis amigos dentro
de unos minutos y no tengo un duro.
¿Por qué el único aparcamiento
que hay es de pago?
¿Es que los pobres ya no podemos ni aparcar?
Plano americano de Third-Child, descendiendo desde una azotea
HOMBRE
¿Qué es eso que se escucha arriba?
El hombre mira al cielo
HOMBRE
¡E-es… Third-Child!
¡H-ha venido a salvarme!
Third-Child llega al lado del coche
THIRD-CHILD
No se preocupe, amable señor, ¡voy a salvarle
de las garras de esa criatura!
Truck con plano medio largo hacia un parquímetro.
Primer plano del bolsillo del traje de Third-Child. De ahí, saca una pistola de silicona
Plano detalle de los labios de Third-Child
THIRD-CHILD
(Serio, con un tono intimidante) Ha llegado el momento…
Plano general de la calle, con todos los personajes. Third-Child corre hacia el parquímetro, apuntando con la pistola de frente.
THIRD-CHILD
¡Muere, bastardo!
Primerísimo primer plano de la cara de Third-Child, mientras grita
Primer plano de las manos de Third-Child usando la pistola
Plano medio corto de Third-Child soplando el cañón de la pistola de silicona
Third-Child se guarda el arma
Primer plano del parquímetro, destrozado
Plano entero de Third-Child y la máquina
Third-Child se arrodilla frente a ella
THIRD-CHILD
(Jadeando) Has sido un rival formidable…
Plano medio largo del hombre, arrodillado y lloroso, dando las gracias con las manos
HOMBRE
¡Muchas gracias, Third-Child! ¡Snif!
¡Me has salvado la quedada!
Plano medio largo de Third-Child de espaldas
Third-Child gira su cabeza
THIRD CHILD
No me dé las gracias. Solo hago
lo correcto
Third-child vuelve a mirar al frente y comienza a andar
Plano general desde detrás del hombre, mostrando cómo Third-Child desaparece en la lejanía
Créditos en pantalla
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Re: Neon Genesis Evangelion: Anti-Omnia (capítulos 1 y 1.1)

Mensaje por lucia »

Menuda paja mental y menudos descerebrados todos.
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Re: Neon Genesis Evangelion: Anti-Omnia (capítulos 1 y 1.1)

Mensaje por Yayonuevededos »

lucia escribió: 17 Sep 2022 19:04 Menuda paja mental y menudos descerebrados todos.
Es lo que provoca el consumo desmedido de ColaCao :cunao: :cunao: :cunao: :cunao:
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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Re: Neon Genesis Evangelion: Anti-Omnia (capítulos 1 y 1.1)

Mensaje por lucia »

Y ver un montón de Mazinger Z. Pero es que el niño es un descerebrado, el padre es un descerebrado, la mujer que lo recoge es una descerebrada… Y encima tenemos que creernos que Shinji se quedaría tan tranquilo con el zumo mientras la otra bebe cerveza y que solo ella se ha dado cuenta del 100% de compenetración con la máquina.
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Re: Neon Genesis Evangelion: Anti-Omnia (capítulos 1 y 1.1)

Mensaje por Yayonuevededos »

lucia escribió: 18 Sep 2022 13:36 Y ver un montón de Mazinger Z. Pero es que el niño es un descerebrado, el padre es un descerebrado, la mujer que lo recoge es una descerebrada… Y encima tenemos que creernos que Shinji se quedaría tan tranquilo con el zumo mientras la otra bebe cerveza y que solo ella se ha dado cuenta del 100% de compenetración con la máquina.
Lo que demuestra que la fuga de cerebros es una realidad incontestable.
¿Qué le parece, Doña Lucía, si lo festejamos con una romántica danza maorí? ¿Le queda algún lugarcito vacío en su carnet de baile?
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Antiguo proverbio árabe:
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Re: Neon Genesis Evangelion: Anti-Omnia (capítulos 1 y 1.1)

Mensaje por lucia »

:lol: :lol:
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Re: Neon Genesis Evangelion: Anti-Omnia (capítulos 1 y 1.1)

Mensaje por XxXhelazz »

lucia escribió: 18 Sep 2022 13:36 Y ver un montón de Mazinger Z. Pero es que el niño es un descerebrado, el padre es un descerebrado, la mujer que lo recoge es una descerebrada… Y encima tenemos que creernos que Shinji se quedaría tan tranquilo con el zumo mientras la otra bebe cerveza y que solo ella se ha dado cuenta del 100% de compenetración con la máquina.
Se ha dado cuenta todo el mundo, pero me estoy centrando en Misato y Shinji por ahora. El niño no es tan tonto, sabe que puede ir a por alcohol en la calle. Prefiere no liarla más (claro, claro que sí. XD).
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