Bellas palabras de carpintería (Relato)

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Snorry
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Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por Snorry »

─A veces pienso que los puñetazos que nunca di me aguardan en un callejón oscuro─ le solté a mi amigo Roland, al que llamábamos así por su radical afición al tenis. Le solté ese sapo a bocajarro, como se hace en las conversaciones de bar cuando el silencio comienza a resultar incómodo. Yo me había sumido en amargos recuerdos del pasado y me pareció que la frase, fuera de contexto, tenía un aire poético y enigmático. Pero Roland no pareció inmutarse mientras apuraba su vaso de mosto. Tanto Roland como yo tenemos desaconsejado el consumo de alcohol. Cada vez más, vivimos a base de sucedáneos.
─A colación de lo que dices… ─comentó Roland con un ágil revés, usando un léxico más cavernario que el que yo transcribo en estas líneas─. El otro día me contaron una historia. En el Flamingo. Ella también era viuda. Cuando dijo viuda me pareció atisbar si no un destello de alegría, cuando menos una afirmación de complacencia. Debió percatarse de mi observación pues, a modo de reseña me dijo, serrando el aire con la mano, que él tenía, que había tenido, vamos, y se refería al difunto marido, la mano muy larga. Yo no sabía qué decir que no fuera un cliché, así que permanecí un rato en muda admiración. Sonaba un bolero, tuve ganas de ceñirme, no por afán libidinoso, sino más bien por ternura, ¿no te lo crees? No lo hice. Así que ella también soltó un sapo. Que la niña era muy guapa, dijo. Él siempre le había dicho eso. Lo repitió como un salmo. Ella había hecho un buen trabajo, le decía él. Buen trabajo. Y entornaba los ojos en una viva ensoñación. Sonó Angie, de los Rolling. Una esfera cenital sobre la pista de baile espejeaba con tonos irisados, dándole a la escena tintes neptunianos…
Roland hizo una pausa, buscó a la camarera con un gesto de la mano, como si fuera a coger una pelota que uno de los chavales apostados en los límites de la tierra batida le arrojara. Pidió dos cervezas. Las prescripciones médicas tienen un poder limitado. Caía la tarde como un manto de resina sobre la ciudad. Unos muchachos daban brincos en sus monopatines, al otro lado de la calle.
─Entonces ella rompió el vuelo mágico sobre la atmósfera de Saturno con un nuevo sapo ─continuó Roland, agitando la cabeza de un lado a otro, como si prestara atención a un match ball ─. Ella, que era ignorante en cuanto a fragancias, había aprendido a distinguirlas casi todas. A menudo descubría nuevas esencias en las camisas del marido, al hacer la colada. Tantas veces lloró. Luego, me dijo, convirtió el dolor en un juego. Se pasaba por la droguería de la esquina y cotejaba los aromas, y, así, los iba aprendiendo: Dior, Chloé, Paco Rabanne… Qué triste, le dije yo, ¿cómo aguantaste eso, le hubiera querido preguntar? Pero recordaba la mano serrando el aire. Plutón nos atraía hacia su campo gravitacional con una fuerza aplastante. Yo me limitaba a levantar las cejas. De pronto se hizo de día, y una orquesta brotó de los confines del universo y retumbaron tambores y trompetas, y la gente cabrioleaba. Así que no fue hasta un buen rato más tarde, cuando ya me había olvidado de ello, que continuó la historia, con un nuevo sapo, por supuesto. La invité a una piña colada y nos sentamos en una de las butacas. Entonces ella soltó el anfibio: Al principio, dijo, la cuna me había parecido horrible, salida de un anticuario. Era de su familia e iba pasando de una generación a la siguiente. Una inmensa y maciza cuna de madera. Y yo, dijo ella, ni siquiera estaba preñada. Los de mudanzas la dejaron el dormitorio que iba a ser… y que luego por fin sería… pero que aún no era… Y allí quedó, como un objeto extraño e invasor al que apenas me atrevía ni a acercarme, y al que fui aproximándome de forma cauta y gradual, de la misma forma que un naturalista da los primeros pasos hacia una especie desconocida.
Bueno, sí, quizá me estoy excediendo en la transcripción del discurso de Roland, pero créanme que de no ser así quizá no sería inteligible. Roland pidió una segunda cerveza, yo me abstuve. Sabía que el discurso entraría ahora en una fase más bizarra y frondosa. El tema me interesaba, así que me pareció buena idea mantenerme en guardia. Roland hizo botar la pelota afelpada varias veces, luego la elevó por encima de su cabeza y efectuó un nuevo saque.
─Una vez me fui acostumbrando a aquella estructura imponente y arcaica, continuó ella dando pequeños sorbos a la piña colada como una avecilla sedienta, una vez perdido el respeto inicial, dijo ella, pude comprobar, mientras le pasaba un paño para quitar el polvo de los tiempos acumulado en aquella tablazón, que faltaban un par de barrotes y que una de las patas cojeaba. Ah, sí, continuó ella, fue quizá la única época feliz de mi vida. En esos meses él parecía centrado en la intención de ser padre. Aparte de la coyunda, necesaria para el fin deseado, le quise ver algo más cercano, en un trato que se parecía, supongo, dijo ella, a lo que debe ser una relación amorosa, incluso por un lapso Dior y Armani, y tantas otras parecían haber dejado de existir, y sin embargo…
De nuevo, Roland hizo una pausa dramática, como el tenista que aguarda el veredicto del ojo de halcón. Anochecía. Los muchachos saltaban sobre sus patines, sorteando el mobiliario urbano y dejando una estela fosforescente. Acepté la segunda cerveza. Si creen que de un párrafo a otro se da un ritmo frenético de bebida es que no han escuchado hablar a Roland, no le han visto subir a la red enarbolando la tupida raqueta de la incontinencia verbal. La suerte que tienen es que yo les transcriba.
─ ¿Y qué pasó con la cuna? Le pregunté a ella ─dijo Roland en un tono ligeramente burbujeante─. Quise adivinar cierta ignición en sus mejillas, un tímido rubor en los párpados, qué sé yo. Él, mi difunto, me dio algo de dinero, porque era él quien lo administraba, y me encargó que buscara a un carpintero, uno bueno, dijo ella, porque aquel tesoro familiar no se podía poner en manos de cualquier zángano. Así que, continuó ella, me dediqué a deambular por el barrio, y también por los alrededores, tratando de encontrar la persona ideal. Y qué sabía yo de carpinteros, dijo ella. Qué demonios sabía yo. Al fin, una mañana en la que volvía para casa, dijo ella, ya dando el tiempo por perdido como otros días, vi el pequeño y lúgubre taller, al mismo tiempo que comenzó a llover de forma torrencial, continuaba ella, apurando la piña colada; en cuanto lo vi supe que era él, la persona ideal, el carpintero ideal, digo, dijo ella, no sé bien decir el porqué, quizá porque conté los dedos de sus manos, uno, dos, tres… hasta el diez conté, todos y cada uno de los dedos de aquel carpintero estaban donde tenían que estar. Y entonces ella río con una risa franca y un tanto estrafalaria.
El dueño del bar había comenzado a recoger, en ese protocolo tan efectivo que consiste en poner las sillas encima de las mesas, bocabajo, con las patas hacia el techo. Así que pagamos y nos marchamos. Yo esperaba que, durante el tramo hacia casa que teníamos en común, Roland pudiera por fin terminar su historia.
─Yo era una ignorante, ¿sabes? Me dijo ella ─prosiguió Roland con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha─. No sabía ella nada de carpintería. Desconocía palabras tan bellas como lezna, escuadra, punzón. No sabía de la delicia del lijado y del delicado arte del barniz. Habíamos dejado la sala de fiestas y yo, como estamos andando tú y yo ahora, le propuse acompañarla hasta su casa, por simple caballerosidad, ¿no te lo crees? Palabras bellas de carpintería. Y qué hermosa se le antojó la cuna restaurada. Qué bella estampa ver a su hija dormida plácidamente sobre aquel viejo armatoste, ahora tan lustroso y protector. Fue entonces cuando él le dijo a ella por primera vez aquello de: qué buen trabajo hiciste, Luisa, o Isabel, o Julia, porque si te digo la verdad no recuerdo su nombre. Qué buen trabajo había hecho, le dijo aquel miserable. Y sus labios, los de ella digo, se esforzaron en sellarse, quizá, de alguna manera, como tus puños, por la razón que sea, y cuyo secreto respeto, se esmeraron en mantenerse laxos y apacibles.
─ ¿Y cómo terminó la cosa? ─le pregunté a Roland, en parte por curiosidad, en parte como maniobra evasiva ─. ¿Te invitó a ver la cuna? Je, je…
─La acompañé hasta el portal y ahí terminó todo. Le pedí el teléfono para invitarla a tomar un café o lo que quisiera otro día, pero se negó a dármelo. Toda la carpintería de mi vida ya ha sido hecha, sentenció ella. Y yo me quedé un poco aturdido con esas palabras, pero me despedí y ya me iba largando calle abajo, pensando en romper una raqueta imaginaria contra una farola, cuando la oí gritar. Me giré y desde la distancia, como si quisiera anunciarlo al mundo, la escuché vociferar: Yo no sé si hice buen trabajo. Tan solo puse la materia prima. Bellas palabras de carpintería fueron suficientes. Nada más que eso.
Me despedí de Roland. Hacía buena noche. Les engañaría si les dijera que me desorienté un poco. Simplemente alteré imperceptiblemente mi ruta. Me guiaba un instinto del todo absurdo, pero, quizá inexorable. Me perdí por calles desiertas. Busqué la que peor alumbrado tenía. Me detuve en mitad del asfalto, imaginando que nadie me vería. Crispé los puños. Subí la guardia como un viejo boxeador. Me destrocé los puños contra un viejo árbol nudoso hasta sangrar profusamente. Después abracé a mi contrincante, que permanecía inmutable y eterno. A través de las lágrimas el mundo parecía hecho de virgulillas de luz, como en un cuadro Van Gogh. Por un momento, la áspera corteza se tornó en el suave regazo de mi madre. Un vagabundo, o quizá un gato, creó una ilusión de movimiento al final de la calle. Ensoñé un niño con una raqueta en las manos. Era Roland. Venía a buscarme para ir a jugar un partidito.
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Gavalia
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Re: Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por Gavalia »

Estimado, Snorry, me dejas fuera de juego. No te pillo, pues aparte de lo obvio, me refiero al maltrato, el drama de la tal Julia, María o cómo quiera que se llamase la mujer del relato, no acabo de conectarlo con el arrebato final de rabia del narrador, más allá de esos palos que te da la vida y que uno no sabe como devolver. Me quedan dudas, no sé si Roland es el narrador; una ensoñación, como cuenta al final, donde personificar el desastre de vida que tiene a cuenta del alcohol.
En fin, dame de collejas porque sigo siendo el mismo bruto de siempre.
Por lo demás, nada nuevo bajo el sol en cuanto a tu forma de escribir.
Saludos.
En paz descanses, amigo.
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Re: Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por Snorry »

Gavalia escribió: 03 Jun 2023 20:36 Estimado, Snorry, me dejas fuera de juego. No te pillo, pues aparte de lo obvio, me refiero al maltrato, el drama de la tal Julia, María o cómo quiera que se llamase la mujer del relato, no acabo de conectarlo con el arrebato final de rabia del narrador, más allá de esos palos que te da la vida y que uno no sabe como devolver. Me quedan dudas, no sé si Roland es el narrador; una ensoñación, como cuenta al final, donde personificar el desastre de vida que tiene a cuenta del alcohol.
En fin, dame de collejas porque sigo siendo el mismo bruto de siempre.
Por lo demás, nada nuevo bajo el sol en cuanto a tu forma de escribir.
Saludos.
El problema está en querer conectar los dos hilos. Uno es solamente un detonante emocional del anterior.
El narrador en su arrebato de furia vuelve a la infancia, abrazando a su madre. A quién odia? La visión final es Roland niño que viene a salvar al prota, también niño, de su ordalía.
Bah, digo voy a poner algo que no sea una ida de olla. Nunca mais. :noooo:
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lucia
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Re: Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por lucia »

¿Pero Roland no era mujer? Porque a ver si va a ser todo imaginación de borracho que ha perdido a su Julia, María o lo que sea...
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por Snorry »

lucia escribió: 03 Jun 2023 22:07 ¿Pero Roland no era mujer? Porque a ver si va a ser todo imaginación de borracho que ha perdido a su Julia, María o lo que sea...
:shock:
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Gavalia
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Re: Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por Gavalia »

Bueno, creo que se abre a diferentes interpretaciones co independencia del sentido que tú le imprimes al relato. Yo te diría que no dejes nunca de experimentar porque esa parece ser tu esencia y ese don debes seguir cultivándolo. Ojalá yo fuera así de atrevido.
Cuando llegué a este foro no sabía hacer la O con un canuto, lo digo en serio. Me daba verguenza escribir porque creía saber lo que hacía. Pensaba que escribir era fácil y como todos sabemos no hay nada más lejos de la realidad, sin embargo, ne tragué mis miedos y continué exponiendo mi yugular porque era la única forma de superar mis limitaciones y eso hizo que comenzara a tejer historias con algo más de sustancia. Lucía es muy culpable de mi lento progreso, bueno, ella en especial y los compis en general. Autores como tú o por ejemplo @Tolomew Dewhust sois capaces de atreveros a rizar el rizo. Eso transmite envidia sana y ganas de aprender al resto, así que adelante porque aquí todo tiene cabida.
Déjate de hostias, escribir como tú lo haces es un regalo para esta comunidad de descerebrados. Sigue probando que eso aquí es gratis.
En paz descanses, amigo.
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Estrella de mar
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Re: Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por Estrella de mar »

Si pusieras las comillas angulares de cierre, para diferenciar la conversación entre ellos y la historia de Roland con la chica, quedaría más claro.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Re: Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por Snorry »

Estrella de mar escribió: 04 Jun 2023 11:57 Si pusieras las comillas angulares de cierre, para diferenciar la conversación entre ellos y la historia de Roland con la chica, quedaría más claro.
El "dijo ella" o "dijo" es un claro indicador sin pérdida. Además crea una cadencia en el texto que a mí me gusta particularmente. Y es algo que se da muy naturalmente en el lenguaje hablado. Sin embargo es cierto que a nivel de lectura requiere un mínimo esfuerzo del lector. Curiosos matices entre lenguaje hablado y escrito.
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Gavalia
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Re: Bellas palabras de carpintería (Relato)

Mensaje por Gavalia »

Snorry escribió: 04 Jun 2023 12:35 Sin embargo es cierto que a nivel de lectura requiere un mínimo esfuerzo del lector.
:colleja: ......... :meparto:
En paz descanses, amigo.
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