Esporas (Relato)
Esporas (Relato)
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Cuando nuestro mundo ardió partimos por decenas, como esporas al viento. Etéreos huérfanos vagando por el cosmos, nos animaba más la posibilidad de corromper los incólumes jardines que la Orden había cultivado durante siglos, que el propio hálito de supervivencia. Deshacer el trazo firme de los ecuménicos, viciar su pírrica labor. Salpicar, como el eyectar derrochado del varón sobre la quieta efigie de su partenaire. Encontrar en el placer del borrón el sabor de la vieja dicha irrecuperable. Nos encarnamos en una frase trillada y le insuflamos aliento de vida: no éramos más que polvo en el viento. Esporas. Y así nos fuimos esparciendo por cada rincón de esta quimera a la que llaman universo. Sin dejar de bailar, ni de reír, ni de jugar, ni de gozar ni un solo instante, a pesar de todo. Y si nada nuevo hay ya bajo la luz de las estrellas, Aviacasto, el aéreo, se esforzaba en convencernos de lo contrario con sus afortunados versos, al tiempo que improvisaba mágicos compases en el archilaúd. Galimato, el invertido, siempre lúdico y disfrutador, reinventaba antiguos juegos olvidados e improvisaba alocadas adivinanzas. Yo simplemente trataba de asirme a la convicción de que el éxtasis es el vértice donde converge todo, origen y destino, alfa y omega. Conocedora de que nuestra misión era al mismo tiempo nuestra condena, al atravesar la exuberancia de colores inéditos de una nebulosa, los escombros de una estrella, o la ruina de un sol antiguo, mientras el látigo de Dominio, el bifronte, restallaba sobre mi cuerpo desnudo, olvidaba por completo, durante aquellas largas y gozosas horas, como una inocente criatura, el verdadero motivo que latía acoplado al latir de nuestros corazones.
Si bien la Vimana estaba pertrechada de cañones de defensa, no era contrincante para los predicadores, que patrullan siempre en horda y escoltados por un crucero pesado de la Orden. Por esa razón se diseñó con el aspecto rocoso de un asteroide, una parda espora cruzando el vacío interestelar. Con los motores al mínimo para no delatarnos siempre que regresábamos al espacio euclídeo. Y, como ya he dicho, no éramos la única. Esporas de un bosque-mundo quemado hasta la raíz, dispersándose a los cuatro vientos cósmicos. Hermanos y amigos que quizá nunca más veríamos. Nadie escucharía nuestras carcajadas ni tampoco nuestros gemidos, nadie albergaría en todo en Sistema Escolástico la menor sospecha de nuestro plan secreto, tan nimio como la ocurrencia de un niño, y por esa misma razón tan inefable y nocivo.
Y si en algún momento de la negra noche cósmica yo estuve triste fue por poco tiempo, pues acaso, planeando en círculos como acostumbra él, se posó Aviacasto sobre mi hombro y me susurró palabras de alivio y evasión, mientras que por las escotillas de la Vimana no se observaba más que el esfumado distante de una estrella o acaso dos. Y entonces yo reía, y me estremecía, y era reina otra vez de un mundo que volvía a emerger de sus cenizas en el sordo estruendo de la imaginación: las altas copas, los frutos carnosos, la bruma fragante que velaba nuestros húmedos placeres, la liturgia amable del gozo del cuerpo y el alma, las arcádicas mañanas de contemplación; y entonces yo dirigía mi mano hacía el tablero y sosteniendo la talla que representa mi majestad daba instrucciones de jaque al ejército que hostigaba, feroz e inflexible, a las fuerzas de Galimato, el invertido.
Pero un día escuchamos la voz grave de Dominio, el bifronte, desde la sala de mandos. Las precisas instrucciones y coordenadas. Y aunque era yo quien tenía el poder de decisión, no me vi con otro ánimo que el que nos había inspirado el rugido de la llama. Ni una sombra de duda nos oscureció la firme idea de no traicionar a la diáspora. Nos preparamos, sin más, para el descenso.
El primero al que detectaron fue Galimato, el inverso. Y aunque él siempre había sido consciente de esta posibilidad, nunca le abandonó el gesto de la sonrisa, leal y franca, de su bello y juvenil rostro. Lo vieron caminar sobre las palmas de las manos por las calles y plazas de aquella ignota ciudad, espejo y calco de tantas otras, perfilada en toda la escala de grises de la monotonía, grisalla miserable, y creyeron que burlaba las leyes de lo natural, que operaba un gesto de herejía, ignorando, ignorantes, que Galimato, el inverso, había sido concebido del revés, de abajo a arriba, y no de arriba abajo, como es lo común. Un corro de gente le cercaría para ver el prodigio de los malabares, para gritar de asombro cuando el fuego saliera de su boca, cuando manantiales de naipes fluyeran de las mangas de su traje. Fue el primero que trataron de cazar, ignorando, ignorantes, que su materia estaba hecha del revés. Así que cada vez que era fulminado por una escuadrilla de predicadores, veladores de la moral, tomaba Galimato, niño eterno, una presencia dúplice, a veces triple, en algún otro lugar, aunque su capacidad, si bien enorme no era eterna, y con el tiempo, no de forma inmediata sino tras un largo periplo, terminaría por sucumbir de forma definitiva. Pero yo albergo en mi interior la certeza de que mientras era abatido a traición por los predicadores, en el fuero interno de Galimato se condensaba la esperanza de que algún día, en una plaza cualquiera del Recto Mundo, un niño, o tal vez una anciana, se planteara la posibilidad de caminar del revés, con una inefable sonrisa tatuada en el rostro. Y tengo por tanto, también, la certeza de que en algún secreto refugio, los nuevos hijos de nuestra estirpe, habían comenzado a hacer piruetas y volatines.
De la suerte de Galimato me informó, largo tiempo después, Aviacasto, el bardo cósmico. Aquella tarde yo me había dejado caer por el bulevar de la Recta Templanza, caminando a la sombra de los altos edificios, por lo que llevaba mi parasol colgado del antebrazo y no desplegado sobre mi cabeza. Como la calle estaba concurrida, disparé a ciegas: simulé una accidental torcedura de mi tobillo, que quedo levemente expuesto a la vista al remangarme el vestido con fines de observar el alcance de la supuesta lesión. Varios caballeros galantes se apresuraron, pero uno, el más rápido, o el más necio, fue el primero en llegar. Era alto y apuesto, de facciones nobles y mirada limpia. Un lienzo perfectamente imprimado donde comenzar mi obra.
Fue después, en mi apartamento, cuando observé por la mirilla de la puerta, que confundí por un instante a Aviacasto con aquel caballero, pues mi bello amigo no iba provisto del dimensionador, como de costumbre, y se mostraba ante mí en las magnitudes normales de un varón alto y aguerrido. Vino con rosas y con licor que él mismo había destilado. Me contó de su progreso con la asimilación profunda del nuevo idioma, de los avances de su lírica en este campo hostil al tiempo que motivador. Me hizo partícipe de sus vuelos nocturnos en el ornitóptero por las alcobas de la gente entregada al sueño, donde susurraba cantos de esperanza y libertad en los oídos durmientes. Pero a pesar de su aparente templanza vi el gris de su mirada agrietarse con el poder fraccionador de la ira cuando me habló de Galimato, el niño que siempre juega, arcano versátil, hijo predilecto. Y aunque le hice prometer a Aviacasto, el más bravo de los guerreros, templanza y serena determinación, soy consciente de que las tormentas que recorren el alma no son fáciles de detener a voluntad, y menos cuando transitan la santabárbara que supone un espíritu sensible. Y si acaso un día la cólera dominara a Aviacasto, sombra de la muerte, indomable furia alada, habrá de verse en este mundo estéril, jardín cultivo de la Orden, la más atroz de las batallas.
Yo por mi parte me consuelo con los grandes recuerdos del pasado, con fin de no caer en la melancolía destructora. Y sigo con el plan prefijado, debiendo confesar que si la venganza es un plato que se sirve frío, yo prefiero caminar entre las brasas. Y así van pasando las largas y gozosas noches, donde al mirar al cielo no veo más que el esfumado de una estrella o acaso dos. Largas noches en el callejón donde permanezco atada a un bajante, mientras los varones aguardan en una fila cada vez más larga, con un cinturón enrollado en la mano diestra, en la mano cruel, esperando descargar su vil torpeza sobre la carne trémula.
Pero a veces miro al cielo, con estrellas o sin ellas, para ver pasar la estela de la Vimana que tripula Dominio, rey de reyes, palabra última que sellará el mundo para siempre, pues bastaría una señal mía para convertir a la Vimana en un sol titánico e inabarcable. Barrido infinito de fuego y furia que daría fin a todo lo conocido, dándole a la existencia un fértil campo de partículas donde todo pueda volver a suceder.
Re: Esporas
Creo que la manera de escribir es muy de romance tanto que cuesta un poco seguir el hilo, la puntuacion del proncipio no ayudo Y la manera que introduces las ideas tampoco cambias mucho de una a otraI
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Re: Esporas
No suelen picarme mucho los mosquitos. No sé la razón y me extrañó pues a mí mujer, en cambio, la acribillan. Me joden más esos cabrones cuando zumban cerca del oído. Serán Aviacastos con una misión emancipadora?
Nah, nada de Autan o como se llame.
Re: Esporas
He visto el video y preveo cataclismo neuronal...
Diazepan, Aguardiente, y algo de hierba...buena. Creo que tengo todo lo necesario.
Voy, .
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--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
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Re: Esporas
Pues me ha explotado la cabeza.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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Re: Esporas
Poético reflexivo y siempre excelso
Re: Esporas
No entiendo la respuesta
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Re: Esporas
¡Complicao! Eh!
Siempre que te leo tengo la sensación de necesitar un diccionario y google a abierto al lado, jajajaja.
Se te daría bien escribir teatro y no es broma. Esos monólogos eternos cargados de metáforas poéticas me recuerdan a los dramas griegos. Conste que lo he tenido que leer un par de veces. En la primera, una vez terminada, tuve que recurrir al aguardiente. No quería que me explotara la cabeza como a la jefa. Mano de santo.
En la segunda le cogí el rollo al asunto de la diáspora: escapar, sobrevivir, adaptarse, esperanza, no ser olvidado, son conceptos que no puedes obviar por bruto que seas. Así que leí despacio buscándole los tres pies al gato. Me centré en el discurso de la narradora; tan elocuente como preocupante en cuanto a sus idas de olla al plano onírico. Pero estamos en un mundo onírico, corto en extensión, y quizá algo farragoso como para sacar alguna conclusión sobre hacia dónde se dirige la historia. Me falta algo, quizá información, o tal vez, algo de concreción. Se me queda colgada por alfileres. Los personajes satélites, por indefinición, parecen la fuerza y la debilidad de la narradora en busca de su propósito.
Venga, a por otro...
Siempre que te leo tengo la sensación de necesitar un diccionario y google a abierto al lado, jajajaja.
Se te daría bien escribir teatro y no es broma. Esos monólogos eternos cargados de metáforas poéticas me recuerdan a los dramas griegos. Conste que lo he tenido que leer un par de veces. En la primera, una vez terminada, tuve que recurrir al aguardiente. No quería que me explotara la cabeza como a la jefa. Mano de santo.
En la segunda le cogí el rollo al asunto de la diáspora: escapar, sobrevivir, adaptarse, esperanza, no ser olvidado, son conceptos que no puedes obviar por bruto que seas. Así que leí despacio buscándole los tres pies al gato. Me centré en el discurso de la narradora; tan elocuente como preocupante en cuanto a sus idas de olla al plano onírico. Pero estamos en un mundo onírico, corto en extensión, y quizá algo farragoso como para sacar alguna conclusión sobre hacia dónde se dirige la historia. Me falta algo, quizá información, o tal vez, algo de concreción. Se me queda colgada por alfileres. Los personajes satélites, por indefinición, parecen la fuerza y la debilidad de la narradora en busca de su propósito.
Venga, a por otro...
Entre tú y Tolo ya estoy vacunado |
--- Pareces atribulado!!
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--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
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Re: Esporas
Yo si que te iba a coger a ti con alfileresGavalia escribió: ↑28 Jun 2023 22:05 ¡Complicao! Eh!
Siempre que te leo tengo la sensación de necesitar un diccionario y google a abierto al lado, jajajaja.
Se te daría bien escribir teatro y no es broma. Esos monólogos eternos cargados de metáforas poéticas me recuerdan a los dramas griegos. Conste que lo he tenido que leer un par de veces. En la primera, una vez terminada, tuve que recurrir al aguardiente. No quería que me explotara la cabeza como a la jefa. Mano de santo.
En la segunda le cogí el rollo al asunto de la diáspora: escapar, sobrevivir, adaptarse, esperanza, no ser olvidado, son conceptos que no puedes obviar por bruto que seas. Así que leí despacio buscándole los tres pies al gato. Me centré en el discurso de la narradora; tan elocuente como preocupante en cuanto a sus idas de olla al plano onírico. Pero estamos en un mundo onírico, corto en extensión, y quizá algo farragoso como para sacar alguna conclusión sobre hacia dónde se dirige la historia. Me falta algo, quizá información, o tal vez, algo de concreción. Se me queda colgada por alfileres. Los personajes satélites, por indefinición, parecen la fuerza y la debilidad de la narradora en busca de su propósito.
Venga, a por otro...
Entre tú y Tolo ya estoy vacunado
Re: Esporas
La sociedad humana no es solamente el mundo del trabajo. Esa sociedad la
componen simultáneamente —o sucesivamente— el mundo profano y el mundo
sagrado, que son sus dos formas complementarias. El mundo profano es el de las
prohibiciones. El mundo sagrado se abre a unas transgresiones limitadas. Es el
mundo de la fiesta, de los recuerdos y de los dioses.
Esta manera de ver las cosas es difícil; en el sentido de que sagrado
designa a la vez ambos contrarios. Fundamentalmente es sagrado lo que es
objeto de una prohibición. La prohibición, al señalar negativamente la cosa
sagrada, no solamente tiene poder para producirnos —en el plano de la religión—
un sentimiento de pavor y de temblor. En el límite, ese sentimiento se transforma
en devoción; se convierte en adoración. Los dioses, que encarnan lo sagrado,
hacen temblar a quienes los veneran; pero no por ello dejan de venerarlos. Los
hombres están sometidos a la vez a dos impulsos: uno de terror, que produce un
movimiento de rechazo, y otro de atracción, que gobierna un respeto hecho de
fascinación. La prohibición y la transgresión responden a esos dos movimientos
contradictorios: la prohibición rechaza la transgresión, y la fascinación la introduce.
Lo prohibido, el tabú, sólo se oponen a lo divino en un sentido; pero lo divino es el
aspecto fascinante de lo prohibido: es la prohibición transfigurada. La mitología
compone —y a veces entremezcla— sus temas a partir de estos datos.
George Bataille. El erotismo.
componen simultáneamente —o sucesivamente— el mundo profano y el mundo
sagrado, que son sus dos formas complementarias. El mundo profano es el de las
prohibiciones. El mundo sagrado se abre a unas transgresiones limitadas. Es el
mundo de la fiesta, de los recuerdos y de los dioses.
Esta manera de ver las cosas es difícil; en el sentido de que sagrado
designa a la vez ambos contrarios. Fundamentalmente es sagrado lo que es
objeto de una prohibición. La prohibición, al señalar negativamente la cosa
sagrada, no solamente tiene poder para producirnos —en el plano de la religión—
un sentimiento de pavor y de temblor. En el límite, ese sentimiento se transforma
en devoción; se convierte en adoración. Los dioses, que encarnan lo sagrado,
hacen temblar a quienes los veneran; pero no por ello dejan de venerarlos. Los
hombres están sometidos a la vez a dos impulsos: uno de terror, que produce un
movimiento de rechazo, y otro de atracción, que gobierna un respeto hecho de
fascinación. La prohibición y la transgresión responden a esos dos movimientos
contradictorios: la prohibición rechaza la transgresión, y la fascinación la introduce.
Lo prohibido, el tabú, sólo se oponen a lo divino en un sentido; pero lo divino es el
aspecto fascinante de lo prohibido: es la prohibición transfigurada. La mitología
compone —y a veces entremezcla— sus temas a partir de estos datos.
George Bataille. El erotismo.
Re: Esporas
Seguramente no le importó lo que dijiste y tus comentarios fueron tomados como molestiaToyah escribió: ↑28 Jun 2023 22:02
No entiendo la respuesta
Re: Esporas
precisamente lo que no entiendo es que se moleste, solo por dar una opinión tal y como se supone que se hace en este tema.....
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Re: Esporas
Pido disculpas por mi ciclotimia galopante. No son formas, lo reconozco.
Ahora bien, el texto, no muy bien logrado, lo reconozco, tiene más de diez horas de trabajo y solo por ello se merece una crítica menos peregrina. Pero este no es el lugar, ya sabemos.
Mil disculpas!
Ahora bien, el texto, no muy bien logrado, lo reconozco, tiene más de diez horas de trabajo y solo por ello se merece una crítica menos peregrina. Pero este no es el lugar, ya sabemos.
Mil disculpas!
Re: Esporas
Soy un pesimo critico, gpdigo lo que me hace sentir que es lo que pido, sobre lo de las 10 h, el hacer eso en ese tiempo tiene merito yo me tiro 5 dias para 800 palabras.....
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