En Burgos hasta las piedras son Nacionales (romance y erotismo lésbicos, drama, política española)

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PresoneraDelCel97
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En Burgos hasta las piedras son Nacionales (romance y erotismo lésbicos, drama, política española)

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Mi nombre es Candela, una chica catalana de 26 años. Soy más bien bajita (mido 1,60), delgada y de tez blanca. Tengo el cabello largo lacio y castaño y siempre recogido con una coleta, los ojos marrones, los labios carnosos y llevo gafas. Soy muy femenina aunque muy sencilla y discreta en mi modo de vestir y de arreglarme. No me gusta el maquillaje y odio la vulgaridad y enseñar mi cuerpo. En cuanto a mi personalidad, soy muy introvertida, solitaria y tímida, obviamente mi autismo influye mucho en ello. Soy bisexual con preferencia a las mujeres.

Es principios de octubre. He podido tomarme de vacaciones en mi trabajo y, a través de una agencia, he podido permitirme reservar una escapada de una semana por Castilla y León, uno de estos viajes económicos en los que siempre vas acompañado de un grupo de gente y que incluyen alojamientos en uno o varios hoteles u hostales, comidas, excursiones y transporte.

Siempre me ha llamado mucho la atención el norte de España, tal vez más que el sur. Su clima, su historia, la gran cantidad de monumentos... En mi opinión, poco o nada que envidiar al sur. Con el tiempo, me he vuelto una obsesionada con visitar iglesias, basílicas, catedrales, museos con esculturas religiosas... Así como también con la religión, la historia (sobre todo medieval) y el arte. Es uno de mis intereses restringidos de persona autista. Cuando empiezas a adentrarte, te das cuenta de la gran importancia que ha cobrado la religión como base de nuestra historia y de nuestra cultura. Por muy atea que llegue a ser la sociedad, este hecho es innegable.

El primer día partimos en autocar de la Estació del Nord de Barcelona rumbo a las profundidades de Castilla la Vieja. Primera parada, Ávila. Segunda parada, Segovia y su impresionante acueducto romano. Tercera parada, Soria. En todas las pequeñas ciudades, magníficas catedrales y museos. Cuarta parada... ¡Burgos!

Es ya el tercer día del viaje. Antes de llegar a Burgos, paramos en el municipio de Quintanilla de Vivar, en especial en la pedanía de Vivar del Cid, el lugar de nacimiento de uno de los más memorables héroes de la historia medieval del país, concretamente en el contexto de la Reconquista: Rodrigo Díaz de Vivar, apodado como «El Cid Campeador». Una vez en Burgos, nos alojamos al hostal que nos corresponde y visitamos la catedral. Es realmente espectacular ya una vez entrar en ella, empezando por la sepultura del Cid y seguida de sus capillas, ya sea con retablos representando episodios bíblicos o vidas y martirios de santos o con figuras representando santos, apóstoles, doctores de la iglesia, los cuatro evangelistas y sobre todo Jesucristo en diferentes momentos de su vida con María, San José, sus discípulos y demás personajes bíblicos, de vírgenes, de santos y de ángeles. Además, cabe destacar el maravilloso coro y las escaleras decorativas. Toda una belleza para mis ojos, todo un goce para mis insaciables ansias de conocimiento.

Al mediodía, vamos a comer al hostal. Después tenemos la tarde libre para visitar más lugares de interés por nuestra cuenta. Cada uno se va por su lado. Yo decido darme una vuelta por la ciudad y visitar el museo. Sus esculturas religiosas románicas, góticas, renacentistas y barrocas de talla policromada o de mármol, sus retablos, tabernáculos y cuadros con escenas bíblicas, sus demás reliquias... Necesito saber el significado de todo lo que veo. Sé lo que significan casi todas las representaciones, aunque algunas no y me veo con la necesidad de buscar información con el teléfono móvil. Tanto es así que me quedo sin batería. Entre una cosa y la hora, me paso unas cuatro horas visitando el museo. No me puedo ir sin visitarlo todo ni, sobre todo, sin saber lo que significa todo lo que veo. Es una especie de obsesión que tengo. Hasta que, sin darme cuenta, ya ha anochecido y son los seguratas los que me tienen que empezar a «echar» del museo porque ya es la hora de cerrar. Yo acabando de visitar el museo y los trabajadores y seguratas del museo detrás de mí. Escucho algunas risitas, han debido de alucinar conmigo y de mi extraña y maniática manera de visitar el museo. ¡Qué agobio y qué vergüenza, joder! No es la primera ni la segunda vez que me sucede eso en un museo. Por suerte, es justamente cuando cierran cuando termino de mirarlo todo a lujo de detalles.

Es negra noche. Como todos nos hemos ido por nuestra cuenta, me encuentro sola. Voy a darme una vuelta larga. Me he perdido por Burgos. Sin saber cómo ni por qué, he ido a parar a las afueras de la pequeña ciudad. Es muy tarde. Y muy oscuro. Me he quedado sin batería en el móvil. Tengo frío. No llevo nada más ni nada menos que una camiseta rosa de manga corta, una falda tejana azul pastel hasta las rodillas, unas sandalias negras de plataforma y un pequeño bolso marrón claro con el monedero y el teléfono dentro. Me desespero y empiezo a sentir ansiedad.

Apenas se vislumbra un chispa de luz más allá del alumbrado público y no se escucha un solo decibelio hasta que me acerco a una finca con una casa de dos plantas y de fachada antigua rodeada de un vasto terreno repartido entre campos de cultivo y una granja. Puedo escuchar de fondo sonidos de animales. A través de las ventanas protegidas con enrejados, puedo ver cómo están casi todas las luces de la casa encendidas. Mi olfato se activa. Empiezo a sentir un delicioso olor a caldo de jamón serrano, a huevos fritos a carne de ternera y de cerdo, por lo que deduzco que están cocinando y comiendo en abundancia. No he merendado nada y siento vacío el estómago. Se me hace la boca agua. Conforme me acerco, escucho con más intensidad los ladridos de un perro y un televisor encendido de fondo y una gruesa voz femenina riendo a carcajadas y hablando por teléfono a grito pelado.

–Tía, ayer fui a aquella tienda de la que te hablé y quise comprarme unos sujetadores en forma de top y unas bragas en forma de culotte. Joder, no pude comprar nada, porque lo que hay, gorda como soy y con las tetazas y el culazo que me gasto, es que lo reviento al estrenarlo de lo pequeño que es.

–¡Sí, sí! El mercadillo dominical es un buen sitio donde se puede encontrar con más facilidad ropa interior de todas las tallas y hecha en España, nada de los chinos ni demás multinacionales depredadoras globalistas.

Y continúan hablando de trivialidades.

–Buah, es que me tienen hasta el gorro los putos pijos de los vecinos, todo el día quejándose! ¡Que si vivo en sociedad, que si hago mucho ruido con mis golpetazos, que si soy una garrula, que deje de poner himnos «fiscistis» –pronuncia esta palabra de este modo y en tono de burla– a tope de volumen, que si me ponga cascos, que si baje la voz cuando me cabreo y hablo sola o cuando hablo por teléfono, que si mi Franco ladra muy fuerte... ¡Pues no me sale del coño! Mi voz y mi sentido del oído son los que son y no los pienso cambiar por nadie y no pienso vivir en silencio, y menos por ellos. Yo también tengo que soportar su música trapera y reggaetonera de mierda mientras intento descansar y dormirme, currando sin parar como curro y estudiando sin parar a distancia como estudio, algo que dudo mucho que hagan ellos y que ni tan siquiera sepan lo que es. Yo llevo viviendo aquí toda la vida y además en una casa de mi propiedad, ellos unos pocos años. ¡Que no me vengan poniendo normas los señoritos estos de barrio rico del centro de Madrid!

Esta mujer tiene un tono de voz fuerte, grave y rudo. Se escucha también el ruido de platos y cubiertos y de pasos arriba y abajo a taconeo limpio y, de fondo, un televisor con el volumen bastante alto con las noticias puestas. Concretamente, entre el barullo, logro entender algunas noticias: robos a mano armada en el centro de Barcelona, la situación del «procés» de independencia de Cataluña y manifestaciones en apoyo a los presos de ETA.

Escucho esa voz, gritando con desdén mientras habla por teléfono:

–Perdona, tía, perdona... Estoy con la televisión puesta con las noticias. Por una vez que la enciendo, porque paso con la puta mierda de telebasura que dan hoy en día... ¿Lo oyes, no, lo que dicen? Exacto, eso mismo, veo que estás enterada tú también. ¡Menudos hijos de la gran puta! ¡Es que debería resurgir otro Franco! ¡O, todavía mejor, deberíamos volver a los tiempos de Don Pelayo, del Cid, de Jaime I el Conquistador, de los almogávares y de las Cruzadas! Bueno, el Alzamiento también fue una Cruzada. ¡Otro Alzamiento deberíamos tener, hostia puta! ¡Espero poder decir algún día que pasamos y volveremos a pasar!

Acto seguido escucho un fuerte golpe, lo que interpreto que puede ser un golpe de puño propinado por ella misma en una mesa o pared, fruto de la ira.

–¡Todo gracias al Perro Sánchez de los cojones y a los gobiernos de mierda que hemos tenido pasada la Transición! ¡Esto con nuestro Caudillo no pasaba! ¡José Antonio o Franco levantaran cabeza... Sí, sí, sí, tía... Y tanto, y tanto... ¡Yo entraría en el Congreso de los Diputados y la liaría muy parda con todos los desgraciados que tenemos en el Gobierno dentro! ¿Cómo? ¿A lo Tejero? ¡Qué coño a lo Tejero! ¡Si fue un completo fracaso, por Dios! ¡Liarla más gorda aún, tía! ¿Cómo? ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Hostia, me lo has quitado de la boca! ¡Qué genia eres! ¡Totalmente! ¡Me haría con el poder y sería la Caudilla de España por la Gracia de Dios! ¡Se van a cagar por las patas las Charos feministas! ¡Bien que aprenderían de empoderamiento puro y duro, no sus chiringuitos y demás mierdas victimistas en las que basan su empoderamiento, que muy odiahombres y lesbianas pero luego bien que se arriman al primer maromo con dinero que les regala un poco los oídos... ¡Menudas lagartas! Tanto ellas como los guarros izquierdosos mucho que se llenan la boca de igualdad de género, de clase obrera y demás, pero bien que pretendan fardar de intelectuales con sus putos humitos subidos de titulitis y clasismo. ¡Después salen al mundo y la vida les pega unas hostias a mano abierta que salen escaldados! Se nota que en sus puñeteras vidas han doblado el lomo a trabajar ni incluso hincado los codos a estudiar de verdad como yo he tenido que hacer para salir adelante sola desde los quince años, a raíz de lo que les hicieron a mis padres... ¡Valientes hijos de puta asesinos, la ETA...! ¡Qué ansias de revancha tengo!

Puedo escuchar como propina otro sonoro golpe, fruto de la ira. Escuchando esta parte de la conversación, logro entender la razón por la que esta mujer es como es y piensa como piensa

Y continúa conversando por teléfono con su amiga en unos términos violentos sobre lo que haría contra el gobierno actual y todos los partidos izquierdistas, contra grupos extra parlamentarios antifascistas, comunistas y anarquistas, también contra los partidos derechistas liberal capitalistas y globalistas al servicio de los yanquis (Vox incluído), contra la «masónica, corrupta y antiespañola» monarquía actual de los Borbones y que viva los Reyes Católicos y Don Carlos, el único Borbón decente, según ella. Conociendo bastante la ideologías falangista, carlista y franquista de inicios de la dictadura (anterior a la gradual apertura de España al mundo transcurrida la Segunda Guerra Mundial, claro está), entiendo que deteste la derecha del sistema tanto como la izquierda. Después se pone a hablar de que hoy mismo empieza a hacer vacaciones de quince días y como ha transcurrido su semana haciendo trabajos como labrar las tierras, dar de comer a los animales de la granja, ordeñar vacas, ir de caza, de pesca, reparar maquinaria estropeada... Y que viva la autarquía. Por lo que logro deducir, esta mujer trabaja en los campos de cultivo y en la granja de esta finca. No es por decir, pero, por lo que escucho, se trata de una mujer de carácter fuerte y muy hecha y derecha.

Llevo unos cinco minutos escondida en un rincón escuchando con interés su conversación telefónica. Suena muy convincente con sus ideas. Sin todavía haberla visto, solo habiéndola escuchado, hay algo que me engancha en esa mujer. Tal vez por esta noble intención que tengo de hallar el dolor y un fondo sensible en una persona enfadada con el mundo y aparentemente tan ruda y al mismo tiempo ese interés morboso hacia todo lo que huele a fascistoide. De repente, siento un fuerte estirón en mi cabello, agarrándome de la coleta. Me doy un susto de muerte. Volteo la cabeza y vislumbro a un hombre y a una mujer con pintas de drogadictos rodeándome, cuchillo en mano.

–¡Danos todo el dinero, tarjetas de crédito y objetos de valor que tengas! ¡YA!! –me grita al oído el hombre, mientras me tapa la boca con una mano– si no, tendrás tu castigo, ¡niñata!

Con la misma mano que me ha tapado la boca, me agarra fuertemente de mis delicadas muñecas, mientras que con la otra sostiene un cuchillo y unas bridas. Acto seguido, me pone la zancadilla, caigo al suelo de rodillas y empieza a atarme las muñecas y tobillos. Empiezo a llorar y a gritar, oponiendo resistencia.

–¡AAAAHHH! ¡AYUDA, POR FAVOR! –grito con todas mis fuerzas.

De repente, siento de nuevo una mano tapando mi boca con violencia y un frío cuchillo amenazador delante de mi cuello.

–Cierra la boca, zorra –me dice la mujer drogadicta en un tono de ultratumba.

Entonces, un silencio sepulcral reina en la finca, pero en cuestión de segundos, escucho unos rápidos taconeos descendiendo unas escaleras hasta que, de repente, se abre la puerta, junto con muchas luces de la fachada.

Entre las luces de la calle, vislumbro la voluptuosa figura de la mujer cuya conversación he estado escuchando muy atentamente dirigiéndose al lugar donde me encuentro retenida. Es realmente alta (le pondría algo más de 1,85, aunque con el calzado que lleva, más de 1,90), gordita y bien proporcionada, de piel muy blanca. Tiene el cabello negro azabache natural, una lacia y bravía melena larga que quita el sentido, un precioso rostro de facciones toscas y mejillas bien mofletonas y sonrojadas, una profunda y sensual mirada de ojos cafés oscuros achinados y lleva gafas.

–¡Eh! ¿Quién anda ahí? –grita, porra extensible en mano y con semblante de perdonavidas.

A juzgar por la edad, la situaría en la treintena. Estoy realmente alucinando con el atractivo y tan conocido atuendo que viste: una boina roja, una camisa azul con el yugo y las flechas bordados en roj, una insignia de la bandera blanca con las aspas rojas de Borgoña y unas condecoraciones plateadas con el escudo de la Legión Española y de las cruces de las Órdenes de Malta, del Temple, del Santo Sepulcro, de Santiago y de Calatrava, una falda negra larga hasta las rodillas ceñida con un cinturón negro bien grande, ancho y con una gruesa hebilla, que podría ser perfectamente de hombre y que al mismo tiempo sostiene una pequeña pistola de caza y otra porra extensible en su cintura, y unas botas negras altas de cuero, plataforma y tacón ancho. Una estética, a mis ojos, paramilitar y sexy al mismo tiempo. Exactamente la misma que la de las mujeres de la Sección Femenina de Falange. Aunque en actitud todo lo contrario a los valores del siglo pasado en cuanto a la mujer y a lo que siempre he escuchado hablar sobre la Sección Femenina y sobre las mujeres de esa cuerda política todavía hoy en día. De mujer sumisa, CERO al cubo. No es por decir, pero absolutamente NADA que envidiar a las feministas actuales, todo lo contrario. ¡Cielo Santo, qué mujer! ¡Menuda amazona! Exactamente mi concretísimo prototipo de mujer. Con lo que me cuesta encontrar a una mujer tal y como me atraen... ¿Estoy soñando?

Transcurridos unos segundos, se percata del panorama y, porra extendida en mano, se abalanza contra mis agresores.

–¡COBARDES HIJOS DE PUTA! ¿De qué coño vais? ¡Dejadla en paz, YA! –grita, furiosa. Inmediatamente, se dirige al hombre, que continúa atándome con las bridas, al que golpea con la porra.

Acto seguido, le propina una fuerte patada en la entrepierna con una de sus botazas negras de plataforma y taconazo hasta que el hombre suelta un fuerte grito y cae al suelo.

–¡AAAAHHH! ¡Zorra fascista, hija de puta! ¡Esto no se va a quedar así! –grita el hombre, retorciéndose en el suelo de dolor en la entrepierna.

–¡Así aprenderás, por mariconazo! –grita ella misma– ¡Ahora levántate y camina, a ver si hay huevos, nunca mejor dicho! ¡Levántate si no quieres que te pasee a rastras por todo Burgos agarrándote de los huevos! ¡VENGA! ¡Que no tengo toda la noche para esperar! –grita presa de la ira.

Acto seguido, se abalanza a la mujer.

–¡Quita tus asquerosas manos de encima de la chica, zorra psicópata farlopera! –grita al oído de la mujer que me está hiriendo el cuello con un cuchillo, agarrándola bien fuerte del cuello con sus manazas hasta ahogarla. Acto seguido, la empuja y una vez cae al suelo, la golpea con la porra y la patea con sus botazas de plataforma a taconazo limpio.

El hombre logra levantarse y se acerca intentando abalanzarse a ella para agredirla a puñetazos.

–¡Eh! ¿Qué te crees que haces? ¡Las manos quietas! –responde furiosamente y acto seguido le propina un puñetazo en la mejilla y un fuerte porrazo en la espalda.

La mujer drogadicta que me ha agredido arranca a correr a duras penas y el hombre va tras ella con todavía más dificultad.

–¡Puta zorra de mierda! –grita el hombre.

–¡Esto no se va a quedar así, puta ballena! –grita la mujer drogadicta.

–¡Uy, sí! ¡Qué miedo que tengo! ¡Mirad como tiemblo! ¡No sabéis con quién habéis dado! ¡Solo sabéis cacarear, cobardes! ¡Ni las gallinas de mi granja, tú! ¡Ja, ja ja, ja, ja! ¡¡Menudo espectáculo estáis dando! ¡Sobre todo tú, tío! ¡Sí, corre, corre! ¡Intenta correr ahora! ¡A ver si te quedas sin descendencia, hijo de puta! –grita, burlándose con desdén– Conmigo aquí a escoria como vosotros no os va a faltar calle por correr, no! Esto es lo que tiene atacar a alguien más débil que no os ha hecho nada... ¡Cobardes hijos de puta! ¡A falta de acción por parte de la mierda de Fuerzas de Seguridad que tenemos actualmente, debo tomarme la justicia por mis propias manos!

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Me encuentro todavía sentada en el suelo, temblando del frío y del miedo, con la frente empapada en sudor frío, llorando del dolor, paralizada del impacto, sangrando por las rodillas y por el cuello del corte que me ha hecho la mala pécora drogadicta y todavía atada con las bridas. De repente, mi bella heroína se acerca rápidamente a mí, se agacha, me toma de las muñecas, después de los tobillos y sin necesidad de ningún utensilio y haciendo fuerza con sus grandes manos, logra desasirme de las bridas en cuestión de segundos. Tiene una fuerza descomunal esta mujer. Acto seguido, me toma de las dos manos y me ayuda a levantarme del suelo. Ya de pie, me abraza, a lo que yo, sin duda alguna, le correspondo. Me encuentro llorando entre sus brazos y con la cabeza casi tocando sus grandes pechos. Nuestra diferencia de altura... Sin apenas conocer a esta mujer siento una inmensa sensación de seguridad y calidez entre sus brazos.

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–¡Ya está, ya está... Calma, calma... –me dice, en un tono esta vez suave, mientras me acaricia la espalda y me besa la frente– Son unos hijos de puta desalmados.

–¡Te agradezco muchísimo, de veras! Si no hubiera sido por ti... No sé qué me hubiese pasado... Aunque lamento... Lamento haberte metido en líos con esta gentuza –le digo, temblando, entre lágrimas y con la respiración agitada.

–No te preocupes, de veras. No me has metido en ningún lío. Estoy más que curtida y muy hecha a estas situaciones. Se lo han buscado a pulso y se lo merecen los muy desgraciados. ¡Así aprenderán! He hecho lo que debo hacer como patriota de bien. Defender al pueblo y limpiar nuestra sociedad de escoria. Ante la inacción policial, lo considero mi loable deber –me responde, mirándome fijamente a los ojos.

Yo estoy en silencio, mirándola a sus preciosos ojos achinados detrás de sus grandes gafas rectangulares y negras y sin saber bien qué responder. Su largo cabello negro azabache... Es tan y tan hermosa...

La miro tímidamente, sin saber bien qué decir. En un instante dado, siento como me toma de mi fría y delicada mano derecha y la pone entre sus dos manazas para templármela.

–¡Qué fría estás, chica! ¡Estás destemplada! ¡Qué manos más heladas tienes! –me dice– Es que además tienes cara de frío y el cuerpo destemplado por lo que he notado al abrazarte. Vas muy desabrigada para andar por Burgos ya en estas fechas. No eres de por aquí, ¿verdad? –me pregunta con interés.

–No. Soy... Soy catalana... –digo con algo de dificultad por temor a su reacción al saber mi procedencia por razones obvias– Estoy... De escapada por Castilla y León... Me he perdido... Quiero regresar al hostal... Que no recuerdo ni el nombre... –le digo, todavía temblando y ansiosa.

–A ver. En primer lugar, mantén la calma. Ya está, estamos tú y yo, no temas –me dice, acariciándome suavemente la mano.

–Es que he pasado tan mal rato... Nunca me había pasado algo así... No estoy hecha a esas cosas... No soy como tú... No sé cómo defenderme... Es que... Quiero regresar al hostal y quiero... –le digo, ansiosa y temblando sin cesar.

Me toma la mano y me la acaricia, al mismo tiempo que el cabello con su otra mano

–A ver. Inspira...

–Inspiro...

–Espira...

–Espiro...

Y así unas cuantas veces hasta que consigo recuperar la calma. Su rostro. Su mirada. Su bravía y larga cabellera negra azabache, brillando a la luz de las farolas y de la luna llena. Sus grandes pechos despuntando por debajo de su camisa azul. Su profunda voz calmándome, esta vez en un tono suave y discretamente sensual. La mera contemplación de su belleza provoca en mí que en un instante dado me palpite el corazón, un ligero escalofrío y un cálido brillo de ojos y rubor de mejillas.

Ella misma reanuda la conversación.

–Ya lo pensé que eras catalana. Tienes un acento muy catalufo, con perdón –me responde ella misma– No tengo ningún problema con vosotros ni con el catalán. Todo lo contrario. Es más, los catalanes sois tan españoles como nosotros los castellanos, los vascos, los andaluces... El problema lo tengo con los separatas, que es diferente. «Separratas», mejor dicho. Igual que las izquierdas y las derechas globalistas, son el cáncer de este país, con perdón –lanza un amargo suspiro.

–Hmmm... No... No soy independentista...

Balbuceo un poco. Realmente no sé qué más responderle. Nunca he tratado con una persona de su ideología ni con unas circunstancias duras como las suyas, por lo que he podido escuchar mientras conversaba por teléfono. No sé bien cómo responder a sus afirmaciones relacionadas con posicionamientos políticos y considero que debo de ir con sumo cuidado.

–Por cierto, ¿cómo te llamas? –me pregunta, rompiendo el incómodo silencio.

–C... Candela. Me... Me llamo Candela. ¿Tú?

–¡Qué nombre más precioso tienes! Por lo que sé, es un nombre latino que tiene origen en el episodio bíblico de la Candelaria y significa «luz».

–Sí, sí. La celebración de los cuarenta días posteriores a la Natividad y de la presentación de Jesús al Templo.

–¡Así es! ¡Cómo sabes sobre el tema!

–Sí, soy una apasionada de estas cosas.

Me mira, asintiendo con una sonrisa.

–Por cierto, yo me llamo Guiomar. Mucho gusto.

–El gusto es mío. Guiomar... ¡Qué nombre más precioso! Recuerdo haber leído este nombre en una lectura obligatoria en la ESO, una preciosa novela llamada Cordeluna, que, por cierto, me encantó. Una maldición que conecta una historia de amor en tiempos de la Edad Media con otra de nuestra época.

–Muchas gracias. ¡Sí! También la leí yo cuando era adolescente. Una historia de amor entre un caballero y una dama en los gloriosos tiempos del Cid. Cordeluna, la espada maldita. «Guiomar» un nombre de raíz germana que significa «famosa en el combate». Casualmente, un nombre que define mucho mi personalidad –me responde.

–Sí, un nombre de mujer guerrera –asiento yo, con un fino hilo de voz y ruborizada.

–Exactamente. ¡Guerrera por la justicia, el pan, la patria y una España grande y libre! –exclama Guiomar, en un tono aguerrido.

No sé qué responder. Continúa hablando.

–Tan joven como eres, me sorprende muy gratamente que no hayas tenido ninguna reacción negativa o no me hayas mirado extraño al ver mi atuendo. Sabes lo qué significa todo eso y entiendes de política, ¿verdad? –dice Guiomar, pasando su mano por la camisa azul, las insignias y los pins.

–Sí, sí que lo sé. Claro que lo sé y que tengo idea de política. Pero no me importa, de veras.

–¿Qué edad tienes por cierto?

–Tengo 26 años. ¿Tú?

–Yo 35. Te hacía más jovencita.

–Sí, todo el mundo me hace más joven. No sé... –sonrío tímidamente– En cambio yo ya te ponía más o menos 35.

–Sí, ya no estoy tan joven yo... En fin. ¿Quieres que te acompañe al hostal? Conozco todos los hostales de aquí. O... Bueno, aunque sea de noche, es pronto aún –se levanta el dobladillo de la manga izquierda y mira su reloj de muñeca– Son solo las nueve. Te invito a pasar a mi casa un rato y después te acompaño al hostal –me dice, mientras me tiende la mano, y me la toma.

–¿De veras no te importa? –pregunto, comedida, mientras caminamos de la mano dirigiéndonos a su finca.

–¡Descuida! Vivo sola –toma las llaves, abre la puerta y entramos– Pasa, pasa, que no como a nadie... Bueno, a menos que se lo merezca, como ese par de escoria... Pero en general, no como a nadie, al contrario de lo que juzgan muchos que me conocen de vista solo por mis ideas y mis pintas. Eres bien recibida en mi casa –dice Guiomar, sonriendo.
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Re: En Burgos hasta las piedras son Nacionales (romance y erotismo lésbicos, drama, política española)

Mensaje por PresoneraDelCel97 »

Así es que entramos en su casa. Pasamos por el recibidor y el pasillo. Se trata de una vivienda sencilla, sin lujos. Eso sí, con bastante parafernalia españolista, militar (legionaria, sobre todo), falangista, carlista y franquista: banderas, fotos, pancartas políticas, etc. Sobre todo muchas fotos de las mujeres de la Sección Femenina de la Falange vistiendo con el mismo atuendo que ella. Y no precisamente siendo amas de casa ni sumisas como siempre me había creído, sino en campamentos, haciendo deporte, desfilando militarmente, haciendo de profesoras, de enfermeras... Conforme caminamos, el delicioso olor a comida se intensifica más. Llegamos al salón comedor, cuya mesa puedo ver preparada con un viejo mantel de cuadros, una cacerola bien grande, una hogaza de pan de pueblo cortado a rebanadas, un jamón bien grande de pata negra y una cuña de queso manchego ya cortado en el centro y en los lados, ya todo preparada para ella cenar.

–Mira, esta es mi casa, de mi propiedad. Nada del otro mundo.

–Una buena casa para vivir en una buena zona. Además, parece cómoda –respondo, mientras ella pone encima de la mesa un plato hondo y otro plano, un vaso, una servilleta de tela y un par de cubiertos más y los deja en la mesa.

–Ven, siéntate –me dice, tomándome de la mano y señalándome una silla en la mesa del comedor, justo la que se encuentra delante de los platos y cubiertos que acaba de dejar.

Nos sentamos las dos. Se sirve la comida en el platos. Un delicioso cocido: caldo de jamón serrano, fideos, garbanzos, patatas, zanahorias, chorizo y morcilla. Se nota que es una mujer amante de la comida al cien por cien de origen español y en abundancia. Sus abundantes curvas ya me lo sugieren.

–Venga, come tú también, que se nota que tienes hambre y que no has cenado nada, que te escucho los rugidos del estómago desde lejos. Y además estás congelada. Te va a ir bien un buen cocido, así entras en calor.

–Bueno, gracias... Muchas gracias –digo tímidamente. La verdad es que no he cenado todavía y tengo mucha hambre.

Me sirve un buen plato de cocido. Empezamos a comer. Sabe realmente delicioso. Mujer todoterreno. Igual labra y cultiva tierras, igual caza y pesca, igual se encarga de una granja, igual te repara cualquier cosa, igual se lía a palos con delincuentes para defenderte, igual cocina, etc. Ella sola. Y todo de fábula.

–¿Está bueno? –me pregunta, tocándome la mano con delicadeza.

–¡Delicioso! –respondo, con un gesto de aprobación.

–¿Es que lo ves? En cocinar no me gana nadie. Y bien, Candela... ¿Qué le ha traído a hacer una escapada por las profundas Castillas a una catalana de pura cepa como tú?

–Estoy de vacaciones en mi trabajo y estoy haciendo una escapada de unos diez días y visitamos todas las provincias, cada día una diferente. Hoy hemos pasado por Burgos y mañana continuamos nuestra ruta. Es de estas escapadas que salen en pack ahorro y te vas con un grupo de gente. Siempre he deseado visitar Castilla y León. Por la mañana hemos pasado por la pedanía de Vivar del Cid, nos hemos alojado en el hostal y hemos visitado la Catedral. Después de comer en el hostal, hemos tenido toda la tarde libre cada uno por nuestra cuenta y yo he decidido visitar la iglesia y el museo. He terminado tarde y de noche, he decidido dar una vuelta por la ciudad para así estirar un poco las piernas, finalmente me he perdido y he sufrido este altercado, del que me has salvado –le explico.

–Interesante, interesante –dice Guiomar– ¿Y te está gustando Castilla y León? El paisaje, las iglesias, las catedrales, los edificios... ¡Precioso todo! ¡No puedo estar más orgullosa de mi tierra!

–¡Me está encantando! Adoro visitar catedrales, iglesias, museos y demás edificios y monumentos, especialmente medievales y de carácter religioso. Me interesan muchísimo la religión, la historia, el arte...

–¡A mi también me apasionan en sobremanera estos temas! Es que además son cosas que van muy ligadas entre sí, empezando por la religión. Sin religión, no hay historia, no hay arte, no hay belleza, no hay cultura ni hay NADA –dice, en un tono de voz apasionado– Eso explica la falta de gracia en las infraestructuras capitalistas y comunistas. Como decía José Antonio, ambas ideologías son las dos caras de la misma moneda, ya que la base de ambas yace en el materialismo.

Entonces, fluye entre las dos una interesante conversación sobre diversos temas: religión, historia, arte, política... Sí, es una persona con su visión del mundo y de la vida muy influida por su ideología y que a muchas afirmaciones que hace prefiero mantenerme en silencio porque no sé cómo responderle (y más suponiendo ya sus razones para pensar así), pero a la vez se nota que es una persona culta, leída, con estudios y que no presume de ello. Vamos de tema en tema hasta que nos adentramos un poco más en lo personal: nuestras familias y trabajos. De su familia, me explica que sus padres eran ambos legionarios y que fueron víctimas de un atentado en masa perpetrado por la banda terrorista ETA a principios de los 2000, siendo ella adolescente. De cómo de duro fue ese golpe en su vida, sobre todo al enterarse de la desgracia, y de lo que ha tenido que espabilarse estudiando y trabajando desde los quince años para continuar el negocio familiar de agricultura, ganadería, caza y pesca y salir adelante ella sola, algo que le ha obligado a madurar de golpe. Yo también le hablo sobre mi trabajo y sobre las penas y alegrías de mi vida y de mi familia.

Escuchando como me explica la desgarradora pérdida de sus padres, presencio como conmigo consigue abrir su corazón, aparentemente tan duro, hasta el punto de acabar llorando de pena e impotencia entre mis brazos. Es en ese momento cuando, en parte, entiendo cuál es el motivo que hay detrás de sus ideas políticas y de su enfado con el mundo. Es increíble lo que hace el dolor en las personas.

Durante la intensa conversación, nos hemos escuchado con una mirada de interés por conocernos, de cariño. Es increíble como hemos logrado conectar en cuestión de escasas horas. A medida que la conversación avanza al ritmo de las agujas del reloj, más interesada estoy en ella y en conocerla más, con sus blancos, sus grises y sus negros, con sus luces y sombras. Mirando sus preciosos ojos cafés achinados y su cabellera larga y negra azabache que quitan el sentido y abrazándola cuando muestra sus más profundos sentimientos conmigo me enamoro más y más de ella. En un instante dado, se hace un sosegado silencio, hasta que ella lo rompe.

–¿Y eres una persona de muchos amigos, Candela? ¿Te gusta salir de fiesta y esas cosas que tanto gustan a la gente más joven? –me pregunta, dispuesta a escucharme con interés.

–¡Qué va! Casi no tengo amistades. Literalmente contadísimas. Soy una persona muy cerrada. Y salir de fiesta no me gusta tampoco, y menos sabiendo todo lo que se mueve hoy en día. Drogas, promiscuidad... Como más lejos, mejor.

–Bueno, conforme la gente se hace mayor cada uno hace su camino. Yo tampoco soy de amistades, contadísimas también. Mi mejor amiga, con la que estaba hablando por teléfono hace un rato y a la que quiero mucho por todo lo que me ha apoyado durante estos años y por haber estado siempre a mi lado cuando he estado psicológicamente en la mierda y poco más. Muy bien que haces, de verdad. Es increíble lo perdida que está la juventud hoy en día. Alucino muchísimo. Yo con quince años ya estaba compaginando estudios con trabajo. Y ahora ves a chavales adolescentes y también jóvenes drogándose, desnudándose y prostituyéndose por internet, delinquiendo, sin ni siquiera tener la ESO (y con la mierda que es el sistema educativo actual vamos a peor, gracias al Perro Sánchez), pasando de todo... Da pena, muchísima pena.

–Tienes toda la razón. Así mismo lo veo yo. El panorama es desolador. No quiero ni imaginar cómo serán muchos adolescentes de hoy cuando sean adultos. Y sí, no puede ser más cierto lo que dices, al fin y al cabo todos vamos a lo nuestro y conocidos muchos, pero amigos uno o dos y gracias.

–Contra menos gente en la vida de uno, mejor. La gente ya adulta que dice que tiene muchos amigos no es de fiar... –pone las manos en su grande cintura– Uffff... Hace rato que estoy algo incómoda... Me aprieta un poco la falda...

Se levanta de la silla, se desabrocha el cinturonazo y se baja la falda negra, cayendo esta al suelo. Unas braguitas de tela negra en forma de culotte, bien apretadas a sus colosales y preciosas nalgas. Sus piernas y sus muslos bien blancos, grandes y fuertes. Además, unas piernas bien largas. Sus botas altas negras de cuero, plataforma y tacón ancho, a juego con su hermosa cabellera larga y negra azabache. Además, sin perder ese aire paramilitar de tía dura, con boina roja y su camisa azul abotonada con el yugo y las flechas bordados en rojo y las insignias y pins con la bandera carlista y los emblemas de la Legión Española y de las órdenes católicas militares del Temple, del Santo Sepulcro, de Malta, de Santiago y de Calatrava. La observo, con mucho disimulo. Intento disimular mi mirada de deseo, pero me cuesta. Por un momento, nuestras miradas se cruzan y me regala una mirada y una sonrisa entre cariñosas y pícaras. Tengo la sensación de que se ha percatado de mi deseo hacia ella y de que no le disgusta en absoluto. Lentamente, mis latidos se aceleran, mis mejillas se ruborizan, mis pechos se endurecen y me tiemblan las extremidades. Mi cuerpo empieza a reaccionar. Empiezo a sentir fuertemente como se abre en canal ese dulce y húmedo calor dentro de mí. Me muerdo instintivamente el labio inferior.

Acto seguido, vuelve a sentarse. Me doy cuenta de como acerca discretamente la silla hacia mí. Pone su mano encima de la mía. Ella misma rompe de nuevo el silencio.

–Pues mira, yo soy como Pilar Primo de Rivera.

–Hmmm... ¿En qué sentido? –le pregunto tímidamente.

–Excepto en la mentalidad típica del siglo pasado, ya que independientemente de Franco o no Franco y fueras nacionalista o un jodido rojo la mentalidad general de entonces era la que era, en muchos otros aspectos. Uno de ellos, que no tengo ni nunca he tenido pareja. Me cuesta reconocerlo, pero muy en el fondo deseo que en mi vida llegue el amor, algo que va escaso en este mundo de tanta falsedad, por desgracia –deja ir un suspiro– ¿Y tú? ¿Tienes pareja? ¿Novio? –me pregunta, con interés.

Empiezo a ponerme algo tensa. Ella lo nota.

–No, que va. Nunca he tenido pareja. Y sí, yo también deseo que llegue el verdadero amor a mi vida, algo muy difícil hoy en día como tú muy bien has dicho.

–¿De verdad? ¿Con lo preciosa, inteligente y buena que eres? –me dice, mientras me acaricia suavemente el cabello y la mejilla– ¡Si eres un ángel caído del cielo! ¡Sí, hombre! No me creo que no hayas tenido suerte.

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Mientras me acaricia, siento una intensa palpitación en mi corazón.

–De verdad, no, nunca. Es que soy una chica muy tímida...

–Pero... ¿A ti te gustan los hombres? ¿O... las mujeres? Sé distinguir perfectamente entre la que es lesbiana o bisexual de verdad y la que solo dice serlo por odiahombres y notoriedad, que lo sepas.

Mientras me habla, continua acariciándome el cabello y la mejilla y lentamente se acerca más y más a mí. Con su otra mano, me acaricia las manos. Me observa con una mirada que podría interpretar como ya más allá del cariño. Una mirada seductora y de deseo. La verdad es que, dentro de su sensual tono de voz, habla con seriedad y sin frivolizar con nada, por lo que está completamente lúcida. No ha bebido una cantidad de alcohol nada fuera de lo razonable. Ya me ha dicho que sabe medir muy bien donde está el límite con la bebida. Es plenamente consciente de todo. Además, ha comido bien copiosamente, que estas abundantes curvas no pasen hambre.

–Hmmm... No acostumbro a hablar mucho de eso, ya que lo llevo y siempre lo he llevado con gran discreción... En fin... Sí, me gustan las mujeres... Soy... Soy bisexual... Me gustan más las mujeres.

–Y... ¿Cómo te gustan las mujeres? –me pregunta en un tono seductor, mientras continúa acariciándome.

–Pues... –estoy ruborizadísima y mi cuerpo reacciona con más intensidad.

No me da tiempo a responder. Me besa en los labios, a lo que yo le correspondo. Empezamos a besarnos lentamente. Nos acercamos más y más estando las dos sentadas. Ella continúa acariciando mi cabello y mis mejillas y mis delicadas manos empiezan también a recorrer la ruborizada y caliente piel de sus mejillas y su indómita cabellera negra azabache, que me acerco discretamente a mi olfato. Me siento en el séptimo cielo.

–Eres hermosa... ¡Qué labios tienes más carnosos...! ¡Qué piel y que cabello más suave...! ¡Y qué manos más delicadas tienes...! Estás muy buena... Te deseo... De verdad... Te amo... ¡Quiero que seas mía...! A mí también me gustan las mujeres... Bueno, no... Me gustas tú... Solo tú –me dice, entre beso y beso.

Empezamos a besarnos con más intensidad. Por encima de mi camiseta rosa, sus manazas empiezan a recorrer mi esbelta cintura, mis pechos y mis pezones, bien endurecidos. Mis manos también recorren su abundante cintura, su opulente barriga y sus grandes pechos por encima de la camisa azul y todas las patriotas y militares insignias.

–Bffff... ¡Qué hermosa eres...! ¡Qué buena estás...! Estás tremenda... Te deseo... Mucho, mucho, mucho... Desde... Desde el primer momento que te he visto... ¡Qué mirada tan profunda y sensual...! ¡Qué cabello...! Negro, como una preciosa noche como esta... ¡Qué curvas...!

Nos levantamos y continuamos besándonos abrazadas. Guiomar tiene que agacharse mucho para alcanzar mis labios, dada nuestra diferencia de altura. Nos acariciamos la cintura, la espalda y las nalgas. Le amaso esas grandes y preciosas nalgas que tiene como si no hubiera un mañana, por encima y por debajo de sus ardientes braguitas negras, a través de las cuales puedo palpar el deseo que ella que ella también siente por mí. Muy húmedas. Siento también sus manazas pasando delicadamente por debajo de mi falda y amasando también mis pequeñas nalgas por encima y por debajo de mis braguitas. Me desabrocha la falda y me la baja lentamente hasta que cae al suelo. Nuestros besos siguen una escala cromática que va del rosa pastel al púrpura.

Transcurridos unos minutos, me toma en brazos y empieza a caminar, llevándome hasta donde ella desee. Continuamos besándonos como si no hubiera un mañana. Sentir el roce de sus grandes pechos debajo de su camisa azul con los míos debajo de mi camiseta rosa y escuchar el taconeo de sus sexys botas me excita todavía más. Llegamos a su habitación, no muy grande ni muy pequeña, también con bastante parafernalia nacionalista, falangista, carlista y franquista. No puedo evitar sentirme algo extraña al principio, pero el deseo y el morbo pueden más que otra cosa.

Me tumba a su cama con suma delicadeza, mirando al techo.

–Relájate, cariño… –me dice, con seductora voz.

Se agacha encima de mí, rodeando mi cuerpo entre sus brazos y sus piernas. Me quita la camiseta dejándome completamente en ropa interior y me toma de mis delicadísimas muñecas con sus grandes manos, dominándome dulcemente, haciéndome presa de su voluptuosidad. Nos besamos con suma intensidad y le acaricio el cabello. Continuamos besándonos.

Sus ardientes labios empiezan a descender muy lentamente de mis labios a mi cuello, de mi cuello a mis pechos, acariciando y besando mi piel. Me desabrocha y me quita muy lentamente el sujetador negro. Su rostro cae rendido en mis pechos. Con sus labios, su nariz y su lengua recorre con suma delicadeza mis endurecidos pezones, hasta succionarlos. Mmmmm...

Acto seguido, sus manos se posan en mi cintura. A base de besos y caricias, sus ardientes labios descienden lentamente por mi estómago y por mi vientre... Hasta llegar a mi húmeda rosa del amor. No sin antes acariciar y besar sensualmente mis delgados muslos, mis piernas y mis delicados pies. Se vuelve hacia mi rostro, con una ardiente y seductora mirada en sus ojos achinados y muy ruborizada.

–Te deseo… Cariño… Eres hermosa... –me dice en un tono de voz sensual, entre húmedos suspiros. Me besa.

Su rostro vuelve a bajar lentamente hasta llegar entre mis piernas, a mis braguitas negras de seda. Me las baja muy lentamente y acerca sus ardientes labios a mi rosa del amor, completamente depilada e inflamada de deseo por ella y de ansias de su cariño. Empieza a besar mi clítoris con sumo cuidado. Siempre empezando por los alrededores… Y poco a poco directamente… Hasta lamerla completamente. Succionando con suma lentitud y cuidado.

Mientras besa y lame mi cuerpo y mi rosa del amor, jadeo con mucha intensidad y acaricio su larga, lacia y sensual cabellera negra. Mis delicados dedos se enredan entre negros mechones de su cabello, desprendidos sensualmente por mi cuerpo. Mmmmm… Al mismo tiempo, me estimulo instintivamente los pezones, húmedos de su ardiente saliva. Siento además sus grandes ubres clavadas en mis muslos… Sus carnosos pezones, como diamantes… Su fogosa mirada mientras da cariño a mi rosa del amor, succionando bien mi clítoris… Mmmmm…

Transcurren treinta largos y ardientes minutos, hasta que un lento e intenso orgasmo se apodera de mi cuerpo entero, acompañado de un tremendo gemido. Termina de lamer sensualmente la gran cantidad de fluidos que han provocado mi deseo por ella y su cariño. Caigo rendida.

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Caemos rendidas durante unos cinco minutos. Yo tumbada en la misma postura, ella, con la cabeza pegada a mi pelvis y abrazada a mis muslos. Continuo acariciando su negra cabellera, sensualmente despeinada. Alcanzado el clímax, mi cuerpo empieza a destemplarse gradualmente y mi piel a erizarse, esta vez de frío. Ella lo nota al instante.

–Cariño… Estás destemplada...

–Un poco… –le digo tímidamente, mientras intento subirme las braguitas y me pongo la camiseta de nuevo.

–Voy a encender un poco la calefacción.

Ambas nos levantamos lentamente de su cama y nos ponemos de pie entre su armario y su escritorio. Puedo intuir restos de mis fluidos entre su cabello y en los cristales de sus gafas. Mmmmm... Enciende el interruptor de la calefacción y acto seguido abre el armario y saca de él una bata muy grande de estar por casa.

–No pases frío, amor… –me dice, cariñosamente, mientras me pone ella la bata de estar por casa. Seguidamente, me besa la frente.

Nos abrazamos durante unos largos minutos. Se agacha hasta llegar a mi rostro y nos besamos. Continuamos beso a beso. Esos besos púrpura.

Transcurridos unos minutos, nos retiramos lentamente del abrazo, me toma de la mano y nos dirigimos hacia su escritorio. Guiomar decanta la silla y se sienta.

–Ven a mí, amor… –me dice, seductoramente, agarrándome delicadamente de la cintura y atrayéndome hacia ella. Me encuentro de pie entre la mesa de su escritorio y ella. Me agarra apasionadamente la cintura, las caderas y las nalgas, mientras mis manos recorren su despeinado cabello. Nuestras bocas se enredan en fogosos besos. Cada segundo que transcurre siento mi cuerpo cada vez más rodeado por sus piernas y sus potentes muslos. ¡Que dulcemente dominada y protegida me siento! Mmmmm… Mi cuerpo se activa y entro de nuevo en calor.

–Eres mía... Te amo... –me dice, entre beso y beso.

–Amor… Eres hermosa… Te deseo… Como nunca he deseado a nadie... Suena loco... Pero así es... ¡Qué buena estás, joder! Soy tuya... Toda tuya. Igual que tú eres mía... Toda mía... –le digo, jadeando entre beso y beso– Ahora relájate, amor… –le digo, sensualmente.

–Sí, amor… –me dice, entrecerrando lentamente los ojos.

Mis carnosos labios empiezan a bajar acariciando y besando su grande y ancho cuello. Se muerde el labio inferior y su respiración se agita más y más.

Mis labios continúan descendiendo. Sus grandes y voluptuosos pechos con sus entumecidos pezones sobresaliendo. Mis manos empiezan a acariciarlos y a amasarlos al mismo tiempo que son recorridos por mis labios con apasionados besos, todavía por encima de la camisa. A cada segundo que pasa, los jadeos de Guiomar se tornan más y más agitados y en un momento dado cierra los ojos y se muerde los labios con picardía. Mmmmm… Se desabrocha muy cuidadosamente la camisa azul botón a botón hasta la mitad, dejando a mi vista un ardiente sujetador negro en forma de top a conjunto con sus braguitas, que seguidamente se decanta, dejando sus colosales ubres desnudas. No tiene los pechos canónicamente «perfectos» según la sociedad, pero a mis ojos son los más preciosos que he visto nunca. De repente, mi rostro y mi boca se enredan en ellos, acariciándolos y besándolos como si no existiera un mañana. Poco a poco, mis ardientes besos se concentran más y más en sus bellas y rosadas areolas estremecidas y en sus carnosos y entumecidos pezones, hasta que mis labios y mi lengua se pelean de deseo dándoles el cariño que ruegan.

–Mmmmmm… –suspira Guiomar, entre jadeos.

Mis labios descienden a base de caricias por su opulente barriga por encima de la camisa. Me encuentro ya agachada debajo de la mesa, mientras ella continua sentada en la silla. Me abrazo a sus caderas como buenamente puedo. Mi campo visual alcanza como primer plano sus negras braguitas, las ardientes y húmedas transparencias de su rosa del amor suplicando mi cariño. No obstante, quiero ir despacio. Muy despacio.

–Mmmmmm… Amor… Ámame… ¡Ámame entera! –me dice entre jadeos, acariciando mi cabello y mis mejillas.

Empiezo acariciándole y besándole los muslos, las piernas y las botas. Estas botazas... Uffff... El cuero, las plataformas, los tacones... Se las huelo, se las beso y se las lamo como si no hubiera un mañana. Estoy tan excitada que a veces me toco los pezones. Ya he entrado en calor y me desprendo de la bata de estar por casa. A veces levanto un poco la cabeza para ver el deseo en su rostro. Sus lentos y discretos movimientos y el aroma de la creciente humedad en sus braguitas negras me comunican lo receptiva que está a mis caricias y besos en sus muslos y piernas.

Transcurridos unos largos minutos, se levanta lentamente de la silla, mientras continuo abrazada a sus caderas. Ella de pie, en posición dominante, yo agachada, en posición sumisa, rendida ante su voluptuosidad. Mis manos, mis labios y mi lengua empiezan a recorrer lentamente sus poderosos muslos, acariciando, amasando, besando y lamiendo su blanca piel, casi mordisqueando y succionando. Continuo descendiendo hacia sus pantorrillas y sus pies y empiezo a oler, besar y lamer sus botas como si no hubiera un mañana. Tengo un fetiche enorme con las botas y demás calzados de plataforma y tacón. Mis carnosos labios ascienden de sus pies a sus muslos con suma lentitud.

–¡Qué buena estás, amor! ¡Estás tremenda! –digo entre jadeos.

–Mmmmm...

Acto seguido, me abrazo a sus caderas y mis manos se posan en sus nalgas, acariciándolas y amasándolas apasionadamente, con los dedos bien abiertos y enredados entre su palidísima piel y la negra tela de sus braguitas, que se las quito con suma delicadeza. Mis labios y mi lengua descienden de nuevo por sus piernas al compás de la sensual y húmeda prenda, en cuya compañía, mi boca llega a sus pies. Como si no hubiera un mañana, huelo, beso y lamo de nuevo sus botas, al mismo tiempo que su ardiente prenda interior acompañada de su dulce y abundante néctar. Mmmmm... Estoy que no quepo en mi deseo por ella. Es tal el ardor que siento de nuevo dentro de mí que instintivamente me estimulo los pezones.

Me abrazo de nuevo a sus colosales y voluptuosas caderas, con mucha fuerza. Mis pechos y mis entumecidos pezones se clavan en sus muslos. Mis manos de nuevo en sus nalgas, mis dedos bien enredados entre las abundantes carnes de sus voluptuosas nalgas. Amasándolas con pasión, con deseo. Su preciosa rosa del amor, también completamente depilada y deshaciéndose en súplicas y llanto por mi cariño. Ahora es el momento…

Mis labios y mi lengua recorren su rosa del amor. Muy lentamente, empezando por los laterales hasta concentrarse totalmente en su grande clítoris, casi succionándolo y bebiendo de su caliente y abundante néctar. Mis manos amasan y acarician sus colosales caderas y nalgas con más y más pasión y mis pechos se clavan más y más a sus grandes muslos. Guiomar me acaricia el cabello mientras mueve las caderas con más y más frecuencia y sensualidad. Puedo ver el rubor de su piel, su rostro con los ojos entrecerrados y mordiéndose los labios con más y más fuerza, como se acaricia su despeinado cabello, al mismo tiempo la vez que sus pechos y pezones por encima de su camisa azul otra vez abrochada con todas las insignias y condecoraciones. Mmmmm... Puedo sentir el ardor en su piel, la fuerza y frecuencia de sus latidos y la intensidad de su respiración.

–Mmmmmmm… –suspira sensualmente, entre intensos jadeos y mordiéndose el labio inferior.

A cada segundo que pasa, jadea con más fuerza. Transcurridos unos minutos, estalla de placer fundiéndose en un intenso orgasmo, lo que puedo intuir por el rubor y el ardor previos en su piel y en su clítoris, por la abundancia de su dulce néctar y por su ardiente gemido final.

Cae rendida abrazada a mí, hasta que ambas nos tumbamos de nuevo en su cama, sentadas frente a frente. Nos besamos de nuevo con mucha intensidad, mientras nos acariciamos la cintura.

Siento como paulatinamente su cuerpo se activa de nuevo. Estamos las dos semidesnudas. Además… Ella me ha quitado las braguitas y no me las he vuelto a poner todavía… Yo le he quitado las ardientes braguitas negras y se las he lamido… Mmmmm... A pesar de ir más o menos vestidas, llevamos nuestras empapadas rosas del amor descubiertas. Mientras estamos tumbadas besándonos, instintivamente juntamos las piernas más y más. En un instante dado, parece que ambas nos leemos la mente y cambiamos de postura. Entonces, nos sentamos en la misma cama.

Estando las dos sentadas frente a frente, nuestros cuerpos se pegan más y más. Nuestras rosas del amor lloran con desespero suplicando encontrarse. Transcurridos unos minutos, nos abrazamos muy fuertemente, entrelazando bien nuestras piernas y uniendo nuestras rosas del amor, bien clavadas la una con la otra. Nos abrazamos muy fuerte. Dada la diferencia de estatura entre las dos, mi cabeza se encuentra clavada a sus grandes pechos y enredada entre su cabellera. Se desabrocha de nuevo la camisa y mi boca se pierde entre su cabello, sus colosales ubres y sus pezones por encima y por debajo del sujetador en forma de top. Oliendo, besando, lamiendo, mordisqueando suavemente como si no hubiera un mañana… Mmmmmm… A cada segundo que pasa, movemos nuestras caderas con mayor ímpetu, sincronizadas con nuestros latidos. Nuestras rosas del amor al mismo compás y bien clavadas la una a la otra... Mmmmm... En un instante dado, con mi rostro enredado entre sus pechos, siento perder el aliento entre tantísima abundancia y voluptuosidad. Las dos jadeamos con más y más intensidad… Hasta que… Nos fundimos simultáneamente en un intenso orgasmo… Acompañado de un ardiente beso.

Ambas caemos rendidas, tumbadas en la cama, abrazadas. Acomodo mi cabeza en su pecho. Me acaricia el cabello y me da besos la frente. Abre el edredón y nos tapamos. Desearía que se detuviera el tiempo en esta noche, en este bello instante. No quiero separarme de Guiomar. Es increíble la conexión intelectual, emocional, erótica y hasta romántica que hemos tenido en cuestión de pocas horas. Desearía dormir a su lado, abrazada a ella. Todas las noches del resto de mi vida. Suena muy loco, pero estoy enamorada.

–Candela, amor... ¿Tienes que alojarte sí o sí al hostal? –me pregunta en un tono de voz entristecido y acariciándome el cabello y la mejilla.

–Sí... Contra mi voluntad. Me siento muy bien aquí a tu lado.

Veo como sus ojos se entristecen y empiezan a derramar lágrimas.

–Es que yo... ¡No quiero que te vayas! ¡De verdad! Es increíble lo que ha surgido entre nosotras en una noche. Tan hermoso, tan intenso, tan... Nunca he vivido algo así con nadie. Una persona de corazón tan noble, tan inteligente, tan hermosa interior y exteriormente, que sabe escuchar y empatizar, que no te juzga... Eso no se encuentra cada día, de verdad te lo digo. Tú... Me has hecho sentir comprendida y querida de verdad, tal como soy, algo que, muy en el fondo, muy contadísimas veces en mi vida me he sentido después de que los hijos de puta etarras me arrebataran a mis padres... Parezco una persona muy dura y de hierro, pero realmente tengo mucho dolor dentro y me siento sola. Detrás de la «puta fascista asquerosa agresiva» que la gente tanto dice que soy hay mucho dolor acumulado dentro... Ni te imaginas lo que es que te arrebaten vilmente lo que más amas... Lo sumamente duro que es... Lo que lloro a solas y en silencio... –me dice, fundiéndose en un amargo llanto.

La abrazo y le beso la frente y las mejillas. Ambas nos hacemos una en nuestros abrazos. Dos almas gemelas queriendo amar y ser amadas, pidiendo a gritos de esperanza unirse y volver a ser una. Somos tan diferentes y al mismo tiempo tan iguales.

–Yo... También me he sentido muy bien a tu lado. Nunca se me ha pasado por la cabeza juzgarte, y menos después de lo que has hecho por mí. Entiendo y empatizo mucho con todo lo que has vivido, el vacío que deja en una persona, la impotencia y la ira que causa la injusticia. Contigo me he sentido cómoda para hablar de pensamientos míos de los que me da reparo hablar con otras personas, además de escuchada y querida. Suena intenso, pero en cuestión de unas pocas horas ha surgido algo muy especial entre nosotras. No quiero irme de tu lado –le digo, con los ojos llorosos.

Nos abrazamos con fuerza. Empiezo a llorar entre sus brazos. Permanecemos abrazadas unos largos quince minutos que desearía que fueran eternos.

–Bueno... Te acompaño al hostal –me dice en un tono apenado.

Con su ayuda recuerdo el nombre del hostal donde estoy alojada. Finalmente nos vestimos, salimos de su casa y caminamos lentamente rumbo al hostal. Caminamos tomadas de la mano. Me siento muy segura y querida a su lado.

Llegamos al hostal. Muy delicadamente, me da un papel con su número de teléfono, abriendo y cerrando mi mano

–Llámame. Cuando termines la ruta, llámame. Pasaré a recogerte. Tal y como te he dicho, yo también estoy haciendo unos días de pausa en mi trabajo. Antes de que regreses a tu casa quiero que pasemos más días tú y yo juntas –me dice, con un destello de emoción en sus ojos, casi llorosos.

–Eso haré –le digo, emocionada, mientras me guardo muy bien el papel en el bolso– Muchas gracias por todo y por tanto, de verdad. También deseo con todas mis fuerzas volver a estar a tu lado. Nos vemos en unos días, amor.

Nos abrazamos con mucha fuerza. Nos besamos.

Y así será como unos seis días más tarde nos reencontraremos y, en el transcurso de una semana juntas, nuestro vínculo se tornará más y más especial.

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steshaded
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Re: En Burgos hasta las piedras son Nacionales (romance y erotismo lésbicos, drama, política española)

Mensaje por steshaded »

Estoy muy impresionado con tu historia. Creo que no mucha gente puede escribir sobre este tema sin que resulte aburrido. ¿Dónde puedo seguir leyendo tus obras? :)
Lililamario games, minico.
PresoneraDelCel97
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Re: En Burgos hasta las piedras son Nacionales (romance y erotismo lésbicos, drama, política española)

Mensaje por PresoneraDelCel97 »

steshaded escribió: 22 Feb 2024 03:19 Estoy muy impresionado con tu historia. Creo que no mucha gente puede escribir sobre este tema sin que resulte aburrido. ¿Dónde puedo seguir leyendo tus obras? :)
En primer lugar, muchas gracias por dedicar una pequeña parte de tu tiempo a leerme, @steshaded . Me alegra mucho que te haya gustado. A mucha gente que me lee le sorprenden mucho mis enfoques. Si eres español habrás entendido todas las referencias y seguramente se te habrá hecho la lectura más amena que si eres hispanoamericano.

Escribí una historia más a finales del año pasado, bastante larga, de unos ocho episodios, y ahora empiezo a escribir otra, que creo que será solo de dos o tres episodios.

Aquí están los enlaces:

El secreto de Carlota

Introducción

viewtopic.php?f=20&t=124104

Episodios I - VIII

viewtopic.php?f=20&t=124128

Elda, la instructora de la Sección Femenina

viewtopic.php?f=20&t=125510

Espero que disfrutes de ellas.
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