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28.- a.-Corte de luz. Se oyen abajo los gritos de los niños; las protestas de la madre. Todo retrocede a siglos pasados, a tinieblas. La oscuridad es total y hay que ir tentando las paredes. ¿Qué hacer? ¿En qué entretenerse? Sí, ya sé..., pero están los niños. Hay que calmarlos y tomarse la cosa a juego. –Dicen que en el apagón de Nueva York miles de mujeres quedaron embarazadas.
Se asoma uno a la ventana y todo está también oscuro, silencioso, sobrecogido.
Nos juntamos en la cocina y encendemos las velas del salón, las que servían de adorno. La luz es pobre. Cuántos siglos viviendo en lo tenebroso. Pronto notamos que no sabemos qué hacer. Preparamos cena fría por hacer algo; aunque ni siquiera podamos calentar un vaso de leche. Estar a oscuras, en silencio, con tus propios pensamientos, fatiga. Creo que no estamos acostumbrados. Después de cenar encuentro mi linterna de cabeza, de esas que utilizan los mineros. Leo un rato El Cero y el Infinito.
A la hora vuelve la corriente. Uno reflexiona que ningún tiempo pasado puede ser mejor que éste. La luz. Pequeños soles domésticos, televisión, internet, vida. El progreso.
b.- Recibo una carta de Interior. En ella me explican una infracción grave que he cometido al volante. Circular a 139 km/h por la M-40 un sábado a las 14:39 horas, sin apenas tráfico. En la carta aparece una foto de mi coche con la matricula bien clara. Sí, no hay duda, es mi coche. Tengo que identificar al conductor; soy yo. Esto me produce un malestar y un ahogo al fondo de la garganta. Imagino mil perrerías para hacer. Quisiera vengarme de alguna forma; elevar mi voz, pero sé que no haré nada. Firmo en el recuadro de “el mismo titular” y la envío certificada.
Todo me ha recordado aquella escena de Fahrenheit 451en la que unos sabuesos mecánicos persiguen a algunos fugitivos por el rastro de su olor.
Auguro un futuro en el que millones de máquinas registrarán nuestras infracciones más pueriles y de forma inmediata nos sustraerán cantidades de nuestro saldo. Y será una manera de contener a las masas. Una espada cibernética de Damocles.
Quizá Edison nos salvó de las tinieblas y alumbró a la vez un infierno.
eee: En el Eclesiastés: Quien aumenta la ciencia humana, aumenta su dolor. Después de todo, lo único que sabemos con total certeza es el marchito camino de nuestra finitud y su acabamiento.
Párrafo leído el mismo día de tu comentario en LA vida Eterna de Savater. Saludos
Se asoma uno a la ventana y todo está también oscuro, silencioso, sobrecogido.
Nos juntamos en la cocina y encendemos las velas del salón, las que servían de adorno. La luz es pobre. Cuántos siglos viviendo en lo tenebroso. Pronto notamos que no sabemos qué hacer. Preparamos cena fría por hacer algo; aunque ni siquiera podamos calentar un vaso de leche. Estar a oscuras, en silencio, con tus propios pensamientos, fatiga. Creo que no estamos acostumbrados. Después de cenar encuentro mi linterna de cabeza, de esas que utilizan los mineros. Leo un rato El Cero y el Infinito.
A la hora vuelve la corriente. Uno reflexiona que ningún tiempo pasado puede ser mejor que éste. La luz. Pequeños soles domésticos, televisión, internet, vida. El progreso.
b.- Recibo una carta de Interior. En ella me explican una infracción grave que he cometido al volante. Circular a 139 km/h por la M-40 un sábado a las 14:39 horas, sin apenas tráfico. En la carta aparece una foto de mi coche con la matricula bien clara. Sí, no hay duda, es mi coche. Tengo que identificar al conductor; soy yo. Esto me produce un malestar y un ahogo al fondo de la garganta. Imagino mil perrerías para hacer. Quisiera vengarme de alguna forma; elevar mi voz, pero sé que no haré nada. Firmo en el recuadro de “el mismo titular” y la envío certificada.
Todo me ha recordado aquella escena de Fahrenheit 451en la que unos sabuesos mecánicos persiguen a algunos fugitivos por el rastro de su olor.
Auguro un futuro en el que millones de máquinas registrarán nuestras infracciones más pueriles y de forma inmediata nos sustraerán cantidades de nuestro saldo. Y será una manera de contener a las masas. Una espada cibernética de Damocles.
Quizá Edison nos salvó de las tinieblas y alumbró a la vez un infierno.
eee: En el Eclesiastés: Quien aumenta la ciencia humana, aumenta su dolor. Después de todo, lo único que sabemos con total certeza es el marchito camino de nuestra finitud y su acabamiento.
Párrafo leído el mismo día de tu comentario en LA vida Eterna de Savater. Saludos
al señor Savater le tengo la deuda de la traducción de E. M. Cioran; por lo demás, sus píldoras de sabiduría, ética y su filosofía aplicada a la vida diaria junto al café, me suelen tener sin cuidado.
y al mencionar Eclesiastés me refería a la fuente:
"vanidad de vanidades; todo es vanidad"
y por el futuro electrónico
no te preocupes
no hay
salud(os)
y al mencionar Eclesiastés me refería a la fuente:
"vanidad de vanidades; todo es vanidad"
y por el futuro electrónico
no te preocupes
no hay
salud(os)
si se escribe en base a tópicos filosóficos, con terminos metafísicos, arriesgando poco y sin un punto de vista original, pues no es tan dificil parecer que se tiene siempre la razón.
no sé si recordarás lo del león, que mata porque es su naturaleza, y que felizmente no tiene razón, ya que de tenerla, a lo mejor habría desarrollado unas garras para matar una ciudad de un zarpazo.
salud2
no sé si recordarás lo del león, que mata porque es su naturaleza, y que felizmente no tiene razón, ya que de tenerla, a lo mejor habría desarrollado unas garras para matar una ciudad de un zarpazo.
salud2
29.- a.- A propósito de lo que pensé sobre el sexo y la muerte, Koestler viene a mi encuentro con dos días de retraso. Rubachof, el preso atrapado entre el cero y el infinito va a ser “liberado”. Su vecino de celda con quien se ha comunicado a través de golpecitos en las tuberías le dice que lo envidia; a él todavía le restan dieciocho años de confinamiento.
“-En el fondo te tengo envidia...
Luego tras una nueva pausa:
-Piénsalo, todavía 6.530 noches sin mujer.
-Pero puedes leer, estudiar...
-Yo no tengo cabeza para eso –golpeó el número 402.”
Koestler subraya el sufrimiento de un hombre, de un condenado, a través de la ausencia de la mujer.
Nunca olvidaré la lectura de esta novela donde el sistema de las purgas devora a sus propios padres de la revolución. Una novela vestida de ensayo o un ensayo donde se infiltran los sentimientos de soledad, política, amor y muerte. Todo revestido con la luz gris del más opresor sistema estalinista.
b.- Me envían un vídeo en el que se contempla a un árabe que va a ser objeto de un empalamiento. El video está montado a modo de una película de acción: pequeños planos cortos. Planos donde se ve una multitud expectante, una mirada de asombro, alguien que le baja los pantalones y lo arrodilla. Un primer plano de una fina estaca en punta. Gritos. El izado, sangre que desciende.
Cuando termina sostengo que es un video falso. Me preguntan cómo estoy tan seguro, “¿acaso has visto un empalamiento?”. No, no he visto jamás un empalamiento pero he leído “Un Puente sobre el Drina” de Andric. Todavía tengo anotado a lápiz en la página correspondiente: Apresamiento, tortura, empalamiento y muerte de Radislav. Diez abigarradas páginas absolutamente estremecedoras. “...Tenía los ojos abiertos de par en par, inquietos. Pero los párpados permanecían inmóviles; la boca abierta; los labios, rígidos y contraídos; los dientes apretados...”. “En aquel momento, el plevliak, Merdjan y dos guardianes se acercaron de nuevo al condenado y lo examinaron de cerca. Tan solo corría un hilillo de sangre por el poste. El hombre continuaba vivo y sin perder el conocimiento. Sus costados se agitaban, las venas le latían en el cuello, sus ojos giraban lentamente, pero sin cesar. De sus dientes apretados se escapaba un quejido en el cual se distinguían apenas unas palabras aisladas.
-Turcos, turcos...-gemía el hombre...”
Es curioso que la lectura de ese episodio en ese libro imprescindible sea en la memoria más real que unas imágenes; más visual en la imaginación que en unas escabrosas escenas “reales”.
“-En el fondo te tengo envidia...
Luego tras una nueva pausa:
-Piénsalo, todavía 6.530 noches sin mujer.
-Pero puedes leer, estudiar...
-Yo no tengo cabeza para eso –golpeó el número 402.”
Koestler subraya el sufrimiento de un hombre, de un condenado, a través de la ausencia de la mujer.
Nunca olvidaré la lectura de esta novela donde el sistema de las purgas devora a sus propios padres de la revolución. Una novela vestida de ensayo o un ensayo donde se infiltran los sentimientos de soledad, política, amor y muerte. Todo revestido con la luz gris del más opresor sistema estalinista.
b.- Me envían un vídeo en el que se contempla a un árabe que va a ser objeto de un empalamiento. El video está montado a modo de una película de acción: pequeños planos cortos. Planos donde se ve una multitud expectante, una mirada de asombro, alguien que le baja los pantalones y lo arrodilla. Un primer plano de una fina estaca en punta. Gritos. El izado, sangre que desciende.
Cuando termina sostengo que es un video falso. Me preguntan cómo estoy tan seguro, “¿acaso has visto un empalamiento?”. No, no he visto jamás un empalamiento pero he leído “Un Puente sobre el Drina” de Andric. Todavía tengo anotado a lápiz en la página correspondiente: Apresamiento, tortura, empalamiento y muerte de Radislav. Diez abigarradas páginas absolutamente estremecedoras. “...Tenía los ojos abiertos de par en par, inquietos. Pero los párpados permanecían inmóviles; la boca abierta; los labios, rígidos y contraídos; los dientes apretados...”. “En aquel momento, el plevliak, Merdjan y dos guardianes se acercaron de nuevo al condenado y lo examinaron de cerca. Tan solo corría un hilillo de sangre por el poste. El hombre continuaba vivo y sin perder el conocimiento. Sus costados se agitaban, las venas le latían en el cuello, sus ojos giraban lentamente, pero sin cesar. De sus dientes apretados se escapaba un quejido en el cual se distinguían apenas unas palabras aisladas.
-Turcos, turcos...-gemía el hombre...”
Es curioso que la lectura de ese episodio en ese libro imprescindible sea en la memoria más real que unas imágenes; más visual en la imaginación que en unas escabrosas escenas “reales”.
30.- Otra conversación sobre los inmigrantes. Desconfianza. Personalización de infortunios propios. Simplificación. Ignorancia. Ombliguismo.
En Alemania muchos judíos comenzaron a tener conciencia de su identidad judía cuando empezaron a sentirse perseguidos por eso. Es como si a mí comenzaran a perseguirme por mi condición católica: un absurdo.
Parece ser un alivio y costumbre el que personas con ciertas dificultades puedan achacar éstas a los que vienen de fuera: “a los moros, a los panchitos, a los rumanos, a los negros”. Los negros: ¿quiénes son “los negros”? ¿Quiénes “los rumanos”? Es una reducción tan injusta como falsa.
El negro.
En plena discusión me viene a la mente una frase que anoté hace tiempo del profesor Donald Horowitz.
“Un ibo puede ser un ibo owerri o un ibo onitsha en la que fue la región oriental de Nigeria; en Lagos es simplemente un ibo; en Londres, un nigeriano; en Nueva York, un africano.”
En Alemania muchos judíos comenzaron a tener conciencia de su identidad judía cuando empezaron a sentirse perseguidos por eso. Es como si a mí comenzaran a perseguirme por mi condición católica: un absurdo.
Parece ser un alivio y costumbre el que personas con ciertas dificultades puedan achacar éstas a los que vienen de fuera: “a los moros, a los panchitos, a los rumanos, a los negros”. Los negros: ¿quiénes son “los negros”? ¿Quiénes “los rumanos”? Es una reducción tan injusta como falsa.
El negro.
En plena discusión me viene a la mente una frase que anoté hace tiempo del profesor Donald Horowitz.
“Un ibo puede ser un ibo owerri o un ibo onitsha en la que fue la región oriental de Nigeria; en Lagos es simplemente un ibo; en Londres, un nigeriano; en Nueva York, un africano.”
31.- Poco después del atentado los terroristas son detenidos en Francia. Son muy jóvenes. Bien parecidos. Ella tiene un corte de cara bonito, de labios bien perfilados, de ojos seductores. Podría enamorar a cualquiera. Diseñados por la naturaleza para dar vida y belleza.
No voy a reflexionar aquí sobre lo que les deparará el estar decenas de años en prisión. Sólo lo que imagino que habrán dejado de vivir:
Un paseo por un malecón con la persona que quieres.
El que tu hijo se meta en la cama un domingo por la mañana y te de los buenos días. Una reunión familiar con risas y abrazos.
Un paseo por la ciudad iluminada.
Un abrazo íntimo; absolutamente íntimo.
Un viaje.
Una estancia prolongada en tu librería favorita.
La contemplación de un cuadro hermoso en un museo.
Un desayuno tranquilo en una placita desconocida leyendo un libro inolvidable.
La visita inesperada de un amigo...
Todo eso y mucho más, pero sobre todo, lo que jamás volverán a vivir es poder dormir una noche tibia de primavera con la conciencia tranquila. Habrá de seguro algo que los llenará de dudas: ¿Mereció la pena matar a dos jóvenes inocentes por una “idea”?
Cuando salgan de prisión tendrán muchos años más. Casi habrán cumplido los sesenta y se sentirán ajados y vacíos y todo esto les parecerá lejano. Tendrán la sensación, la absoluta certeza, de que sus vidas han estado sumergidas en una prolongada pesadilla que ya nunca tendrá fin.
No voy a reflexionar aquí sobre lo que les deparará el estar decenas de años en prisión. Sólo lo que imagino que habrán dejado de vivir:
Un paseo por un malecón con la persona que quieres.
El que tu hijo se meta en la cama un domingo por la mañana y te de los buenos días. Una reunión familiar con risas y abrazos.
Un paseo por la ciudad iluminada.
Un abrazo íntimo; absolutamente íntimo.
Un viaje.
Una estancia prolongada en tu librería favorita.
La contemplación de un cuadro hermoso en un museo.
Un desayuno tranquilo en una placita desconocida leyendo un libro inolvidable.
La visita inesperada de un amigo...
Todo eso y mucho más, pero sobre todo, lo que jamás volverán a vivir es poder dormir una noche tibia de primavera con la conciencia tranquila. Habrá de seguro algo que los llenará de dudas: ¿Mereció la pena matar a dos jóvenes inocentes por una “idea”?
Cuando salgan de prisión tendrán muchos años más. Casi habrán cumplido los sesenta y se sentirán ajados y vacíos y todo esto les parecerá lejano. Tendrán la sensación, la absoluta certeza, de que sus vidas han estado sumergidas en una prolongada pesadilla que ya nunca tendrá fin.
Si conoces al tipo, les han hecho un lavado de cerebro tan gordo que no sentirán ninguna duda... salvo que los reprogramen.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
32.- Una pareja de mujeres mayores llaman a mi puerta. Es domingo por la mañana. Temprano. Cuando abro, me sonríen. Me saludan con gran alegría; con voces cantarinas:
-¡Bueeenos díaaaaas!
Yo hago lo propio pero no con tanto contento -me han cortado el desayuno y no soporto que el café pierda su temperatura perfecta-.
-Verá; queríamos hablarle..., en realidad, con todo este mundo tecnológico en que hemos convertido nuestra vida... –echan un vistazo al interior con ojos de curiosidad. Estoy seguro que se morirían por que les invitara a un vaso de leche caliente. Pero estoy deseando que vean que yo ya no tengo remedio alguno.
Miro hacia una pequeña Biblia que porta una de ellas en las manos.
-¿Es de religión?
-¡¡Síí!!
-No me interesa.
-Pero...
-Miren, yo borraría la religión de la faz de la tierra... Y en cuanto a lo tecnológico... yo les aconsejo que se vayan a casa y cojan un ratón cada una: seguro que les aprovechará más y mejor.
Se miran entre ellas y fuerzan una nueva sonrisa. Esta vez sí que de veras forzada.
-Un ratón... vaya... Bueno, no queremos molestar más. Vaya usted con Dios.
Me despido lo más cariñoso posible:
-Adiós; muy buenas.
-¡Bueeenos díaaaaas!
Yo hago lo propio pero no con tanto contento -me han cortado el desayuno y no soporto que el café pierda su temperatura perfecta-.
-Verá; queríamos hablarle..., en realidad, con todo este mundo tecnológico en que hemos convertido nuestra vida... –echan un vistazo al interior con ojos de curiosidad. Estoy seguro que se morirían por que les invitara a un vaso de leche caliente. Pero estoy deseando que vean que yo ya no tengo remedio alguno.
Miro hacia una pequeña Biblia que porta una de ellas en las manos.
-¿Es de religión?
-¡¡Síí!!
-No me interesa.
-Pero...
-Miren, yo borraría la religión de la faz de la tierra... Y en cuanto a lo tecnológico... yo les aconsejo que se vayan a casa y cojan un ratón cada una: seguro que les aprovechará más y mejor.
Se miran entre ellas y fuerzan una nueva sonrisa. Esta vez sí que de veras forzada.
-Un ratón... vaya... Bueno, no queremos molestar más. Vaya usted con Dios.
Me despido lo más cariñoso posible:
-Adiós; muy buenas.
Son buena gente que sólo intentan salvar tu alma y encaminarte en el buen caminito. ¡Cómo eres! ¡Qué más te dará el café frio que caliente! 
33.- a.-Estar en otro sitio. Casi siempre se quiere estar en otro sitio, ser otro. Yo he querido ser muchas cosas: un cazador con un abrigo de piel, con un caballo, un perro y un rifle; recorrer bosques helados y vivir en una cabaña de madera como Jeremías Johnson. He querido ser un camionero para recorrer las carreteras del mundo. He querido ser un actor para que me besara la más bella. Un aviador. Un jugador de fútbol metiendo un gol de chilena en la final. Un explorador de selvas vírgenes, un científico, un traductor, un pintor, un director de cine, un trapecista, un escritor, un astronauta, un atleta, un músico... Pero, ¿qué acabamos siendo todos? Si lo pensamos bien, la mayoría de nosotros desempeña trabajos absurdos, tontos. Necesarios, sí, pero absurdos. ¿Necesarios? Hay gente que se gana muy bien la vida metiendo una pelotita en un hoyo. En realidad son los que mejor se ganan la vida; los que logran meter una pelota –da igual su tamaño- en algún sitio.
Los vigilantes: están vigilando el noventa y nueve coma nueve por ciento del tiempo para actuar en el cero coma uno restante.
Hay personas que se pasan la vida poniendo sellos en papeles. Una ventanilla, gente que entrega documentos y ellos, ¡hala! a poner sellos.
Conductores, camareros, podólogos, limpiadores, zapateros, fontaneros..., ¡qué coñazo de trabajos!
Anoche vi un concierto de Peter Gabriel. Quise ser o estar –y casi lo fui, tanto me metí en el papel- el bajo de Peter Gabriel. Vestido de negro, con su gabardina y su cabeza pelada y sus botas altas. Sus palos en los dedos golpeando las cuerdas en perfecta sinfonía mientras evoluciona el escenario. ¡Qué espectáculo! Los músicos, los ingenieros, el público, el éxtasis, todo en armonía. La mirada de complicidad entre ellos... Sí; si existe la felicidad estaba en ese escenario.
b.- Cuando llego a la cafetería ya casi no queda nadie. Veo a la camarera inmersa en un gran trasiego: pasando la bayeta, recogiendo vasos y platos, haciendo ruido. No me mira. Yo, paciente, espero a ver si nota mi presencia, con paciencia. Cuando ha pasado un buen rato digo: “Perdone, buenos días, cuando pueda me pone un café con leche”.
-¡Un momento por favor! ¡un momento PORR FAVORRR!
A mi lado hay un parroquiano. Nos miramos y yo no paro de reírme. Esa mujer, la pobre, ¡no puede más!
Los vigilantes: están vigilando el noventa y nueve coma nueve por ciento del tiempo para actuar en el cero coma uno restante.
Hay personas que se pasan la vida poniendo sellos en papeles. Una ventanilla, gente que entrega documentos y ellos, ¡hala! a poner sellos.
Conductores, camareros, podólogos, limpiadores, zapateros, fontaneros..., ¡qué coñazo de trabajos!
Anoche vi un concierto de Peter Gabriel. Quise ser o estar –y casi lo fui, tanto me metí en el papel- el bajo de Peter Gabriel. Vestido de negro, con su gabardina y su cabeza pelada y sus botas altas. Sus palos en los dedos golpeando las cuerdas en perfecta sinfonía mientras evoluciona el escenario. ¡Qué espectáculo! Los músicos, los ingenieros, el público, el éxtasis, todo en armonía. La mirada de complicidad entre ellos... Sí; si existe la felicidad estaba en ese escenario.
b.- Cuando llego a la cafetería ya casi no queda nadie. Veo a la camarera inmersa en un gran trasiego: pasando la bayeta, recogiendo vasos y platos, haciendo ruido. No me mira. Yo, paciente, espero a ver si nota mi presencia, con paciencia. Cuando ha pasado un buen rato digo: “Perdone, buenos días, cuando pueda me pone un café con leche”.
-¡Un momento por favor! ¡un momento PORR FAVORRR!
A mi lado hay un parroquiano. Nos miramos y yo no paro de reírme. Esa mujer, la pobre, ¡no puede más!