El rey de los imbéciles
Publicado: 27 Dic 2005 18:30
Voy a comenzar un nuevo experimento que no sé si llegará a buen puerto o si seré capaz de continuar y, de serlo, cuánto tiempo me puede llevar hacerlo.
Me han ido viniendo ideas para escribir una nueva novela, pero, por primera vez, voy a lanzarme sin tener muy claro, por el momento, a donde quiero llegar. Normalmente sé cómo empezar y cómo terminará, pero esta vez ni siquiera sé si va a ser realmente una novela o tan sólo un relato de unas cuantas páginas. Me siento empujado por la propia historia (a veces es la historia la que domina al narrador). Así que, disculpad mi falta de modestia, pero, si alguna vez la encontráis en otro sitio, en forma de libro, por ejemplo, recordad que la visteis aquí en primicia y a todos vosotros, amigos, os dedico estos capítulos.
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Había gente que me preguntaba, cada vez que me veía, por qué vivía en el campo. Estas personas, que me conocían desde hacía tiempo, no lograban entender por qué había cambiado tanto mi forma de vida y tan de repente, abandonando todo lo que tenía en la ciudad: un trabajo estable, un piso en el centro, unos padres cariñosos, una hermana inseparable… No comprendían que lo hacía simplemente porque así lo quería. Nunca me puse a buscar motivos específicos que lo justificaran.
De hecho, pensándolo fríamente, si recapacitaba en busca de razones que explicaran mi comportamiento de ermitaño, adoptado hacía ya unos cuantos años, empezaba a encontrar recuerdos dolorosos que prefería conservar enterrados en lo más profundo. Todos imaginaban que ya lo había superado, pero, a fin de cuentas, yo sabía que estaba allí -“en el campo”, como decían ellos-, porque ella me había fallado.
Me han ido viniendo ideas para escribir una nueva novela, pero, por primera vez, voy a lanzarme sin tener muy claro, por el momento, a donde quiero llegar. Normalmente sé cómo empezar y cómo terminará, pero esta vez ni siquiera sé si va a ser realmente una novela o tan sólo un relato de unas cuantas páginas. Me siento empujado por la propia historia (a veces es la historia la que domina al narrador). Así que, disculpad mi falta de modestia, pero, si alguna vez la encontráis en otro sitio, en forma de libro, por ejemplo, recordad que la visteis aquí en primicia y a todos vosotros, amigos, os dedico estos capítulos.
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Había gente que me preguntaba, cada vez que me veía, por qué vivía en el campo. Estas personas, que me conocían desde hacía tiempo, no lograban entender por qué había cambiado tanto mi forma de vida y tan de repente, abandonando todo lo que tenía en la ciudad: un trabajo estable, un piso en el centro, unos padres cariñosos, una hermana inseparable… No comprendían que lo hacía simplemente porque así lo quería. Nunca me puse a buscar motivos específicos que lo justificaran.
De hecho, pensándolo fríamente, si recapacitaba en busca de razones que explicaran mi comportamiento de ermitaño, adoptado hacía ya unos cuantos años, empezaba a encontrar recuerdos dolorosos que prefería conservar enterrados en lo más profundo. Todos imaginaban que ya lo había superado, pero, a fin de cuentas, yo sabía que estaba allí -“en el campo”, como decían ellos-, porque ella me había fallado.