Estás viendo a un hombre muerto

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Gowe
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Estás viendo a un hombre muerto

Mensaje por Gowe »

Estás viendo a un hombre muerto


Nadie elige cuándo quiere suicidarse. La cabeza comienza a trabajar sin que uno lo quiera, un dolor infernal refulge en el pecho, y unas lágrimas quedas, silenciosas como un reloj tras dar los doce campanazos, se aferran a las mejillas. Ese día, cuando me desperté, sentí que el primer paso estaba dado. Arrojé el reloj contra la pared y miré cómo todas sus partes volaban por la habitación hasta que un pedazo de plástico fue a parar junto a mi pie.

¿Tengo que ir a trabajar?, pensé. ¿Tengo que ir al bar a tomar unas cervezas? No tengo que hacer nada que yo no quiera, eso me dije mientras volvía a acostarme, mirando cómo el techo de mi habitación se esfumaba en un cúmulo interminable de lágrimas. Fue entonces cuando me levanté y me preparé el desayuno. Traté, en vano, de pensar en todas aquellas cosas que suelen hacer los suicidas (sí, los suicidas como yo, los suicidas que todavía no son suicidas, pero que están a un paso –literalmente a un paso- de serlo). ¿Los suicidas se despiden de las familias? ¿Dejar una nota alcanza? ¿Quiero generar dolor y que me sufran o quiero diluirme y pasar desapercibido?

A los suicidas esas cosas no deberían importarles, pensé. Pero les importan, y mucho. Y antes de terminar de tomar el café con leche, y antes de salir de casa con el sobretodo y los zapatos y la corbata (no sé por qué elegí ponerme corbata, nunca me pongo corbata), me di cuenta de que todo era real. Demasiado real. La vida y la muerte son palabras que no significan nada. Porque acaso, ¿podía decirse que yo estaba vivo? Sí, quizás Daniela podría decirlo. Podría decir que yo era un amante perfecto, que estar conmigo era lo mismo que estar en el cielo. Esas eran la clase de idioteces que decía Daniela. Y, sin embargo, ¿por qué sentía tanta necesidad de estar con ella? Al menos unos minutos, me decía. Volver a sentir el aire teñido por su perfume dulzón, sus cabellos danzando sobre sus hombros pequeños, sus labios escarlatas que me dejaban marcas por todo el cuello. Daniela, diez años atrás, le hubiera podido dar sentido a mi vida. Ahora estaba casada, tenía dos hijos, y mi vida estaba saliendo por la puerta de mi casa, vistiendo un sobretodo, una corbata, y con una pistola guardada en uno de los bolsillos interiores. Mi vida valía lo mismo que una bala. Y quizás menos.

Hacía muchos meses que me había preguntado cómo sería ese día, ese último día, qué sentiría al decidir ese paso. Hacía muchos meses que me lo preguntaba, y cuando salí a la calle, no pude menos que conmoverme. Era un día precioso, el sol se desparramaba por los tejados de las casas, los niños corrían por la calle. Un niño gordo corría con tal nivel de agitación que se chocó contra mi pie y cayó al suelo. No tardó más de un segundo en levantarse. Me dijo perdón y continuó en su desenfreno infantil. ¿Yo había vivido un desenfreno infantil semejante? Jamás. ¿Había tenido amigos cuando era un niño? Uno, y sin embargo estaba loco. Loquísimo. Aún más que yo. Pero ese niño gordo me pidió perdón (a mí, que no era más que una bolsa vacía), y siguió corriendo. Y si se hubiera quedado un rato más, si me hubiera permitido ayudarle a levantarse, se lo hubiera dicho. Le hubiera dicho: “Estás viendo a un hombre muerto. Hoy voy a quitarme la vida”. Quizás se me hubiera quedado mirando con esos grandes ojos infantiles y me hubiera preguntado que para qué lo hacía. Y si todo eso hubiera ocurrido, yo sencillamente le hubiera respondido lo que tan bien sabía: “No lo sé. Es así y ya”.

Seguí caminando hasta la plaza. El reloj de la torre marcaba las once y diez de la mañana. Varios pájaros me miraban desde lo alto. Algunos (me imagino) estaban disponiéndose a defecar sobre el pasto seco. Caminé hasta un árbol y me quedé viendo cómo la vida corría alrededor mío. Me senté debajo de sus ramas gruesas y aceradas y recosté la cabeza contra su tronco macizo. Cerré los ojos y me puse a pensar que no, que a Daniela no la visitaría ese día.
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Emma
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Re: Estás viendo a un hombre muerto

Mensaje por Emma »

Muy acertado el título, te incita a entrar a leer el post :wink:
Muy bien escrito, Gowe, pero me quedo con las ganas de saber, en definitiva, qué le impulsa a querer suicidarse. :D
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Gowe
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Re: Estás viendo a un hombre muerto

Mensaje por Gowe »

Me alegra que te haya gustado, Emma. Las razones del suicidio, haciendo uso de la teoría del Iceberg de Hemingway, preferí no ponerlas. Solamente una puntita, y que el lector se forme la imagen que le parezca.
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Nelly
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Re: Estás viendo a un hombre muerto

Mensaje por Nelly »

¿La teoría del Iceberg? :?

Tengo que leer tu cuento...

Vale, he encontrado una frase que sería un comienzo de novela perfecto pero... :mrgreen: :twisted: no voy a decirte cual.

Inspirador.
Besos!!! :D
Gowe
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Re: Estás viendo a un hombre muerto

Mensaje por Gowe »

Nelly: Me alegro haberte servido de inspiración. ¡Y si todavía no leíste el cuento, supongo que la frase que te inspiró para el comienzo de una novela. no es nada más ni nada menos que el título del cuento!

Salvo que mis deducciones estén fallando. Cosa harto probable.
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