Todo Lo Que Es
Publicado: 01 Ago 2010 17:40
Paseaba yo aquel día por el campo, de espigas doradas la verde pradera,
mi mente vagaba, sin hallar manera de llegar al cielo.
Relámpago blanco cruzó mi destino, con celestes ojos y crines de plata,
veloz como el rayo, cuatro hermosas patas y cabeza equina.
Supe con certeza que a mi encuentro vino no por desatino,
supe en ese instante, vital, trascendente, de mirada azul,
profunda hasta el alma, que amable convite debía aceptar.
Y monté en su lomo, blancura ideal, que dócil y en calma,
a paso seguro y firme en su sino, comenzó a trotar.
Sin notarlo yo -su andar era suave, suave como el viento-
se echó a galopar; sus cascos y el suelo, en notable duelo
a tronar jugaron, hasta que cesaron sonidos de andar.
El suelo alejado me hizo sospechar de un vuelo alocado
y miré hacia atrás, y entonces las vi. Sus alas al cielo.
Me llevó a una nube, de blanco algodón, donde me mostró,
de la tierra abajo, los reinos del hombre, reinos de la mente,
oscuros algunos, henchidos de odio; otros luminosos,
colmados de amor; los dos enfrentados en perpetuo ardor.
Al cielo infinito alzó su cabeza y al sombrío espacio pronto me llevó.
Estrellas azules, distantes, recientes; eclipses de soles, de frío glacial;
de miel nebulosas, un púlsar voraz, ingentes galaxias de luz sin igual,
quásares impunes y hasta una bandada de gansos dorados en perfecta V.
Su estelar galope detuvo por fin: de fuego un planeta de aspecto infernal.
Las llamas al cielo parecían clamar, entre aguas hediondas
de lavas hirvientes, burbujas de barro y tristeza sin par.
-Qué yermo lugar -me atreví a decir.
-Pues yermo no es. Las llamas que ves, que al cielo se alargan
pidiendo clemencia, no son sino almas purgando sus causas.
Intuyó mi pena y al cielo partimos, galope extendido a un planeta de luz.
Suspiros de paz dejaron mi ser, cuando un cielo azul se volvió a mostrar.
Absortos mis ojos, pude al fin hallar: de aquella manzana
sus restos perdidos; del árbol sagrado, sus frutos robados.
Y ya redimida, la santa pareja del mundo ideal.
La alegría y la emoción no pude más contener,
a sus pies me eché a llorar, y entonces le pregunté:
-¿Cómo puedo regresar?
-A tu interior debes ir, pues dentro de ti,
dentro mora Dios, y así encontrarás Todo Lo Que Es.
mi mente vagaba, sin hallar manera de llegar al cielo.
Relámpago blanco cruzó mi destino, con celestes ojos y crines de plata,
veloz como el rayo, cuatro hermosas patas y cabeza equina.
Supe con certeza que a mi encuentro vino no por desatino,
supe en ese instante, vital, trascendente, de mirada azul,
profunda hasta el alma, que amable convite debía aceptar.
Y monté en su lomo, blancura ideal, que dócil y en calma,
a paso seguro y firme en su sino, comenzó a trotar.
Sin notarlo yo -su andar era suave, suave como el viento-
se echó a galopar; sus cascos y el suelo, en notable duelo
a tronar jugaron, hasta que cesaron sonidos de andar.
El suelo alejado me hizo sospechar de un vuelo alocado
y miré hacia atrás, y entonces las vi. Sus alas al cielo.
Me llevó a una nube, de blanco algodón, donde me mostró,
de la tierra abajo, los reinos del hombre, reinos de la mente,
oscuros algunos, henchidos de odio; otros luminosos,
colmados de amor; los dos enfrentados en perpetuo ardor.
Al cielo infinito alzó su cabeza y al sombrío espacio pronto me llevó.
Estrellas azules, distantes, recientes; eclipses de soles, de frío glacial;
de miel nebulosas, un púlsar voraz, ingentes galaxias de luz sin igual,
quásares impunes y hasta una bandada de gansos dorados en perfecta V.
Su estelar galope detuvo por fin: de fuego un planeta de aspecto infernal.
Las llamas al cielo parecían clamar, entre aguas hediondas
de lavas hirvientes, burbujas de barro y tristeza sin par.
-Qué yermo lugar -me atreví a decir.
-Pues yermo no es. Las llamas que ves, que al cielo se alargan
pidiendo clemencia, no son sino almas purgando sus causas.
Intuyó mi pena y al cielo partimos, galope extendido a un planeta de luz.
Suspiros de paz dejaron mi ser, cuando un cielo azul se volvió a mostrar.
Absortos mis ojos, pude al fin hallar: de aquella manzana
sus restos perdidos; del árbol sagrado, sus frutos robados.
Y ya redimida, la santa pareja del mundo ideal.
La alegría y la emoción no pude más contener,
a sus pies me eché a llorar, y entonces le pregunté:
-¿Cómo puedo regresar?
-A tu interior debes ir, pues dentro de ti,
dentro mora Dios, y así encontrarás Todo Lo Que Es.