A través del espejo
- Shimoda
- No tengo vida social
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- Ubicación: Entre el cielo y la tierra...
A través del espejo
Varios kilómetros separaban la cabaña de troncos, emplazada en un claro del bosque, del pueblo, al cual sólo acudía para aprovisionarse de lo imprescindible.
Todas las mañanas, antes del crepúsculo, se duchaba y se vestía con los aromas del bosque y de la tierra que exhalaban sus ropas. Y con los primeros rayos adormecidos del sol desayunaba con frutos silvestres y una infusión de hierbas. El ritual continuaba con el corte de la leña para abastecer a la chimenea y a la cocina, y cuando el tiempo lo permitía, con la pesca en las transparentes aguas del río de montaña. Pero lo ineludible, sin importar las condiciones, era alimentar su amor por la naturaleza; ese embelesamiento que la había alejado del bullicio de la ciudad en busca de la armonía y de la paz.
Como las hojas caídas de los otoños, los años fueron acumulándose y los rituales repitiéndose, hasta que un día, luego de su ducha matinal se detuvo ante el espejo, que le devolvió un rostro algo marchito, con algunas arrugas e incipientes canas en su larga cabellera. Decidió arreglarse un poco y peinar sus cabellos. En un viejo estuche olvidado encontró un lapiz labial, se pintó los labios y saludó sonriente a la imagen del espejo. Su aspecto fue mejorando y volvió a sentirse mujer.
Hasta que una mañana, frente a su nuevo amigo, se extrañó cuando éste no reflejó su figura sino la de una niña, de unos diez años, de pelo largo, ondulado, y de hermosos ojos azules, jugando con sus peluches en una habitación.
-¿Quién eres? –preguntó, sin esperar respuesta-.
-Soy Emilse –contestó sonriente la niña-.
Pero la imagen se esfumó, chorreando hilos de agua de los vapores del baño, y el cristal devolvió su cara azorada, estupefacta.
-¨Una alucinación, debo estar afiebrada¨ -pensó-. Y con unas hierbas del bosque se preparó una infusión para prevenir un resfriado.
Sin embargo, al día siguiente la niña volvió a mostrarse en el espejo. Conversaron largamente, ella de su huida de la ciudad, de las reuniones bulliciosas y sus intrascendentes charlas, de vestirse según dictaba la moda y, sobre todo, de las relaciones engañosas; Emilse, de sus juegos, de sus amigos, del colegio y, visiblemente enfadada, de la escasa libertad concedida por sus padres que alegaban que era aún muy pequeña.
Los encuentros se hicieron habituales. Y no obstante contar con su pequeña amiga, comenzó a frecuentar el pueblo para mitigar su soledad y aislamiento, de los cuales, antes de conocer a Emilse no era consciente.
Pero una mañana de frío invernal, al despertarse, descubrió que no estaba en su cama. El ambiente, sin embargo, le resultaba familiar, y creyó que soñaba, pues en un rincón de la habitación estaban los peluches de Emilse. Su mirada recorrió el cuarto, de paredes rosas, lleno de juguetes y adornos móviles que colgaban graciosamente del techo. Cuando de repente, la vió.
Sobre la cómoda, en un espejo igual al de su baño estaba Emilse, observándola con una sonrisa irónica.
-Si deseas entretenerte, lee mi diario, que está en la biblioteca –dijo la niña. Y se desvaneció del cristal.
Un escalofrío de terror recorrió su cuerpo al encontrar, detrás de inocentes libros de cuentos infantiles, auténticos textos de magia negra, frascos con pócimas extrañas y malolientes, un tablero ouija y muñecos pinchados con astillas de madera. El diario era la bitácora de un brujo, con lujo de detalles contaba cómo realizaba toda suerte de conjuros y encantamientos, y refería, especialmente, a su gran obra, la cual consideraba ahora concluida.
-Tú tienes lo que tanto anhelabas –dijo Emilse, desde el espejo. Y agregó-. Podrás conversar con mis padres, que te resultarán encantadores, ver a otras personas, concurrir a reuniones. Y yo he ganado mi libertad. De aquí en más, podré hacer lo que me plazca. Adiós, no nos veremos más. Y desapareció.
Un desgarrador grito de terror e impotencia subió desde sus entrañas y estalló en su garganta, como el espejo ante sus desesperados puños, que ensangrentados trataron de atravesarlo.
Todas las mañanas, antes del crepúsculo, se duchaba y se vestía con los aromas del bosque y de la tierra que exhalaban sus ropas. Y con los primeros rayos adormecidos del sol desayunaba con frutos silvestres y una infusión de hierbas. El ritual continuaba con el corte de la leña para abastecer a la chimenea y a la cocina, y cuando el tiempo lo permitía, con la pesca en las transparentes aguas del río de montaña. Pero lo ineludible, sin importar las condiciones, era alimentar su amor por la naturaleza; ese embelesamiento que la había alejado del bullicio de la ciudad en busca de la armonía y de la paz.
Como las hojas caídas de los otoños, los años fueron acumulándose y los rituales repitiéndose, hasta que un día, luego de su ducha matinal se detuvo ante el espejo, que le devolvió un rostro algo marchito, con algunas arrugas e incipientes canas en su larga cabellera. Decidió arreglarse un poco y peinar sus cabellos. En un viejo estuche olvidado encontró un lapiz labial, se pintó los labios y saludó sonriente a la imagen del espejo. Su aspecto fue mejorando y volvió a sentirse mujer.
Hasta que una mañana, frente a su nuevo amigo, se extrañó cuando éste no reflejó su figura sino la de una niña, de unos diez años, de pelo largo, ondulado, y de hermosos ojos azules, jugando con sus peluches en una habitación.
-¿Quién eres? –preguntó, sin esperar respuesta-.
-Soy Emilse –contestó sonriente la niña-.
Pero la imagen se esfumó, chorreando hilos de agua de los vapores del baño, y el cristal devolvió su cara azorada, estupefacta.
-¨Una alucinación, debo estar afiebrada¨ -pensó-. Y con unas hierbas del bosque se preparó una infusión para prevenir un resfriado.
Sin embargo, al día siguiente la niña volvió a mostrarse en el espejo. Conversaron largamente, ella de su huida de la ciudad, de las reuniones bulliciosas y sus intrascendentes charlas, de vestirse según dictaba la moda y, sobre todo, de las relaciones engañosas; Emilse, de sus juegos, de sus amigos, del colegio y, visiblemente enfadada, de la escasa libertad concedida por sus padres que alegaban que era aún muy pequeña.
Los encuentros se hicieron habituales. Y no obstante contar con su pequeña amiga, comenzó a frecuentar el pueblo para mitigar su soledad y aislamiento, de los cuales, antes de conocer a Emilse no era consciente.
Pero una mañana de frío invernal, al despertarse, descubrió que no estaba en su cama. El ambiente, sin embargo, le resultaba familiar, y creyó que soñaba, pues en un rincón de la habitación estaban los peluches de Emilse. Su mirada recorrió el cuarto, de paredes rosas, lleno de juguetes y adornos móviles que colgaban graciosamente del techo. Cuando de repente, la vió.
Sobre la cómoda, en un espejo igual al de su baño estaba Emilse, observándola con una sonrisa irónica.
-Si deseas entretenerte, lee mi diario, que está en la biblioteca –dijo la niña. Y se desvaneció del cristal.
Un escalofrío de terror recorrió su cuerpo al encontrar, detrás de inocentes libros de cuentos infantiles, auténticos textos de magia negra, frascos con pócimas extrañas y malolientes, un tablero ouija y muñecos pinchados con astillas de madera. El diario era la bitácora de un brujo, con lujo de detalles contaba cómo realizaba toda suerte de conjuros y encantamientos, y refería, especialmente, a su gran obra, la cual consideraba ahora concluida.
-Tú tienes lo que tanto anhelabas –dijo Emilse, desde el espejo. Y agregó-. Podrás conversar con mis padres, que te resultarán encantadores, ver a otras personas, concurrir a reuniones. Y yo he ganado mi libertad. De aquí en más, podré hacer lo que me plazca. Adiós, no nos veremos más. Y desapareció.
Un desgarrador grito de terror e impotencia subió desde sus entrañas y estalló en su garganta, como el espejo ante sus desesperados puños, que ensangrentados trataron de atravesarlo.
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- Eleanis
- No tengo vida social
- Mensajes: 2173
- Registrado: 05 Abr 2010 04:38
- Ubicación: entre los arbustos y la hojarasca...
Re: A través del espejo
Ay, amiga, qué historia terrible y bella a la vez. Siempre me han parecido mágicos los espejos, y en más de una ocasión he creído ver algo extraño en alguno, pero al fijar la vista la imagen desaparecía inmediatamente.
Mis felicitaciones por tu relato.
Mis felicitaciones por tu relato.
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Re: A través del espejo
¡Jolín, que miedo!. Se me han puesto los pelos como lanzas de combate .
Cojonudo.
Cojonudo.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
- Shimoda
- No tengo vida social
- Mensajes: 1193
- Registrado: 15 Ago 2010 01:23
- Ubicación: Entre el cielo y la tierra...
Re: A través del espejo
Gracias, amiga Berlín, por leer y comentar mi relato. Me causa gracia haberte erizado los pelosBerlín escribió:¡Jolín, que miedo!. Se me han puesto los pelos como lanzas de combate .
Cojonudo.
Cariños
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- Shimoda
- No tengo vida social
- Mensajes: 1193
- Registrado: 15 Ago 2010 01:23
- Ubicación: Entre el cielo y la tierra...
Re: A través del espejo
Hola EleanisEleanis escribió:Ay, amiga, qué historia terrible y bella a la vez. Siempre me han parecido mágicos los espejos, y en más de una ocasión he creído ver algo extraño en alguno, pero al fijar la vista la imagen desaparecía inmediatamente.
Mis felicitaciones por tu relato.
Gracias por tu respuesta, la cual valoro mucho. Este relato nace de experiencias similares a las que cuentas, de esas sombras furtivas que al mirarlas de lleno desaparecen del cristal.
Cariños
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- shirabonita
- Vivo aquí
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- Registrado: 23 Ago 2009 20:47
- Ubicación: un pueblo surfero de guipuzcoa
Re: A través del espejo
Shimoda Tu relato es genial!! el final me ha dejado alucinada, aterrada, Y yo que pensaba que Emise era la misma protagonista pero de niña! Menudo "angelito"
Y lo de pasar a través del espejo me ha encantado, tu relato es una pasada. Bravo
Y lo de pasar a través del espejo me ha encantado, tu relato es una pasada. Bravo
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Re: A través del espejo
Shira, yo pensaba que era una de esas amigas invisibles y resulta que no
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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