De cómo me enteré de que ...

[Berlín]

Andaba yo esos días flotando en la magia navideña. Afilando mi literatura infantil ya imaginativa por aquellos tiempos, escribí una larga carta a sus majestades, y por pedirles les pedí hasta la paz mundial. ¡Por qué no! si todavía me cabían muchas cosas...
Mi casa era una casa pobre. Con muebles traídos de otros sitios, que perdieron la poca nobleza que tuvieron un día en la mudanza; la mesa era de madera fina, incapaz de albergar dieciocho codos tres veces al día; las sillas eran frágiles bailarinas que se estremecían al compás de los pedos apocalípticos de mi hermano mayor. Eran de una fragilidad tan absoluta que mi hermano A. y yo las utilizábamos para hacer carreras con imanes: el imán se colocaba debajo de la silla y una pinza del moño de mi madre servía de coche. Nunca ha habido más magia en mis ojos que en aquellos tiempos en los que con una bolsa de caramelos y la lluvia de fondo mi hermano y yo nos escondíamos debajo de la mesa con una linterna, y él me contaba bajito cuentos de terror. Historias oscuras que se desarrollaban en cementerios cercanos a casas abandonadas, almas errantes, bocas negras, osarios y velas, las hojas de un cuento de Poe volaban sobre las lápidas. Después mis noches eran siempre tormentosas, pues la mano negra me acechaba debajo de la cama para desangrarme el estómago con sus uñas podridas, largas y afiladas. El mobiliario lo completaban un mueble bajo, y un cuadro enorme con motivos de caza. Un cuadro feo aquel. En mis tardes interminables sentada a la mesa haciendo las tareas escolares, no podía apartar los ojos del pobre venado abatido, y dejando a un lado las matemáticas, mi rencor cobraba vida y me sumergía en el sendero que desembocaba justamente en el pandero soberbio del asesino imperturbable del pobre animal. Sendos tiros a bocajarro al traidor asesino de animales y vuelta a mis deberes de matemáticas y a mi colacao caliente.

Los reyes magos nunca paraban demasiado tiempo en mi casa, llegué a pensar que quizá no les poníamos demasiada hierba en el rellano de la escalera. Este era un debate acalorado que siempre manteníamos mi hermano y yo, así que armados de cubos y palas destrozamos medio monte y aparecimos con una gran cantidad de arbustos, embarrados hasta los ojos pero sonrientes. Mi madre nos encajaba entonces dos tortazos por moflete, y después de destrozarnos las orejas con jabón, tiraba la hierba a la basura. Convocábamos nuevamente otra asamblea de urgencia bajo la mesa ¡ya no teníamos la hierba para los camellos! La vigilancia debía ser intensiva, pues debíamos averiguar el fallo de la misión. Otro de los temas cuestionables y preocupantes era la carencia de ascensor, arduo camino el de los pobres camellos subiendo cuatro pisos, para luego encontrar un cubo vacío de hierba. Suspirábamos desalentados mi hermano y yo, él por el recuerdo de su coche a pilas y yo por los entrañables ojos de mi muñeca llorona. Decidimos hacer guardia esa noche para investigar el hecho en cuestión. De tanto desear no cerrar los ojos mi hermano, un varón noble y aguerrido, se quedó dormido en el sofá, y mi padre, con una dudosa orientación cognitiva a esas alturas de la velada festiva debido a la masiva ingesta de vino peleón, recogió las larguiruchas y huesudas piernas de mi hermano y lo depositó con cuidado sobre la litera de abajo, (recuerden lectores, que éramos dieciocho codos, así que en éstas literas dormían seis). ¡Ah traidor infiel!, dejarme a mí, a la más joven del castillo al cuidado de la misión de vigilancia.

A la hora de las brujas yo tenía los ojos como platos, casi desorbitados, previamente me había atizado dos buenos vasos de café de las sobras de mi madre. Yo nunca había tomado café y notaba como podría despegar volando si quisiera, incluso mis coletas parecían tener vida propia. Detrás de la lámpara donde mi padre colocaba sus objetos de fumar en pipa, acurrucada y a oscuras, esperé. Se abrió la puerta de la cocina con su peculiar sonido a gatos torturados, y apareció en la oscuridad un ser de andares vacilantes, seguido por otro que lanzaba improperios masticados. No me salían las cuentas ¿Dónde estaba el tercer rey? Mis ojos desorbitados por la cafeína no perdían detalle, mientras, mi mente febril elucubraba perdones en descargo de la ausencia del tercer personaje. Quizás se había quedado en la calle al cuidado de los camellos. Yo me imaginaba a los pobres dromedarios atados a la misma farola a la que se agarraba el señor Cristobal y mi padre cuando venían del bar perjudicados seriamente y bajo la mirada titánica de mi madre y la santa esposa del señor Cristobal, que los observaban desde el balcón, como observarían los romanos a los esclavos siendo comidos por los leones.

En estos pensamientos me hallaba sumida cuando un objeto cayó al suelo, y uno de los reyes masculló entre dientes como un carcelario resacoso.

Las luces se encendieron
el venado del cuadro cobró vida
el niño Jesús se hizo mayor
la virgen María dejó de sentirse pura
los zapatos en el balcón se sintieron abandonados
la hierba en el cubo añoró las raíces de su árbol
... y el ratoncito Perez no apareció nunca más.

[shirabonita]

Berlín me ha gustado mucho este texto, lleno de recuerdos , algunos para partirse de risa, como lo de las sillas y los imanes y otros entrañables, como la imagen de tu hermano y tú , escondidos bajo la mesa, planeando estrategias.

Yo estaba en 7º de EGB cuando me enteré de la verdad Pero lo asumí muy tranquilamente, me lo dijo una amiga del cole y fui directamente a preguntárselo a mi madre.
Debió verme tan convencida, que me contó todo.

Pero también, esa ilusión de los Reyes Magos, esa magia
era algo asombroso.
Un año me trajeron carbón de azúcar con una carta firmada por Baltasar diciendo que tenía que portarme mejor.
(la había escrito mi padre, que era un gran dibujante y sabía cambiar de letra y hasta hacer una firma digna de un rey )

[Eleanis]

Cuántos recuerdos, amiga, cuántas vivencias que seguramente forjaron tu ser y hoy alimentan tu imaginación. A través de tu relato he podido verte bajo la mesa, con tu hermano contándote historias de terror que a la hora de dormir te mantenían vigilante, espantada ante la posible llegada de esa mano negra. Los vi a los dos en el bosque, juntando ramas para los camellos, ilusionados en que una mejor ofrenda les traería aquellos juguetes tan deseados, y finalmente a ti, esperando a los reyes magos. Y sentí tu desilusión, al saber la verdad.
Es muy hermoso tu relato. Gracias.
Un abrazo, amiga

[karen mendoza prada]

Es una historia muy bonita Berlin, llena de amor y ternura en medio de la pobreza, que no fue motivo de tristeza, muy por el contrario, colaboro para la imajinación de tu y hermano y tú, que fueron muy felices en la infancia. Me encanta como describes tu imajinación a esa edad y la veo fascinante, felicidades por tu historia. Me despido, queriendote desear una feliz navidan Angela, al lado de todos los tuyos y que sean muy felices, que se encuentren bien, bye

[Berlín]

Berlín me ha gustado mucho este texto, lleno de recuerdos , algunos para partirse de risa, como lo de las sillas y los imanes y otros entrañables, como la imagen de tu hermano y tú , escondidos bajo la mesa, planeando estrategias.

Yo estaba en 7º de EGB cuando me enteré de la verdad Pero lo asumí muy tranquilamente, me lo dijo una amiga del cole y fui directamente a preguntárselo a mi madre.
Debió verme tan convencida, que me contó todo.

Pero también, esa ilusión de los Reyes Magos, esa magia
era algo asombroso.
Un año me trajeron carbón de azúcar con una carta firmada por Baltasar diciendo que tenía que portarme mejor.
(la había escrito mi padre, que era un gran dibujante y sabía cambiar de letra y hasta hacer una firma digna de un rey )

Pues lo de las sillas y los imanes es cierto. y los recuerdos con mi hermano también, en realidad es autobiográfico en su mayor parte.
Gracias preciosa.

[Berlín]

Cuántos recuerdos, amiga, cuántas vivencias que seguramente forjaron tu ser y hoy alimentan tu imaginación. A través de tu relato he podido verte bajo la mesa, con tu hermano contándote historias de terror que a la hora de dormir te mantenían vigilante, espantada ante la posible llegada de esa mano negra. Los vi a los dos en el bosque, juntando ramas para los camellos, ilusionados en que una mejor ofrenda les traería aquellos juguetes tan deseados, y finalmente a ti, esperando a los reyes magos. Y sentí tu desilusión, al saber la verdad.
Es muy hermoso tu relato. Gracias.
Un abrazo, amiga

Con el tema de la mano negra estuve bastante tiempo acojonada jaja aún miro debajo de la cama.

[Berlín]

Es una historia muy bonita Berlin, llena de amor y ternura en medio de la pobreza, que no fue motivo de tristeza, muy por el contrario, colaboro para la imajinación de tu y hermano y tú, que fueron muy felices en la infancia. Me encanta como describes tu imajinación a esa edad y la veo fascinante, felicidades por tu historia. Me despido, queriendote desear una feliz navidan Angela, al lado de todos los tuyos y que sean muy felices, que se encuentren bien, bye

si, ciertamente Karen, cuando tienes poco te inventas un mundo a tu alrededor. Un abrazo. Y te deseo feliz navidad también a ti.

[Eleanis]

Cuántos recuerdos, amiga, cuántas vivencias que seguramente forjaron tu ser y hoy alimentan tu imaginación. A través de tu relato he podido verte bajo la mesa, con tu hermano contándote historias de terror que a la hora de dormir te mantenían vigilante, espantada ante la posible llegada de esa mano negra. Los vi a los dos en el bosque, juntando ramas para los camellos, ilusionados en que una mejor ofrenda les traería aquellos juguetes tan deseados, y finalmente a ti, esperando a los reyes magos. Y sentí tu desilusión, al saber la verdad.
Es muy hermoso tu relato. Gracias.
Un abrazo, amiga

Con el tema de la mano negra estuve bastante tiempo acojonada jaja aún miro debajo de la cama.

Cuando era niño, y la televisión era en blanco y negro, poco después del arribo de Cristóbal Colón a estas playas pasaron una miniserie, interpretada por Narciso Ibáñez Menta, un maestro del terror en cine y televisión, llamada ¨La mano¨, versión del relato clásico de Guy de Maupassant. Recuerdo que me tapaba con la cobijas para no ver, y, de a poco, las levantaba y espiaba, y cuando aparecía la mano temblaba de pánico. Después no podía dormir y soñaba con ella. Mis padres no querían que viera esa miniserie, pero yo me empeñaba en no perderme ningún capítulo. Morbosidad infantil que le dicen. Así quedé

[Berlín]

Yo no recuerdo bien de donde venían estos cuentos de mi hermano sobre la mano negra, igual se los inventaba, pero he leído ese cuento de Maupassant, autor que me encanta. Tengo uno de sus libros, Bola de sebo, y algunos relatos sueltos suyos en una recopilación de relatos de varios autores.

Las cobijas deben ser las mantas ¿no?

[Eleanis]

Yo no recuerdo bien de donde venían estos cuentos de mi hermano sobre la mano negra, igual se los inventaba, pero he leído ese cuento de Maupassant, autor que me encanta. Tengo uno de sus libros, Bola de sebo, y algunos relatos sueltos suyos en una recopilación de relatos de varios autores.

Las cobijas deben ser las mantas ¿no?

Sí, las mantas. Me tapaba completamente y espiaba. Recuerdo una escena en que la mano subía por una escalera y el ruido que hacía al saltar de escalón en escalón era como el latir de un corazón. Sencillamente terrorífico

[Berlín]

Yo tengo un recuerdo muy nítido de una noche de terror infantil. Teníamos un reloj de cuco que estaba colgado en el salón junto a mi habitación. Recuerdo su sonido desde que tengo uso de razón, era tan escandaloso que cuando alguien se quedaba a dormir no pegaba ojo en toda la noche. Pero nosotros estábamos acostumbrados, era balsámico. Una noche no sonó a ninguna hora, y escuché todos los sonidos del silencio de mi casa. Y eso si que me dio miedo.

[Redspark]

...valiosos recuerdos bien escritos y descritos...

una vez caminando por londres, recién llegado de madrid, leonard cohen me pregunto por una dirección. así fue cómo me entere de que la vida es una sucesión de curiosas circunstancias.

otra vez la diosa Hathor me acunó en sus brazos y así supe que hay milagros aunque no sucedan.

Precioso hilo, Berlín.

[Redspark]

[Eleanis]

Yo tengo un recuerdo muy nítido de una noche de terror infantil. Teníamos un reloj de cuco que estaba colgado en el salón junto a mi habitación. Recuerdo su sonido desde que tengo uso de razón, era tan escandaloso que cuando alguien se quedaba a dormir no pegaba ojo en toda la noche. Pero nosotros estábamos acostumbrados, era balsámico. Una noche no sonó a ninguna hora, y escuché todos los sonidos del silencio de mi casa. Y eso si que me dio miedo.

Esos silencios son pavorosos, pues aunque uno se acostumbra a ciertos sonidos y hasta deja de escucharlos, cuando no se producen resulta inquietante. Cuando me mudé de Buenos Aires a la casa de la sierra, literalmente en el medio de la nada, al principio me costaba dormir porque ese silencio absoluto era perturbador. Ahora, en medio de esta urbanización caótica, lo extraño tanto

[Casper]

Resulta curioso pero son pocos los recuerdos que guardo de las navidades de niño, sí una que en medio de la cena se aparece Santa Claus con un saco, al parecer de regalos, la impresión fue general entre los hermanos, pero no satisfacción sino de terror, era el Santa menos convincente y más feo que habíamos visto en nuestras cortas vidas, el llanto fue general y yo me escondí bajo la mesa, apegado a las faldas de mamá, imagino hoy que con un presupuesto tan escaso no se podía exigir mucho.
De los reyes solo conocíamos la historia porque aquí no se celebra el día de reyes, el que reparte los regalos es Santa la noche víspera de navidad.
Que bonito poder recordar esos momentos, compartiendo aquello que nos gusta, la buena lectura. ¡Feliz Navidad Berlín!