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A cambio la logia recibía poder para manipular el tejido gobernante del mundo a su antojo. Tejido conformado por la política y el dinero, medios más que adecuados para corromper al ser humano, y así hundirlo en la más profunda de las obscuridades y sometimiento, para gloria de la Bestia que acecha paciente en un trono de dolor infinito.
Las velas estaban situadas en cada ángulo del pentagrama. Las runas alineadas en intricados signos de invocación. El sudor salpicando con destellos de terror la totalidad de mi ser, aterido por el frío, la curiosidad, la duda y el miedo.
La penumbra reinaba en el sótano bajo el titilar de las escasas llamas que producían los pequeños focos de cera, cual baile de sombras chinescas se tratara, danzando cadenciosas al compás de los latidos de mi angustiado corazón y anunciando la llegada pronta de aquél que goza de la impunidad de un dios sediento de sangre.
El pequeño cachorro de mastín gemía bajo la tenaza de su negro destino, presintiendo la inminencia de su muerte, mientras se afanaba en dura e inútil batalla por librarse del collar de abigarrado cuero que le asía impenitente por el cuello. Collar que estaba unido por medio de una corta cadena de eslabones de acero al centro del pentáculo. Un anclaje de hierro embutido profundamente en el antiguo pavés que conformaba el suelo, prendía el extremo opuesto de la cadena. El lugar era el mismo que utilizaba el arcano viejo en sus aquelarres de muerte y sangre. Lugar donde hacía ya tiempo, sucedieron siniestros acontecimientos que dejaron su perturbador rastro de dolor y maldad, por medio de manchas de color pardo desperdigadas por paredes y suelo.
Todo estaba listo. Hazrrael estaría orgulloso de su biznieto, y contento por su pronto retorno a éste valle de lágrimas – Mientras reflexionaba sobre el futuro acontecimiento-, así con mi mano derecha una daga de oscura obsidiana, heraldo de la muerte, que no entiende de piedad, que no sabe de razón, que simplemente es un medio adecuado para la ocasión.
Comienzo la letanía murmurando una oración que repetida por repetida, resuena en mi alma como un diapasón que me embarga los sentidos. En mi mente los pensamientos son diezmados, quedando solo la sinrazón de un propósito más inducido que meditado. Las ondulantes sombras congregadas a mí alrededor, adquieren sinuosas formas en torno al pentagrama. Vislumbro trémulas figuras, adivino gestos y quizás hasta difuminadas caras, que se acercan y a la vez se alejan, que van y vienen, que señalan con ansiosa resolución el centro de la estrella, donde lucha el cachorro en su singular batalla, indicándome resolutivas la necesidad del sacrificio propuesto.
Avanzo hacia el centro, alzo con resolución conformista la refulgente hoja de fina patina oscura, ante la inocente y asustada mirada del cachorro, y a éste solo se le ocurre lamer mi mano, clavándome una mirada de inocencia tan pura que me hace dudar...la hemos jodido, me digo...
Ay, más vale tenerte de amigo 
Por cierto que me has asustado con tu relato, a punto estuve de tirar la lámpara contigo adentro en la boca de un volcán en erupción. Detuve mi mano a tiempo y seguí leyendo, y ¡cuánto sabes de magia negra! ¡Epa! He de andar con cuidado, así que no me pidas fotos ni nada parecido 
creo que no logré toda la intensidad luferina que pretendía...pero...tenía que romper con esta apatía que me invade últimamente y salió esto.
Muy bueno tu relato querido, que bueno que al final se salvo el perrito, o si no me hubiese quedado muy triste... 
estoy confundio.
