El acantilado (microrrelato)
- Fernando Vidal
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El acantilado (microrrelato)
Hola, os comparto este microrrelato. Lo hice en marzo, poco después de haber hecho Traición, relato con el que me animé a participar en el último concurso del foro.
Antes que nada, dejo una imagen de La Costa Verde. Una serie de acantilados que bordean gran parte de la costa de Lima, capital del Perú. La fotografía muestra el lugar exacto donde he imaginado que transcurre la parte más importante del microrrelato.
El acantilado
Ella me quería. No dejaba de decírmelo cada vez que podía y yo le sonreía cuando lo hacía. Nos llevábamos muy bien. Dábamos largos paseos por la Costa Verde y nos abrazábamos contemplando aquel mar invernal que tanto le gustaba. De cuando en cuando nos sentábamos en alguna banca, y ella me hacía sentir lo dulce de sus labios mientras yo le acariciaba los cabellos con suavidad. En ocasiones, divisábamos a los arriesgados hombres que saltaban al acantilado con sus parapentes y nos preguntábamos si nosotros seríamos capaces de hacer lo mismo y surcar el cielo como hacían ellos. Sólo lo haría si me acompañaras, me decía. Yo le contestaba que aunque me ofrecieran lanzarme con Cristo no me atrevería. Ella reía con mi respuesta y me tildaba de cobarde, entonces se acercaba una vez más a mi boca y me decía que me quería mucho, a pesar de mi cobardía. Terminábamos el paseo en un restaurante cercano y degustábamos los postres que ella sugería.
Las horas que pasábamos juntos nos parecían cortas y siempre teníamos la sensación de que el tiempo nos jugaba malas pasadas. Quizás por eso ella me pidió que la buscara a su casa más a menudo y que la llamara con mayor frecuencia. Le hice caso porque me gustaba complacerla, porque me gustaba verla siempre feliz, con esa sonrisa que tanto me deleitaba. A medida que transcurrían los meses pasábamos más tiempo juntos y mentiría si dijera que teníamos problemas.
Hasta que un día, en uno de nuestros paseos, ella me susurró al oído algo que me impactó profundamente. Mientras contemplábamos la profundidad del acantilado desde un pequeño muro, me dijo que me amaba, que estaba segura de eso y que nunca se separaría de mí. Yo no supe qué contestarle. Me limité a mantener la mirada dirigida hacia el vacío y a dejarme abrazar y besar por ella. Después de ese día no la volví a buscar nunca más. Evadí todos sus intentos por comunicarse conmigo. No podía permitir que ella me convirtiera en la columna principal de aquel edificio en construcción que era su vida, no podía permitir que me convirtiera en su máximo apoyo. Pero también la dejé por mí. Si bien era cierto que ella me ofrecía un camino compartido, empedrado con su autentico cariño y sobre todo con su amor, también era igual de cierto que una vez dentro de aquel camino no habría podido salir de él. La sola idea de tener que tomar la decisión definitiva y de renunciar así, a los muchos otros caminos que podrían aparecer a lo largo de mi vida, me aterró. No podía dar el salto en ese momento, no podía.
Todavía hoy no creo estar preparado para dar ese salto. A veces, en mis pequeños periodos de melancolía, la recuerdo a ella y recuerdo el día que me dijo que me amaba. Incluso llego a preguntarme si hice mal rechazando lo que me ofrecía. Es entonces cuando voy hasta el acantilado y veo el abismo. Su profundidad y su vacío me convencen de que hice bien. Todavía no estoy listo para dar ese salto, quizás nunca lo esté; puede que ese sea el motivo por el que también haya rechazado algunos caminos que me ofrecieron otras personas a lo largo de este tiempo. Sólo tengo una vida y no quiero saltar tan pronto. No sé si alguna vez llegue a hacerlo, pero al menos sé que de este lado del muro estoy seguro.
Antes que nada, dejo una imagen de La Costa Verde. Una serie de acantilados que bordean gran parte de la costa de Lima, capital del Perú. La fotografía muestra el lugar exacto donde he imaginado que transcurre la parte más importante del microrrelato.
El acantilado
Ella me quería. No dejaba de decírmelo cada vez que podía y yo le sonreía cuando lo hacía. Nos llevábamos muy bien. Dábamos largos paseos por la Costa Verde y nos abrazábamos contemplando aquel mar invernal que tanto le gustaba. De cuando en cuando nos sentábamos en alguna banca, y ella me hacía sentir lo dulce de sus labios mientras yo le acariciaba los cabellos con suavidad. En ocasiones, divisábamos a los arriesgados hombres que saltaban al acantilado con sus parapentes y nos preguntábamos si nosotros seríamos capaces de hacer lo mismo y surcar el cielo como hacían ellos. Sólo lo haría si me acompañaras, me decía. Yo le contestaba que aunque me ofrecieran lanzarme con Cristo no me atrevería. Ella reía con mi respuesta y me tildaba de cobarde, entonces se acercaba una vez más a mi boca y me decía que me quería mucho, a pesar de mi cobardía. Terminábamos el paseo en un restaurante cercano y degustábamos los postres que ella sugería.
Las horas que pasábamos juntos nos parecían cortas y siempre teníamos la sensación de que el tiempo nos jugaba malas pasadas. Quizás por eso ella me pidió que la buscara a su casa más a menudo y que la llamara con mayor frecuencia. Le hice caso porque me gustaba complacerla, porque me gustaba verla siempre feliz, con esa sonrisa que tanto me deleitaba. A medida que transcurrían los meses pasábamos más tiempo juntos y mentiría si dijera que teníamos problemas.
Hasta que un día, en uno de nuestros paseos, ella me susurró al oído algo que me impactó profundamente. Mientras contemplábamos la profundidad del acantilado desde un pequeño muro, me dijo que me amaba, que estaba segura de eso y que nunca se separaría de mí. Yo no supe qué contestarle. Me limité a mantener la mirada dirigida hacia el vacío y a dejarme abrazar y besar por ella. Después de ese día no la volví a buscar nunca más. Evadí todos sus intentos por comunicarse conmigo. No podía permitir que ella me convirtiera en la columna principal de aquel edificio en construcción que era su vida, no podía permitir que me convirtiera en su máximo apoyo. Pero también la dejé por mí. Si bien era cierto que ella me ofrecía un camino compartido, empedrado con su autentico cariño y sobre todo con su amor, también era igual de cierto que una vez dentro de aquel camino no habría podido salir de él. La sola idea de tener que tomar la decisión definitiva y de renunciar así, a los muchos otros caminos que podrían aparecer a lo largo de mi vida, me aterró. No podía dar el salto en ese momento, no podía.
Todavía hoy no creo estar preparado para dar ese salto. A veces, en mis pequeños periodos de melancolía, la recuerdo a ella y recuerdo el día que me dijo que me amaba. Incluso llego a preguntarme si hice mal rechazando lo que me ofrecía. Es entonces cuando voy hasta el acantilado y veo el abismo. Su profundidad y su vacío me convencen de que hice bien. Todavía no estoy listo para dar ese salto, quizás nunca lo esté; puede que ese sea el motivo por el que también haya rechazado algunos caminos que me ofrecieron otras personas a lo largo de este tiempo. Sólo tengo una vida y no quiero saltar tan pronto. No sé si alguna vez llegue a hacerlo, pero al menos sé que de este lado del muro estoy seguro.
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- joserc
- GANADOR del IV Concurso de relatos
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Re: El acantilado (microrrelato)
Primero he pensado que era exagerado llamarle a alguien cobarde por no tirarse en parapente por un acantilado, pero luego me ha parecido que el tipo si que lo era de verdad al renunciar de esa forma a una relación solo por que se "cierran otros caminos". Tengo que admitir que el género masculino tenemos estas cosas
La verdad que si se piensa bien, casarse a veces es como tirarse por un precipicio, jajajaj, vale, no me miréis así.
Por cierto, me parece un poco extenso para llamarlo microrrelato. Para mí, al menos, sería microrrelato si fuera máximo, como el primer párrafo que has escrito.
La verdad que si se piensa bien, casarse a veces es como tirarse por un precipicio, jajajaj, vale, no me miréis así.
Por cierto, me parece un poco extenso para llamarlo microrrelato. Para mí, al menos, sería microrrelato si fuera máximo, como el primer párrafo que has escrito.
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- sergiocossa
- Me estoy empezando a viciar
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Re: El acantilado (microrrelato)
Los que saben de esto de los microrrelatos todavía no se pusieron de acuerdo sobre la extensión máxima que debe tener un texto para que siga dentro del género. Es más, todavía no se deciden si es un género. Creo que, si bien es un poco largo, está dentro del tamaño aceptado en general.
Lo que me parece es que le falta fuerza. Si bien nos cuenta algo, termina como una gran reflexión. Y no está mal. Simplemente que la idea de un micro es que pegue un golpe de efecto final. Algo que deje al lector dándole vueltas. Que lo descoloque. Que lo invite a releer.
Una pequeña crítica más, ya que estamos. Sacale la mayoría de esos pronombres personales "ella". No son necesarios y limpiarán el texto.
¡Saludos!
Lo que me parece es que le falta fuerza. Si bien nos cuenta algo, termina como una gran reflexión. Y no está mal. Simplemente que la idea de un micro es que pegue un golpe de efecto final. Algo que deje al lector dándole vueltas. Que lo descoloque. Que lo invite a releer.
Una pequeña crítica más, ya que estamos. Sacale la mayoría de esos pronombres personales "ella". No son necesarios y limpiarán el texto.
¡Saludos!
Re: El acantilado (microrrelato)
Yo he pensado que al final se iban a suicidar tirándose por el precipicio......
Me gusta más el principio que el final. Quizá esperaba algo más drástico. Pero, vamos, que no me hagas caso, será que hoy tengo el día sangriento....
Me gusta más el principio que el final. Quizá esperaba algo más drástico. Pero, vamos, que no me hagas caso, será que hoy tengo el día sangriento....
Siempre contra el viento
- Fernando Vidal
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Re: El acantilado (microrrelato)
Yo también he tenido mis dudas para llamarlo microrrelato, pero en algún lugar leí que el límite máximo para darle esa denominación podían ser los 5000 caracteres, y como mi texto no supera los 2700, tampoco me animaba a llamarlo completamente "relato".
Este individuo es cobarde, el vacío del acantilado le da temor. Si ni siquiera puede continuar con una relación por miedo, menos va a atreverse a pensar en el suicidio.
Este individuo es cobarde, el vacío del acantilado le da temor. Si ni siquiera puede continuar con una relación por miedo, menos va a atreverse a pensar en el suicidio.
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Re: El acantilado (microrrelato)
¡ay los hombres...!
si esa moza te hubiese dicho: mira chico me importas un rábano, pero si saltas igual te enseño un pezón rosado, la punta de encaje de mis braguitas y luego te arrastro a mi lecho lujuriosamente, eso sí: luego te largas. Seguro que te tiras de cabeza.
Bueno, dejémonos de bromas , es una buena reflexión, en todo caso la tuya. Pienso que comprometerse es complicado, y que algunas personas necesitan más tiempo para pensarlo. Algunas incluso necesitan tanto tiempo que se les agota la vida.
Como relato está bien, en lo de la extensión o en qué genero debe estar, mejor te asesoran los entendidos, como sergiocossa por ejemplo.
Un abrazo, y te felicito por tu relato del concurso, Fernando.
si esa moza te hubiese dicho: mira chico me importas un rábano, pero si saltas igual te enseño un pezón rosado, la punta de encaje de mis braguitas y luego te arrastro a mi lecho lujuriosamente, eso sí: luego te largas. Seguro que te tiras de cabeza.
Bueno, dejémonos de bromas , es una buena reflexión, en todo caso la tuya. Pienso que comprometerse es complicado, y que algunas personas necesitan más tiempo para pensarlo. Algunas incluso necesitan tanto tiempo que se les agota la vida.
Como relato está bien, en lo de la extensión o en qué genero debe estar, mejor te asesoran los entendidos, como sergiocossa por ejemplo.
Un abrazo, y te felicito por tu relato del concurso, Fernando.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Re: El acantilado (microrrelato)
A eso se le llama horror al compromiso e inmadurez ya que no la dejas porque no la ames, sino por cobardía.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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- Fernando Vidal
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Re: El acantilado (microrrelato)
En ese caso, el instinto animal es más efectivo que la razón. Tal vez el sujeto en cuestión no lo pensaría mucho y saltaría.Berlín escribió:¡ay los hombres...!
si esa moza te hubiese dicho: mira chico me importas un rábano, pero si saltas igual te enseño un pezón rosado, la punta de encaje de mis braguitas y luego te arrastro a mi lecho lujuriosamente, eso sí: luego te largas. Seguro que te tiras de cabeza.
joserc escribió:Primero he pensado que era exagerado llamarle a alguien cobarde por no tirarse en parapente por un acantilado, pero luego me ha parecido que el tipo si que lo era de verdad al renunciar de esa forma a una relación solo por que se "cierran otros caminos". Tengo que admitir que el género masculino tenemos estas cosas
Él está consumido por la inseguridad. Es de esos hombres que saben enamorar a una mujer, pero luego de cumplido ese objetivo no saben qué hacer con ella y sienten una suerte de asfixia o encarcelamiento (cuando ella plantea una relación estable y permanente).
Sí. La fuerza es una característica de los microrrelatos. Este texto es suave, lánguido, tal vez por la naturaleza del personaje. Ni siquiera se atreve a decir algo expreso para cortar la relación con su cuasi pareja, simplemente rompe todo vínculo comunicativo con ella, se limita a desaparecer. Es su manera de solucionar esta clase de problemas.sergiocossa escribió:Lo que me parece es que le falta fuerza. Si bien nos cuenta algo, termina como una gran reflexión. Y no está mal. Simplemente que la idea de un micro es que pegue un golpe de efecto final. Algo que deje al lector dándole vueltas. Que lo descoloque. Que lo invite a releer.
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- Fernando Vidal
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Re: El acantilado (microrrelato)
Es horror al compromiso, claro. Tal vez sería interesante ver las cosas por un instante como este personaje las ve: en el proceso de enamoramiento aún se siente "libre". Una vez en una relación, siente ese temor de ver que se está perdiendo de muchas experiencias por asumir un compromiso. Puede ser y es una postura inmaduro, cierto, pero también creo que esa sensación puede resultar agotadora para él. Entonces hace lo que hace al final (o mejor dicho, deja de hacer).lucia escribió:A eso se le llama horror al compromiso e inmadurez ya que no la dejas porque no la ames, sino por cobardía.
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- sergiocossa
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Re: El acantilado (microrrelato)
Muy interesante tu blog, Fernando.
Los mejores fragmentos de las mejores obras.
Claro que te sigo.
¡Saludos!
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- Fernando Vidal
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Re: El acantilado (microrrelato)
Gracias, Sergio. Son fragmentos que me demandan no olvidarlos, por eso mi necesidad de irlos recolectando.
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Re: El acantilado (microrrelato)
Me gusta tu relato Fernando, está muy bien narrado y el tema, aunque no original, es muy real.
Felicitaciones
Felicitaciones
- kassiopea
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Re: El acantilado (microrrelato)
La primera frase ya nos dice mucho: "Ella me quería". De entrada ya se nos recalca que es ella quien amaba, y utilizando el pasado Si al protagonista le hubiese importado esa pérdida, habría empezado diciendo "yo la amaba". El final también es muy revelador: confiesa que "al menos sé que de este lado del muro estoy seguro".
Hay un interesante estudio psicológico tras tus personajes, Fernando. Me gusta, como en el relato del concurso, "Traición". ¿Se trata sólo de miedo ante el compromiso? ¿Acaso no puede ser que este hombre tenga miedo de vivir?
El acantilado, el abismo que le provoca tanto pavor, ¿es en realidad la vida?
Un saludo
Hay un interesante estudio psicológico tras tus personajes, Fernando. Me gusta, como en el relato del concurso, "Traición". ¿Se trata sólo de miedo ante el compromiso? ¿Acaso no puede ser que este hombre tenga miedo de vivir?
Él decide no renunciar a ninguno de los caminos que podrían aparecer en su vida, peeeero haciendo eso lo que consigue realmente es no elegir ninguno y permaner estático, en un estado de espera eterna. Aunque él, así, cree sentirse seguro, como dice al final.La sola idea de tener que tomar la decisión definitiva y de renunciar así, a los muchos otros caminos que podrían aparecer a lo largo de mi vida, me aterró. No podía dar el salto en ese momento, no podía.
Todavía hoy no creo estar preparado para dar ese salto.
El acantilado, el abismo que le provoca tanto pavor, ¿es en realidad la vida?
Un saludo
- Fernando Vidal
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Re: El acantilado (microrrelato)
Creo que es un buen ejercicio literario intentar confeccionar algo al menos medianamente aceptable con temas ordinarios o comunes, de manera que cuando nos encontremos frente a temas más interesantes u originales sintamos que tenemos más "margen de acción".Megan escribió:Me gusta tu relato Fernando, está muy bien narrado y el tema, aunque no original, es muy real.
Felicitaciones
Es cierto. Él no la ama. Se siente relativamente cómodo con ella, llega a profesarle cariño, pero en esta relación solamente ella es quien ama. El protagonista se ha dejado llevar por la corriente y cuando ella le dice expresamente que siente amor, el otro empieza a darse cuenta que todo ha transcurrido demasiado rápido.kassiopea escribió:La primera frase ya nos dice mucho: "Ella me quería". De entrada ya se nos recalca que es ella quien amaba, y utilizando el pasado Si al protagonista le hubiese importado esa pérdida, habría empezado diciendo "yo la amaba". El final también es muy revelador: confiesa que "al menos sé que de este lado del muro estoy seguro".
Tiene miedo por el compromiso y por ende se desprende que tiene miedo por planificar su vida de antemano. Renuncia a un proyecto de vida, pero no para tomar otro, sino para seguir dilatando el tiempo de la despreocupación. Como esos jóvenes que añoran la adolescencia y entran a las puertas de la adultez de forma obligada.kassiopea escribió: Hay un interesante estudio psicológico tras tus personajes, Fernando. Me gusta, como en el relato del concurso, "Traición". ¿Se trata sólo de miedo ante el compromiso? ¿Acaso no puede ser que este hombre tenga miedo de vivir?
Para el personaje, el acantilado es una suerte de metáfora de la vida y sus caminos, claro. Es la vida como él la ve: llena de decisiones por tomar y compromisos por asumir, llena de riesgos. Con su renuncia al compromiso él no soluciona nada de manera definitiva, sólo termina retrasando la toma de decisiones fundamentales, pero al menos así encuentra un frágil momento de transitoria tranquilidad. Con eso se conforma para su presente. Con respecto a su futuro, no quiere pensar en él, no quiere agobiarse.kassiopea escribió: Él decide no renunciar a ninguno de los caminos que podrían aparecer en su vida, peeeero haciendo eso lo que consigue realmente es no elegir ninguno y permaner estático, en un estado de espera eterna. Aunque él, así, cree sentirse seguro, como dice al final.
El acantilado, el abismo que le provoca tanto pavor, ¿es en realidad la vida?
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- Fernando Vidal
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Re: El acantilado (microrrelato)
He estado pensando que la única remota posibilidad (sin garantías de concreción) para que este personaje se suicide sería si hubiese sentido amor por ella. Felizmente para su vida, no la ama.Nínive escribió: Quizá esperaba algo más drástico. Pero, vamos, que no me hagas caso, será que hoy tengo el día sangriento....
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