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lucia escribió:Te diría que del mismo de donde sacaste al primero, pero en realidad puede ser de cualquier sitio donde hagas algo que te gusta y veas a alguien que te mole
Yo también era amiga de Esther, no sabía que la teníamos en común, de haberlo sabido habría propuesto una cita entre las tres. La primera viñeta de una Esther de 13 años con su bicicleta fue el comienzo de una historia que aún perdura.
Besos.
Esta mañana he salido a caminar mis (mínimos) 10.000 pasos. Sola. Sola conmigo. En algún momento de los pasos me he sentido sola. O no. En algún momento de los pasos hubiera necesitado una alma a quien comentarle cómo me siento en estos momentos. Lo triste que estoy, mis miedos, mis dudas, y mi nuevo bucle mental. Entonces he repasado mi agenda social y he decidido que conmigo puedo y quiero contar. Ojalá pudiera tener una alma gemela, cual Esther, pero creo que ese momento ya pasó. Así que he seguido conmigo. Sola. Pero sin estar sola. Conmigo.
Diez mil pasos y cuatro tramos de escalera (en menos de un minuto). Mi corazón está bien (El corazón físico está bien. Del otro no soy capaz de dar fe. Ni tengo ganas).
El paseo.
(entonces, Aina, ha venido a comer, y seis años después hemos decidido continuar la novela)
Tengo una enfermedad, menor, però molesta, que afecta a mis manos y a mis pies. El lunes tenía una analítica. Llovía, llovía, el fin de semana había sido muy convulso emocionalmente, y el lunes llovía.
Cojo la moto y dos chubasqueros. Me dirijo al Hospital del Mar donde dos semanas antes la Peti se había hecho una analítica para su mierda de enfermedad (esa sí que no es menor, y es muy, muy cabrona). Llego hecha un pajarito. Me sale agua de los ojos. O quizás son lágrimas porque aún sigo movida emocionalmente.
- Hola, hola. Tengo analítica a las ocho.
- Me da la tarjeta?
(aún no me acostumbro a que me traten de usted, es a mí? sigo siendo la joven Esther, la niña Esther, no lo véis? Y no, no lo ven. Ven mis manchas en la piel, las arrugas alrededor de mis ojos, y una cierta tristeza que los años acentúan)
- Lo siento, no tiene aquí la analítica. Es en el fórum. No se ha fijado?
No, no me he fijado. No, no me he fijado. Por supuesto que no me he fijado o no estaría aquí como un pollo a las ocho de la mañana. Estaría en el fórum.
- No pasa nada, no me hago la analítica. Ya volveré a programarlo.
No añado nada más.
NO me miro mal, no me enfado, no me cabreo, no grité, no nada. Solo dejo el casco en el suelo y guardo con una tristeza ya no infinita sinó infinitísima, la tarjeta, en mi monedero. Esta mañana estoy de responsable en la sala y no me puedo permitir el lujo de llegar tarde.
- Espera, entonces sí me tutea, espera Esther, veremos si podemos hacerte aquí la analítica.
Es posible, los ángeles pueden llegar a existir. Es posible. Y a veces aparecen donde menos lo esperas. O cuando no los esperas porque aunque la Esperanza es lo último que se pierde, a menudo, la pierdo. Puta vida.
Me miro y me pregunto si no me pasará nada por estar todo el día con la ropa húmeda. No importa. No importa.
Me hacen la analítica y el lunes sigue.
Por la tarde no me veo muy fina, me voy a la cama directa. Sin ni siquiera haver los diez mil pasos (normalmente mucho más) de rigor. El martes me espera un día duro.
Amanece el martes y acompaño a mi madre a hacerse una prueba. No me hago a la idea. No me hago a la idea. No son los años, es su enfermedad. Tampoco es menor, es muy hija de puta esa enfermedad que arrastra desde los 36 años.
Sigo muy cansada. Mucho.
A la tarde me voy a la cama de nuevo. Sin los pasos. Ni putas ganas de hacerlos.
Sigue cayéndome mal todo el mundo.
A ver si va a ser un episodio de depresión de los míos!
Esta mañana me dolía todo el cuerpo. Aviso a la jefa que teletrabajaré. Llamo al Cap. Me dan hora para visitarme. Voy con unos escalofríos terribles. La lluvia del lunes, la lluvia del lunes, y el dolor de corazón por ver a mi madre cada día más alejada de la vida.
- Esther, vamos a hacerte una nosequè para saber si el dolor de garganta es a causa de una bacteria o de un virus. De paso, por protocolo, te haremos una prueba de antígenos.
- Perfecto. No me relaciono a penas. Ningún problema.
Quince minutos de espera.
- Esther, puedes venir? Mira, el resultado ha dado positivo, ahora tienes que...
- Ah, es una bacteria. Antibiótico entonces?
- No, positivo en covid.
No recuerdo nada más. No es justo, lloro, no es justo, no es justo. No puede ser, nunca me quito la mascarilla, no me relaciono, no puede ser, es un error, es un error.
Espero que el covid no te vaya a más. Y las mascarillas para no contagiarte tú son las KN95, FFP2 y FFP3. Las otras son para no no contagiar tú a los demás. Y hay que llevarlas pegadas a la cara, sin huecos, para que no salga aire sin filtrar por los lados o la zona de la nariz. Yo por eso llevo por encima una normal sin filtro por encima de la quirúrgica, porque esa sí me ajusta bien a mi cara.
Por si quieres aconsejar a otros para que no les pase lo mismo.
Y piensa que al teletrabajar ese día, evitaste que se contagiase algún compañero o contribuyente.
PD Mi prima se contagió en una reunión de trabajo en la que un par de “compañeros” se negaron a tener las ventanas abiertas.
Jefa, poca gente conocerás que haya cumplido más, que se haya relacionado menos, que use habitualmente siempre (con cambio diario) una FFp2. Aún así, parece ser que las cosas pasan.
Aunque sea porque comparto casa, y babas, venga, con mi santo, y con él, ya ves tú, no uso mascarilla.
Él está perfectamente, a pesar de su propio positivo, yo, pasado el shock inicial (la negación inicial de cualquier periodo de duelo vulgar), el miedo inicial, la rabia inicial, parece que 'sólo' tengo una gripe. Sigo currando telemàticament, ya sabes que tengo poco de eso que llaman funcionaria despectivamente los que a saber què harían si fueran funcionarios como yo...
(y sí, lo peor son las noticias, y las emociones que me invaden)