Cara a cara con la oscuridad (CiFi/Warhammer 40000)
Publicado: 22 Nov 2014 18:35
Este es un relato largo que he escrito para una campaña narrativa. Planeo colgarlo por partes, poco a poco. Ha sido la primera vez que me aventuro a realizar una historia de esta extensión, y me siento satisfecho, de hecho ya estoy inmerso en una segunda historia de la misma camapaña narrativa y con buena parte de los personajes que aquí aparecen. Quizá debido a que forma parte de una campaña narrativa (de aficionados del universo de Warhammer 40000) lo he escrito de manera sencilla y, posiblemente, algo rápida, pido pues paciencia si quien lo lea preferiría un mayor trabajo narrativo.
Al final del relato, en un mensaje, meteré una especie de glosario de términos. Aconsejo echarle un ojo si alguna palabra no la conocéis o no os suena. Y pido disculpas si en dicho glosario no me explico bien, pero lo he intentado.
(Las imágenes que aparezcan son alteraciones hechas por mí sobre imágenes originales obtenidas de diversos sitios).
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CARA A CARA CON LA OSCURIDAD – Un relato sobre los Custodios del Tridente (Marines Espaciales/Warhammer 40000)
PRIMERAS DECISIONES (Introducción)
-- Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente --
La flotilla de los Custodios del Tridente había llegado al Sistema Dolnúdaca preparada para la batalla. Todos los sistemas de ataque y defensa de las distintas naves estaban activos y en alerta. Los hermanos, tras acondicionar su equipo, se habían puesto las armaduras y mantenían las armas listas. Según los últimos mensajes de ayuda que habían recibido cuando aún estaban a dos sistemas de distancia, el número de enemigos era de una superioridad abrumadora y su agresividad casi imparable.
Tras penetrar en el Sistema Dolnúdaca, el Hermano Capitán Asirus se daba cuenta de que no habían sido exageraciones. Si, como habían sido informados, había dos sistemas más invadidos de aquél modo aquella batalla se convertiría en una larga Campaña. Esperaba que estuvieran preparados para eso, su Compañía acababa de completar las bajas que se habían producido en Colcheru, estaban al máximo de efectivos y, como era habitual, les acompañaban escuadras de otras compañías del Capítulo. A pesar de todo había decidido enviar un mensaje astropático al Capítulo informando de la situación en la que pronto se verían inmersos.
[Nudus Pugio, Barcaza de Batalla de los Custodios del Tridente]
Ahora se enfrentaban al primer problema, las comunicaciones. Cualquier intento de contactar con las fuerzas militares desplegadas parecía imposible, algo interfería la señal, posiblemente el enemigo, pero, además, el poco tráfico de comunicaciones que habían interceptado de fuerzas imperiales era caótico, como un pandemónium en el que, con disgusto, pudo comprobar una absoluta falta de control o disciplina. Podían olvidarse pues de tratar de ponerse de acuerdo con alguna fuerza imperial para un ataque o una defensa conjunta.
—Piloto sitúenos a distancia de batalla del combate más cercano.
—Señor, en la pantalla aparecen una serie de señales de naves de la Guardia Imperial que empiezan a ser rodeadas por naves enemigas.
—Entonces vayamos a ayudarles —ordenó mientras tomaba asiento cerca del mando de la nave, el Almirante realizó una inclinación de aceptación en su dirección.
La Nudus Pugio era una Barcaza de Batalla con multitud de campañas a sus espaldas, había combatido en infinidad de sistemas, y también había sido reparada en múltiples ocasiones. En su interior cabían hasta tres compañías completas, junto al material y los vehículos de apoyo, además de la Guardia Naval formada por soldados humanos que prestaban servicio a los Custodios del Tridente. Asirus se sentía honrado por que aquella enorme nave, la segunda de su clase que poseía el Capítulo, hubiera sido asignada a la Quinta, su Compañía, mucho antes de que él ascendiera a Capitán, y llevaba ya cerca de dos siglos utilizándola.
Vio como se acercaban a la batalla, sin duda las naves imperiales lo estaban pasando mal. La Nudus Pugio abrió fuego en cuanto la nave enemiga más cercana estuvo a tiro, pronto los Destructores de la flotilla añadieron sus propios disparos. El Almirante de la Barcaza sabía hacer su trabajo así que él permaneció en silencio observando cómo se desarrollaba el conflicto. En el puente de mando se sucedieron las órdenes e indicaciones habituales, y a través de las cristaleras de alta resistencia pudo ver naves estallar, combates entre cazas, y un amplio etcétera. De vez en cuando algún disparo enemigo se estrellaba contra los escudos de la nave, pero apenas se notaba algún leve temblor.
No pasó mucho tiempo hasta que se aburrió del espectáculo, las batallas espacionavales no eran lo suyo, prefería tener al enemigo a mano, poder aplastarlo con su puño de combate o fundirle medio cuerpo con la pistola de plasma. Cerró los ojos. Recordó el combate personal contra el salvaje Kaudillo Orko que comandaba a los pielesverdes en Colcheru. Era un enorme ejemplar de su especie, tenía una armadura gruesa pero que apenas podía mantener su integridad debido a la presión que ejercían los músculos de su portador. Aquello sí que lo había hecho sentirse bien, enfrentarse contra un ser que osaba pisotear con sus sucios pies el feudo del Emperador y lograr destruirlo en nombre de éste. Una sonrisa se formó en sus labios mientras rememoraba la fea cara pielverde completamente destrozada bajo su puño de combate y... En ese momento notó, a través de los sentidos aumentados de su servoarmadura, el contacto de una mano sobre su antebrazo.
—Hermano Capitán, preciso hablar con usted.
Abrió los ojos y miró a Contoa. El Bibliotecario era un hermano por lo general afable, pero su tensión era palpable. Poco antes de penetrar en el sistema le había dicho que percibía fuerzas peligrosas en el conflicto y... antiguas. Cuando descubrieron que buena parte de las naves que habían invadido aquellos sistemas eran Preherejía, Contoa expresó su preocupación, y luego fue a encerrarse en su cubículo.
—Por supuesto hermano, vayamos a la sala del Strategium —le dijo levantándose del asiento.
No pudo evitar sentir cierta inquietud, pero pronto ésta se vio ahogada por otro sentimiento más poderoso, la ansiedad. Estaba seguro que el Bibliotecario le ofrecería la excusa para entrar en acción, o quizás no, en ocasiones su rango de Capitán lo obligaba a mandar a otros al combate.
Penetraron en el Strategium de la nave. Una espaciosa sala con el material necesario para estudiar y planear las estrategias de una batalla. Ni siquiera se sentaron.
—Bien hermano, habla.
—Hay tanto poder oscuro alrededor... muchas de las naves enemigas son del Caos, es como si estuvieran completamente empapadas de su esencia, es... molesto. Pero no es eso lo que me preocupa.
El Bibliotecario calló un momento. Asirus temió que no continuara hablando. Pero no fue así.
—Las naves Preherejía, si es que lo son, tienen un... no sé si decir un alma, es como un halo, un algo diferente. He podido examinar tan sólo un puñado, las más cercanas. Algunas parecen carcasas vacías, otras empiezan a emponzoñarse con el poder corruptor del Caos, pero he encontrado una que... no está vacía, pero tampoco parece haber nada dentro y sin embargo debe haberlo.
—Explícate.
—¿Recuerdas Cénide?
Asirus se puso en alerta. ¡Tiránidos! El Bibliotecario siguió hablando.
—Aquella nave a la deriva que interceptamos en Cénide también parecía vacía para mis sentidos. Y sin embargo había algo, un poder que parecía absorber cualquier intento de examen psíquico de mi parte. Luego, los descubrimos.
—¿Me estás diciendo que una de esas naves de ahí afuera está plagada de tiránidos?
—No estoy seguro, es una nave Preherejía, y la noto extraña, me envía sensaciones contradictorias, pero además, a veces, absorbe mi "tanteo" mental.
—Debemos investigarlo —Asirus ni siquiera lo pensó, sabía que debía hacerse.
—Sí, por eso quería hablarlo contigo Gran Puño.
Oír de boca del Bibliotecario su título de guerra hizo que Asirus se sintiera por un instante enfadado. Contoa sabía bien que él estaba deseando entrar en acción, pero que no debía hacerlo, por eso le había recordado su título como Capitán de la Quinta Compañía de Batalla. No podía simplemente comandar una misión de investigación y desentenderse del objetivo principal que él mismo había impuesto, apoyar a las Fuerzas de Defensa asediadas de este sistema.
* * *
Contoa sabía que había hecho enfadar a su amigo, pero era necesario, no podía dejar que Asirus dejara a la Quinta sin su guía. Y más en este momento, cuando habían sido añadidos un buen número de hermanos a sus filas. Cierto que no eran neófitos recién ascendidos, sino hermanos provenientes de las Compañías de Reserva, con experiencia en batalla suficiente, pero no tanta como la que el propio Asirus exigía a la Quinta cada vez que se sumergía en una nueva misión o campaña. Y este conflicto en el que ya estaban metidos iba a ser una prueba bastante dura para muchos de ellos. No, no podía permitir que Asirus se jugara la vida así como así.
Pero tampoco podía ir él, ¡por Dorn!, el Capitán había sabido jugar a su mismo juego, le había dicho que tampoco el Bibliotecario podía ir a meterse en la boca del kurdón. Y tenía razón, por mucho que ansiara investigar una de aquellas naves Preherejía con tantos enemigos de los Poderes Oscuros alrededor en cualquier momento podían sufrir ataques psíquicos, y era él, como Bibliotecario asignado a la Compañía, el que debía mantener éstos a raya.
Al menos, ambos habían estado de acuerdo en la elección de la escuadra que se encargaría de investigar la posible amenaza tiránida. La Nubes de Humo, formada por hermanos experimentados y cuyo sargento, Agufer, sabía muy bien cómo eran los tiránidos.
CARA A CARA CON LA OSCURIDAD
-- Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro" ---
La escuadra Nubes de Humo esperaba las órdenes de su sargento. Acababan de realizar un peligroso abordaje a una de las naves más extraordinarias que cualquiera de ellos hubiera visto en su dilatada vida. Según les habían informado no era la más grande de las naves Preherejía que estaban cerca, de hecho era relativamente pequeña, sin embargo conforme se acercaban para abordarla se encontraron con que tan sólo era un poco menor que la Nudus Pugio, la nave insignia de la Quinta Compañía de los Custodios del Tridente. Ellos eran once guerreros, una escuadra táctica completa a la que se le había asignado un apotecario, y Ghuno dudaba que pudieran explorar ni la cuarta parte de aquél enorme pecio espacial en las apenas veinte horas estándar de las que disponían.
Pero, al fin y al cabo no habían ido para eso. Mientras la nave que los transportaba hacia su objetivo sorteaba los ataques de cazas enemigos y las ráfagas de las torretas defensivas de las naves más grandes, el sargento Agufer les había detallado su misión. Debían comprobar qué había en el interior de aquél buque espacial, según el Bibliotecario de la compañía podría haber tiránidos infestando sus corredores y salas. Genestealers. Todos sabían lo peligrosos que eran aquellos seres, pero sólo Agufer se había enfrentado antes a ellos, y les había dado una buena charla al respecto. Ghuno llevaba bajo sus órdenes casi setenta años estándar, y nunca lo había visto tan preocupado. No dudaba del valor de su hermano, lo había visto enfrentarse a multitud de enemigos, y habían sido muchas las veces que gracias a su liderazgo la escuadra había sobrevivido contra todo pronóstico, sin embargo, en la charla informativa había puesto excesivo celo en hacerles ver la peligrosidad de estos xenos. Ghuno pensaba que no había sido buena idea.
Desplegados en un corredor sumido en la oscuridad, podía notar la tensión en sus hermanos. Él mismo se sentía ansioso, cuando normalmente antes de cada combate mantenía la serenidad. Decidió centrar su atención a su alrededor, el lugar le resultaba extraño, los detalles eran indudablemente de manufactura imperial, pero tenían algunas diferencias, una ordenación distinta quizás, y, desde luego, había una gran profusión de adornos. Nunca antes había visto tanto despliegue artístico en un simple corredor de una nave de guerra. Pero había algo más, sus sensores indicaban que el lugar estaba a muy baja temperatura, algo normal si, como parecía, llevaba vagando por el espacio sin tripulación que precisase soporte vital durante siglos o incluso milenios, pero también había detectado que el aire era respirable, costaría mucho a un simple humano pues la tasa de oxígeno estaba al límite, pero podría hacerlo, y eso era un contrasentido si era cierto que había genestealers a bordo. Sólo si los aparatos de restauración y re-filtrado de aire estaban conectados podía haberse mantenido el óxigeno respirable tras un posible abordaje de los xenos, y no podía imaginar que éstos no hubieran destruido todos los aparatos. ¿Acaso no eran monstruos que sólo vivían para destruir?, según lo que había sido implantado en su memoria los tiránidos eran "devoradores de cualquier signo de vida" que sólo dejaban "carcasas vacías" a su paso. Pensar que hubieran decidido mantener la integridad de esta gran nave sólo llevaba a una conclusión, que sabían que les llevaría a su siguiente "alimento". Tener esos conocimientos y comprobarlos por sí mismo era algo que siempre le impresionaba. Ya no se sentía tenso, ahora era curiosidad lo que ocupaba su mente, en cierto modo deseaba que de verdad hubiera genestealers a bordo. Aquél pensamiento hizo que su alma de guerrero tomase el control, echó un rápido vistazo a su bólter y volvió a comprobar la posición de sus hermanos. Estaba alerta y preparado.
—Avanzaremos a lo largo del corredor hasta el final, si hay bifurcaciones seguiremos siempre adelante, si no a la derecha, ¿entendido? —la voz del sargento sonó más baja de lo habitual por el canal de voz.
Todos respondieron escuetas afirmaciones por la radio incorporada al casco. A una señal el grupo se movió al unísono, la mitad llevaban combatiendo juntos alrededor de medio siglo, las nuevas incorporaciones se habían adaptado con rapidez en los entrenamientos que habían realizado conjuntamente, incluso el apotecario, que era la primera vez que se unía a la escuadra, mantuvo la coherencia en el avance.
Recorrieron un buen trecho a relativa velocidad, podrían haber ido más rápido pero estaban siendo metódicos, inspeccionaban cada hueco, habitáculo o corredor secundario con el que se tropezaban. A pesar de los sentidos aumentados y del apoyo de los sensores y registros de la servoarmadura Ghuno se dio cuenta que la oscuridad parecía aumentar a su paso. Resultaba extraño, a su lado el hermano Frehid se dio dos rápidos golpecitos en el casco, a la altura del visor izquierdo, más adelante el gesto se repitió, primero Sadus y después el propio sargento. El canal de voz empezó a crepitar con un molesto sonido de estática. Interferencias. Levantando el puño Agufer hizo detenerse a la escuadra. Se quitó el casco con un gesto brusco antes de impartir nuevas órdenes.
—¡Maldición! Interfieren nuestras comunicaciones. Nos separaremos, quiero un equipo que vuelva atrás y se comunique con la Nudus Pugio, hay que informar sobre las interferencias, pueden creer que nos han atacado. No quiero otra expedición a nuestras espaldas. El otro equipo seguirá avanzando hasta hacer contacto.
Era evidente que daba por hecho que en la nave estaba el enemigo, sólo quería confirmarlo. Ghuno hizo ademán de quitarse el casco, pero un extraño ruido lo detuvo. Todos permanecieron alerta y a la espera. El ruido era como un siseo penetrante, pero le recordó al sonido que hace metal contra metal, sólo que parecía distorsionado, quizás un eco que reverberaba por cada hueco de la estructura. El sargento se colgó el casco en el cinturón y con un gesto enfadado les ordenó que hicieran lo mismo. Al quitárselo Ghuno descubrió que la oscuridad era más penetrante de lo que esperaba.
El ruido desapareció de repente. Una ráfaga de bólter hizo que todos giraran la cabeza hacia la cola de la formación. Ghuno apenas pudo ver como Kerjo era tirado al suelo y arrastrado hacia la oscuridad. Humder, el apotecario, que era el segundo en retaguardia, comenzó a disparar su pistola bólter y salió corriendo tras el desaparecido. Dos hermanos más lo siguieron uniendo a él sus disparos.
—¡No!, ¡volved aquí, debemos permanecer juntos! —el sargento apenas podía reprimir su enfado— Vamos, tenemos que seguirles. La suerte está echada.
Avanzaron rápidamente tratando de seguir el sonido de los pasos de sus hermanos, pero en un momento dado dejaron de oirlos. La escuadra se detuvo a escuchar. Silencio. Los corredores se habían ido haciendo más oscuros cada vez, y Ghuno estaba ya convencido de que era algo innatural. El caso es que no sólo no oían nada sino que ya apenas veían nada. Según su dispositivo habían pasado más de dos horas estándar desde que habían abordado la nave, lo que le sorprendió. Miró a sus hermanos, Agufer tenía una expresión preocupada.
De repente, una ráfaga de bólter los sobresaltó. Se miraron y cada uno dijo que había oído los disparos en una dirección diferente, aunque en esta ocasión ninguno se movió, esperando las órdenes de su sargento. No fue necesario, como de la nada empezaron a atacarlos. Estaban en un pasillo relativamente estrecho, donde cabrían al menos tres hermanos hombro con hombro, sin embargo no sólo los atacaron por ambos lados del corredor, sino también desde el techo, el suelo y las paredes. Ghuno se encontró de pronto mirando una cara monstruosa a través de una trampilla que se había abierto a sus pies. Se quedó un momento paralizado, sorprendido por la aparición, tan sólo gracias a sus sentidos aumentados y su intenso entrenamiento pudo desviar un veloz ataque hacia su estómago. Descargó unos cuantos disparos a la cabeza de aquella cosa y una explosión de una sustancia viscosa y amarillenta salpicó el cañón ardiente de su bólter.
Casi al instante un golpe en el hombro lo empujó un par de pasos, pero no cayó. Levantó el bólter para enfrentarse a la nueva amenaza, pero otro golpe desvió el arma a la derecha justo cuando su dedo apretaba el gatillo. La ráfaga se perdió en la pared y el genestealer se le echó encima con un par de rápidos pasos. No lo pensó y avanzó hacia el xenos, con lo que ambos quedaron muy cerca el uno del otro, notó como uno de los pectorales de la servoarmadura era casi atravesado por un arañazo de través. Le lanzó un puñetazo con la mano izquierda, que tenía libre tras el golpe que había desviado su bólter, e impactó contra el cuello del monstruo y le hizo desequilibrarse. Momento que Ghuno aprovechó para, ahora sí, meterle unos cuantos tiros en el pecho a su enemigo.
Miró en derredor buscando un nuevo oponente, pero las sombras seguían siendo densas y apenas podía ver unos cuantos de sus hermanos luchando con otros tantos xenos. De vez en cuando una serie de disparos marcaban con su luz otro punto donde debía haber un Tridente combatiendo. Apuntó a un genestealer que se estaba acercando velozmente a él, pero a la vez percibió, por el rabilllo del ojo, como parecía moverse uno de los paneles de la pared que tenía al lado. Gruñó y forzó sus músculos al máximo, mientras vaciaba lo que quedaba de su cargador en el monstruo que se aproximaba se movió hacia el panel y lanzó una tremenda patada que atravesó cable y metal hundiendo una escotilla que estaba disimulada en la pared. Se topó con algo de resistencia, pero forzó aún más el ataque imprimiendo todo su peso. Comenzó a escuchar un ruido de succión, lo que le arrancó una sonrisa, había un genestealer agonizando, estaba seguro, más aún cuando la escotilla cedió a su peso tras un fuerte chasquido. Un líquido espeso comenzó a filtrarse por cada hueco o grieta. El xenos estaba muerto, espachurrado. Soltó un fuerte JA, bajó la pierna y se apresuró a recargar el arma. La necesitaría.
* * *
-- Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente --
Un nuevo impacto se hizo notar a lo largo del Puente de Mando. Los escudos aguantaron una vez más. El Capitán Asirus estaba tenso, aunque no cambiaría un buen combate cara a cara por una batalla entre naves, debía reconocer que las cosas se habían vuelto bastante intensas. Un par de naves grandes del Caos estaban esforzándose a fondo por dejar tocada la Nudus Pugio. Finalmente se alegraba de que la Quinta hubiera permanecido ociosa los tres meses en que la Barcaza había sido revisada y reparada de los habituales pero molestos problemas que de vez en cuando aparecían en una nave como aquella. Ojalá todo estuviera tan bien como aquella vetusta aeronave. No habían recibido informes de la escuadra Nubes de Humo desde hacía horas, era posible que los fallos en las comunicaciones y las transmisiones desordenadas que poblaban aquél Sistema interfirieran con los mensajes enviados desde la Pájaro Negro, pero no era seguro. Al principio había dispuesto que una nave rápida sobrevolara la zona de abordaje en un intento por recibir alguna comunicación de parte de Agufer y los suyos, pero el intenso fuego cruzado le había hecho ordenar que aquella nave se retirase.
Ahora empezaba a estar preocupado. La Nubes de Humo era una escuadra capaz. Había realizado misiones de todo tipo, siempre peligrosas, y había demostrado que eran buenos guerreros. Agufer además era un sargento que bien podría ya servir en la Primera, un veterano que solía tomar las decisiones acertadas en el momento preciso. No, quizás no debería preocuparse, sin embargo si eran genestealers los que se encontraban en el interior de aquella nave Preherejía era seguro que la escuadra lo pasaría mal. El problema estaba en si ya habían entrado en contacto con éstos o no, aquella nave era demasiado grande para una única escuadra, por eso les había dado unas veinte horas estándar para inspeccionar todo lo que pudieran. Pero también había ordenado que se pusieran en contacto con la Nudus Pugio cada hora, y eso no había sucedido aún ni una sola vez.
Se acercó al sistema de comunicaciones.
—¿Alguna transmisión desde la Pájaro Negro?
- No, Capitán, aún nada.
- Siga a la escucha.
Otro impacto en la Barcaza reverberó por la estructura. Asirus volvió a centrarse en la batalla espacial que se desarrollaba a través de la mampara de vidrio ultrarreforzado.
-- Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro" --
La decimosegunda hora del plazo acordado los sorprendió en un breve descanso entre combate y combate. Llevaban combatiendo en aquél almacén tan sólo una hora, pero desde el primer "contacto visual", como lo había designado el sargento, no habían tenido muchas oportunidades de detenerse a realizar una comprobación exhaustiva del equipo ni de los daños. Los cargadores hacía tiempo que estaban vacíos, por lo que la mayoría de los bólteres descansaban enganchados de las caderas, todos los habían cambiado por espadas cortas o cuchillos de combate. Sadus incluso luchaba con un largo tubo de plastiacero como si fuera una lanza. En cierto modo habían tenido suerte, sólo se habían perdido dos bólteres y un cuchillo, pero hubiera estado bien haber traído espadas sierra. Desde luego la de Agufer estaba dando buena cuenta de cada oponente que se le acercaba. Las bajas, si se analizaban con frialdad, cosa que Ghuno se había negado a hacer hasta aquél momento, también podían considerarse asumibles, no sabían nada de los hermanos del grupo de Humder desde su desaparición, daban por hecho que el hermano Kerjo había muerto, pero esperaban que el resto estuvieran aún vivos. Ellos mismos sólo habían tenido una baja, Hurged, un Tridente que sería recordado sin duda. Por tanto, aún eran seis guerreros, a pesar de estar rodeados por un número indeterminado de enemigos que no habían dejado de atacarlos desde hacía al menos una decena de horas estándar.
Ghuno estaba orgulloso de sus compañeros. Los genestealers eran enemigos rápidos y sigilosos, parecían preferir las emboscadas y el acoso a un enfrentamiento frontal. Aquél almacén, dónde ahora se encontraban, era una buena muestra de la estrategia de los xenos, la intención de la escuadra era encontrar algún sistema de comunicación, sobre todo cuando se había hecho evidente que se habían perdido en la inmensidad de aquella aeronave. La inspección del almacén había sido exhaustiva, luego se habían relajado y entonces se habían abalanzado sobre ellos desde todas partes. Se vieron superados en un primer momento, pero su resistencia había vuelto a debilitar el ataque del enemigo, que había acabado retirándose. Esta situación se había ido repitiendo demasiado a menudo, y Ghuno estaba seguro que sus hermanos estaban tan frustrados como él mismo. Tampoco ayudaba el hecho de que su servoarmadura cada vez tenía más marcas y arañazos, evidente muestra de que aquellos monstruos podían herir con suma facilidad si uno no tenía cuidado.
—Cada vez hay menos —era la voz de Jefuro.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir? —le dijo Ghuno—. Por muchos que matemos siempre aparecen más.
—No, no me refiero a los genestealers.
—¿A qué te refieres entonces? —inquirió el sargento Agufer.
—A los adornos, mirad las paredes.
Todos miraron las paredes, aquí y allá se veían rastros de la sangre del combate reciente, pero era cierto que aquél almacén, después de la excesiva decoración que se habían cansado de contemplar, era extrañamente austero. Agufer se acercó a una de las paredes y la acarició con las manos, luego, con expresión sorprendida les dijo:
—No es que no haya tantos adornos como en el resto de la nave que hemos visto. Están aquí, pero están como limados, lijados.
Se acercaron intrigados y comprobaron que era cierto. Ghuno apenas notaba el suave relieve con las manos. Pero ¿cómo era posible?, ¿acaso los constructores de aquella aeronave habían decidido cambiar de una ostentosa ornamentación bien visible a un relieve apenas marcado? En otro lugar la explicación podría haber sido simplemente que un vulgar almacén no debía contener decoración, pero llevaban inspeccionando salas de almacenaje como aquella desde hacía horas, y todas contaban con los adornos marcados que ya vieran en aquél corredor que había sido su punto de partida.
Agufer ordenó una inspección más intensa de la sala, ahora no había que buscar al enemigo, sino cualquier otro indicio extraño, sospechaba de la influencia del Caos. No hubo nuevos resultados, cada pared estaba tenuemente marcada por el suave relieve, pero nada más. Volvieron a ponerse en marcha y descubrieron que los corredores de aquella zona también tenían los adornos "limados". Luego entraron en una cámara de techo muy alto, y volvieron a sorprenderse, en aquél lugar no había sombras, aquella oscuridad que los había rodeado como una mortaja desde que pisaran la nave había desaparecido.
Revisaron cada palmo del lugar y no hallaron indicios de genestealers, pero sí había una serie de contenedores cuyas tapas parecían haber sido forzadas. Eran cajas en forma de cubo, cada una conectada mediante cables y tubos a un aparato que tenían adosado. No era difícil especular sobre aquello, la mayoría coincidió en que debían ser contenedores criogenéticos.
Aquel descubrimiento suponía un problema mayor que el estar perdidos en el interior de una aeronave de los tiempos antiguos rodeados de genestealers. La posibilidad de que los tiránidos hubieran podido mutar con lo que estuviera contenido criogenéticamente en aquellos cubos significaba que en la nave podía haber otras "cosas" sueltas y, lo más importante, podía significar que se encontraran ante una herejía de los tiempos en los que el Emperador aún andaba libremente entre los suyos. ¿Para qué iba a transportarse tal volumen de muestras genéticas en una nave militar?
Era preciso encontrar la manera de transmitir a la Nudus Pugio el hallazgo. El haber encontrado genestealers en la aeronave acababa de quedar en un lugar secundario. Agufer ordenó marcar aquel lugar de alguna manera, pero los dispositivos seguían dando problemas, así que la única solución viable era memorizar el camino desde aquel almacén hasta donde llegasen avanzando, esperaban que a algún puesto de transmisión, o bien al propio puesto de mando de la Pájaro Negro. Parecía lo más lógico, no iban a conseguir nada si seguían en aquel sector de la astronave, debían ascender hasta el nivel más elevado. Así que el primer objetivo era encontrar las escaleras. Habían pasado al lado de unas cuantas a lo largo de su periplo por corredores y salas, pero el sargento desestimó el volver atrás. El que en aquella zona la oscuridad ya no estuviera presente parecía, de algún modo, alejar a los genestealers, y era preciso no demorarse en demasiados combates.
Durante una hora estándar no encontraron ningún enemigo más, habían subido dos niveles y llegado a lo que parecían dependencias de oficiales o quizás de gente más importante. Había varios comunicadores pero ninguno operativo, sin embargo tropezaron con los restos de varios genestealers abatidos. Parecían haber luchado entre ellos, las heridas eran lacerantes, indudablemente provenientes de las afiladas garras que formaban parte de su anatomía, sin embargo era demasiado extremo, había miembros amputados por todas partes, en una muestra de un frenesí asesino exacerbado que extrañamente no parecía propio de su forma de actuar. Parecía un contrasentido, Ghuno lo sabía, o al menos según la experiencia que había reunido de estos xenos en el tiempo que llevaban en la aeronave era la de ataques muy concretos, calculados, utilizados para matar o dañar con eficacia, enmascarado todo ello en esa apariencia monstruosa. Por ejemplo, ¿por qué todos aquellos cuerpos desmembrados aparecían incluso machacados? dudaba que los ataques fueran por alimentarse, no parecía faltar nada, tan sólo... volvió a agacharse y cogió entre las manos una de las cabezas genestealer. La parte superior estaba cortada limpiamente, de sus bordes sobresalían un par de finos hilillos de mucosidad, y en su interior no había nada. Dedujo que el posible cerebro había sido extraído, pero aquella cavidad estaba completamente limpia, apenas había alguna muestra de restos viscosos, parecía una labor demasiado minuciosa para el destrozado estado del resto del cuerpo.
—¡Por el mango del Tridente! ¿Qué es eso? —parecía la voz de Sadus, estaba de guardia en el exterior de aquel cubículo—. ¡Sargento!
Los Custodios del Tridente asignados a explorar los cubículos salieron al corredor. Todos pudieron ver lo que señalaba Sadus. A unos diez pasos un ser los observaba. Su aspecto recordaba vagamente a un tiránido, pero su cuerpo parecía gelatinoso, no se veían rastros de ningún tipo de exoesqueleto y parecía estar rodeado de un extraño vaho oscuro. La piel, viscosa, parecía negra, aunque Ghuno rápidamente desechó la idea, más bien parecía que la piel era como una membrana transparente, lo que había debajo, fuera lo que fuera, era negro.
El ser se movió hacia el grupo. Conforme avanzaba desplegó un par de miembros largos pero angulosos, cada vez que rozaba con ellos las paredes del corredor dejaba un rastro de niebla o de humo negro. Oscuridad. Ghuno reconoció que aquello le pilló por sorpresa, ya sabía que la oscuridad que había visto buena parte del camino era innatural pero no esperaba aquello. El monstruo gelatinoso imprimió de repente gran velocidad a su movimiento. En un instante se colocó frente a ellos.
Sadus lanzó un ataque con el tubo de plastiacero que sostenía como arma. Logró rozar la epidermis negruzca de aquello pero pareció lento, el ser atacó con sus miembros, parecidos a látigos, realizando una serie de golpes cruzados que Ghuno apenas podía seguir con su vista aumentada. Como uno sólo la escuadra salió de su sorpresa y contraatacó. El monstruo fintó, dejando a Sadus con multitud de marcas en su servoarmadura, en algunos puntos salían regueros de sangre. Pero el guerrero no estaba muerto, más bien parecía furioso. Agufer consiguió cercenar un pedazo de una de las extremidades de aquella abominación, pero ésta ni se inmutó, lanzó un ataque al sargento que trastabilló y cayó al suelo, luego, con un veloz giro, cortó limpiamente el brazo de Frehid. Ghuno le lanzó un tajo con su espada corta abriéndole una herida en el pecho. Tampoco aquello detuvo el ataque del monstruo, que empujó a su nuevo atacante y lanzó velozmente adelante una de sus extremidades, que penetró por el visor de Feregar saliendo por su nuca. Con un grito de odio Jefuro chocó contra la mutación y lo aplastó contra la pared, Ghuno también se lanzó sobre ella, pero vio como ésta se escurría por debajo de su hermano y le lanzó un nuevo tajo con la espada, la hoja fue atrapada en el aire por un miembro viscoso y pareció humear, con la mano libre Ghuno descargó un puñetazo en lo que creyó la sien de aquella cosa y ésta se tambaleó soltando la hoja que aprisionaba, luego algo, un objeto alargado que pasó a bastante velocidad al lado de Ghuno, la golpeó en el estómago lanzándola de nuevo a la pared.
La abominación quedó clavada, con los miembros colgando. De su estómago sobresalía un tubo de plastiacero. La espada sierra de Agufer se abatió sobre el cuello viscoso y la cabeza de aquello cayó, luego le tocó el turno a los miembros y al cuerpo. El combate había acabado.
Ghuno miró su espada, en la hoja había una marca alargada apenas visible, como uno de esos adornos que se hacen por medio de sustancias químicas. Luego miró a los suyos. Agufer seguía troceando al atacante con determinación. Jefuro se arrodillaba sobre el cuerpo de Feregar, que aparecía inmóvil, con un charco de sangre formándose bajo su cabeza. A su derecha Sadus, con la armadura enrojecida por los múltiples cortes sufridos, apoyaba su mano en el hombro de Frehid, que miraba con curiosidad su brazo cercenado en el suelo.
Se metieron en un cubículo a hablar sobre lo ocurrido. El propio Ghuno se quedó en la puerta, de guardia, mirando a un lado y al otro del corredor mientras escuchaba lo que hablaban sus hermanos. Evitó mirar los restos del ser oscuro.
—Todos sabéis que debe haber más de esas cosas —Agufer hablaba sentado en un arcón metálico, demasiado pequeño para su tamaño, pero que parecía aguantar. Estaba limpiando metódicamente su espada sierra. Quizás echaba de menos su espada de energía, se dijo Ghuno.
—¡Qué vengan! ¡Por Dorn! —Sadus parecía excitado, el encuentro había marcado profundamente su servoarmadura, el símbolo del Águila aparecía casi irreconocible, sin embargo haber abatido al ser parecía haberle dado fuerza, su mirada era de marcada determinación.
—Hermano, estoy deseando destruir más de esas aberraciones, pero míranos —Jefuro hizo un amplio ademán enmarcándolos a todos.
Frehid se había vendado el muñón del brazo tras aplicar una solución de tejido epidermocelular en cuanto su cuerpo había comenzado a cicatrizar la horrible herida. Levantó la cabeza para encararse airado a Jefuro. Pero éste había posado ya la mirada sobre el inerte cuerpo de Feregar, que habían colocado en un rincón, con sus armas cruzadas sobre el pecho.
—Hermanos, ¿cuánto llevamos aquí? ¿Catorce horas estándar? ¿A cuántos hemos perdido? —Jefuro no hablaba apesadumbrado, sino que utilizaba su habitual tono analítico.
—Jefuro, somos Tridentes, no podrán con... —Sadus agarraba con fuerza su improvisada lanza de plastiacero.
—¿Cuántos?
—Si damos por perdidos a los hermanos que fueron en pos de Kerjo han caído seis guerreros —contestó Agufer con tono grave—, pero hemos vengado con creces sus muertes, si es que están muertos.
—Sargento, estoy de acuerdo en que hemos acabado con un gran número de genestealers, y por el Emperador que son unos xenos difíciles de abatir.
—Entonces, ¿qué estamos haciendo?, salgamos ahí fuera, ¡avancemos! —Frehid dejó traslucir su furia mientras hablaba.
—Esperad, pensadlo. En más de la mitad del tiempo asignado hemos visto morir a manos de los genestealers sólo a Hurged, incluso si Kerjo y los otros han muerto estaríamos hablando de cinco muertos en trece horas, ahora sin embargo...
—¡Oh, por el Mango del Tridente! Jefuro ya estas con tus cuentas —le espetó Sadus.
—¡Silencio!, entiendo a dónde quiere llegar nuestro hermano —el sargento se levantó imponiendo su autoridad—. Este ser ha luchado sólo contra nosotros, y éramos seis, y sin embargo hemos tenido problemas para abatirlo. En catorce horas ¿cuántos genestealers has abatido tú Sadus? ¿O tú Frehid?
Ambos se revolvieron incómodos. Todos habían abatido un buen número de enemigos cada uno, sin embargo obviamente el ser era con mucho un oponente más peligroso. Ghuno trató de concentrarse en su vigilancia, como sus hermanos se sentía incómodo por lo que significaba que se hubieran necesitado seis Tridentes para abatir a un único enemigo. No estaban acostumbrados.
—De acuerdo, seguiremos con el plan original, debemos encontrar la manera de comunicarnos con el exterior.
—Sargento, no podemos dejar esas cosas aquí, deberíamos cazarlos —espetó Sadus.
—Lo haremos, pero tenemos una prioridad, ¿alguna objeción Jefuro?
—No sargento, no tengo problemas en morir por mi deber, sólo planteaba un hecho.
—Tú y tus "planteamientos" —Sadus parecía haberse apaciguado un tanto y dejó que una sonrisa se pintara en su rostro.
Desde su puesto, Ghuno percibió como se aflojaba la tensión. Poco después se pusieron de nuevo en marcha. Dejaron el cuerpo de Feregar descansando en aquél lugar, su semilla, así como la de Hurged, las había recuperado Sadus, que las llevaba bien guardadas en el cinturón, era poco probable que no se degradaran, pero no podían dejarlas allí.
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NOTAS: Aquí.
Al final del relato, en un mensaje, meteré una especie de glosario de términos. Aconsejo echarle un ojo si alguna palabra no la conocéis o no os suena. Y pido disculpas si en dicho glosario no me explico bien, pero lo he intentado.
(Las imágenes que aparezcan son alteraciones hechas por mí sobre imágenes originales obtenidas de diversos sitios).
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CARA A CARA CON LA OSCURIDAD – Un relato sobre los Custodios del Tridente (Marines Espaciales/Warhammer 40000)
PRIMERAS DECISIONES (Introducción)
-- Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente --
La flotilla de los Custodios del Tridente había llegado al Sistema Dolnúdaca preparada para la batalla. Todos los sistemas de ataque y defensa de las distintas naves estaban activos y en alerta. Los hermanos, tras acondicionar su equipo, se habían puesto las armaduras y mantenían las armas listas. Según los últimos mensajes de ayuda que habían recibido cuando aún estaban a dos sistemas de distancia, el número de enemigos era de una superioridad abrumadora y su agresividad casi imparable.
Tras penetrar en el Sistema Dolnúdaca, el Hermano Capitán Asirus se daba cuenta de que no habían sido exageraciones. Si, como habían sido informados, había dos sistemas más invadidos de aquél modo aquella batalla se convertiría en una larga Campaña. Esperaba que estuvieran preparados para eso, su Compañía acababa de completar las bajas que se habían producido en Colcheru, estaban al máximo de efectivos y, como era habitual, les acompañaban escuadras de otras compañías del Capítulo. A pesar de todo había decidido enviar un mensaje astropático al Capítulo informando de la situación en la que pronto se verían inmersos.
[Nudus Pugio, Barcaza de Batalla de los Custodios del Tridente]
Ahora se enfrentaban al primer problema, las comunicaciones. Cualquier intento de contactar con las fuerzas militares desplegadas parecía imposible, algo interfería la señal, posiblemente el enemigo, pero, además, el poco tráfico de comunicaciones que habían interceptado de fuerzas imperiales era caótico, como un pandemónium en el que, con disgusto, pudo comprobar una absoluta falta de control o disciplina. Podían olvidarse pues de tratar de ponerse de acuerdo con alguna fuerza imperial para un ataque o una defensa conjunta.
—Piloto sitúenos a distancia de batalla del combate más cercano.
—Señor, en la pantalla aparecen una serie de señales de naves de la Guardia Imperial que empiezan a ser rodeadas por naves enemigas.
—Entonces vayamos a ayudarles —ordenó mientras tomaba asiento cerca del mando de la nave, el Almirante realizó una inclinación de aceptación en su dirección.
La Nudus Pugio era una Barcaza de Batalla con multitud de campañas a sus espaldas, había combatido en infinidad de sistemas, y también había sido reparada en múltiples ocasiones. En su interior cabían hasta tres compañías completas, junto al material y los vehículos de apoyo, además de la Guardia Naval formada por soldados humanos que prestaban servicio a los Custodios del Tridente. Asirus se sentía honrado por que aquella enorme nave, la segunda de su clase que poseía el Capítulo, hubiera sido asignada a la Quinta, su Compañía, mucho antes de que él ascendiera a Capitán, y llevaba ya cerca de dos siglos utilizándola.
Vio como se acercaban a la batalla, sin duda las naves imperiales lo estaban pasando mal. La Nudus Pugio abrió fuego en cuanto la nave enemiga más cercana estuvo a tiro, pronto los Destructores de la flotilla añadieron sus propios disparos. El Almirante de la Barcaza sabía hacer su trabajo así que él permaneció en silencio observando cómo se desarrollaba el conflicto. En el puente de mando se sucedieron las órdenes e indicaciones habituales, y a través de las cristaleras de alta resistencia pudo ver naves estallar, combates entre cazas, y un amplio etcétera. De vez en cuando algún disparo enemigo se estrellaba contra los escudos de la nave, pero apenas se notaba algún leve temblor.
No pasó mucho tiempo hasta que se aburrió del espectáculo, las batallas espacionavales no eran lo suyo, prefería tener al enemigo a mano, poder aplastarlo con su puño de combate o fundirle medio cuerpo con la pistola de plasma. Cerró los ojos. Recordó el combate personal contra el salvaje Kaudillo Orko que comandaba a los pielesverdes en Colcheru. Era un enorme ejemplar de su especie, tenía una armadura gruesa pero que apenas podía mantener su integridad debido a la presión que ejercían los músculos de su portador. Aquello sí que lo había hecho sentirse bien, enfrentarse contra un ser que osaba pisotear con sus sucios pies el feudo del Emperador y lograr destruirlo en nombre de éste. Una sonrisa se formó en sus labios mientras rememoraba la fea cara pielverde completamente destrozada bajo su puño de combate y... En ese momento notó, a través de los sentidos aumentados de su servoarmadura, el contacto de una mano sobre su antebrazo.
—Hermano Capitán, preciso hablar con usted.
Abrió los ojos y miró a Contoa. El Bibliotecario era un hermano por lo general afable, pero su tensión era palpable. Poco antes de penetrar en el sistema le había dicho que percibía fuerzas peligrosas en el conflicto y... antiguas. Cuando descubrieron que buena parte de las naves que habían invadido aquellos sistemas eran Preherejía, Contoa expresó su preocupación, y luego fue a encerrarse en su cubículo.
—Por supuesto hermano, vayamos a la sala del Strategium —le dijo levantándose del asiento.
No pudo evitar sentir cierta inquietud, pero pronto ésta se vio ahogada por otro sentimiento más poderoso, la ansiedad. Estaba seguro que el Bibliotecario le ofrecería la excusa para entrar en acción, o quizás no, en ocasiones su rango de Capitán lo obligaba a mandar a otros al combate.
Penetraron en el Strategium de la nave. Una espaciosa sala con el material necesario para estudiar y planear las estrategias de una batalla. Ni siquiera se sentaron.
—Bien hermano, habla.
—Hay tanto poder oscuro alrededor... muchas de las naves enemigas son del Caos, es como si estuvieran completamente empapadas de su esencia, es... molesto. Pero no es eso lo que me preocupa.
El Bibliotecario calló un momento. Asirus temió que no continuara hablando. Pero no fue así.
—Las naves Preherejía, si es que lo son, tienen un... no sé si decir un alma, es como un halo, un algo diferente. He podido examinar tan sólo un puñado, las más cercanas. Algunas parecen carcasas vacías, otras empiezan a emponzoñarse con el poder corruptor del Caos, pero he encontrado una que... no está vacía, pero tampoco parece haber nada dentro y sin embargo debe haberlo.
—Explícate.
—¿Recuerdas Cénide?
Asirus se puso en alerta. ¡Tiránidos! El Bibliotecario siguió hablando.
—Aquella nave a la deriva que interceptamos en Cénide también parecía vacía para mis sentidos. Y sin embargo había algo, un poder que parecía absorber cualquier intento de examen psíquico de mi parte. Luego, los descubrimos.
—¿Me estás diciendo que una de esas naves de ahí afuera está plagada de tiránidos?
—No estoy seguro, es una nave Preherejía, y la noto extraña, me envía sensaciones contradictorias, pero además, a veces, absorbe mi "tanteo" mental.
—Debemos investigarlo —Asirus ni siquiera lo pensó, sabía que debía hacerse.
—Sí, por eso quería hablarlo contigo Gran Puño.
Oír de boca del Bibliotecario su título de guerra hizo que Asirus se sintiera por un instante enfadado. Contoa sabía bien que él estaba deseando entrar en acción, pero que no debía hacerlo, por eso le había recordado su título como Capitán de la Quinta Compañía de Batalla. No podía simplemente comandar una misión de investigación y desentenderse del objetivo principal que él mismo había impuesto, apoyar a las Fuerzas de Defensa asediadas de este sistema.
* * *
Contoa sabía que había hecho enfadar a su amigo, pero era necesario, no podía dejar que Asirus dejara a la Quinta sin su guía. Y más en este momento, cuando habían sido añadidos un buen número de hermanos a sus filas. Cierto que no eran neófitos recién ascendidos, sino hermanos provenientes de las Compañías de Reserva, con experiencia en batalla suficiente, pero no tanta como la que el propio Asirus exigía a la Quinta cada vez que se sumergía en una nueva misión o campaña. Y este conflicto en el que ya estaban metidos iba a ser una prueba bastante dura para muchos de ellos. No, no podía permitir que Asirus se jugara la vida así como así.
Pero tampoco podía ir él, ¡por Dorn!, el Capitán había sabido jugar a su mismo juego, le había dicho que tampoco el Bibliotecario podía ir a meterse en la boca del kurdón. Y tenía razón, por mucho que ansiara investigar una de aquellas naves Preherejía con tantos enemigos de los Poderes Oscuros alrededor en cualquier momento podían sufrir ataques psíquicos, y era él, como Bibliotecario asignado a la Compañía, el que debía mantener éstos a raya.
Al menos, ambos habían estado de acuerdo en la elección de la escuadra que se encargaría de investigar la posible amenaza tiránida. La Nubes de Humo, formada por hermanos experimentados y cuyo sargento, Agufer, sabía muy bien cómo eran los tiránidos.
CARA A CARA CON LA OSCURIDAD
-- Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro" ---
La escuadra Nubes de Humo esperaba las órdenes de su sargento. Acababan de realizar un peligroso abordaje a una de las naves más extraordinarias que cualquiera de ellos hubiera visto en su dilatada vida. Según les habían informado no era la más grande de las naves Preherejía que estaban cerca, de hecho era relativamente pequeña, sin embargo conforme se acercaban para abordarla se encontraron con que tan sólo era un poco menor que la Nudus Pugio, la nave insignia de la Quinta Compañía de los Custodios del Tridente. Ellos eran once guerreros, una escuadra táctica completa a la que se le había asignado un apotecario, y Ghuno dudaba que pudieran explorar ni la cuarta parte de aquél enorme pecio espacial en las apenas veinte horas estándar de las que disponían.
Pero, al fin y al cabo no habían ido para eso. Mientras la nave que los transportaba hacia su objetivo sorteaba los ataques de cazas enemigos y las ráfagas de las torretas defensivas de las naves más grandes, el sargento Agufer les había detallado su misión. Debían comprobar qué había en el interior de aquél buque espacial, según el Bibliotecario de la compañía podría haber tiránidos infestando sus corredores y salas. Genestealers. Todos sabían lo peligrosos que eran aquellos seres, pero sólo Agufer se había enfrentado antes a ellos, y les había dado una buena charla al respecto. Ghuno llevaba bajo sus órdenes casi setenta años estándar, y nunca lo había visto tan preocupado. No dudaba del valor de su hermano, lo había visto enfrentarse a multitud de enemigos, y habían sido muchas las veces que gracias a su liderazgo la escuadra había sobrevivido contra todo pronóstico, sin embargo, en la charla informativa había puesto excesivo celo en hacerles ver la peligrosidad de estos xenos. Ghuno pensaba que no había sido buena idea.
Desplegados en un corredor sumido en la oscuridad, podía notar la tensión en sus hermanos. Él mismo se sentía ansioso, cuando normalmente antes de cada combate mantenía la serenidad. Decidió centrar su atención a su alrededor, el lugar le resultaba extraño, los detalles eran indudablemente de manufactura imperial, pero tenían algunas diferencias, una ordenación distinta quizás, y, desde luego, había una gran profusión de adornos. Nunca antes había visto tanto despliegue artístico en un simple corredor de una nave de guerra. Pero había algo más, sus sensores indicaban que el lugar estaba a muy baja temperatura, algo normal si, como parecía, llevaba vagando por el espacio sin tripulación que precisase soporte vital durante siglos o incluso milenios, pero también había detectado que el aire era respirable, costaría mucho a un simple humano pues la tasa de oxígeno estaba al límite, pero podría hacerlo, y eso era un contrasentido si era cierto que había genestealers a bordo. Sólo si los aparatos de restauración y re-filtrado de aire estaban conectados podía haberse mantenido el óxigeno respirable tras un posible abordaje de los xenos, y no podía imaginar que éstos no hubieran destruido todos los aparatos. ¿Acaso no eran monstruos que sólo vivían para destruir?, según lo que había sido implantado en su memoria los tiránidos eran "devoradores de cualquier signo de vida" que sólo dejaban "carcasas vacías" a su paso. Pensar que hubieran decidido mantener la integridad de esta gran nave sólo llevaba a una conclusión, que sabían que les llevaría a su siguiente "alimento". Tener esos conocimientos y comprobarlos por sí mismo era algo que siempre le impresionaba. Ya no se sentía tenso, ahora era curiosidad lo que ocupaba su mente, en cierto modo deseaba que de verdad hubiera genestealers a bordo. Aquél pensamiento hizo que su alma de guerrero tomase el control, echó un rápido vistazo a su bólter y volvió a comprobar la posición de sus hermanos. Estaba alerta y preparado.
—Avanzaremos a lo largo del corredor hasta el final, si hay bifurcaciones seguiremos siempre adelante, si no a la derecha, ¿entendido? —la voz del sargento sonó más baja de lo habitual por el canal de voz.
Todos respondieron escuetas afirmaciones por la radio incorporada al casco. A una señal el grupo se movió al unísono, la mitad llevaban combatiendo juntos alrededor de medio siglo, las nuevas incorporaciones se habían adaptado con rapidez en los entrenamientos que habían realizado conjuntamente, incluso el apotecario, que era la primera vez que se unía a la escuadra, mantuvo la coherencia en el avance.
Recorrieron un buen trecho a relativa velocidad, podrían haber ido más rápido pero estaban siendo metódicos, inspeccionaban cada hueco, habitáculo o corredor secundario con el que se tropezaban. A pesar de los sentidos aumentados y del apoyo de los sensores y registros de la servoarmadura Ghuno se dio cuenta que la oscuridad parecía aumentar a su paso. Resultaba extraño, a su lado el hermano Frehid se dio dos rápidos golpecitos en el casco, a la altura del visor izquierdo, más adelante el gesto se repitió, primero Sadus y después el propio sargento. El canal de voz empezó a crepitar con un molesto sonido de estática. Interferencias. Levantando el puño Agufer hizo detenerse a la escuadra. Se quitó el casco con un gesto brusco antes de impartir nuevas órdenes.
—¡Maldición! Interfieren nuestras comunicaciones. Nos separaremos, quiero un equipo que vuelva atrás y se comunique con la Nudus Pugio, hay que informar sobre las interferencias, pueden creer que nos han atacado. No quiero otra expedición a nuestras espaldas. El otro equipo seguirá avanzando hasta hacer contacto.
Era evidente que daba por hecho que en la nave estaba el enemigo, sólo quería confirmarlo. Ghuno hizo ademán de quitarse el casco, pero un extraño ruido lo detuvo. Todos permanecieron alerta y a la espera. El ruido era como un siseo penetrante, pero le recordó al sonido que hace metal contra metal, sólo que parecía distorsionado, quizás un eco que reverberaba por cada hueco de la estructura. El sargento se colgó el casco en el cinturón y con un gesto enfadado les ordenó que hicieran lo mismo. Al quitárselo Ghuno descubrió que la oscuridad era más penetrante de lo que esperaba.
El ruido desapareció de repente. Una ráfaga de bólter hizo que todos giraran la cabeza hacia la cola de la formación. Ghuno apenas pudo ver como Kerjo era tirado al suelo y arrastrado hacia la oscuridad. Humder, el apotecario, que era el segundo en retaguardia, comenzó a disparar su pistola bólter y salió corriendo tras el desaparecido. Dos hermanos más lo siguieron uniendo a él sus disparos.
—¡No!, ¡volved aquí, debemos permanecer juntos! —el sargento apenas podía reprimir su enfado— Vamos, tenemos que seguirles. La suerte está echada.
Avanzaron rápidamente tratando de seguir el sonido de los pasos de sus hermanos, pero en un momento dado dejaron de oirlos. La escuadra se detuvo a escuchar. Silencio. Los corredores se habían ido haciendo más oscuros cada vez, y Ghuno estaba ya convencido de que era algo innatural. El caso es que no sólo no oían nada sino que ya apenas veían nada. Según su dispositivo habían pasado más de dos horas estándar desde que habían abordado la nave, lo que le sorprendió. Miró a sus hermanos, Agufer tenía una expresión preocupada.
De repente, una ráfaga de bólter los sobresaltó. Se miraron y cada uno dijo que había oído los disparos en una dirección diferente, aunque en esta ocasión ninguno se movió, esperando las órdenes de su sargento. No fue necesario, como de la nada empezaron a atacarlos. Estaban en un pasillo relativamente estrecho, donde cabrían al menos tres hermanos hombro con hombro, sin embargo no sólo los atacaron por ambos lados del corredor, sino también desde el techo, el suelo y las paredes. Ghuno se encontró de pronto mirando una cara monstruosa a través de una trampilla que se había abierto a sus pies. Se quedó un momento paralizado, sorprendido por la aparición, tan sólo gracias a sus sentidos aumentados y su intenso entrenamiento pudo desviar un veloz ataque hacia su estómago. Descargó unos cuantos disparos a la cabeza de aquella cosa y una explosión de una sustancia viscosa y amarillenta salpicó el cañón ardiente de su bólter.
Casi al instante un golpe en el hombro lo empujó un par de pasos, pero no cayó. Levantó el bólter para enfrentarse a la nueva amenaza, pero otro golpe desvió el arma a la derecha justo cuando su dedo apretaba el gatillo. La ráfaga se perdió en la pared y el genestealer se le echó encima con un par de rápidos pasos. No lo pensó y avanzó hacia el xenos, con lo que ambos quedaron muy cerca el uno del otro, notó como uno de los pectorales de la servoarmadura era casi atravesado por un arañazo de través. Le lanzó un puñetazo con la mano izquierda, que tenía libre tras el golpe que había desviado su bólter, e impactó contra el cuello del monstruo y le hizo desequilibrarse. Momento que Ghuno aprovechó para, ahora sí, meterle unos cuantos tiros en el pecho a su enemigo.
Miró en derredor buscando un nuevo oponente, pero las sombras seguían siendo densas y apenas podía ver unos cuantos de sus hermanos luchando con otros tantos xenos. De vez en cuando una serie de disparos marcaban con su luz otro punto donde debía haber un Tridente combatiendo. Apuntó a un genestealer que se estaba acercando velozmente a él, pero a la vez percibió, por el rabilllo del ojo, como parecía moverse uno de los paneles de la pared que tenía al lado. Gruñó y forzó sus músculos al máximo, mientras vaciaba lo que quedaba de su cargador en el monstruo que se aproximaba se movió hacia el panel y lanzó una tremenda patada que atravesó cable y metal hundiendo una escotilla que estaba disimulada en la pared. Se topó con algo de resistencia, pero forzó aún más el ataque imprimiendo todo su peso. Comenzó a escuchar un ruido de succión, lo que le arrancó una sonrisa, había un genestealer agonizando, estaba seguro, más aún cuando la escotilla cedió a su peso tras un fuerte chasquido. Un líquido espeso comenzó a filtrarse por cada hueco o grieta. El xenos estaba muerto, espachurrado. Soltó un fuerte JA, bajó la pierna y se apresuró a recargar el arma. La necesitaría.
* * *
-- Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente --
Un nuevo impacto se hizo notar a lo largo del Puente de Mando. Los escudos aguantaron una vez más. El Capitán Asirus estaba tenso, aunque no cambiaría un buen combate cara a cara por una batalla entre naves, debía reconocer que las cosas se habían vuelto bastante intensas. Un par de naves grandes del Caos estaban esforzándose a fondo por dejar tocada la Nudus Pugio. Finalmente se alegraba de que la Quinta hubiera permanecido ociosa los tres meses en que la Barcaza había sido revisada y reparada de los habituales pero molestos problemas que de vez en cuando aparecían en una nave como aquella. Ojalá todo estuviera tan bien como aquella vetusta aeronave. No habían recibido informes de la escuadra Nubes de Humo desde hacía horas, era posible que los fallos en las comunicaciones y las transmisiones desordenadas que poblaban aquél Sistema interfirieran con los mensajes enviados desde la Pájaro Negro, pero no era seguro. Al principio había dispuesto que una nave rápida sobrevolara la zona de abordaje en un intento por recibir alguna comunicación de parte de Agufer y los suyos, pero el intenso fuego cruzado le había hecho ordenar que aquella nave se retirase.
Ahora empezaba a estar preocupado. La Nubes de Humo era una escuadra capaz. Había realizado misiones de todo tipo, siempre peligrosas, y había demostrado que eran buenos guerreros. Agufer además era un sargento que bien podría ya servir en la Primera, un veterano que solía tomar las decisiones acertadas en el momento preciso. No, quizás no debería preocuparse, sin embargo si eran genestealers los que se encontraban en el interior de aquella nave Preherejía era seguro que la escuadra lo pasaría mal. El problema estaba en si ya habían entrado en contacto con éstos o no, aquella nave era demasiado grande para una única escuadra, por eso les había dado unas veinte horas estándar para inspeccionar todo lo que pudieran. Pero también había ordenado que se pusieran en contacto con la Nudus Pugio cada hora, y eso no había sucedido aún ni una sola vez.
Se acercó al sistema de comunicaciones.
—¿Alguna transmisión desde la Pájaro Negro?
- No, Capitán, aún nada.
- Siga a la escucha.
Otro impacto en la Barcaza reverberó por la estructura. Asirus volvió a centrarse en la batalla espacial que se desarrollaba a través de la mampara de vidrio ultrarreforzado.
-- Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro" --
La decimosegunda hora del plazo acordado los sorprendió en un breve descanso entre combate y combate. Llevaban combatiendo en aquél almacén tan sólo una hora, pero desde el primer "contacto visual", como lo había designado el sargento, no habían tenido muchas oportunidades de detenerse a realizar una comprobación exhaustiva del equipo ni de los daños. Los cargadores hacía tiempo que estaban vacíos, por lo que la mayoría de los bólteres descansaban enganchados de las caderas, todos los habían cambiado por espadas cortas o cuchillos de combate. Sadus incluso luchaba con un largo tubo de plastiacero como si fuera una lanza. En cierto modo habían tenido suerte, sólo se habían perdido dos bólteres y un cuchillo, pero hubiera estado bien haber traído espadas sierra. Desde luego la de Agufer estaba dando buena cuenta de cada oponente que se le acercaba. Las bajas, si se analizaban con frialdad, cosa que Ghuno se había negado a hacer hasta aquél momento, también podían considerarse asumibles, no sabían nada de los hermanos del grupo de Humder desde su desaparición, daban por hecho que el hermano Kerjo había muerto, pero esperaban que el resto estuvieran aún vivos. Ellos mismos sólo habían tenido una baja, Hurged, un Tridente que sería recordado sin duda. Por tanto, aún eran seis guerreros, a pesar de estar rodeados por un número indeterminado de enemigos que no habían dejado de atacarlos desde hacía al menos una decena de horas estándar.
Ghuno estaba orgulloso de sus compañeros. Los genestealers eran enemigos rápidos y sigilosos, parecían preferir las emboscadas y el acoso a un enfrentamiento frontal. Aquél almacén, dónde ahora se encontraban, era una buena muestra de la estrategia de los xenos, la intención de la escuadra era encontrar algún sistema de comunicación, sobre todo cuando se había hecho evidente que se habían perdido en la inmensidad de aquella aeronave. La inspección del almacén había sido exhaustiva, luego se habían relajado y entonces se habían abalanzado sobre ellos desde todas partes. Se vieron superados en un primer momento, pero su resistencia había vuelto a debilitar el ataque del enemigo, que había acabado retirándose. Esta situación se había ido repitiendo demasiado a menudo, y Ghuno estaba seguro que sus hermanos estaban tan frustrados como él mismo. Tampoco ayudaba el hecho de que su servoarmadura cada vez tenía más marcas y arañazos, evidente muestra de que aquellos monstruos podían herir con suma facilidad si uno no tenía cuidado.
—Cada vez hay menos —era la voz de Jefuro.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir? —le dijo Ghuno—. Por muchos que matemos siempre aparecen más.
—No, no me refiero a los genestealers.
—¿A qué te refieres entonces? —inquirió el sargento Agufer.
—A los adornos, mirad las paredes.
Todos miraron las paredes, aquí y allá se veían rastros de la sangre del combate reciente, pero era cierto que aquél almacén, después de la excesiva decoración que se habían cansado de contemplar, era extrañamente austero. Agufer se acercó a una de las paredes y la acarició con las manos, luego, con expresión sorprendida les dijo:
—No es que no haya tantos adornos como en el resto de la nave que hemos visto. Están aquí, pero están como limados, lijados.
Se acercaron intrigados y comprobaron que era cierto. Ghuno apenas notaba el suave relieve con las manos. Pero ¿cómo era posible?, ¿acaso los constructores de aquella aeronave habían decidido cambiar de una ostentosa ornamentación bien visible a un relieve apenas marcado? En otro lugar la explicación podría haber sido simplemente que un vulgar almacén no debía contener decoración, pero llevaban inspeccionando salas de almacenaje como aquella desde hacía horas, y todas contaban con los adornos marcados que ya vieran en aquél corredor que había sido su punto de partida.
Agufer ordenó una inspección más intensa de la sala, ahora no había que buscar al enemigo, sino cualquier otro indicio extraño, sospechaba de la influencia del Caos. No hubo nuevos resultados, cada pared estaba tenuemente marcada por el suave relieve, pero nada más. Volvieron a ponerse en marcha y descubrieron que los corredores de aquella zona también tenían los adornos "limados". Luego entraron en una cámara de techo muy alto, y volvieron a sorprenderse, en aquél lugar no había sombras, aquella oscuridad que los había rodeado como una mortaja desde que pisaran la nave había desaparecido.
Revisaron cada palmo del lugar y no hallaron indicios de genestealers, pero sí había una serie de contenedores cuyas tapas parecían haber sido forzadas. Eran cajas en forma de cubo, cada una conectada mediante cables y tubos a un aparato que tenían adosado. No era difícil especular sobre aquello, la mayoría coincidió en que debían ser contenedores criogenéticos.
Aquel descubrimiento suponía un problema mayor que el estar perdidos en el interior de una aeronave de los tiempos antiguos rodeados de genestealers. La posibilidad de que los tiránidos hubieran podido mutar con lo que estuviera contenido criogenéticamente en aquellos cubos significaba que en la nave podía haber otras "cosas" sueltas y, lo más importante, podía significar que se encontraran ante una herejía de los tiempos en los que el Emperador aún andaba libremente entre los suyos. ¿Para qué iba a transportarse tal volumen de muestras genéticas en una nave militar?
Era preciso encontrar la manera de transmitir a la Nudus Pugio el hallazgo. El haber encontrado genestealers en la aeronave acababa de quedar en un lugar secundario. Agufer ordenó marcar aquel lugar de alguna manera, pero los dispositivos seguían dando problemas, así que la única solución viable era memorizar el camino desde aquel almacén hasta donde llegasen avanzando, esperaban que a algún puesto de transmisión, o bien al propio puesto de mando de la Pájaro Negro. Parecía lo más lógico, no iban a conseguir nada si seguían en aquel sector de la astronave, debían ascender hasta el nivel más elevado. Así que el primer objetivo era encontrar las escaleras. Habían pasado al lado de unas cuantas a lo largo de su periplo por corredores y salas, pero el sargento desestimó el volver atrás. El que en aquella zona la oscuridad ya no estuviera presente parecía, de algún modo, alejar a los genestealers, y era preciso no demorarse en demasiados combates.
Durante una hora estándar no encontraron ningún enemigo más, habían subido dos niveles y llegado a lo que parecían dependencias de oficiales o quizás de gente más importante. Había varios comunicadores pero ninguno operativo, sin embargo tropezaron con los restos de varios genestealers abatidos. Parecían haber luchado entre ellos, las heridas eran lacerantes, indudablemente provenientes de las afiladas garras que formaban parte de su anatomía, sin embargo era demasiado extremo, había miembros amputados por todas partes, en una muestra de un frenesí asesino exacerbado que extrañamente no parecía propio de su forma de actuar. Parecía un contrasentido, Ghuno lo sabía, o al menos según la experiencia que había reunido de estos xenos en el tiempo que llevaban en la aeronave era la de ataques muy concretos, calculados, utilizados para matar o dañar con eficacia, enmascarado todo ello en esa apariencia monstruosa. Por ejemplo, ¿por qué todos aquellos cuerpos desmembrados aparecían incluso machacados? dudaba que los ataques fueran por alimentarse, no parecía faltar nada, tan sólo... volvió a agacharse y cogió entre las manos una de las cabezas genestealer. La parte superior estaba cortada limpiamente, de sus bordes sobresalían un par de finos hilillos de mucosidad, y en su interior no había nada. Dedujo que el posible cerebro había sido extraído, pero aquella cavidad estaba completamente limpia, apenas había alguna muestra de restos viscosos, parecía una labor demasiado minuciosa para el destrozado estado del resto del cuerpo.
—¡Por el mango del Tridente! ¿Qué es eso? —parecía la voz de Sadus, estaba de guardia en el exterior de aquel cubículo—. ¡Sargento!
Los Custodios del Tridente asignados a explorar los cubículos salieron al corredor. Todos pudieron ver lo que señalaba Sadus. A unos diez pasos un ser los observaba. Su aspecto recordaba vagamente a un tiránido, pero su cuerpo parecía gelatinoso, no se veían rastros de ningún tipo de exoesqueleto y parecía estar rodeado de un extraño vaho oscuro. La piel, viscosa, parecía negra, aunque Ghuno rápidamente desechó la idea, más bien parecía que la piel era como una membrana transparente, lo que había debajo, fuera lo que fuera, era negro.
El ser se movió hacia el grupo. Conforme avanzaba desplegó un par de miembros largos pero angulosos, cada vez que rozaba con ellos las paredes del corredor dejaba un rastro de niebla o de humo negro. Oscuridad. Ghuno reconoció que aquello le pilló por sorpresa, ya sabía que la oscuridad que había visto buena parte del camino era innatural pero no esperaba aquello. El monstruo gelatinoso imprimió de repente gran velocidad a su movimiento. En un instante se colocó frente a ellos.
Sadus lanzó un ataque con el tubo de plastiacero que sostenía como arma. Logró rozar la epidermis negruzca de aquello pero pareció lento, el ser atacó con sus miembros, parecidos a látigos, realizando una serie de golpes cruzados que Ghuno apenas podía seguir con su vista aumentada. Como uno sólo la escuadra salió de su sorpresa y contraatacó. El monstruo fintó, dejando a Sadus con multitud de marcas en su servoarmadura, en algunos puntos salían regueros de sangre. Pero el guerrero no estaba muerto, más bien parecía furioso. Agufer consiguió cercenar un pedazo de una de las extremidades de aquella abominación, pero ésta ni se inmutó, lanzó un ataque al sargento que trastabilló y cayó al suelo, luego, con un veloz giro, cortó limpiamente el brazo de Frehid. Ghuno le lanzó un tajo con su espada corta abriéndole una herida en el pecho. Tampoco aquello detuvo el ataque del monstruo, que empujó a su nuevo atacante y lanzó velozmente adelante una de sus extremidades, que penetró por el visor de Feregar saliendo por su nuca. Con un grito de odio Jefuro chocó contra la mutación y lo aplastó contra la pared, Ghuno también se lanzó sobre ella, pero vio como ésta se escurría por debajo de su hermano y le lanzó un nuevo tajo con la espada, la hoja fue atrapada en el aire por un miembro viscoso y pareció humear, con la mano libre Ghuno descargó un puñetazo en lo que creyó la sien de aquella cosa y ésta se tambaleó soltando la hoja que aprisionaba, luego algo, un objeto alargado que pasó a bastante velocidad al lado de Ghuno, la golpeó en el estómago lanzándola de nuevo a la pared.
La abominación quedó clavada, con los miembros colgando. De su estómago sobresalía un tubo de plastiacero. La espada sierra de Agufer se abatió sobre el cuello viscoso y la cabeza de aquello cayó, luego le tocó el turno a los miembros y al cuerpo. El combate había acabado.
Ghuno miró su espada, en la hoja había una marca alargada apenas visible, como uno de esos adornos que se hacen por medio de sustancias químicas. Luego miró a los suyos. Agufer seguía troceando al atacante con determinación. Jefuro se arrodillaba sobre el cuerpo de Feregar, que aparecía inmóvil, con un charco de sangre formándose bajo su cabeza. A su derecha Sadus, con la armadura enrojecida por los múltiples cortes sufridos, apoyaba su mano en el hombro de Frehid, que miraba con curiosidad su brazo cercenado en el suelo.
Se metieron en un cubículo a hablar sobre lo ocurrido. El propio Ghuno se quedó en la puerta, de guardia, mirando a un lado y al otro del corredor mientras escuchaba lo que hablaban sus hermanos. Evitó mirar los restos del ser oscuro.
—Todos sabéis que debe haber más de esas cosas —Agufer hablaba sentado en un arcón metálico, demasiado pequeño para su tamaño, pero que parecía aguantar. Estaba limpiando metódicamente su espada sierra. Quizás echaba de menos su espada de energía, se dijo Ghuno.
—¡Qué vengan! ¡Por Dorn! —Sadus parecía excitado, el encuentro había marcado profundamente su servoarmadura, el símbolo del Águila aparecía casi irreconocible, sin embargo haber abatido al ser parecía haberle dado fuerza, su mirada era de marcada determinación.
—Hermano, estoy deseando destruir más de esas aberraciones, pero míranos —Jefuro hizo un amplio ademán enmarcándolos a todos.
Frehid se había vendado el muñón del brazo tras aplicar una solución de tejido epidermocelular en cuanto su cuerpo había comenzado a cicatrizar la horrible herida. Levantó la cabeza para encararse airado a Jefuro. Pero éste había posado ya la mirada sobre el inerte cuerpo de Feregar, que habían colocado en un rincón, con sus armas cruzadas sobre el pecho.
—Hermanos, ¿cuánto llevamos aquí? ¿Catorce horas estándar? ¿A cuántos hemos perdido? —Jefuro no hablaba apesadumbrado, sino que utilizaba su habitual tono analítico.
—Jefuro, somos Tridentes, no podrán con... —Sadus agarraba con fuerza su improvisada lanza de plastiacero.
—¿Cuántos?
—Si damos por perdidos a los hermanos que fueron en pos de Kerjo han caído seis guerreros —contestó Agufer con tono grave—, pero hemos vengado con creces sus muertes, si es que están muertos.
—Sargento, estoy de acuerdo en que hemos acabado con un gran número de genestealers, y por el Emperador que son unos xenos difíciles de abatir.
—Entonces, ¿qué estamos haciendo?, salgamos ahí fuera, ¡avancemos! —Frehid dejó traslucir su furia mientras hablaba.
—Esperad, pensadlo. En más de la mitad del tiempo asignado hemos visto morir a manos de los genestealers sólo a Hurged, incluso si Kerjo y los otros han muerto estaríamos hablando de cinco muertos en trece horas, ahora sin embargo...
—¡Oh, por el Mango del Tridente! Jefuro ya estas con tus cuentas —le espetó Sadus.
—¡Silencio!, entiendo a dónde quiere llegar nuestro hermano —el sargento se levantó imponiendo su autoridad—. Este ser ha luchado sólo contra nosotros, y éramos seis, y sin embargo hemos tenido problemas para abatirlo. En catorce horas ¿cuántos genestealers has abatido tú Sadus? ¿O tú Frehid?
Ambos se revolvieron incómodos. Todos habían abatido un buen número de enemigos cada uno, sin embargo obviamente el ser era con mucho un oponente más peligroso. Ghuno trató de concentrarse en su vigilancia, como sus hermanos se sentía incómodo por lo que significaba que se hubieran necesitado seis Tridentes para abatir a un único enemigo. No estaban acostumbrados.
—De acuerdo, seguiremos con el plan original, debemos encontrar la manera de comunicarnos con el exterior.
—Sargento, no podemos dejar esas cosas aquí, deberíamos cazarlos —espetó Sadus.
—Lo haremos, pero tenemos una prioridad, ¿alguna objeción Jefuro?
—No sargento, no tengo problemas en morir por mi deber, sólo planteaba un hecho.
—Tú y tus "planteamientos" —Sadus parecía haberse apaciguado un tanto y dejó que una sonrisa se pintara en su rostro.
Desde su puesto, Ghuno percibió como se aflojaba la tensión. Poco después se pusieron de nuevo en marcha. Dejaron el cuerpo de Feregar descansando en aquél lugar, su semilla, así como la de Hurged, las había recuperado Sadus, que las llevaba bien guardadas en el cinturón, era poco probable que no se degradaran, pero no podían dejarlas allí.
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