Abecedario Orgasmus (K, L, M, N, O) (Cap. 3)

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guillemgn
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Abecedario Orgasmus (K, L, M, N, O) (Cap. 3)

Mensaje por guillemgn »

(Tercera parte del "Abecedario Orgasmus". La primera parte (perfiles A-E) la publiqué el lunes 04-01-2016; la segunda (perfiles F-J), el sábado 09-01-2016.)

Kasia era polaca, cursaba estudios culturales latinoamericanos y, como su mejor amiga Ania (polaca), estaba en la ESN. Pero, a diferencia de esta, a Kasia le encantaban los hispanoamericanos, especialmente los mexicanos. En Cracovia no eran tan abundantes como los europeos y ella no quería contentarse con españoles o portugueses —los polacos estaban aún más descartados—, porque nada podía igualarse al exotismo de ultramar, por lo que sus romances no eran muy frecuentes. Kasia se consideraba una romántica; Ania la llamaba, con cariño, mojigata reprimida. En la fiesta de cumpleaños de Enrique (español), Kasia siguió encantada la melodía de una ranchera hasta el comedor: Ángel Gabriel estaba cantando y tocando "Cielito lindo" sin que nadie le prestara mucha atención. Cuando levantó la mirada y encontró la de Kasia, se equivocó de acorde. Iba pulcramente vestido de negro, con una hebilla plateada del tamaño de un melón y unas botas peligrosamente picudas: era Antonio Banderas en Desperado, o al menos su versión duchada, planchada y con desodorante. Kasia se terminó de un trago su Acapulco de noche, se le acercó y le habló. Su intuición no se había equivocado: Ángel Gabriel era mexicano, muy mexicano. ¿Por qué eres tan mexicano?, le preguntó ella en un español imperfecto; él sonrió y le contestó con "Otra cosa" de Julieta Venegas. Como él pasaría poco tiempo en Cracovia, Kasia decidió que, aunque le pareciera un atropello amoroso, estaba justificado saltarse los protocolos de la seducción; en unos días, la mojigata reprimida dio con seguridad todos los pasos necesarios para conquistar el corazón del pseudomariachi guanajuatense. Estuvieron saliendo durante varios meses; todo iba fenomenal —se lo presentó a sus padres, viajaron por Polonia, empezaron a vivir juntos, hicieron planes para casarse y mudarse a Guanajuato—, pero un buen día Ángel Gabriel desapareció sin avisar ni dejar rastro. Sándor (húngaro), su mejor amigo, le explicó a la desolada novia que el guanajuatense había tenido que volver urgentemente a México porque su hermana había sido secuestrada por un cártel peligrosísimo. Kasia estuvo muy triste y lloró, lloró y lloró hasta encharcarse en lágrimas cual Aureliano Buendía. ¿Por qué, Dios o narco, por qué me has arrebatado al hombre perfecto? Aún no era consciente de ello, pero secretamente ya se enorgullecía: por fin estaba viviendo su propia telenovela.

Lea era croata, estudiaba un máster en literatura europea y tenía veintisiete años. A causa de su experiencia vital, sentía lástima y vergüenza ajena por los demás erasmus, tan desesperados a sus veintipocos por un pelín de sexo, de amor o de atención, como si en sus países no estuviera permitido acostarse con otros. Aunque Lea intentaba esconder estos pensamientos, sus compañeros percibían claramente su sentimiento de superioridad. Esta croata es una estrecha, decían de ella, envidia nuestra segunda adolescencia, blablabla la malfollada balcánica. Lea sólo podía sincerarse con Iva (checa), su mejor amiga, la única madura, la única con unas pocas tablas. Pero, no podía evitarlo, también le molestaban la felicidad y la fidelidad de Iva: ¿por qué no se tira a otro?, ¿cómo puede estar tan segura de que el eslovaco no le está poniendo los cuernos?, ¿por qué es tan empollona? Una noche la convenció para ir a una fiesta organizada por la comunidad de expatriados de Cracovia: venga, Iva, acompáñame, ¡las fiestas de erasmus son tan infantiles! Tras un escaneo riguroso de los inmigrantes presentes, Lea empezó a ligar con un parisiense elegante y culto que estaba en Cracovia para hacer contactos empresariales. El francés había estudiado literatura comparada y, pese a que no conocía a ninguno de los artistas (ex)yugoslavos de Lea —¿no sabes quién es Ivo Andrić?, ¿y Miroslav Krleža?, ¿Žižek tampoco?, ¿ni siquiera Kusturica?—, cuando él le habló de la necesidad de volver a leer a Marcel Proust, la tuvo en el bote. Se besaron mientras Iva charlaba aburrida con unos portugueses. Sin embargo, Bernard (francés) todavía no estaba muy seguro de su conquista croata: era demasiado culta y vestía barato pero con cierto gusto. En el lavabo, consultó la Wikipedia. Anda, se dijo, resulta que Croacia está en Europa pero no forma parte de la Unión Europea: ¡qué descubrimiento! Al acercarse a Lea ya se había decidido; sus sobrios pantalones A.P.C. apenas podían disimular la erección.

María era española (murciana), estudiaba geografía y tenía un novio esperándola en Murcia capital. Al principio todo fue bien: asistió a más fiestas que clases, pero logró mantenerse bastante fiel. Todo empezó a torcerse cuando conoció a Jacob, un canadiense mudito del que era imposible no enamorarse. Aunque ella le había intentado hablar en inglés, él le escribió en el móvil que su amor era tan fuerte que no necesitaban palabras para comunicarse (the love no need words). Y para follar está claro que no les hicieron falta. Cuando descubrió que Jacob le estaba poniendo los cuernos con varias, María le montó una terrible escena de celos. ¡Cállate, zorra!, le dijo el canadiense mudito en perfecto español, que tú también se los estás poniendo a tu novio. Después de explicarle que en realidad se llamaba Javier (español) y que era de Benicarló, echaron un polvo de despedida, mucho más insulso que los anteriores. Como no podía acudir a su novio ni a sus amigas de Murcia, la pobre murciana despechada se refugió en los brazos de otro erasmus: Xavier (español). Un observador externo habría dicho que el destino se estaba riendo en su puta cara, pero ella prefería pensar que sustituir un Javier por un Xavier era buena suerte. A pesar de que no lograba pronunciar bien la equis de su nombre —¿Savier?, ¿Ksavier?, ¿Chavier?—, aquel catalán era el amante perfecto: fiel, limpio y capaz de hablar español, con fuerte acento catalán pero cierta fluidez. Xavier sintió celos cuando Enrique (español), el compañero de piso de María, le pidió que simulara por una noche ser su novia frente a sus amigotes. No obstante, lo más difícil fue cuando el novio murciano visitó a María. La orquestación de la farsa fue perfecta: todos estaban avisados, nadie dijo nada, incluso Xavier se convirtió por unos días en el amigo gay de María. Pero aun así el novio murciano, que ya tenía una carrera universitaria, se notaba un poco los cuernos. En una fiesta Xavier intimó con el murciano y le dijo con sinceridad de borracho que no se preocupara, que él se la vigilaba. Más tarde, en la cama, el novio le contó a María la escena: ¡a ti seguro que no, pero a mí este catalufo maricón me quiere follar!

Nigul era estonio, estudiaba turismo y se trajo a Cracovia a su novia, Viltauté (lituana). No era la primera vez que hacían aquello: el curso 2011-2012 lo pasaron en Berlín, ella de Erasmus y él ocupándose de la casa; ahora le tocaba a la chica hacer de ama de casa. Nigul y Viltauté siempre habían sido una pareja muy salomónica. Desde que se conocieron, no vivían en sus respectivos países sino en el de en medio: Riga era el centro de su amor; cuando uno quería ver una peli y el otro follar, hacían las dos cosas a la vez; si uno prefería un kebab y el otro una pizza, primero comían uno y luego la otra, o directamente una pizzakebab; aunque ambos hablaban lituano y estonio perfectamente, se comunicaban en inglés; para decidir a dónde iban de viaje, cada vez elegía uno; en las vacaciones de navidad no visitaban a sus familias ni se quedaban en Letonia, sino que se iban a un país nuevo. La democrática rigurosidad también imperaba en la cama. Los días pares recibía uno y los impares la otra; el primer sábado del mes ella era la ama y él hacía de esclavo, mientras que el tercero intercambiaban los roles; también llevaban la cuenta de los orgasmos acumulados para no desequilibrar la balanza. De vez en cuando, sobre todo si sentían que se les apagaba la libido, invitaban a alguien a acostarse con ellos. Se lo intentaron explicar a Sándor (húngaro) cuando lo invitaron a su casa, pero no se lo creyó hasta que la pareja báltica lo empezó a besar y a desnudar.

Olga era rumana, estudiaba económicas y quería tener un novio de Erasmus. Sólo pido una relación normal, clamaba, una relación con fecha de caducidad pero normal, o sea, heterosexual, exclusiva y con algo de amor, ¿es esto mucho pedir? Parece que sí, porque no conoció a ningún chico dispuesto a firmar el contrato. Olga llevaba en uno de los dedos del pie un anillo con forma de flor; lo compró en Constanza, antes del Erasmus, y se lo entregaría al novio de Erasmus, cuando lo encontrara. No representaba su virginidad, porque mientras esperaba al elegido no rechazó unos cuantos ligues de una noche, pero estos sí rechazaron la proposición de Olga, así como el anillo del dedo del pie. Por fin, en una excursión a Częstochowa, conoció a Bernard (francés): elegante, pulcro, inteligente, parisiense; era el candidato perfecto. Después del coito inicial, Olga le regaló su anillo del dedo del pie; a él en seguida lo excitó: le encantó su olor a parmesano. Unas cópulas más tarde, ella le propuso que fuera su novio de Erasmus; él se rio y no volvió a verla, tampoco le devolvió la sortija. Kasia (polaca) le explicó que Bernard era un guarro y que sólo accedía a follar con chicas pobretonas, desarregladas y/o tercermundistas (según su baremo, por supuesto). Olga miró a su alrededor abatida: un español que folla sin hablar, una alemana que acaba de descubrir que es lesbiana, un portugués pajero, una española infiel, un putón polaco y otra polaca obsesionada con los mexicanos: ¿es que aquí no hay nadie normal?
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lucia
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Re: Abecedario Orgasmus (K, L, M, N, O) [3/5]

Mensaje por lucia »

Se empieza a hacer algo repetitivo, porque ya has nombrado a algunos antes.
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guillemgn
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Re: Abecedario Orgasmus (K, L, M, N, O) [3/5]

Mensaje por guillemgn »

lucia escribió:Se empieza a hacer algo repetitivo, porque ya has nombrado a algunos antes.
En realidad ese era uno de los objetivos de estos relatos: que los personajes reaparecieran, que al leer volvieras a reconocer a un personaje ya mencionado, aunque quizá con otro disfraz y contradiciéndose, etc. Pero acepto la crítica. Aún quedan dos entregas más, espero que no se te hagan tan pesadas si las lees :) ¡Gracias por el comentario!
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