¡Genial! Me he reído de buen grado. El encuentro con las hadas es muy, muy bueno. El gnomo Shigello está clavado como personaje, y la acción de apertura de la fortaleza, a cargo del duende Sinkim, es legendaria.
Sinkim el duende ni se inmutó. Tocó aquí, tocó allá, se tiró una ventosidad que me produjo una arcada y una pequeña puerta disimulada en el muro se abrió.
Pero cuando ya no he podido parar ha sido con el último párrafo. Toda la contención que había estado bullendo se libera. No estoy seguro de haberme enterado muy bien, pero es un despiporre total.
-Yo me ocuparé mago –la sensual voz de una dama entró en escena- Mi látigo hará lo que tu poder es incapaz de llevar a cabo. Le sacaré las tripas a latigazos a ese engreído y me haré un collar con ellas. –ceñida con un atuendo escarlata, que se ajustaba perfectamente a sus prominentes curvas, la bruja Berlín, atacó sin piedad al intruso. En el primer envite le saco un ojo al soldado ensartándolo en la punta del mortífero látigo. El capitán pudo ver como la bruja se lo metía en la boca y lo masticaba con deleite poco después. Si la lucha no era cuerpo a cuerpo estaba indefenso. Un nuevo estallido anunciaba que otro latigazo llegaría de inmediato. Me agaché de forma instintiva y evité la sacudida y el consiguiente destrozo. Chopitón aprovechó la circunstancia y la confusión para enviar contra nosotros a otro de sus terribles guardianes. Un enorme Trol irrumpió desde un rincón oscuro esgrimiendo una maza con la que parecía decidido a aplastarme. Pareció como si Ororo tomara vida propia, y harto de recibir latigazos, ataqué de forma salvaje partiendo en dos a la criatura por la cintura. Chopitón aullaba de furia y recriminaba a la bruja Berlín su falsa vanagloria, y sus nefastos resultados con el soldado. Esta no lo dudó un momento y lanzó su látigo de nuevo. Logré oponer a Ororo contra la trayectoria del mortífero artefacto, pero aun así perdí tres dedos de la mano izquierda con la que intentaba protegerme. Si seguía así, terminaría por hacerme trocitos la muy puta. Salté hacia un lado cuando la arpía se disponía a atacarme de nuevo, eso equivocó la intención de la bruja, y logré coger el látigo gracias a la empuñadura de mi fiel espada. Tiré con toda la fuerza de que fui capaz del látigo y la bruja se me vino encima gritando como una poseída. Ororo la atravesó de parte a parte mientras la bruja me sacaba la lengua en un espasmo de muerte.
El que tiene gracia la tiene. Si es que hasta los cambios de narrador tienen gracia. Me lo he pasado pipa, de verdad

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