En las profundidades (Relato)

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indigeitor
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En las profundidades (Relato)

Mensaje por indigeitor »

EN LAS PROFUNDIDADES.

Érase una vez un niño que siempre estaba, junto con otros niños, jugando en el mar. Nadaba, chapoteaba, se quedaba flotando haciéndose el muerto y de vez en cuando le caía alguna que otra aguadilla. Cuando esto sucedía lo pasaba mal por un momento, ya que la repentina sensación de que no puedes respirar da miedo; pero después, al regresar a tomar aire, se veía rodeado de amigos riendo, lo que le animaba a seguir jugando y a ser él quien propinara la siguiente aguadilla. Y así pasaba los días, entre placenteras alegrías y espontáneas angustias. A su alrededor se hallaban los demás, y contaba con aire con el que respirar. Arriba brillaba el sol, que lo bañaba todo con su cálida luz. Y, bajo él, se encontraba el insondable mar.
Hasta que un día, arrastrado por una insaciable e indescriptible sed, la curiosidad le llevó a querer meter la cabeza debajo del agua. A su alrededor nadie lo hacía, a no ser que fuese obligado por el juego de las aguadillas, pero él quiso hacerlo voluntariamente. Así que se apartó una distancia prudencial, pues no deseaba ser señalado como masoquista o como demente. Lo último que quería era ser marginado.
La primera vez que metió la cabeza bajo el agua la sacó de inmediato, pues su instinto de supervivencia era más fuerte que su voluntad. Pero lo intentó una y otra vez, hasta que aprendió a aguantar la respiración. Con paciencia fue habituando su cuerpo a esta nueva actividad y, en poco tiempo, ya sabía cómo llenar al máximo sus pulmones para soltar el aire después, poco a poco. Para cuando se quiso dar cuenta prefería bucear a nadar. Bajo la fina película que separa el cielo del océano había un mundo por descubrir; y se sentía en la obligación, como todo buen pionero, de seguir el camino sin sendero que había empezado a andar.
Una vez acostumbrado a bucear sin miedo, el siguiente reto del niño fue aumentar la profundidad de inmersión. Pero sabía que tenía que andarse con ojo, pues tenía que calcular el tiempo de descenso y ascenso. La cuestión es que aquí su voluntad se había hecho tan fuerte que podía convertir el miedo en fosfatina. Por lo que, un buen día, decidió jugarse el todo por el todo. No sucedió de forma premeditada, no lo decidió antes de sumergirse, sino que tomó decisión, si es que es correcto usar esta palabra, en el preciso momento en el que tenía que regresar a la superficie. Así que, en lugar de seguir las indicaciones de su raciocinio, hizo lo que no podía dejar de hacer: continuó profundizando.
Y entonces vio algo; allá, en el fondo. Nunca había visto nada igual, era imposible someterlo a ningún tipo de comparación. Se acercó a aquello y quedó, al contemplarlo, maravillado y perplejo. Tan maravillado y tan perplejo que su mente no halló palabras que lo describiesen. Tampoco las buscó es ese precioso instante, aunque sí lo intentaría más adelante.
Al regresar a la superficie sintió una extrema necesidad de compartir su descubrimiento. Aunque pueda parecer que su motivación fuera la vanidad, en realidad en su corazón no había espacio para ella. Por primera vez en su vida estaba tan lleno que sentía que podía dar ilimitadamente, incondicionalmente. Y eso es lo que buscó: ofrecer su hallazgo al mundo.
Así que el generoso niño se acercó a sus compañeros de juegos. Nadó todo lo rápido que pudo y, cuando alcanzó a los demás, estaba sin aliento. A pesar de ello, trató de explicar lo que había visto usando unas palabras que ni siquiera había buscado aún. Como no le entendieron, se rieron de él antes de volver a sus juegos. La frustración hizo mella en él, pero no iba a darse por vencido, así que optó por acercarse a ellos de uno en uno. Sin embargo, en cuanto pronunciaba las palabras “meter la cabeza bajo el agua”, obtenía siempre una negativa. Algunos se rieron, otros le miraron con recelo. El rechazo de los demás no hizo sino incrementar su voluntad. Se le metió entre ceja y ceja que debía conseguir convencer a uno, aunque tan solo fuera a uno. Así que le dio vueltas y más vueltas. Lo intentó de una forma y no lo consiguió. También de la contraria y fracasó estrepitosamente. Incluso se vio obligado a usar la violencia, forzando a los demás a meter la cabeza bajo el agua. Al final obtuvo lo último que deseaba: los que hasta la fecha habían sido sus amigos le dieron la espalda. Fue defenestrado y expulsado a la arena de la playa. Y desde allí, sentado con la barbilla apoyada en sus manos y acodado en sus rodillas, observaba cada día cómo el resto de niños jugaban. Pero después, por la noche, cuando todos estaban dormidos flotando en el agua, él se sumergía silencioso hasta las profundidades para contemplar la maravilla de lo indescriptible.
Hasta que una noche otro niño vio cómo el marginado se sumergía bajo el agua.
Pasó el tiempo. Y un buen día, el niño, como siempre sentado en la arena de la playa, vio cómo el otro se acercaba a él, corriendo como loco. Al ver su cara enseguida lo entendió. No podía tratarse de otra cosa: el que venía hacia él había descubierto la maravilla indescriptible. Al percatarse de esto, se vio inundado por una tremenda alegría. Los dos niños se abrazaron, saltaron y rieron. Trataron de buscar palabras, querían hablar de ello; pero, tan solo arrancaban a hablar, se trababan y volvían a reír. Las lágrimas llenaron sus ojos. Y sus almas se fundieron en una sola.
Entonces, el otro quiso regresar al mar para contarles a todos el maravilloso tesoro que había sido descubierto. El primero, que ya había pasado por ello, le advirtió que no debía hacerlo si no quería que le sucediese lo mismo que a él. Pero el otro no cedía en su empeño y terminó echándose al mar. Al final de ese mismo día, ya eran dos los que estaban sentados en la playa, con las barbillas apoyadas en las manos y acodados en las rodillas. Y una amplia sonrisa dibujada en sus rostros.
Pasó más tiempo. Cada día lo pasaban contemplando las alegrías y las angustias de los viejos juegos y, por la noche, descendían hasta lo más profundo, donde colmaban sus corazones lo suficiente como para cubrir un millón de vidas. Y donde empezó siendo uno, y más tarde fueron dos, llegó un tercero. Y un cuarto. Y un quinto y un sexto. Enseguida fueron suficientes como para poder bañarse en el mar en pleno día, junto con los demás. Y, sin necesidad de decir nada a aquellos que jamás habían metido la cabeza bajo el agua, se sumergieron. Ya no tenían la necesidad de buscar un lugar apartado donde poder hacerlo. Al principio fueron observados con temor, pero cuando los demás vieron que no eran pocos los osados y que regresaban con una mirada indescriptible, la curiosidad pudo con ellos.
Así que poco a poco, sin necesidad de usar violencia alguna, cada uno de los niños juega dentro y fuera del agua, desde lo más profundo hasta lo más elevado. Y de esta forma, libre y fluida, la fina película que separa el cielo del océano se va difuminando hasta desaparecer por completo.
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Ratpenat
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Re: Relato: En las profundidades

Mensaje por Ratpenat »

¡Qué bonito, Indi!

Me ha gustado mucho el ritmo, la forma y la historia. El relato me ha ido arrancando una sonrisa y al final he sonreído del todo.

Gracias por compartirlo, compañero :60:
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indigeitor
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Re: Relato: En las profundidades

Mensaje por indigeitor »

Ratpenat escribió:¡Qué bonito, Indi!

Me ha gustado mucho el ritmo, la forma y la historia. El relato me ha ido arrancando una sonrisa y al final he sonreído del todo.

Gracias por compartirlo, compañero :60:

Jajaja, me sigue haciendo gracia lo de Indi...
Muchas gracias ti por leerme, Rat. Nos vemos comentándonos en los relatos primaveriles...
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lucia
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Re: Relato: En las profundidades

Mensaje por lucia »

A mí me has dejado con la curiosidad de qué tipo de fondo están viendo que no se vea desde la superficie :cunao:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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indigeitor
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Re: Relato: En las profundidades

Mensaje por indigeitor »

lucia escribió:A mí me has dejado con la curiosidad de qué tipo de fondo están viendo que no se vea desde la superficie :cunao:
Pues por la curiosidad se empieza... :133:
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